Amy la condujo hasta el despacho principal, donde le pidió a la mujer que había detrás del mostrador que avisara a su profesora.
– Tienen una reunión todos los martes -dijo Amy, hablando lentamente-. Ya habrán terminado.
¿Una reunión? ¿Había más de una persona en la habitación?
Claire se dijo que no debía preocuparse. Amy le presentaría a su profesora, hablarían durante unos segundos y todo habría terminado. No era un gran problema. Sin embargo, ¿no podía haberle pedido Wyatt que llevara a Amy al colegio un día en que no hubiera reunión?
De la sala que había tras el mostrador salieron una docena de adultos. Amy saludó y comenzó a hacer signos a la velocidad de la luz. Su nivel de competencia le recordó a Claire que ella todavía tenía que aprender mucho antes de llegar al nivel básico.
Una mujer de unos treinta y cinco años se acercó a ellas.
– Hola -dijo mientras hacía signos-. Amy, me alegro de verte. ¿A quién has traído?
– Es mi amiga, Claire -respondió Amy-. Te presento a mi profesora, la señora Olive.
Claire sonrió.
– Hola. Me alegro de conocerla. Estoy cuidando de Amy durante mi visita a mi hermana.
– Me he enterado de que han operado a Nicole -dijo la señora Olive-. ¿Cómo está?
– Mejor -dijo Claire por signos, con sensación de ser torpe y lenta. Iba a tener que mejorar mucho en su comunicación.
Amy le tiró de la manga a su profesora.
– Claire sabe tocar el piano. Tocó para mí.
La señora Olive miró a Claire.
– Eso es maravilloso. Mucha gente piensa que los sordos no pueden apreciar la música, pero no es cierto. Hay muchos… -de repente, parpadeó-. ¡Oh, Dios Santo! No es posible. ¿Es usted Claire Keyes?
Claire reprimió un gruñido mientras asentía.
– Tengo un par de discos suyos. Me encanta su música. La vi en la PBS. No puedo creerlo -afirmó, y se volvió hacia las profesoras que todavía quedaban en la zona-. Sarah, no te imaginas. Ésta es Claire Keyes, la famosa pianista.
Las otras profesoras se acercaron apresuradamente y se presentaron. Claire se vio respondiendo un montón de preguntas.
– Sí, viajo por todo el mundo -admitió-. Es un trabajo muy duro, sí.
– Sin embargo -dijo una de ellas-, tiene mucha suerte. ¿De verdad ha tocado con todos esos cantantes? ¿Con los tres tenores?
Claire asintió.
– Son encantadores.
– No me lo puedo creer. Una pianista mundialmente famosa ¡en nuestro colegio!
La multitud aumentaba. Claire agarró a Amy de la mano para mantenerla cerca. Se les acercó otra mujer, un poco mayor.
– Soy la señora Freeman, la directora. Es un placer conocerla, señorita Keyes.
Claire le estrechó la mano.
– El placer es mío.
La señora Freeman le acarició la cabeza a Amy.
– Es una de nuestras estudiantes favoritas. Es muy lista y tiene mucha motivación.
Claire sonrió a Amy.
– Es muy especial.
Amy sonrió también.
– Todos hemos oído hablar de usted -prosiguió la señora Freeman-, pero no entendíamos quién era exactamente. ¿Sería mucho pedirle que tocara en nuestra escuela?
¿Demasiado? Eso no era lo que habría dicho Claire. Era horrible, espantoso, helador.
– Sé que está de vacaciones -continuó la directora-, pero ninguna de nosotras tendremos oportunidad de oírla tocar en vivo.
Y no eran las únicas, pensó Claire, conteniendo las náuseas. Hasta que dominara sus miedos, nadie iba a volver a oírla tocar en vivo nunca más.
– Yo… eh…
Se dio cuenta de que todas las profesoras la estaban mirando. Estaban muy emocionadas.
– ¿Cuánta gente asistiría? -preguntó Claire con cautela.
– Sólo unas cuantas profesoras y algunos estudiantes.
No tenía problema con los estudiantes; eran los adultos los que la ponían nerviosa.
Quería decirles que no. Quería salir corriendo hacia el coche y no mirar atrás. No quería seguir teniendo miedo.
Fue aquel último pensamiento el que captó su atención. El hecho de no tener miedo sería un milagro. Sabía que había hecho algunos progresos; era capaz de trabajar en la panadería sin tener un ataque de pánico. Había conseguido conducir. Sin embargo, ¿qué importancia tenía todo aquello si no podía tocar el piano?
– Sólo unas pocas personas -dijo con reticencia-. Estoy… eh… descansando, y no quiero tener que enfrentarme a un público muy numeroso.
La señora Freeman dio unas palmaditas de alegría.
– Por supuesto. ¿Le vendría bien hoy a las dos y media de la tarde? En nuestra sala de música. Allí hay sitio para unas treinta personas.
Claire asintió.
– Claro. Aquí estaré.
Se inclinó y sonrió a Amy.
– Supongo que nos veremos después.
Amy asintió y le dio un abrazo. Claire se lo devolvió, embargada por una incómoda combinación de afecto y terror.
Nicole subió las escaleras sin agarrarse a la barandilla, pero arrastrándose. Progresos, pensó. Al menos, estaba haciendo progresos. Se suponía que no debía volver a trabajar hasta dentro de un par de semanas más, pero seguramente, aparecería de visita en la panadería el jueves o el viernes.
Echaba de menos su vida. Aunque agradecía que la operación le hubiera quitado el dolor de estómago, no había servido para quitarle el dolor del corazón. Eso todavía le quemaba, como si fuera una herida recién abierta.
Mientras intentaba quitarse aquello de la cabeza, oyó el coche de Claire en la calle. Segundos después, su hermana entró por la puerta como una exhalación. Estaba pálida y tenía los ojos muy abiertos.
– Tengo que tocar -dijo mientras subía las escaleras-. Tengo que tocar, he dicho que sí. ¿En qué estaba pensando? No puedo hacerlo, es demasiado pronto… No voy a mejorar nunca, debería aceptarlo. Puedo ser tendera, ¿no? Como en la panadería. ¿Gana la gente mucho dinero en ese trabajo?
Claire entró rápidamente a su habitación y Nicole la siguió. Cuando llegó a la puerta, vio a su hermana arrodillada en el suelo, pasando las páginas de cientos y cientos de partituras. ¿Es que viajaba con ellas?
– ¿De qué estás hablando? -preguntó.
Claire la miró.
– Amy le dijo a su profesora del colegio que toco el piano. Ella se dio cuenta de quién soy y se lo contó a la directora. La directora me pidió que tocara para unos cuantos de los profesores. Hoy -dijo, sin dejar de mirar las páginas.
– ¿Y por qué estás tan nerviosa? -se extrañó Nicole-. A eso te dedicas.
– ¿No te lo ha contado Wyatt?
– ¿Que si no me ha contado qué?
Claire se sentó en el suelo y se tapó la cara con las manos.
– Llevo un tiempo teniendo ataques de pánico cuando toco. Comenzaron hace unos años. Una vez fingí que tenía uno para librarme de Lisa. Después perdí el control y ahora, en vez de controlar yo los ataques de pánico, me controlan ellos a mí.
– ¿Tienes ataques de pánico? ¿Como el que te dio en la panadería?
Claire asintió.
– Sí, pero peores que ése. Durante mi última actuación, me desmayé. Tuvieron que sacarme del escenario, fue horrible -dijo sacudiendo la cabeza.
– ¿Por eso quisiste venir aquí?
– ¿Qué? No. Por eso no tuve que cancelar ninguna actuación para venir.
– De acuerdo. ¿Y ahora qué va a pasar? ¿Estás yendo a terapia, o algo así?
– He estado yendo a terapia. Sé cuál es el problema, pero no sé cómo arreglarlo -dijo, cerrando los ojos con fuerza-. La música es lo que soy. Es mi vida. Me siento vacía sin poder tocar. He intentando disfrutar de este descanso, pero la verdad es que echo de menos tocar. Anoche, en vez de repasar mi cita con Wyatt, me di cuenta de que estaba recordando a Mozart. Estaba tumbada en la cama, tocando sus composiciones mentalmente.
– No es lo que yo haría -murmuró Nicole-. ¿Quieres volver a tocar?
– A todas horas del día, pero estoy aterrorizada. Peor todavía, dudo de mí misma -dijo, y se puso la mano sobre el pecho. Sentía una presión muy intensa-. No puedo respirar.
Nicole se acercó y se sentó sobre la cama.
– Claro que puedes. Inspira profundamente y concéntrate. Dentro, fuera. Dentro, fuera. Puedes respirar.
– No… -jadeó Claire-. Me parece que no…
– Eso no importa. Sí puedes respirar. Estás hablando. No estás de color azul.
– Sí. Sí. Tienes razón. Estoy bien -susurró Claire, con los ojos llenos de lágrimas, mientras intentaba convencerse a sí misma-. No, no me siento bien. ¿Qué va a pasar si no puedo hacerlo? ¿Y si no puedo volver?
– Yo te daré trabajo en la panadería. Me han dicho que cada vez se te da mejor la caja registradora.
Claire se echó a reír. Nicole se unió a ella. Se rieron y después, Claire se echó a llorar.
– Odio esto -admitió secándose las lágrimas-. Me siento tan débil y tan idiota… Quiero poder hacer lo que me gusta.
– Mira, sólo estamos hablando de un grupo de gente normal -dijo Nicole-. Las profesoras no pueden permitirse el lujo de ir a escuchar sinfonías todas las semanas. No van a distinguir si estás tocando bien o mal. Estarán muy emocionadas por poder verte. Eres la estrella de la música más grande a la que han oído en su vida.
Claire se enjugó las lágrimas.
– Tienen discos. Si lo hago mal, sí se van a dar cuenta.
– Oh. Bueno, lo que quiero decir es que vas a tocar en el piano de una escuela. No van a juzgarte.
– Probablemente, a la cara no.
– ¿Y lo demás qué importa? ¿Crees que la gente que paga por escucharte no es crítica?
– No tenía que preocuparme por eso.
– ¿Has tocado para alguien desde que viniste?
– Para Amy. Se quedó con las manos sobre el piano, sintiendo las vibraciones.
– ¿Y te sentiste bien?
– Amy es sorda.
– Ya lo sé. No has contestado a mi pregunta.
– Sí, me sentí bien.
– Entonces, que Amy se coloque a tu lado, como antes, y toca sólo para ella. Olvídate de las demás brujas.
Claire sonrió un poco.
– En realidad, son muy agradables.
– Seguramente sí, pero para el propósito de esta conversación, son brujas.
Claire asintió, intentando ser valiente. Sabiendo que la iban a masacrar emocionalmente, se puso de rodillas, se acercó a la cama y abrazó a Nicole.
– Te he echado tanto de menos -susurró, estrechándola con fuerza-. Por favor, no me odies más. No puedo soportarlo.
Nicole vaciló, pero después le devolvió el abrazo.
– No te odio -dijo, abrazando a Claire por primera vez en veinte años-. No puedo.
– Pero lo has intentado.
– Sí, es cierto. Me esforcé mucho por conseguirlo.
– Tienes que dejarlo.
– De acuerdo.
Claire se irguió.
– ¿Me lo prometes?
Nicole sonrió.
– Te lo prometo.
A Claire le costó encontrar sitio donde aparcar en la escuela aquella tarde, lo cual era un poco raro. Por la mañana había muchas plazas libres. Finalmente, dejó el coche junto a la valla y entró en el edificio, con la sensación de que iba a ocurrir un desastre de manera inminente.
Se dirigió hacia la recepción con las partituras de la pieza que había elegido en la mano, y sonrió.
– Hola. Soy Claire Keyes. ¿Podría acompañarme a la sala de música?
La recepcionista se puso en pie.
– Oh, aquí está. La gente se va a poner muy contenta. La señora Freeman me pidió que la acompañara al auditorio.
Claire tragó saliva.
– Discúlpeme. Voy a tocar en la sala de música.
La otra mujer se echó a reír.
– Ya no. Se corrió la voz, y estamos desbordados. Han venido muchos padres a escucharla tocar. Es usted muy famosa.
La mujer seguía hablando, pero Claire no oía las palabras. No oía nada salvo un zumbido.
– ¿Cuánta… cuánta gente? -susurró.
– Unas cuatrocientas personas.
Dios santo. La habitación comenzó a dar vueltas a su alrededor y el zumbido se intensificó, como la presión que sentía en el pecho. Iba a morir, allí mismo, en el colegio de Amy.
– Sé que son muchos más de lo que esperaba usted, pero ¿cómo íbamos a decirle que no a la gente? Oír a alguien de su calibre tocando en vivo…
Si el pánico no mejoraba, la oirían tocar muerta. Aquello no era posible. No podía hacerlo. No tenía por qué, no les debía nada. ¿Qué pensaban, que podían oírla tocar gratis? Ella ganaba miles de dólares en cada concierto…
Suspiró. No tenía nada que ver con el dinero, eran excusas. O hacía lo que había prometido que iba a hacer, o se escabullía.
Claire agarró las partituras contra su pecho.
– Por favor, ¿podría decirme dónde voy a tocar?
– Claro. Me llamo Molly, a propósito.
– Encantada de conocerla, Molly.
Recorrieron un largo pasillo y se detuvieron ante varios pares de puertas dobles. Claire ya oía a la gente que había dentro.
– Tengo que entrar por la puerta del escenario -dijo. Quizá el hecho de no ver al público la ayudara.
"Dulces Palabras" отзывы
Отзывы читателей о книге "Dulces Palabras". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Dulces Palabras" друзьям в соцсетях.