– Tengo que irme a casa. Nicole está allí con Amy, y tú querrás ir a buscar a tu hija -dijo. Se vistió rápidamente y le sonrió-. Yo estoy bien si tú estás bien.
– Yo estoy muy bien.
– Estupendo -dijo ella. Se puso de puntillas y le dio otro beso-. Gracias. Por todo.
– Cuando quieras -respondió Wyatt, antes de poder contenerse.
Después de que Claire se marchara, él se paseó de un lado a otro por la casa, preguntándose cómo era posible que hubiera perdido el control de la situación. Si ella era virgen, no podía comprender lo que él había querido explicarle al decirle que no quería tener una relación profunda. Ella podía decir que sí lo entendía, y podía creerlo, incluso, pero él era su primer amante. ¿Y aquello no tenía importancia?
De repente, pensó algo que lo dejó paralizado. Allí mismo, en el vestíbulo, se dio cuenta de que no había usado preservativo.
El posible desastre era tan grande que quiso dar un puñetazo en la pared. Sólo se abstuvo porque sabía que romperse los huesos no iba a servir de nada. Cada problema a su tiempo.
La posibilidad de que ella se quedara embarazada era muy pequeña. Lo mejor que podía hacer era meditar sobre lo que iba a ocurrir entre ellos a partir de aquel momento, y también en cómo podía evitar que Nicole lo despellejara vivo por haberse acostado con su hermana virgen.
Claire entró prácticamente flotando a casa. Estaba un poco dolorida, relajada y mejor de lo que se había sentido en años. Debería haber mantenido relaciones sexuales mucho tiempo antes. Claro que estar con Wyatt había sido bastante espectacular. Dudaba que otro hubiera podido estar a la altura.
También estaba impresionada por cómo había asimilado él la noticia de que ella era virgen. No se había disgustado.
Aparcó detrás de la casa y entró por la cocina. Amy no estaba allí, pero Nicole se hallaba sentada a la mesa.
Claire sonrió, preparada para contarle lo que había sucedido, cuando Nicole alzó la cabeza. Estaba pálida de furia.
– ¿Cómo has podido? -le preguntó.
Claire estaba asombrada. Ya habían hablado sobre Wyatt. ¿Por qué estaba su hermana tan…?
– ¿Cómo has podido sacar a Jesse de la cárcel a mis espaldas? Por una vez, quería que sufriera las consecuencias de sus actos. Nunca te lo perdonaré. ¡Nunca!
Quince
– No puedes dejar de hablarme para siempre -dijo Claire al día siguiente, mientras tomaban el café. Sin embargo, sabía que era muy posible que su hermana le guardara rencor durante mucho tiempo.
Nicole levantó la mirada de su taza y arqueó las cejas.
– Mírame. Tenemos que hablar de lo que ha pasado. Sé que estás muy disgustada conmigo por sacar a Jesse de la cárcel. Estoy de acuerdo con que lo que hizo está mal, pero no puedo creer que fueras a dejarla allí.
Nicole se puso en pie y se dispuso a salir de la cocina.
– Somos una familia.
Nicole se giró hacia ella.
– No somos una familia, según la definición que a mí me interesa. Compartimos lo biológico, pero nada más. Tú has vivido tu vida por el mundo, encerrada en tu burbuja de ser especial. No sabes nada de mí, ni de mi vida. Hablando de lo cual, voy a volver a ella hoy mismo. Iré a la panadería a dirigir mi negocio. Mío. No tuyo. Ya no eres bienvenida aquí. Ni en el obrador, ni en la casa. Si te apetece tanto quedarte en Seattle, hay muchos hoteles buenos. O también puedes quedarte con Jesse, ahora que os lleváis tan bien.
Claire no podía creerlo.
– Después de todo lo que hemos superado, ¿vas a comportarte así?
Nicole hizo caso omiso y subió las escaleras. Claire no sabía qué hacer. Era demasiado pronto para que Nicole volviera a trabajar, pero ¿cómo iba a impedírselo? Nicole quería dejar las cosas claras, y Claire ya sabía que su hermana podía ser muy testaruda.
– Esto va a ser un desastre -murmuró.
– Por lo menos, déjame que te lleve -dijo quince minutos después a Nicole mientras su hermana se dirigía hacia el garaje, situado en la parte trasera de la casa.
– No.
– No deberías hacer esto. Todavía te estás recuperando.
Nicole pulsó el código de apertura de la puerta del garaje. Entró en su pequeña furgoneta y puso en marcha el motor.
– Eres la persona más obstinada y molesta que he conocido -le gritó Claire, y volvió hacia su coche. Si Nicole quería comportarse como una idiota, no iba a detenerla, pero podía estar cerca de ella para evitar que le ocurriera algo malo.
Nicole salió del garaje y recorrió la calle. Claire la siguió por todo el camino, y se sintió muy aliviada cuando llegaron.
Nicole aparcó e ignoró a Claire, que aparcó a su lado. Entraron por el obrador, Claire siguiendo a Nicole. Eso le dio oportunidad de tener una visión perfecta de todos los empleados acudiendo a abrazar a Nicole.
– Se me ha hecho muy largo -dijo Maggie-, te echaba de menos. ¿Es bueno que hayas venido tan pronto? Vas a tomártelo con calma, ¿verdad?
– Tienes buen aspecto -afirmó Sid-. Me alegro de que hayas vuelto, esto no es lo mismo sin ti.
Phil le dio un abrazo, y después se apartó de ella y la miró con preocupación.
– ¿Ha sido demasiado? ¿Te he hecho daño?
Nicole les sonrió a todos.
– Es maravilloso. Os he echado de menos a todos. Ha sido horrible estar encerrada en casa. Pensaba que me iba a volver loca.
Claire comenzó a enfadarse, lo cual era mejor que enfrentarse al dolor que sentía. Ella había estado allí para cuidar de Nicole. ¿Acaso eso no contaba? ¿Es que su compañía era tan aburrida que no había podido compensarla por la falta de la charla fascinante sobre magdalenas y bagels?
Hablaron durante unos minutos más; Claire se quedó allí, sintiéndose desplazada, como si estuviera en un lugar en el que no debía.
Nicole la miró.
– Ya puedes marcharte.
Algo explotó dentro de Claire. Algo ardiente y furioso, que hizo que se pusiera difícil y obstinada.
– No, no creo -dijo con calma-. Vamos a resolver esto de una vez por todas.
Nicole miró al techo con exasperación.
– Como quieras. Podemos hablar en mi despacho.
– Podemos hablar aquí mismo -dijo Claire.
Todo el mundo se alejó.
– ¿Es que quieres humillarme? -preguntó Nicole-. Porque estás haciendo un buen trabajo.
– Sabes exactamente qué es lo que quiero, por mucho que estés intentando negarlo. Quiero que seamos hermanas otra vez.
Nicole la miró con los ojos entornados.
– Las hermanas no se traicionan.
– Claro que sí. Las hermanas hacen todo lo que hacen las demás personas. Es la naturaleza de las relaciones íntimas.
– ¿Es que ahora eres una experta?
– Más de lo que era. Estás enfadada porque pagué la fianza de Jesse sin hablar contigo de ello. Muy bien. Tú tampoco me dijiste que la ibas a meter a la cárcel.
– No era asunto tuyo.
– Es mi hermana.
– Me ha robado.
– Todavía la estás castigando por lo de Drew. No pudiste hacer nada en relación a eso, así que estás buscando otro modo de vengarte de ella.
– ¿Y por qué demonios no iba a hacerlo? -preguntó Nicole-. ¿Es que tengo que estar contenta por lo que hicieron? ¿Debería sentirme orgullosa? Ella lo estropeó todo.
Claire lo entendía. Por fin entendía lo que le sucedía a su hermana Nicole.
– Tú eres la víctima -dijo lentamente, recopilando los detalles mientras hablaba-. No puedo creerlo. Eres dura en la superficie, pero en el fondo, estás culpando a todo el mundo de lo que va mal. Es cierto que tuviste que quedarte aquí con una situación difícil, pero lo hiciste muy bien, te ocupaste de todo. Sin embargo, no es suficiente. No sé si no puedes aceptar tu parte… o es que no tienes suficiente apoyo… o qué.
– ¡Ya basta! -gritó Nicole-. ¡No pienses que puedes entrar en mi cabeza! No necesito la psicología de pacotilla de una princesa que no sabe cómo funcionar en el mundo real.
– Por lo menos, yo estoy intentando mejorar las cosas. No estoy huyendo e intentando echarles la culpa a todos los demás.
– No, tú te estás escondiendo de tu representante porque no tienes ganas de enfrentarte a ella como una adulta.
Aquello dolía, pensó Claire, pero se negó a reconocerlo.
– Sí, huí -admitió-, pero también le planté cara. Y sigo insistiendo contigo, una y otra vez. Tú sigues intentando librarte de mí. ¿Quién es la que tiene el problema? ¿Quieres echarme a mí la culpa de eso? O quizá a Drew. Creo que muchas de estas cosas son culpa suya. No puede ser tuya.
Nicole la atravesó con la mirada, y después se dio la vuelta.
– No tengo por qué aguantar esto. Vete. No quiero volver a verte.
Pasó por delante de Claire, pero ésta la sujetó del brazo.
– No tan rápido.
Nicole intentó zafarse, pero Claire no se lo permitió. Las dos se movieron hacia el tanque de masa. Con un segundo de retraso, Claire vio un charco de algo parecido al aceite en el suelo de cemento.
Lo pisaron al mismo tiempo, y resbalaron. Claire soltó a su hermana, pero era demasiado tarde: cayeron las dos con dureza.
Claire cayó con el trasero, y el impacto hizo que le dolieran los dientes. Se quedó sentada durante unos segundos, y después intentó ponerse en pie.
Mientras lo hacía, volvió la cabeza. Nicole estaba tendida de costado. Tenía los ojos cerrados y no se movía.
Nicole no quería saber dónde estaba, aunque era imposible desentenderse de las manos que la movían. Oyó las palabras «llevar» y «hospital», y se estremeció.
De mala gana, abrió los ojos y vio a dos hombres inclinados sobre ella.
– Ha recuperado el conocimiento -dijo uno de ellos-. ¿Sabe dónde está?
Ojalá no lo supiera.
– En el suelo de mi panadería. Sé cuál es el día de la semana y quién es el presidente, si necesitan esa información.
– Así que no se ha golpeado la cabeza…
– No a propósito.
Tenía dos puntos de dolor agudo: su incisión y la rodilla.
– La operaron hace unas semanas -decía Claire desde algún lugar que Nicole no veía-. No debería estar aquí. Es todo culpa mía.
Tenía voz de llanto, y de angustia.
– Estábamos discutiendo. Ella intentó alejarse y yo no se lo permití. Se resbaló con el aceite.
– Relájese -le dijo uno de los médicos-. Su hermana se pondrá bien. La incisión no se ha abierto, al menos por fuera. En el hospital le harán una exploración interna. La rodilla está mal, pero eso no es grave.
El médico volvió a mirar a Nicole.
– ¿Lista para dar un paseo?
– No.
– Sólo lo estaba preguntando para ser amable.
La colocaron en una camilla. Mientras la movían, sintió mucho dolor en la rodilla, tanto que se le cortó la respiración. Tenía una vía de suero en el brazo. Se sentía como si la hubieran atropellado.
Cuando iban hacia la ambulancia, Claire se acercó y la tomó de la mano.
Por una vez, tenía tan mal aspecto como ella misma. Estaba llorando, y no de un modo bonito. Tenía los ojos enrojecidos y la boca hinchada.
– Lo siento -dijo una y otra vez-. Lo siento. No quería que pasara nada malo. Es que no soporto que estés enfadada conmigo. Te quiero, eres mi hermana. No quiero que mueras.
– No voy a morir -dijo Nicole-. Y no te odio. Lo que pasa es que a veces me enfadas de verdad.
– Ya lo sé. Tú tampoco eres fácil, precisamente.
La metieron en la ambulancia, y Claire movió la mano para despedirse.
– Iré detrás de ellos. Estaré contigo, pase lo que pase.
Palabras que deberían haber hecho que Nicole quisiera salir corriendo hacia las colinas, pero extrañamente, no fue así. En realidad, hicieron que se sintiera cálida y atontada por dentro. Se preguntó qué le habían puesto los médicos en el suero.
Wyatt rodeó a Claire con un brazo.
– Nicole se va a poner bien.
– No dejas de decir eso -dijo Claire, medio llorando-. No te ofendas, pero quiero oírlo de un profesional. Entonces lo creeré.
– Estaba despierta, y hablando -dijo Wyatt. Él también estaba preocupado por Nicole, pero Claire estaba demasiado afectada.
– ¿Y si tiene una hemorragia interna?
– ¿Y si no la tiene?
Claire se apoyó en él.
– Claro, usas la lógica cuando estoy débil. Eso no es justo.
Él la abrazó y la estrechó contra sí.
– Hago lo que puedo.
– No puedo creer que vayan a tener que operarla de la rodilla y que necesite otra convalecencia -dijo Claire contra su camisa-. Es muy injusto. Debería haberme pasado a mí.
– Las dos os caísteis. Ella se rompió la rodilla, fue un accidente.
– Lo sé -suspiró Claire-, pero ojalá no nos hubiéramos peleado.
Quería apoyarla de verdad. Eso era lo que haría un tipo decente, apoyarla durante aquella crisis. No estaría pensando en sus propios problemas, y queriendo hablar de ellos.
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