Nicole suspiró.

– Está bien. Dejaré que se queden.

– Bien.

– De todos modos, no podría librarme de ellos yo sola -murmuró.

– Siempre eres cortés. Es una de las cosas que más me gustan de ti. ¿Quieres venir a cenar a mi casa esta semana?

Aquel cambio de tema la tomó por sorpresa.

– ¿A cenar?

– Sí, a mi casa. Con Brittany. Los tres solos.

Nicole no supo qué decir. Cenar en su casa no era una cita pública destinada a prolongar la mentira de que eran una pareja de verdad. Parecía una cita de verdad. ¿Quería ella una cita de verdad?

Qué pregunta tan tonta, pensó al recordar el cosquilleo que notaba en el estómago.

– Me encantaría.

– ¿Qué te parece el miércoles por la noche? Yo cocinaré.

– Estoy impaciente.

Quizá más de lo que debería.


Nicole llegó a casa de Hawk a las cinco y media. Brittany y él vivían en uno de los barrios más antiguos de Seattle, con árboles crecidos y detalles de arquitectura estupendos. Los jardines estaban verdes, los porches eran grandes y los juguetes de los niños se hallaban alineados en las aceras. No era exactamente el lugar donde uno esperaría encontrar a un antiguo jugador de la Liga Nacional de Fútbol millonario.

Nicole aparcó en la calle y se acercó a la puerta principal. Hawk abrió antes de que llamara.

– Hola -saludó. La tomó entre sus brazos y la besó.

Ella cerró los ojos y se abandonó a la sensación que le producían sus labios. Le gustaba su forma de darle la bienvenida. El calor se intensificó, el deseo se despertó y, entonces, Nicole oyó el sonido de unos pasos en las escaleras y se apartó de mala gana.

– Hola -devolvió el saludo a Hawk-. No me imaginaba que vivirías en un lugar así.

– ¿Qué quieres decir?

– En un barrio de clase media lleno de familias. ¿Dónde están las verjas y los coches caros?

Él se echó a reír.

– No es mi estilo. Serena y yo compramos esta casa cuando me pagaron la prima inicial del fichaje. Después de haber vivido en una casa tan pequeña durante la universidad, esta casa nos parecía una mansión. Nos gusta vivir aquí. Es nuestro hogar.

Brittany apareció en el vestíbulo.

– Hola, Nicole. ¿Cómo estás? Papá dice que va a cocinar, pero en realidad es una barbacoa, que no cuenta. Va a obligarnos a nosotras a hacer la ensalada. ¿Quieres ver la casa?

Nicole sonrió ante la energía de Brittany.

– Me encantaría -respondió, y dejó el bolso en la consola de la entrada-. Me encantan las casas de estilo, con todos sus detalles y toques únicos.

Brittany arrugó la nariz.

– Quieres decir que es vieja. Cuando sea mayor, quiero un piso alto con vistas.

– ¿Y cómo vas a pagar ese piso de lujo? -preguntó Hawk.

Brittany le dedicó una sonrisa resplandeciente.

– Tú me la vas a comprar, papá, porque me quieres.

Él refunfuñó, pero Nicole vio que tenía una mirada de buen humor. Hawk no sólo era guapo, sino que además tenía una gran relación con su hija. A Nicole le gustaba eso.

– Aquí está el salón -dijo Brittany, guiando a Nicole por la casa-. Las molduras son originales de la casa. Las molduras no eran corrientes cuando se construyó, así que creemos que el constructor las trajo de otra casa, quizá de alguna en la que había vivido.

Nicole miró a su alrededor. La estancia estaba abarrotada. Las molduras eran lo de menos, pensó al ver los sofás, que eran muy grandes y estaban tapizados con telas florales, y los adornitos que llenaban todas las superficies. Aunque normalmente a ella le gustaban las casas con decoración campestre, porque eran acogedoras, aquello resultaba demasiado recargado.

Los cojines y las cortinas eran de flores, las alfombras eran de yute trenzado y había una familia de patos de porcelana sobre la repisa de la chimenea. Por las mesillas había conejitos, platitos de colores y fotografías enmarcadas. Cientos de fotografías.

Nicole se acercó a un grupo de fotografías que había en la pared. En ellas aparecía un Hawk más joven con una joven muy guapa. Serena. Había fotografías de los dos riéndose, fotografías de la boda, y fotografías de una ceremonia de la Liga Nacional de Fútbol Americano. Y más fotos de los padres felices con su bebé.

Sobre la chimenea había también algunas fotografías de Brittany, desde su nacimiento hasta los diez años, más o menos.

La habitación estaba tan llena que resultaba opresiva. A Nicole le recordaba la casa de su abuela. Demasiado color, con demasiadas cosas. El comedor era igual que el salón; Nicole se sentía fuera de lugar. Aquello no era una casa, sino un altar dedicado a un estilo perdido. Estaba segura de que no había cambiado nada desde la muerte de Serena.

Se volvió hacia Hawk y Brittany, y esbozó una sonrisa forzada.

– Es muy bonito. ¿Esto lo hizo Serena? -preguntó, señalando unos marcos que contenían refranes bordados. Brittany asintió.

– Me estaba enseñando a hacer punto de cruz cuando murió.

– Las manualidades les dan a las casas un aire muy acogedor -murmuró, sin saber qué decir. ¿Acaso nunca había querido Hawk dejar atrás el pasado? Mantener viva la memoria de Serena era una cosa, pero ¿aquello?

– A Serena le encantaban las flores y los colores brillantes -dijo Hawk-. Yo pensé en cambiar unas cuantas cosas, pero no le vi sentido. Ésta es la casa que ella nos dejó.

¿Y por qué iba querer cambiarlo?, se preguntó Nicole, asombrada de lo que estaba viendo. Hasta aquel momento nunca había pensado en Hawk como en un viudo. Sabía que su mujer había muerto, pero no había tenido en cuenta que quizá aún lloraba su pérdida. Ni siquiera que estaba viviendo la vida como Serena hubiera deseado vivirla. Siempre parecía tan fuerte, tan dispuesto a ocuparse de las cosas… Para ella, aquello era todo un descubrimiento.

La casa era un santuario para Serena, y le gritaba a cualquier invitado que no se molestara en sentirse cómodo. Las fotografías que lo abarrotaban todo decían que no había sitio para nadie más.

Continuó el recorrido por la planta baja. La casa era grande: tenía una sala de estar enorme, una cocina con comedor incorporado, también muy grande, biblioteca y un estudio que Hawk usaba como oficina. Incluso allí era visible el toque personal de Serena. Había flores de seda esparcidas sobre los trofeos de fútbol que él había obtenido a lo largo de su carrera deportiva.

Nicole se sintió como si las paredes se estuvieran cerrando sobre ella. Cuando Hawk sugirió que salieran al jardín, se sintió aliviada y respiró de nuevo.

Sin embargo, su alivio fue efímero. Mientras Hawk se dedicaba a encender la barbacoa, Brittany insistió en que fueran a ver el jardín especial de Serena.

– Le encantaban las flores -explicó la adolescente-. Las plantaba todos los años. Papá y yo seguimos plantando las mismas, queremos que su jardín siga exactamente igual que cuando ella vivía. También hay hierbas aromáticas. Cada vez que las usamos nos acordamos de ella.

Nicole murmuró que todo era precioso, pero la cabeza le daba vueltas. ¿Qué estaba intentando decirle Hawk?, ¿que no iba a darle la bienvenida a su vida a nadie que no fuera Serena? ¿Y era consciente de que le estaba diciendo a todo el mundo que entrara en la casa que nunca iba a poder estar a la altura de su difunta esposa? ¿La había invitado a cenar para advertírselo?

Doce

La cena resultó más agradable de lo que había pensado Nicole. Serena dejó de ser el tema de conversación principal, y ella hizo todo lo posible por librarse de la sensación de que no era bienvenida, y se convenció de que Hawk no la habría invitado si no quisiera pasar la velada con ella.

Después de dejar los platos en la cocina, Brittany llevó a Nicole a la sala de estar y sacó varios álbumes de fotografías que dejó en la mesa de centro, delante del sofá.

– Mira qué bonitas -le dijo la adolescente, mostrándole la primera, en la que aparecían Hawk, muy joven, y una muchacha morena y muy guapa-. Estaban tan enamorados… Aquí sólo tenían dieciséis años. Mira qué sonrisas -suspiró.

Nicole murmuró que las fotografías eran muy bonitas y se preguntó si el problema estaba en ella. Quizá estuviera reaccionando desproporcionadamente debido a la situación. Quizá sólo estuviera demasiado sensible a causa de Drew.

No. Recordar era una cosa, pero vivir en un santuario era algo totalmente extraño.

Brittany siguió pasando las hojas del álbum, mostrándole viajes de esquí y a su padre después de que su equipo ganara la copa de la Liga Nacional.

– Le dieron el premio al jugador más valioso de la Liga -dijo la chica con orgullo.

– Impresionante -respondió Nicole.

Había fotografías del baile de graduación, y después una serie que mostraba a una Serena cada vez más embarazada.

– No pudieron casarse cuando se enteraron de que mi madre iba a tenerme a mí. Sólo tenía diecisiete años, y sus padres no le dieron el consentimiento. Así que esperaron hasta el día de su cumpleaños -suspiró Brittany-. Mi padre dijo que estaría a su lado, pasara lo que pasara.

Una versión romántica de lo que tuvo que ser un momento muy difícil.

– Pelearse con su familia tuvo que ser muy duro para ella -dijo Nicole.

– Ya lo sé. Es muy triste. Ellos nunca la perdonaron por casarse con mi padre, aunque estuvieran totalmente enamorados y sus vidas fueran perfectas. Yo no veo mucho a mis abuelos. Mi padre dice que ellos se lo pierden.

– Estoy de acuerdo en eso -dijo Nicole.

Brittany sonrió, y después volvió la página.

– Esta soy yo. Nací en Oklahoma, cuando papá estaba jugando al fútbol en la Universidad de Oklahoma. Esta es la casa en la que vivíamos. Es pequeña, pero muy mona. Mis padres tuvieron mucha suerte. Podían estar juntos todo el tiempo y tenían un bebé al que querían mucho.

Sonaba demasiado perfecto.

– Estoy segura de que habrán tenido que luchar mucho -dijo Nicole con cautela-. Siendo tan jóvenes, y lejos de casa, con un bebé recién nacido. Debían sentirse muy asustados.

– A lo mejor -dijo Brittany, y descartó sus palabras con un encogimiento de hombros-. Pero se tenían el uno al otro. Papá habla de aquellos primeros años todo el tiempo, de lo mucho que se divertían. Los seguidores del equipo fueron estupendos; le consiguieron a mamá un trabajo y la ayudaron a cuidarme. El fútbol universitario es muy importante allí, y papá era uno de los jugadores más brillantes.

Brittany pasó otra página.

– Todo el mundo decía que eran demasiado jóvenes y que no iban a conseguirlo, pero sí lo consiguieron. Mis padres estuvieron enamorados hasta el día en que murió mi madre.

Nicole decidió que era mejor cambiar de tema. Estando en aquella casa no podía escapar de Serena. Sin embargo, había otros asuntos. Se excusó y fue a la cocina a ayudar a Hawk a recoger.

– ¿Brittany te estaba enseñando fotos? -se interesó él mientras cargaba el lavaplatos.

– Sí. Todo está muy bien documentado.

Él se echó a reír.

– A Serena le encantaba hacer fotos, y que se las hicieran. La gente va a pensar que Brittany va a tener siempre doce años.

– Lo dudo -respondió Nicole, entregándole unos vasos-. Me ha contado cómo fueron las cosas cuando Serena y tú os casasteis. Lo maravilloso que fue todo.

Él la miró con expectación, como si estuviera esperando a que se explicara.

– Algunas veces tuvo que ser difícil -comentó ella, intentando que su tono fuera despreocupado-. Los dos erais muy jóvenes, y era la primera vez que os alejabais tanto de vuestra casa.

– Sí, pero tuvimos mucho apoyo. Salió bien.

– Brittany piensa que fue mágico. Como si, con suficiente amor, todo fuera maravilloso.

Hawk arqueó las cejas.

– ¿Y?

– Es una niña de diecisiete años con una relación seria. ¿No le has hablado de las consecuencias? No todos los embarazos adolescentes terminan bien. No todos los matrimonios tan jóvenes sobreviven.

Él se inclinó y le besó la frente.

– Te pones muy guapa cuando te preocupas tanto.

– Y tú estás haciendo caso omiso de lo que te estoy diciendo.

Él sonrió con indulgencia.

– No te preocupes. Ya he hablado con Brittany. Ella es una buena chica, y yo sé lo que ocurre en su vida. Raoul y ella no tienen relaciones sexuales todavía. De ser así, lo sabría.

No era culpa de él, pensó Nicole. Era un hombre. Padre, pero hombre de todos modos. Veía lo que quería ver.

– Hawk, tú ni siquiera sabías que Raoul estaba viviendo en un edificio abandonado. Llevaba semanas allí, durante el verano, cuando hace calor, y Brittany y él han pasado a solas mucho tiempo, sin distracciones. ¿Estás seguro de lo de las relaciones sexuales?

Él se irguió.

– Nicole, sé que quieres ayudar, pero esto no es asunto tuyo. Brittany y yo tenemos una relación estrecha. Hablamos, y yo confío en ella. Tú no tienes hijos, así que tendrás que creerme en esto.