– Si has terminado -dijo él-, estoy pensando que es hora de un poco de acción.
– Estoy a tu disposición.
Él le soltó la mano y miró el reloj. Entonces soltó un gruñido.
– ¿Qué?
– Le dije a Brittany que volviera a casa a las once, lo cual significa que tengo que estar allí para asegurarme de que obedece. Son más de las diez.
– Entonces no hay tiempo para ir a mi casa, divertirnos y que tú te vayas a la tuya antes de las once.
– Es culpa tuya. Normalmente, yo no me siento a charlar con una mujer durante más de tres horas sin darme cuenta de cómo pasa el tiempo. Sobre todo, cuando hay otras maneras de pasar la noche.
Quería decir que podían haber estado en la cama. Nicole sonrió.
– Típico de los tíos. Echarle la culpa al otro -dijo.
Lo que él le había dicho la había hecho feliz. Le gustaba saber que Hawk también se lo había pasado bien. Aunque no porque a ella le gustara, ni nada por el estilo. Bueno, sí le gustaba, pero sólo porque tenían un trato. No de un modo romántico.
– Lo haremos en otro momento -dijo-. Después de todo, estoy a tus órdenes, por decirlo de algún modo.
– Bien -dijo él. Hizo una seña al camarero y pidió la cuenta-. Te llamaré mañana y fijaremos una hora.
Para tener relaciones sexuales. Nicole notó que le temblaban las entrañas.
– Sólo tienes que decirlo, y estaré lista para ronronear.
Hawk colocó las sillas por la sala. Era domingo y tenía la reunión habitual para ver la grabación del partido, pero aún faltaba más de una hora.
Pese a que la noche anterior no había terminado a su entera satisfacción, estaba de muy buen humor. Todo iba bien. El equipo estaba ganando, Brittany había elegido seis universidades distintas en las que solicitar plaza, y él tenía una mujer muy guapa con la que no sólo le gustaba hablar, sino que además podía hacer el amor cuando quisiera. Oh, sí. Era muy bueno estar en su pellejo.
Oyó pasos acercándose y salió a la puerta. Nicole caminaba apresuradamente hacia él, con expresión concentrada. Él sonrió. Aunque no pudieran hacer nada significativo, seguramente podían darse unos cuantos besos interesantes en su oficina.
Eso sería…
Nicole se detuvo frente a él blandiendo una hoja de papel en la mano.
– Te crees que lo sabes todo, ¿verdad?
No parecía muy contenta.
– ¿Qué ocurre?
– Vaya, una pregunta interesante. ¿Qué ocurre? ¿Qué te parece que tu jugador estrella te haya mentido acerca del lugar en el que vive?
– ¿Raoul? ¿De qué estás hablando? -preguntó Hawk, y le quitó el papel de la mano-. ¿Qué es esto?
– Su cheque del sueldo. Sé que está mal de dinero, así que decidí que le llevaría el cheque. Fui a su casa. La dirección que me dio corresponde a un edificio abandonado. No podía creerlo. Así que entré, y comprobé que hay alguien viviendo allí. Vi ropa y un saco de dormir, un par de linternas y esto.
Abrió el bolso y sacó una camiseta del Instituto Pacific.
– ¿Te resulta familiar?
Hawk no podía creerlo. ¿Raoul, un vagabundo? ¿Cómo era posible que él no lo supiera? Raoul se lo contaba todo.
– No me ha dicho una palabra. ¿Cuánto tiempo lleva así?
– Eso debería preguntártelo yo a ti, entrenador. Saber este tipo de cosas te corresponde a ti, no a mí.
Ocho
– No es posible -insistió Hawk-. Tiene que tratarse de otra cosa. No es posible que yo no lo supiera.
– Estoy impaciente por oír la explicación -le dijo Nicole, que estaba muy disgustada-. Es un niño, Hawk. No me importa que acabe de cumplir dieciocho años y que sea adulto legalmente. No debería vivir en un edificio abandonado, él solo.
– No, no puede ser -dijo Hawk. No era posible que Raoul estuviera viviendo así, él se habría enterado. Se preocupaba por sus jugadores, formaba parte de sus vidas.
Minutos después, los chicos comenzaron a llegar. Él envió a varios al coche de Nicole, a recoger las cajas de croissants, y llamó a Raoul para que se reuniera con ellos en la oficina.
Quizá Nicole hubiera tenido una reacción exagerada, o hubiera malinterpretado la situación.
– Siéntate -dijo Hawk.
Raoul los miró.
– ¿Qué ocurre?
Nicole intentó sonreír.
– Nada demasiado horrible, no te asustes. No te vamos a mandar con los marcianos para que hagan un experimento médico contigo.
– No estaba pensando en eso.
– Ocurre más a menudo de lo que piensas.
La broma de Nicole no consiguió que Raoul se sintiera más cómodo.
Ella suspiró y le tendió el cheque de la paga.
– Se me olvidó darte esto el jueves. No viniste a trabajar ayer, y no quería que esperaras para tener el dinero. Así que me acerqué a la dirección que me diste para entregártelo.
Raoul se puso tenso y agachó la cabeza. No tomó el cheque.
– Puedo explicarlo -murmuró.
A Hawk se le encogió el estómago. ¿Cómo había podido ocurrir aquello? Quería gritarle a alguien, pero no había nadie en la habitación que se lo mereciera, salvo él mismo.
– Te escuchamos -dijo, haciendo todo lo posible por que su voz sonara calmada.
– Me echaron de la casa de acogida hace unas semanas. El tipo pegaba a su mujer y a sus hijos. Yo intenté mantenerme al margen, porque estaba a punto de cumplir dieciocho años. Pero lo odiaba, así que un día decidí demostrarle lo que se siente cuando alguien te pega.
Raoul miró a Hawk.
– No le hice daño. Sólo lo zarandeé un poco, lo juro.
– Sé que no le hiciste daño -aunque el desgraciado se mereciera que le rompieran los huesos.
– Me echó. Pensé que no les dirían nada a los servicios sociales si yo no lo hacía. Que se quedarían con el dinero y ya está. Y eso es lo que hicieron. Yo tengo una cita para la semana que viene con mi asistente social para denunciar al tipo. Pero quería esperar a ser mayor de edad y estar fuera del sistema.
Raoul tragó saliva.
– Conocía ese edificio abandonado desde hace tiempo. Nadie va nunca allí. Es bastante seguro, así que me instalé allí. Estoy bien, entrenador. Estoy bien.
Hawk no sabía cuál de las emociones que sentía era más fuerte, si el deseo de encontrar al tipo que estaba pegando a su familia y terminar lo que había empezado Raoul o el orgullo por el hombre en que se había convertido su jugador.
Nicole lo fulminó con la mirada.
– No sabías nada de esto, ¿verdad? -le preguntó, y después volvió su furia hacia Raoul-. No es aceptable que estés viviendo en una casa abandonada. Y el hecho de que sea bastante segura no es suficiente. Tienes que vivir en una casa de verdad, con agua y calefacción, y con un tejado que no tenga goteras en cuarenta y siete sitios.
– No pasa nad… -Raoul intentó hablar, pero se interrumpió cuando Nicole lo atravesó con la mirada.
– No digas que no pasa nada -le gritó-. Sí pasa. Esta situación es inaceptable.
Hawk agradecía su pasión y su energía al tratar aquel tema, y sabía que tenía razón. Raoul no podía vivir así. Entre otras cosas, se acercaba el invierno. Se iba a congelar sin calefacción.
– No voy a ir a un refugio -dijo Raoul con firmeza-. Lo digo en serio. No voy a ir.
Por cómo lo decía, Hawk pensó que el chico ya había estado en uno de ellos. ¿Qué había sucedido para que él supiera tan poco acerca de su jugador estrella? Pensaba que lo sabía todo acerca de sus chicos. ¿Y por qué no le había pedido ayuda Raoul?
– No vas a ir a un refugio -afirmó Hawk-. Ya pensaremos en algo. Mientras, puedes venir a vivir conmigo.
Nicole y Raoul se lo quedaron mirando fijamente.
– No es buena idea -dijo ella.
– Entrenador, eso sería estupendo, pero…
Entonces Hawk lo entendió.
– Brittany -murmuró. Tener a su novio viviendo bajo el mismo techo que ella no era inteligente.
Nicole murmuró algo entre dientes y luego dijo:
– Puede vivir conmigo.
Hawk y Raoul se quedaron boquiabiertos.
– ¿Qué pasa? Tengo una habitación libre en casa, vivo en el barrio del instituto y ya trabaja para mí. Alguien responsable debe echarle un ojo -se volvió hacia Raoul y le dijo-: Si vamos a hacer esto, tendrás que seguir mis reglas. Nada de fiestas, y cumplirás mi horario. Harás los deberes e irás a clase. Ahora eres un adulto, así que debes comportarte como tal. Tienes que ser responsable. Si es demasiado duro para ti, entonces tendrás que irte a otra parte.
Hawk no podía creerlo. ¿Nicole iba a acoger a Raoul en su casa? Tuvo que contener una sonrisa. Demonios, era mejor de lo que él había pensado.
Raoul asintió lentamente.
– Tus reglas son razonables -le dijo-. Las cumpliré.
– Más te vale. Lo digo en serio. Soy muy estricta. Te sentirás atrapado, te lo prometo.
– Atrapado está muy bien -dijo Raoul, a punto de sonreír.
Hawk también tenía ganas de sonreír. Nicole pensaba que era muy dura, pero en realidad, por dentro era de mantequilla.
Y a él le gustaba. Le gustaba mucho.
Jesse se quedó junto a la casa de Matt un buen rato, mirando la puerta y recordando el primer día que habían ido juntos hasta allí, cuando él estaba buscando apartamento. Entonces eran completamente felices, estaban enamorados. Ella sabía que lo había estropeado todo. Lo que no sabía era si podría arreglarlo.
Le dolía todo el cuerpo. Había oído decir que el embarazo era un milagro, que debería estar resplandeciente. En vez de eso, se sentía destrozada. No podía dejar de llorar. ¿Cómo era posible que una persona lo perdiera todo tan rápidamente? Y sin embargo, a ella le había ocurrido…
Tocó el timbre y esperó, con un nudo en el estómago. Estaba conteniendo las lágrimas. Él tenía que creerla. Tenía que conseguir que lo entendiera, de algún modo.
Se abrió la puerta y Matt apareció ante ella. Ella lo miró, deleitándose al verlo por primera vez desde hacía semanas.
Tenía buen aspecto. Era alto y delgado, pero cada vez más musculoso, gracias a sus visitas regulares al gimnasio. Ella había sido quien le había dado la idea de hacer ejercicio para ponerse en forma, y él se la había llevado a la cama y la había recompensado por sus buenas ideas. Era muy bueno recompensándola, y diciéndole que la quería. Tenía luz en los ojos, y una sonrisa muy especial. Sin embargo, en aquel momento no estaba sonriendo.
– No tengo nada que decirte -aseguró Matt, y comenzó a cerrar la puerta.
Ella empujó y consiguió entrar.
– Tenemos que hablar.
– Puede que tú tengas que hablar, pero yo no tengo por qué escucharte.
Dios, su tono era tan frío, pensó ella con tristeza. Como si la odiara. ¿Era posible? ¿Había sustituido el odio al amor, ella ya no le importaba en absoluto?
No quería pensar en ello porque, si lo hacía, iba a desmoronarse. Lo quería. Ella, que había jurado que nunca arriesgaría su corazón, se había enamorado de un maniático de los ordenadores con unos ojos preciosos y una sonrisa que hacía flotar su alma.
– Matt, por favor -susurró-. Por favor, escúchame. Te quiero.
Él entornó los ojos.
– ¿Es que te crees que lo que tú digas significa algo para mí? ¿Crees que tú significas algo para mí? Yo aprendo rápido, Jesse. Siempre ha sido así. Confié en ti, me entregué a ti por completo. Te quería. Quería casarme contigo, incluso compré un anillo, lo cual me convierte en un idiota, pero ése es un error que no voy a cometer de nuevo.
Ella se dio cuenta de que se le estaban cayendo las lágrimas, y notó un dolor punzante en el corazón.
– Te quiero, Matt.
– Mentira. Yo sólo he sido una diversión para ti. ¿Es que te gustaba reírte con tus amigos del adicto a los ordenadores socialmente inepto?
– No es eso, y tú lo sabes.
– Yo no sé nada de ti. Era un juego. Tú ganaste, yo perdí. Ahora, márchate.
– No. No me voy a ir hasta que me escuches. Hasta que lo comprendas.
– ¿Comprender qué? ¿Que mientras te acostabas conmigo y fingías que me querías, te acostabas también con Drew? ¿Y con quién más, Jesse? ¿Con cuántos tipos más?
– Ya basta. No me acosté con Drew, ni con ningún otro. Drew y yo solíamos charlar. Podía hablar con él de cosas que nunca le hubiera contado a Nicole, eso era todo. Una noche empezó a besarme, y yo me asusté. No sabía qué hacer.
– No me interesa, no me vas a convencer. Vete. No quiero volver a verte.
Aquellas palabras le estaban haciendo demasiado daño, pensó ella, usando toda la fuerza para no desplomarse al suelo.
– Estoy embarazada -susurró.
Él se quedó mirándola fijamente, y se encogió de hombros.
– ¿Y a mí qué me importa?
Jesse se estremeció, como si la hubiera golpeado.
– Te lo he dicho. No me acosté con Drew. El niño es tuyo.
– No -dijo él, como si ni siquiera considerara la posibilidad.
– Matt, escúchame. Es tu hijo. Aunque me odies, tu hijo debe importarte. No estoy mintiendo, puedo demostrarlo. En cuanto nazca el bebé, le haremos las pruebas de ADN.
"Dulces Pecados" отзывы
Отзывы читателей о книге "Dulces Pecados". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Dulces Pecados" друзьям в соцсетях.