– Estoy segura de que las cosas funcionarán -dijo ella.

– No estás segura. Crees que es un error.

Nicole se puso en pie.

– Quizá, pero lo que yo crea no importa. Tú sabes que ella no es lo suficientemente madura como para soportar bien todo esto, ¿verdad?

Él titubeó, pero después asintió lentamente.

– Lo sé, pero yo sí. Vamos a formar una familia.

Al final, eso era lo más importante.

Nicole salió de la habitación y cerró la puerta. Entonces se dio cuenta de que había otra mujer en su vida que estaba embarazada. Claire, Jesse, la perra y ahora Brittany. Parecía que todo el mundo iba a tener un hijo menos ella.


– Da gracias a que mi ex marido era completamente inepto -murmuró Nicole mientras terminaba de hacerle el nudo de la corbata a Raoul -, así que yo aprendí a hacer este tipo de cosas -dijo. Después se apartó para que él pudiera mirarse al espejo-. Éramos tres hermanas, y esto no tiene por qué estar entre mis habilidades.

– Gracias -dijo él, y se alisó la pechera de la camisa-. ¿Estoy bien? Me siento estúpido.

– Estás muy bien. Muy elegante.

Hawk lo había llevado de tiendas el día anterior y le había comprado pantalones de vestir, un par de camisas de traje y una americana de sport. Aquellas prendas iban a recibir mucho uso durante las semanas siguientes, cuando los representantes de las universidades acudieran a Seattle.

En aquel momento, parecía que Raoul se sentía incómodo con su traje nuevo.

– No sé -murmuró.

– Eh, escucha. ¿Quién es el mejor?

– ¿Qué?

– ¿Quién es el mejor?

– Yo… -respondió él con un gruñido.

Ella se puso en jarras.

– O demuestras un poco de entusiasmo o no voy.

Él abrió unos ojos como platos.

– Tienes que venir. Yo no voy a entrar al restaurante solo, no sabría qué decir. Mira, Nicole, yo sólo soy un crío. Nunca he estado en ningún sitio, ni he hecho nada. No soy como tú. Ya sabes, sofisticado.

Si Raoul no hubiera dicho aquello con sinceridad, Nicole se habría echado a reír. ¿Sofisticada, ella? Raoul debía de referirse a su hermana la pianista, la que había viajado por todos los países. Claire había estado en todo el mundo; Nicole había ido una vez a Nueva York, varios años antes, con Drew. Habían visto El rey león en Broadway, lo más sofisticado que había hecho en aquel viaje.

– Vas a hacerlo muy bien, porque tú eres el que tiene que elegir. Todas las universidades quieren que seas el capitán de su equipo, puedes escoger la que quieras. Ellos lo saben, y tú también tienes que ser consciente de ello. Tú deja que hablen. Si la conversación decae, Hawk o yo intervendremos. Tú eres el que tiene talento. Esta noche sólo tienes que fingir que eres Lance Armstrong.

– Es un ciclista.

– Entonces, pon en la frase el nombre de tu jugador de fútbol favorito. Tú eres ese tipo. Y ahora tenemos que irnos, habrá tráfico. Puedes pasarte todo el camino diciéndome lo guapa que estoy. Para mí será relajante y tú te distraerás.

Raoul se echó a reír, lo cual estaba muy bien. Había habido un poco de tensión entre ellos durante los dos últimos días, desde que ella se había enterado de que Brittany estaba embarazada. Como no había oído un grito atronador proveniente de la zona oeste de la ciudad, suponía que Hawk todavía no lo sabía. Ella no estaba precisamente impaciente por tener una conversación sobre ese tema.


Cuando llegaron a Buchanan's, un restaurante refinado que había en el centro de la ciudad, Nicole le entregó las llaves del coche al portero y entró en el establecimiento con Raoul. Hawk ya estaba junto al mostrador de recepción, hablando con un hombre de mediana edad que llevaba un buen traje.

Nicole no imaginaba que fuera a sentir otra cosa que el cosquilleo habitual al verlo, así que se quedó sin aliento al verse embargada por la emoción. Aquello no tenía nada que ver con el sexo; aunque no tuviera ninguna queja en aquel sentido, los sentimientos eran mucho más intensos que el deseo.

¿Qué le ocurría? ¿Tenía fiebre? ¿Había comido demasiadas magdalenas en el trabajo? ¿Necesitaba empezar a hacer ejercicio? ¿Qué?

Antes de poder averiguarlo, Hawk la vio y sonrió. Su sonrisa fue amplia, y consiguió que a ella le temblaran las rodillas.

– Aquí están. Walt, éste es el jugador del que te estaba hablando.

Hawk presentó a todo el mundo, usando el término «amiga de la familia» para Nicole. Todos se estrecharon las manos y, rápidamente, fueron conducidos a un reservado tranquilo en un lateral del restaurante.

Walt comenzó con un discurso sobre la universidad.

– Allí nos tomamos muy en serio el fútbol -explicó a Raoul con una sonrisa-. Tú eres un magnífico quarterback y es el puesto que más nos interesa este año. Nuestro centro está en una ciudad pequeña en la que todo el mundo apoya al equipo. No podrás poner un pie en la calle sin que alguien te diga que estás haciendo muy buen trabajo. ¿Has vivido alguna vez en una ciudad pequeña, Raoul?

– Siempre he vivido en Seattle.

Walt se inclinó hacia él.

– No hay nada igual. Todo el mundo se preocupa por el vecino. Es como una gran familia. Las relaciones personales son importantes, y eso no lo encuentras en una ciudad grande. Deja que te hable un poco sobre el programa de fútbol americano.

Para cuando llegó la cena, Nicole se dio cuenta de que tenía ganas de mudarse al otro extremo del país, para poder vivir en la preciosa residencia de aquel campus. Walt hacía que todo sonara perfecto.

Su presentación fue impresionante. Además de los folletos de rigor, tenía una pantalla de televisión en miniatura con reproductor de DVD incorporado, y les mostró una pequeña película de la universidad. Invitó a todo el mundo a los platos de carne más caros de toda la carta y los hizo reír con chistes divertidos; desplegó encanto y la suficiente sinceridad como para que Nicole no desconfiara.

Cuando la cena terminó, Walt les estrechó la mano a todos y volvió a su hotel. Hawk le dio un golpecito a Raoul en el hombro.

– Hablaremos más de esto mañana. ¿Por qué no esperas en el restaurante para que yo pueda despedirme de mi chica?

Raoul sonrió y entró de nuevo.

– Parece que has perdonado a tu capitán -observó Nicole.

– Hemos llegado a un entendimiento -respondió Hawk, y acercándola más al edificio, la abrazó y la besó.

Eso provocó una carcajada de Nicole.

– Todavía está dispuesto a meterte en cintura, ¿eh?

– Digamos que no voy a presionarlo. Tienes razón. Es un buen chico, y eso lo respeto.

De repente, Nicole notó una punzada de culpabilidad. Brittany no le había hablado a Hawk del bebé. Cuando lo hiciera, todo iba a cambiar, sobre todo la relación de Hawk con su jugador preferido.

¿Debía decírselo ella en aquel momento, hacerle algún tipo de advertencia? ¿Era asunto suyo?

Antes de poder decidirse, él habló.

– Gracias por venir esta noche. El hecho de tener a un miembro de la familia hace que estas cosas sean más relajadas.

– Yo no soy exactamente un miembro de la familia de Raoul.

– Eres lo más parecido.

Lo cual era realmente triste.

– Me preocupo por él. Tiene que tomar una decisión muy importante que va a cambiar su vida para siempre. Decida lo que decida, no debería hacerlo solo.

Hawk le acarició la mejilla.

– Eres increíble. Lo acogiste en tu casa y ahora lo estás cuidando. ¿Cuánta gente estaría dispuesta a hacer eso?

– No es para tanto. Ocurrió así.

– Yo creo que sí es para tanto. Y decía en serio lo de antes.

– ¿Qué?

– Lo que te dije en tu casa. Por mí, el trato se ha terminado. Quiero salir contigo porque quiero que salgamos juntos. No para demostrar nada. Quiero estar contigo, Nicole.

A ella le latía el corazón con tanta fuerza que no habría podido oír sus palabras si él hubiera seguido hablando. La esperanza, la necesidad y la felicidad borbotearon en su interior.

– A mí también me gustaría.

Él sonrió y la besó.

– Entonces estamos saliendo oficialmente.

– Sí.

– Y exclusivamente.

Nicole se rió.

– Sí, lo cual significa que no puedes salir con las mamas del fútbol.

– Sólo quiero salir contigo.

Él volvió a besarla y, al cabo de unos segundos, ella se apartó con un suspiro.

– Tengo que llevar a casa a Raoul.

– Y Brittany me está esperando. Pero nos veremos pronto.

Hawk asomó la cabeza por la puerta del restaurante y le hizo un gesto a Raoul para que saliera. Los tres caminaron hacia el aparcacoches, que rápidamente les llevó los vehículos. Hawk abrió la puerta del de Nicole.

– Te llamaré mañana.

– Me encantaría -respondió ella, haciendo todo lo posible por no estallar en risitas de felicidad.


Nicole sirvió los espaguetis en el plato de Raoul, y éste lo llevó a la mesa.

– ¿Cuántas cenas te quedan con los reclutadores? -preguntó ella mientras abría la nevera para sacar la ensalada.

– Tres, incluyendo la UCLA de Ohio.

– Buenas universidades -dijo ella-. No sé cómo vas a decidirte.

– Estoy haciendo un cuadro -explicó Raoul mientras se servía un vaso de leche-. El entrenador me dijo que es una buena manera de empezar. Hacer una lista de todo lo que es importante para mí y ordenar las universidades con relación a esa lista. Como lo que hacen con los coches en Coche y conductor.

– Mi revista favorita.

– Te lo enseñaré.

– Promesas como ésa no deben hacerse a la ligera.

Raoul sonrió.

– Quiero ir a una universidad donde me saquen a jugar. Quiero pasar todo el tiempo posible en el campo.

Porque era difícil impresionar a alguien desde el banquillo.

– Eso lo entiendo. Pero también necesitas que sea un equipo con profundidad.

Él arqueó las cejas.

– He estado leyendo algunas cosas -admitió Nicole-. Me he dado cuenta de que vamos a hablar de este tema durante una temporada, así que quiero estar informada.

– Impresionante.

– Lo sé.

– Brittany también está haciendo un cuadro con lo que le gusta de las universidades y lo que no le gusta.

El bueno humor de Nicole se desinfló como un globo pinchado. La opinión de Brittany no debería importar, pero no tenía sentido decirlo. Raoul no iba a prestarle atención.

– ¿Cuándo se lo vais a decir a Hawk? -preguntó-. Tiene que saberlo. Yo he guardado el secreto hasta ahora, pero estoy empezando a sentirme muy incómoda.

– Pronto.

– Según Brittany, es la felicidad total, así que ¿a qué esperáis?

Raoul la miró.

– Sé que no estás de acuerdo con lo que estamos haciendo, pero ya hemos tomado la decisión. Brittany y yo vamos a tener un hijo. Eso significa que vamos a estar juntos.

– Lo sé. Eso es lo que tú me dices.

– Pero estás enfadada.

– No estoy enfadada. Estoy decepcionada. Raoul, los dos sois tan jóvenes… Sé que parece que todo va a ir sobre ruedas, pero ¿qué pasará si no es así? No tenéis un plan alternativo.

– La quiero, Nicole. El amor no viene con planes alternativos, ni con garantías. Tienes que tener fe. Yo quiero estar con ella, y quiero ver su sonrisa todos los días. Quiero oír su voz y hacerla feliz. Quiero acostarme por las noches y sentir su corazón junto al mío. Quiero que sea la madre de mis hijos. Quiero experimentarlo todo en la vida con ella, porque estar con ella es lo mejor que me pasa todos los días.

Aquello era increíble, pensó Nicole, asombrada por las palabras que había pronunciado y la emoción con la que lo había hecho. En aquel momento, Raoul no era un adolescente ni un niño que necesitara una casa en la que quedarse. Era un hombre enamorado de una mujer.

– Está bien -dijo ella en voz baja-, lo entiendo. Dejaré de presionarte.

Seguramente, porque lo que había dicho Raoul había hecho que ella entendiera algo sobre sí misma. Ella también estaba enamorada de alguien asombroso. Un hombre cariñoso y atractivo, que conseguía que se le acelerara el corazón cada vez que se acercaba. Un hombre listo y divertido por el que creía de nuevo en la esperanza y el amor. Un hombre que quizá todavía estuviera enamorado de su difunta esposa, cuya hija estaba embarazada, y a quien no había contado aquel secreto realmente importante.

Qué suerte tenía.

Dieciséis

Hawk estaba navegando por Internet. Quería organizar un fin de semana con Nicole cuando terminara la temporada de fútbol.

Algún lugar agradable, pensó mientras miraba distintos hoteles en sitios no muy alejados. No quería pasar todo el tiempo conduciendo. Quizá en Portland. Estaba a sólo tres horas, y había muchos restaurantes buenos. O tal vez pudieran ir a la zona de viñedos de Oregon, y hacer alguna cata.