– ¿Te he dado ya las gracias por pedirme que saliéramos?
Su sonrisa tenía algo… Una invitación que a él le provocó deseos de acercarse a ella y besarla. Le gustaba besar a Claire. No le importaría hacerlo muchas más veces. Sin embargo, una molesta vocecilla le recordó que tenía que asegurarse de que estaban jugando con las mismas reglas.
– Sí.
Llegó el vino. Después de la ceremonia de probar la botella y aceptarla, cuando el sumiller se hubo marchado, Wyatt preguntó:
– ¿Ha vuelto a aparecer Drew por la casa?
– No que yo sepa. Todavía no sé si me siento mal por haberle herido o no.
– No te preocupes. Se está curando. Puede que el dolor y el sufrimiento ayuden a mejorar su personalidad.
– ¿Es tu hermanastro?
– Uno de tantos.
Claire arqueó las cejas.
– ¿Sois una familia numerosa?
– Una que está en cambio constante. Vengo de una estirpe de hombres que echan a perder sus relaciones. La mayoría de mis tíos no se han casado, y los pocos que sí lo han hecho tienen récords de velocidad en el divorcio. Mi padre se volvió a casar hace poco, por quinta vez. Drew es mi hermanastro de hace dos o tres matrimonios. No me acuerdo de cuál.
Claire lo miró con un poco de asombro.
– ¿Y tu madre?
– Ella encontró a alguien decente, llevan casados más de veinticinco años. Pero mi padre no. A este último matrimonio le doy seis meses. El problema es que sigue intentándolo. Piensa que es algo que no es: un hombre capaz de elegir a la mujer más adecuada.
– Podría suceder.
– No es probable. Tenemos ese defecto en los genes. Yo no iba a casarme. Pensé que podía evitar el desastre antes de que ocurriera.
– Pero te casaste con Shanna.
– Se quedó embarazada. No tenía elección.
Claire ladeó la cabeza.
– En realidad, sí. Aunque no te hubieras casado con ella, habrías podido formar parte de la vida de Amy.
– Casarme con ella me pareció lo mejor que podía hacer, en aquel momento.
– Porque tú siempre haces lo correcto.
– No. No soy ningún héroe.
– ¿Por qué no? La que se marchó fue Shanna. ¿Fue justo después de que naciera Amy?
– Un par de meses después, cuando nos confirmaron que no podía oír. No me importó ser padre soltero. Supongo que me esperaba que Shanna saliera corriendo, teniendo en cuenta la historia de mi familia -dijo, y miró fijamente a Claire-. Pero se te está escapando lo más importante, Claire. Yo no tengo relaciones. Me alegro de que hayamos salido y lo estoy pasando bien, pero para mí no es nada más que eso. Diversión. El sexo estaría bien, pero no voy más allá. No quiero nada serio.
Se encogió de hombros y continuó:
– Puede que esté diciendo todo esto para nada. Quizá no estés interesada, pero si lo estás, quiero dejarte claro lo que estoy dispuesto a hacer y lo que no.
Ella abrió unos ojos como platos.
– ¿Quieres acostarte conmigo? -preguntó en voz baja, casi sin aliento.
– ¿Es todo lo que has asimilado de lo que te he dicho?
– No, también he entendido lo demás. Me estás advirtiendo por mi propio bien, lo he entendido perfectamente. ¿Pero de verdad quieres acostarte conmigo?
– ¿Por qué te sorprende?
«Porque nunca había querido hacerlo nadie», pensó Claire, con ganas de aplaudir de alegría.
¡Wyatt la deseaba! ¡A ella!
Él era un hombre muy viril, muy guapo. Probablemente podría acostarse con cualquiera, ¡pero la deseaba a ella! ¿Podría terminar mejor aquel día? Se dio cuenta de que estaba nerviosa, y decidió tocar un tema más seguro.
– No estoy sorprendida, exactamente. Háblame de la pérdida de oído de Amy. ¿Es sorda de nacimiento?
– Ésa es la teoría. Oye un poco de un oído, pero prácticamente nada del otro. Los aparatos auditivos son una ayuda, pero no son perfectos, ni siquiera con todos los avances médicos que hay.
– ¿Cómo cuáles?
– Pueden adaptar los aparatos auditivos a cada pérdida de audición específica. Sean los tonos agudos o los tonos graves.
– ¿Y los demás tratamientos? ¿Podría recibir un implante coclear?
– Es posible -dijo él, y le dio un sorbito a su vino-. Pero en las operaciones actuales hay que destruir el oído interno para hacer el implante, lo cual significa que, si llega una tecnología mejor, ya no podrá usarse. Hay mucho debate en la comunidad de sordos acerca de este tema.
– ¿Y tú has decidido no tomar esa dirección?
– Por ahora. Amy no me ha presionado. Quiero algo mejor, quiero que oiga -dijo encogiéndose de hombros-. Es una opinión muy impopular, y no se lo voy a contar a mucha gente. Para algunos, ser sordo no es una desventaja. Es sólo… una característica, como la estatura. Yo no estoy de acuerdo. Quiero que mi hija tenga todas las oportunidades. Y no estoy convencido de que el implante se las proporcione.
– Tienes que enfrentarte a muchas cosas.
– Amy tiene más.
Era un buen padre, pensó ella, feliz. Un buen hombre. No tenía demasiados modelos de referencia, pero no creía que se estuviera equivocando en cuanto a Wyatt.
– Spike preguntó por ti.
Ella lo miró y vio que tenía una expresión de buen humor.
– Muy gracioso. No me interesa nada Spike.
– Pero antes sí.
No en el sentido al que él se refería. Sólo estaba contenta porque alguien le hubiera pedido que salieran juntos.
– No conozco a muchos hombres como él durante mis viajes.
– Qué sorpresa. Seguramente tampoco conoces a muchos hombres como yo.
– No, es cierto -respondió Claire lentamente, pensando en que era una lástima.
Merecía la pena conocer a tipos como Wyatt.
La cena pasó entre risas y buena conversación. Antes de que se dieran cuenta, ya habían vuelto a casa de Nicole y estaban caminando hacia la puerta.
Claire intentó no ponerse nerviosa. No era nada del otro mundo que se estuviera acabando la cita. Claro que probablemente Wyatt la besaría, y a ella probablemente le gustaría. Besarse al final de una cita era toda una tradición.
Cuando llegaron al porche, Claire se volvió hacia él.
– Lo he pasado muy bien -murmuró, mirándolo a los ojos-. Gracias por la cena.
– De nada -dijo él, y le acarició con suavidad la mejilla-. No puedo descifrarte.
– ¿Y eso es bueno o malo?
– Ya te lo diré.
Entonces se inclinó hacia ella y la besó.
Su boca no vaciló, y la tomó con una confianza que a Claire le arrebató el aliento. No hubo dudas, ni indecisión, sólo carne contra carne, respiraciones que se mezclaban, y su corazón, latiendo a un millón de pulsaciones por minuto.
Ella posó una mano sobre su hombro, mientras él le tomaba la cara entre las suyas. Wyatt la sujetaba como si fuera algo precioso, y por eso, Claire quería darle lo que él le pidiera.
No intensificó el beso, probablemente porque estaban en el porche de Nicole, a la vista de los vecinos. A ella no le importaba, pero quizá a él sí. Wyatt se separó lo justo para apoyar su frente contra la de Claire.
– Vas a causarme muchos problemas, ¿verdad? -le preguntó.
– En realidad, es muy fácil llevarse bien conmigo.
– Claro.
La besó de nuevo y después se marchó. Claire suspiró y entró flotando a la casa.
Nicole estaba sentada en el salón viendo la televisión. Al ver a Claire, quitó el sonido.
– Ya veo que no tengo que preguntar cómo han ido las cosas -dijo-. Lo has pasado muy bien.
Claire atravesó la habitación y se sentó con ella en el sofá.
– Sí. Wyatt es maravilloso. Fuimos a Buchanan’s. ¿Has estado allí?
– Sí. Es caro. Estaba intentando impresionarte.
– ¿De verdad? -¿Wyatt quería impresionarla a ella?
– ¿Por qué te sorprende?
– Me sorprende, no sé por qué. ¿Estás enfadada?
– No. Una de las dos debe tener una vida amorosa decente, y es evidente que no voy a ser yo. Así que vamos, cuéntame.
Claire agarró un cojín y lo abrazó contra su pecho.
– Ha sido estupendo. Hemos charlado y nos hemos reído mucho. Es muy fácil estar con él -dijo, y sonrió-. Y quiere acostarse conmigo.
Nicole se estremeció.
– Voy a tener que hablar con ese hombre.
– ¿Por qué?
– Porque decir eso es una falta de buen gusto. Y tú eres mi hermana.
– No, no pasa nada.
– Mmm. Pero ten cuidado. Wyatt no tiene relaciones serias.
– Ya me lo dijo.
– Bueno, por lo menos ha sido sincero. ¿Y cómo te sientes tú?
Claire pensó en la respuesta.
– Me gusta. Sólo espero que estuviera diciendo la verdad en cuanto al sexo.
Nicole se echó a reír.
– Es un hombre. ¿Por qué iba a mentir sobre eso?
Como si Claire supiera la respuesta a eso.
– Entonces, ¿no lo ha dicho sólo por ser amable?
– ¿En qué planeta son amables los hombres acerca del sexo? ¿Es distinto en el mundo de la música?
– No exactamente. Por lo menos, eso es lo que creo. En realidad, no tengo mucha experiencia con… ya sabes.
Nicole frunció el ceño.
– No lo sé.
– Eh… bueno, con los hombres -Claire se tapó la cara con el cojín, y después lo soltó-. Nunca he hecho el amor. Nunca he estado con un hombre.
Se dio cuenta de que se ruborizaba, y quiso meterse en un agujero. Por desgracia, no podía escapar tan fácilmente de la verdad.
Nicole se quedó boquiabierta, con los ojos como platos.
– ¿Eres virgen?
– Más o menos.
– Es una pregunta de sí o no. Claire, tienes veintiocho años.
– Ya lo sé. No quería que pasara, pero ocurrió. No tengo muchas citas. No podía compaginarlas con mi programación. Nunca conocía a nadie, y si sucedía, Lisa siempre estaba preparada para conseguir que las cosas no se pusieran muy interesantes. No podía permitir que conociera a un hombre y dejara de tocar el piano. Yo estaba muy ocupada, y aunque quería tener una relación, cada vez era más difícil encontrar el momento. Entonces, un día me di cuenta de que tenía más de veinte años y de que me había convertido en un bicho raro.
– Tú no eres un bicho raro -dijo Nicole-. Eres… eres… sexualmente distinta.
– Oh, eso suena mucho mejor.
– No es tan terrible.
– Para mí sí. Hace que me sienta como si no fuera real. Como si sólo fuera una persona en parte.
– Es increíble -murmuró Nicole-. Eres tan guapa y tienes tanto éxito… Yo creía que los hombres se morían por ti, que tenías que quitártelos de encima.
– Ojalá. Los asusto. A Wyatt no, sin embargo. Así que cuando dijo que quería acostarse conmigo, pensé que quizá sucediera por fin.
Nicole soltó una palabrota.
– No lo sabe, ¿verdad?
– No, y tú no se lo vas a decir.
– No sabría por dónde empezar. Virgen. Vaya.
Claire hizo un mohín.
– Deja de decirlo.
– Claro. Lo siento. Es que estoy un poco…
– Horrorizada.
– No, no es eso. Mira, yo no tengo experiencia personal, pero estoy segura de que Wyatt es estupendo en el sexo. Si no se lo dices, él no se dará cuenta de que tiene que ir despacio, pero no creo que eso sea ningún problema. Estoy segura de que es muy considerado. A lo mejor puedes insinuarle que no tienes mucha experiencia. Vaya. Casi me gustaría ver la cara que pone cuando se entere de la verdad.
Claire no sabía si agradecerle tanta sinceridad a Nicole, o si darle un golpe en el brazo.
– No me estás ayudando.
– Lo siento, lo siento. Estoy intentando asimilarlo. Y yo pensando que tú te estabas llevando toda la diversión.
– No.
– Ya veo -dijo Nicole-. ¿Tienes alguna pregunta?
Claire se echó a reír.
– Mil.
– Adelante.
Doce
Claire detuvo el coche en el aparcamiento de la escuela de Amy y después apagó el motor.
– ¿Estás segura? -preguntó a la niña.
Amy asintió y sonrió.
– Quiero que conozcas a mi profesora.
Hubo algunos signos que Claire no entendió, pero comprendió la mayor parte de la conversación. Amy había hablado de ella en el colegio. Claire esperaba que la hubiera mencionado por lo divertida que era, y no por nada más significativo, como que era concertista de piano.
Todavía no había averiguado cómo iba a enfrentarse a su otra vida. ¿Iba a escaparse completamente? Parecía que no tenía otro remedio, hasta que consiguiera controlar su pánico. La gente acudía a sus conciertos a verla tocar, no a ver cómo sucumbía a un ataque de nervios.
Aquello no tenía nada que ver con Amy.
– Me encantaría conocer a tu profesora -le dijo a la niña.
Amy la condujo por los pasillos de la escuela, que era luminosa y alegre. En las paredes había letreros grandes que recordaban a los estudiantes que era obligatorio llevar aparatos auditivos en las clases. Eso, y el hecho de que todos los estudiantes estaban haciéndose signos los unos a los otros eran las únicas indicaciones de que aquella escuela era distinta a cualquiera en la que hubiera estado Claire.
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