Ella se abandonó a su segundo orgasmo, contrayéndose alrededor del cuerpo de Hawk, y él gruñó de nuevo y se quedó inmóvil.

Se quedaron quietos sobre el sofá. Él apoyó la cabeza en su hombro. Ella se sentía muy bien. Mejor que bien, se sentía como si pudiera volar.

– Nunca había tenido una gatita -dijo Hawk-. Me gusta mucho.

– A mí también.

Él se inclinó hacia delante y la besó.

– Ojalá pudiera quedarme aquí contigo, pero tengo que volver al instituto.

– No pasa nada. Puedo revivir este momento… durante toda la tarde.

– Yo haré lo mismo. ¿Cuándo quieres que comencemos a salir en público?

Ella no lo había pensado.

– ¿Este fin de semana?

– Trato hecho.

Hawk la besó de nuevo, y comenzaron a desenredarse el uno del otro. Ella lo miró mientras se vestía, pensando en lo gozoso que era admirar la perfección masculina.

Después de que se marchara, Nicole subió al piso de arriba, se duchó y se vistió. Pese a todo lo que había ocurrido, se sentía mucho mejor con respecto a todo. Incluso curada. Una sensación a la que pensaba aferrarse.


– Me sentía muy bien hasta este momento -murmuró Nicole.

Claire y ella estaban frente a un edificio de apartamentos con aspecto de estar abandonado.

– Tienes que hablar con ella -dijo Claire.

Nicole suspiró.

– Lo de que seas la voz de la razón se está haciendo pesado. Sólo para que quede claro.

– Lo sé, y lo siento. Pero es tu hermana.

Y también era una bruja mentirosa, pero Nicole no lo mencionó. Ya tenía bastante con estar allí. No quería enfadarse con Claire, además.

Subieron las escaleras hasta el apartamento del tercero. Nicole esperaba que Jesse hubiera salido, pero su hermana abrió la puerta cuando Claire llamó.

Si se sorprendió al verlas, no lo demostró.

– ¿Podemos pasar? -preguntó Claire.

Jesse se encogió de hombros y después se hizo a un lado. Nicole siguió a Claire al interior del estudio, un sitio pequeño y oscuro. Jesse cerró la puerta y se volvió hacia ellas con los brazos cruzados.

– ¿Para qué habéis venido?

Al oír aquella pregunta malhumorada, Nicole tuvo ganas de marcharse. Sin embargo, dijo:

– Voy a retirar los cargos contra ti. No porque quiera, sino porque mi abogado no está convencido de que todo salga bien en el juicio. Ya he gastado suficiente dinero, y no quiero seguir haciéndolo.

Jesse la miró con desconcierto.

– No lo entiendo.

– Estás embarazada -dijo Nicole con frialdad-. Eso podría granjearte el favor del jurado.

Jesse dio un paso atrás.

– ¿Cómo lo sabes?

– Mi abogado lo mencionó.

– Pero yo se lo conté en secreto. Me prometió que no diría nada. ¿Qué pasa con el derecho del cliente a la confidencialidad?

Nicole miró hacia arriba con resignación.

– Yo soy su cliente, yo le pago. ¿Por qué pensabas que iba a hacer lo que le pedías?

En aquel momento, Jesse parecía muy joven y muy insegura de sí misma.

– No me había dado cuenta.

Claire intervino.

– Jesse, espero que agradezcas la oportunidad que te está dando Nicole. Y no tendrás que preocuparte por ir a juicio.

– ¿Por tomar lo que es mío? -preguntó Jesse, una vez superado el momento de debilidad.

– Ya estamos otra vez -musitó Nicole.

– Nuestro padre me dejó la mitad de la pastelería a mí -dijo Jesse airadamente.

– En fideicomiso hasta que tengas veinticinco años -le recordó Nicole.

– Tú podrías comprarme la mitad, es lo único que quiero. Yo no robé la receta de la tarta. No puedo robar lo que es medio mío.

Nicole estaba cada vez más enfadada.

– Te pusiste a vender tartas a mis espaldas, en una página de Internet que es prácticamente igual que la de la pastelería. ¿Cómo lo llamarías tú?

– Hacer algo que tenía derecho a hacer.

– ¿Y Drew? ¿También lo compartíamos a él?

Jesse se dio la vuelta.

– No quiero hablar de eso.

– A mí no me importa lo que tú quieras.

– No me acosté con él -susurró Jesse.

– Lo vi en tu cama. Tú estabas desnuda y él te estaba besando. ¿Cómo lo llamarías tú?

– No seas así. ¿Por qué no puedes entenderlo?

Nicole se encolerizó.

– Oh, ¿así que todo es culpa mía? ¿Después de todo lo que he hecho por ti?

Claire se puso entre ellas.

– Basta.

– No me cree -lloriqueó Jesse.

– Es una mentirosa -dijo Nicole.

– Yo no miento.

– Pero omites cosas. La omisión es igual que una mentira.

– Basta -repitió Claire, mirándolas con severidad-. Tenemos que resolver esto.

– No, no es verdad -respondió Nicole-. Hay cosas que no pueden perdonarse.

Jesse se volvió hacia ellas.

– Exacto. Nicole quiere que yo reciba mi castigo.

– Al menos lo entiendes -dijo Nicole.

– ¿Sabes lo más divertido de todo esto? Que no estoy embarazada de Drew. Estoy embarazada de Matt.

A Nicole no le sorprendió que Jesse dijera eso.

– ¿Y por qué estás tan segura? Te estabas acostando con los dos.

Su hermana se ruborizó.

– Eso es lo que tú crees, porque siempre piensas mal de mí. Yo no me acosté con Drew, ¿te quieres enterar?

Claire estaba decepcionada.

– Jesse, sólo podemos conseguir que esto funcione si partimos de la honestidad.

– He sido sincera -dijo Jesse, enjugándose las lágrimas-. ¿Por qué no me creéis?

– Me he cansado de esto -dijo Nicole-. Vámonos.

– ¡No! -dijo Jesse, y se puso ante la puerta-. Tenéis que creerme, el niño es de Matt. Tenéis que creerme.

Claire negó con la cabeza.

– Lo siento, Jesse. Te acostaste con Drew. Todos sabemos lo que ocurrió. ¿Por qué no podemos comenzar desde ahí?

Jesse se irguió.

– Muy bien -dijo con los ojos llenos de lágrimas-. Si eso es lo que queréis oír, vamos a hablar de ello. Llevaba días acostándome con él, estábamos locos el uno por el otro. ¿Es eso lo que queréis escuchar? Le di todo lo que tú no podías darle. ¿Mejor ahora?

Nicole se puso una mano debajo de las costillas. Se le había revuelto el estómago.

– Tengo que irme.

Apartó a Jesse de la puerta y salió del apartamento. Claire la siguió.

– Lo siento -dijo su hermana melliza-. Pensé que podríamos hacerla entrar en razón.

– Es inútil -murmuró Nicole, preguntándose si iba a vomitar en aquel momento o en casa.


Jesse cerró de un portazo cuando sus hermanas salieron, pero eso no hizo que se sintiera mejor. Se sentó en el sofá y se acurrucó sobre la superficie maloliente y dura. Ojalá pudiera volver atrás. Tan sólo cinco minutos. Quizá si pudiera explicárselo bien, en cierto modo todo tendría sentido.

No era cierto, pensó, llorando e intentando no sentirse tan sola. Nada era cierto. Sin embargo, a ellas no les importaba. Preferían pensar lo peor de ella.

En el fondo, sabía que era culpa suya. Nicole siempre estaba diciendo que ella era una inútil, y probablemente tuviera razón. No quería meterse en líos, pero parecía que no podía evitarlo. Sin embargo, aquello… Ella no se merecía aquello.

Sí tenía la culpa de haberse hecho amiga de Drew, y quizá de haber juzgado mal la situación, pero nada más. Algunas veces, Nicole era muy difícil. Drew y ella solían charlar. Nada más. Ella no tenía ningún interés en Drew, y aunque hubiera estado enamorada de él, no habría hecho nada, porque era el marido de Nicole.

Cerró los ojos con fuerza, pero no podía quitarse de la cabeza los recuerdos de la última noche que había pasado en casa de Nicole, que también era la suya. Ella estaba disgustada con Matt; era tarde, y estaba en su habitación. Drew había entrado y ella había agradecido tener alguien con quien hablar.

Le había explicado sus miedos y sus esperanzas, y que sabía que, en el fondo. Matt era el único hombre a quien ella querría para siempre. Drew la había abrazado.

Ella suponía que quería consolarla, lo cual estaba bien, aunque le resultara un poco embarazoso. Había aceptado su muestra de consuelo, pero luego él la había besado.

Se había quedado tan asombrada que no supo qué hacer. Él la besó y comenzó a decir que la monogamia no iba con su forma de ser, que ella siempre estaba coqueteando con los hombres, incluyéndolo a él, y después la había halagado, diciendo que era muy guapa, y mucho más agradable que Nicole. Que podía conseguir a alguien mucho mejor que Matt.

Había estado a punto de responder mecánicamente y decirle que era cierto, que ella no era de un solo hombre. Que nunca lo había sido. Era como si se estuviera observando a sí misma desde fuera. Entonces él le había quitado la camiseta y le había acariciado los pechos. Y algo, dentro de ella, se había roto de un chasquido.

Intentó detenerlo. Había sido silenciosa, porque no quería que Nicole los oyera; sabía instintivamente que su hermana creería que ella había empezado aquello. Y en ese momento, Nicole había entrado en la habitación.

Drew se había levantado de la cama de un salto y había comenzado a decir que ella se había echado a sus brazos. Que todo había sido idea suya. Nicole la había mirado con tanto odio que se había sentido marcada.

Sabía que nada de lo que dijera cambiaría las cosas.

Se tocó el vientre con una mano. Estaba embarazada de Matt, y nadie la creía. Quienes menos la creían eran las dos personas a las que más quería en el mundo: Nicole le había dado la espalda, y Matt había hecho lo mismo.

Siete

Nicole volvió a casa intentando deshacerse del nudo que tenía en el estómago. Estaba rabiosa contra Jesse, pero a pesar de todo, la echaba de menos. Aquella situación era muy injusta.

Al entrar en su garaje, vio un coche desconocido aparcado delante de la casa. Brittany salió de él y la saludó con la mano.

– Tengo que pedirte un gran favor -dijo la adolescente mientras se acercaba-. Es el cumpleaños de Raoul, va a cumplir dieciocho años y quiero hacerle una comida especial, pero no estoy segura de si sabré hacerlo todo. ¿Te importaría que cocinara aquí para que tú pudieras ayudarme? Después se lo llevaré.

Nicole no sabía qué decir. Aunque Brittany parecía una chica agradable, no la conocía; tan sólo habían hablado unas cuantas veces. Entonces ¿por qué…?

Era evidente que Hawk le había contado a su hija que iban a salir juntos.

– Estoy encantada de ayudarte -dijo Nicole-. Pero ¿tu padre no sabe cocinar?

– Sí, pero esto es diferente. Es para un chico -dijo Brittany, y arrugó la nariz-. Entiende que salga con chicos, pero no creo que le guste.

– Típico de un padre -murmuró Nicole, aunque recordó que el suyo nunca había tenido ningún interés en su vida. Habría sido agradable que alguien la hubiera apoyado.

– Lo sé. Pero me quiere -dijo Brittany, sonriendo, como si estuviera muy segura de ello. ¿Y por qué no iba a estarlo?-. Entonces ¿te parece bien ayudarme con la cena? Sé que tienes una cita con mi padre esta noche, pero no te retrasaré.

– Claro. Pasa.

Después de su conversación con Jesse, le iría bien la distracción.

Brittany corrió al coche a buscar las cosas y volvió con un par de bolsas del supermercado.

– Quería hacer algo especial, ¿sabes? Raoul lleva mucho tiempo viviendo en casas de acogida, desde que metieron a su hermano en la cárcel. Aunque tampoco es que su vida en familia fuera estupenda antes. Se ha cambiado mucho de casa. No sé si alguien se acuerda de que es su cumpleaños.

Brittany sacaba las cosas de las bolsas mientras hablaba. Nicole miró la comida.

Había carne, fideos chinos, zanahorias, una bolsita de preparado para salsa Stroganoff, crema agria y masa preparada para hacer galletas, que sólo había que calentar en el horno.

– Parece bastante fácil -dijo Nicole.

– Bien. He traído cazuelas y una de esas bolsas aislantes para trasladarlo todo a casa de Raoul.

Nicole lo organizó todo, encendió el horno para precalentarlo y le entregó a Brittany un cuchillo afilado y una tabla.

– Corto y limpio la carne, ¿verdad?

– Sí. Intenta que los trozos sean de igual tamaño para que se cocinen a la vez.

– De acuerdo.

Brittany comenzó su tarea.

– Gracias por ayudarme con esto. No sabía adonde ir. Las madres de mis amigas me ayudarían seguramente, pero me daba un poco de vergüenza pedírselo.

Nicole no sabía por qué.

– ¿Lleváis saliendo mucho tiempo?

– Cinco meses. Raoul es estupendo. Es muy responsable, y me quiere mucho.

Una combinación interesante. Nicole recordó el intento de robo de los donuts, pero después se dijo que había expiado sus pecados. Ella estaba muy contenta de tenerlo trabajando en el obrador.

– ¿Sabes adonde te va a llevar mi padre? -preguntó Brittany.

– No.

– Estoy segura de que será un sitio muy bonito. A él le gusta llevar a sus novias a sitios agradables. Una buena cualidad en un novio.