Sabía que Nicole estaba furiosa y resentida, pero nunca hubiera pensado que quería verla muerta. Había vuelto a casa para nada. Nadie la quería, y no tenía otro sitio adonde ir.
Se tapó la cara con las manos y lloró durante un rato más. Después se dio cuenta de que no podía compadecerse a sí misma para siempre. Sin embargo, quizá el resto de la noche sí fuera aceptable.
Se puso en pie y fue al baño. Se lavó la cara, se puso una camiseta y se metió en la cama. Sabía que no iba a dormir, pero, al menos, acurrucada podía lloriquear mejor.
Encendió la pequeña televisión que había sobre la cómoda y cambió los canales. Mientras las imágenes se sucedían ante ella, se preguntó si Nicole y ella conseguirían hacer las paces y dejar atrás el pasado, o si estaban destinadas a ser unas extrañas para el resto de su vida. Ella no iba a rendirse, pero sólo era la mitad de la ecuación.
¿Y Jesse? Claire pensó en la conversación que habían mantenido aquella mañana. ¿Cómo podía su hermana pequeña haber traicionado así la confianza de Nicole? ¿Se había acostado de verdad con Drew?, ¿no cabía la posibilidad de que todo hubiera sido un malentendido? De lo contrario, reconciliar a sus dos hermanas iba a ser casi imposible. Aunque ella tampoco estaba haciendo grandes progresos, en realidad.
Claire cerró los ojos. Notó que se estaba quedando dormida, y se alegró. Sin embargo, unos segundos después, o quizá dos horas después, oyó un crujido en la escalera. Se despertó y volvió a oírlo.
Eran pasos. Rodó por la cama y se sentó. Nicole no podía bajar las escaleras, y Jesse era demasiado delgada como para hacer tanto ruido. Se le cruzó por la cabeza la posibilidad de que fuera Wyatt, pero los pasos eran demasiado sigilosos…, como si la persona que estaba subiendo intentara no hacer ruido.
Claire se levantó de la cama y se acercó de puntillas a la puerta. Abrió una rendija y miró hacia fuera. Había un hombre en el descansillo, mirando hacia la puerta de Nicole.
Era sólo unos centímetros más alto que ella, y no muy corpulento. Instintivamente, miró a su alrededor en busca de un arma. Lo único que vio fue un par de zapatos de tacón. Tomó uno y salió en silencio al pasillo.
El hombre se acercó a la habitación de Nicole y abrió la puerta. Claire no se paró a pensar. Se lanzó a la carga, saltó a su espalda y lo golpeó con el tacón del zapato. El tipo chilló y cayó de bruces en la habitación de Nicole, gritando que lo soltara.
– Llama a la policía -gritó Claire mientras el tipo y ella caían al suelo.
Se preparó para el impacto. Por fortuna, él fue quien se golpeó contra el suelo, y ella aterrizó sobre su espalda. Mientras él todavía estaba intentando recuperar la respiración, ella tiró el zapato, le agarró la muñeca derecha con ambas manos y le retorció el brazo, colocándoselo entre los omóplatos. Él gritó de dolor. Al mismo tiempo, ella le plantó el pie en la nuca y apretó todo lo que pudo.
El hombre soltó un juramento.
– Estoy sangrando. Por Dios, Nicole, ¿qué demonios está pasando aquí?
– Llama a la policía -repitió Claire-. No voy a poder sujetarlo mucho más.
Nicole se incorporó y se quedó mirándolos fijamente.
– Claire, tengo que decir que me has impresionado. ¿Cuándo has aprendido a hacer eso?
Ella sintió que se le agotaban las fuerzas.
– Tomé clases de artes marciales durante dos años, cuando no estaba en temporada de conciertos. Además, he visto trabajar a mis guardaespaldas.
– ¿Tienes guardaespaldas?
– No todo el tiempo. En Nueva York no, pero a veces, en Europa sí. Los admiradores pueden llegar a ser agresivos.
– ¡Nicole!
El grito provenía del tipo. Claire lo miró, y después miró a su hermana.
– ¿Te conoce?
– Parece que sí. Puedes soltarlo. Es Drew, mi marido.
Su…
– ¿Qué? -Claire le soltó la muñeca al tipo y le quitó el pie de la nuca-. ¿Drew? ¿El desgraciado que se acostó con la hermana de su esposa?
El hombre en cuestión se levantó lentamente y la fulminó con la mirada.
– ¿Y quién demonios eres tú?
Era bastante guapo, pensó Claire distraídamente, si no se tomaba en cuenta el corte profundo y sangrante que tenía en la mejilla. Recogió su zapato del suelo.
– Me voy a mi habitación. Si me necesitas, avísame.
– Gracias -dijo Nicole.
– De nada.
Claire dejó abierta la puerta del dormitorio de su hermana y se retiró a la habitación de invitados. Mientras se acostaba, oyó la pregunta de Drew otra vez.
– ¿Quién demonios es?
Sin embargo, no pudo oír la respuesta de su hermana.
Se sentía orgullosa de sí misma, poderosa. Sonrió. Lo había hecho bien. Quizá debiera comenzar a hacer pesas, y fortalecerse. Quizá debiera comenzar a tomar clases de artes marciales otra vez. Podía convertirse en una peligrosa máquina de matar. Se miró las uñas, largas y astilladas, pertenecientes a las manos de monstruo que debía proteger a toda costa. Quizá no.
Volvió a fijarse en la televisión, cuando lo que de verdad quería era escuchar a través de la puerta. Sin embargo, sería una grosería. Hizo lo posible por interesarse en un programa, pero a los pocos minutos, Drew comenzó a gritar.
– ¡Te equivocas!
– ¿Cómo que me equivoco? -preguntó Nicole, en voz tan alta como Drew-. ¿Me estás diciendo que os caísteis en la alfombra y terminasteis haciéndolo? Es mi hermana, desgraciado. Mi hermana pequeña. Si tenías que hacer algo así, podías haber elegido otra que no fuera de la familia.
– Mira, sé que tiene mal aspecto, pero no es lo que tú piensas.
– No te va a servir decirme que no significa nada.
– No voy a decir eso. Es sólo que quiero que sepas lo mucho que siento que esto te esté haciendo tanto daño.
Claire le quitó el volumen a la televisión y se acercó de puntillas a la puerta. Como no oía nada, la abrió un poco.
– No quería hacerte daño -dijo Drew.
Claire frunció el ceño. No sabía mucho de hombres y mujeres, y de las complicaciones de una relación, pero le parecía que Drew se estaba disculpando por algo equivocado. El problema no era que le hubiera hecho daño a Nicole, el problema era que se había acostado con su hermana pequeña.
Parecía que Nicole pensaba lo mismo que ella. Se oyó un ruido fuerte, y después gritó:
– ¡Vete de aquí, desgraciado! ¡Lárgate!
Claire abrió la puerta. Si era necesario, estaba dispuesta a escoltar a Drew a la calle. Se preguntó cómo habría entrado, si todavía tenía una llave. Tendría que hablar con Nicole para cambiar la cerradura. Antes de que pudiera decidir si intervenía, oyó más pasos en la escalera. ¿Quién era?
Wyatt no podía creer que Drew hubiera sido tan tonto como para presentarse allí. Había algunas relaciones que no podían arreglarse, y su matrimonio con Nicole era una de ellas. No había arreglo posible para el hecho de haberse acostado con Jesse. No sabía si Drew era demasiado optimista o demasiado tonto como para darse cuenta por sí mismo.
Subió la escalera. Una vez arriba, se detuvo en seco al ver a Claire. Estaba hablando. Al menos, eso le pareció a él. Movía los labios, y seguramente emitía sonidos, pero Wyatt no podía oírlos. Todas las células de su cuerpo estaban concentradas en mirarla, vestida tan sólo con una camiseta y, Wyatt juró y rezó al mismo tiempo, nada más.
No llevaba maquillaje y tenía el pelo suelto por la espalda, largo y liso. La camiseta apenas le llegaba a la parte superior de los muslos, y él estaba dispuesto a apostar todo el dinero que tenía a que no llevaba sujetador.
– Apareció de repente. Yo no sabía quién era, así que salté sobre él. No creo que el corte sea muy profundo. No me importa mucho él, pero alguien debería mirarlo, por si acaso. Las heridas pueden infectarse.
Wyatt no tenía ni idea de a qué se refería.
Ella dio un paso hacia él. Efectivamente, no llevaba sujetador. Y peor todavía, Wyatt veía perfectamente el contorno de sus pezones bajo el suave algodón.
Braguitas, pensó, tenía que llevar braguitas. Eso ya era algo, ¿no?
No lo suficiente, porque se la imaginó vestida con tan sólo seda y encaje, y nada más. Se frotó el hueso de la nariz. ¿Por qué ella?, era todo lo que quería saber. Ya había aceptado que tenía un gusto lamentable en cuanto a mujeres se refería, pero ¿por qué ella, por qué no alguien razonablemente inteligente y considerado? O una persona normal, no la princesa de hielo.
La rodeó y entró en la habitación de Nicole. Sin mirar siquiera a su hermanastro, preguntó:
– ¿Estás bien?
Nicole negó con la cabeza.
– Sácalo de aquí.
– Claro -dijo Wyatt, y miró a Drew-. No deberías haber venido. Tú… -entonces se dio cuenta de que su hermanastro tenía una herida en la mejilla-. ¿Qué ha pasado?
– Claire lo ha atacado -dijo Nicole, y entre un sollozo y una carcajada, continuó-: Ha sido impresionante, la verdad. Se abalanzó sobre él por la espalda y comenzó a golpearlo con un zapato. Los dos cayeron al suelo, y entonces ella le hizo una especie de llave y lo inmovilizó poniéndole el pie en la nuca. Me parece que dan unas clases muy interesantes en el conservatorio.
¿Claire había atacado a Drew para proteger a su hermana? Quién lo hubiera pensado.
– Me pilló por sorpresa -dijo Drew para defenderse-. He tomado unas copas, no tengo los reflejos muy rápidos en este momento.
Wyatt no pudo reprimir la sonrisa.
– ¿Te has dejado tumbar por una chica?
– Cállate.
– No. Dudo que Claire pese más de sesenta kilos. Vaya, Drew, eso sí que es vergonzoso -dijo Wyatt, y tomó a su hermano del brazo-. Vamos, te llevo a casa. Así dormirás la mona.
Drew se zafó.
– No me voy a marchar, ésta es mi casa, con Nicole. La quiero.
– Pues tienes una manera muy rara de demostrarlo -murmuró Wyatt-. Vamos, no me obligues a pedirle a Claire que te pegue otra vez.
– Déjame en paz. Por lo menos, yo estaba dispuesto a luchar por mi mujer.
Wyatt hizo caso omiso del ataque. No merecía la pena haber luchado por Shanna.
– Si no hubieras sido infiel, para empezar, no habrías tenido que luchar.
Drew lo fulminó con la mirada y después salió al pasillo. Wyatt lo observó para asegurarse de que no iba hacia la habitación de Claire, y después se volvió hacia Nicole.
– ¿Estás bien? Uno de sus amigos me contó que ha bebido mucho hoy, y que le estuvo diciendo que te echa mucho de menos. Pensé que sólo era parloteo de borracho, pero cuando fui a casa de Drew para comprobar si había llegado sano y salvo, no estaba allí. Pasé por aquí y vi su camioneta aparcada delante de la casa.
Nicole se hundió contra la almohada.
– Estoy bien. Es idiota, y ni siquiera se ha disculpado por lo que hizo. Lamenta que lo pillara con las manos en la masa, pero no creo que le importe haberse acostado con Jesse -dijo con los ojos llenos de lágrimas-. No puedo creerme que haya sucedido.
Wyatt se sentó a su lado.
– Lo sé. Drew es un idiota de verdad.
Ella asintió.
– Ya no lo quiero, no puedo… Pero me hace daño de todos modos -dijo, y se secó la cara con un pañuelo de papel-. Gracias por acercarte.
– Parece que la situación estaba bajo control.
Nicole sonrió.
– Claire me ha dejado impresionada.
– Drew va a sentirse humillado durante varios días. Eso merece la pena.
– Sí.
Wyatt le dio un golpecito en el brazo, y después se levantó.
– Voy a llevarlo a casa.
– De acuerdo.
– Nos vemos mañana.
Se preparó para ver de nuevo a Claire. Estaba en el pasillo, vacilante, completamente sexy y prácticamente desnuda. Seguramente, era una de esas mujeres que decían que no sabían lo que podían hacerle a un hombre paseándose medio desnudas.
Wyatt odiaba sentir tanto deseo por ella. No era la mujer adecuada, aunque él tampoco fuera el hombre perfecto.
Claire miró a Wyatt y después a su hermana, desde el pasillo. Ojalá Nicole y ella se hablaran, para poder consolarla y quizá mejorar un poco aquella situación.
– Necesito hablar contigo -dijo él. Parecía como si estuviera enfadado.
Claire irguió los hombros.
– No lamento haber herido a Drew.
– Yo tampoco lo lamento.
– Ah, de acuerdo. Creía que estabas enfadado conmigo o algo así.
– No.
Wyatt tenía la mirada fija en un punto por encima de su cabeza. Claire giró la cabeza hacia atrás, pero no vio lo que había captado su atención.
– Se trata de Amy -dijo él-, mi hija.
Ella se cruzó de brazos.
– Sé quién es Amy.
– Nicole la cuida un par de veces a la semana, después del colegio, hasta que yo salgo de trabajar. Pero ahora Nicole está convaleciente y no puede. Trabajo en la construcción, así que Amy no siempre puede estar conmigo. Las obras no son lugares seguros.
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