– No vas a casarte -gruñó Hawk-. Eres menor de edad.

– ¿Y por qué no? ¿Qué tiene de malo? Tú lo hiciste y salió bien. ¿O es que estabas mintiendo? ¿Por qué estás tan enfadado, papá?

Nicole vio una mirada de derrota en los ojos de Hawk. Aunque estaba molesta, no podía evitar sentir lástima por él en aquel momento. Además, quería a aquel hombre.

Respiró profundamente.

– Todos necesitamos un poco de tiempo y espacio. Brittany puede quedarse, pero sólo hasta que nos hayamos calmado.

Brittany le sacó la lengua a su padre.

– Eso ha sido muy maduro -murmuró Nicole, y alzó la mano antes de que Hawk explotara-. A la habitación de Jesse. Si os pillo intentando compartir una cama, os echo a los dos, ¿entendido?

Los adolescentes se miraron y asintieron de mala gana. Nicole se puso frente a Raoul.

– Quiero que me mires a los ojos y me des tu palabra -dijo.

Él suspiró.

– Te doy mi palabra de que no voy a dormir con Brittany bajo tu techo.

– ¡Raoul! -exclamó Brittany, y dio una patada en el suelo.

– Tenemos que hacer lo correcto.

– No doy mi permiso para esto -murmuró Hawk-. Brittany tiene que venir a casa.

– ¿Y crees que eso va a suceder? -preguntó Nicole.

– ¿Estás diciendo que no puedo controlar a mi hija? -preguntó él, y después negó con la cabeza-. No me respondas.

– No -dijo ella, y le tocó el brazo-. Por lo menos, así sabremos dónde están. Raoul me ha dado su palabra. Yo le creo, ¿y tú?

Hawk asintió lentamente.

– Vosotros dos, subid. Después sacaréis las cosas de Brittany del coche. Raoul, mira si Sheila tiene hambre.

Los chicos entraron en casa.

Nicole esperó a que se hubieran marchado y después se volvió hacia Hawk.

– Todo esto es culpa tuya -murmuró él.

Ella lo miró con enfado.

– ¿Y cómo es posible eso? Brittany se ha quedado embarazada bajo tu vigilancia.

– No deberías haberte involucrado.

– ¿En qué? ¿En sus vidas? Raoul estaba viviendo en un edificio abandonado. Además, creo que es ahí donde empezaron los problemas.

– No quiero nada de esto -dijo Hawk, sin mirarla-. Nada.

¿Y aquel «nada» los incluía a ellos? De repente, la noche se volvió muy fría.

– Hawk… -dijo ella, pero él negó con la cabeza.

– No puedo hablar de esto ahora. Los querías, pues ahí los tienes. Necesito pensar.

Él se volvió hacia su coche.

– Espera -le gritó Nicole-. No puedes marcharte así.

– ¿Por qué no? Ya está todo hecho.

¿Se había vuelto loco? Las cosas ni siquiera habían empezado.

Empezó a andar tras él cuando la puerta delantera se abrió.

– ¡Date prisa! -gritó Raoul-. ¡Sheila está pariendo!


– Un nacimiento ensucia mucho más de lo que yo había pensado -dijo Nicole, varias horas después, mientras Sheila lamía a sus cachorritos dormidos. El parto había ido muy bien, y había tres recién nacidos diminutos y ciegos agazapados contra su madre.

Sheila lo había hecho como una profesional, y no había pedido nada más que un poco de compañía mientras paría su camada. Después había permitido que Nicole la trasladara a una cama limpia y había aceptado una comida ligera.

Raoul y Brittany estaban acurrucados a un lado de la caja que había preparado Nicole.

– Lo has hecho muy bien -felicitó Raoul a su perra. Sheila miró hacia arriba con los ojos entrecerrados. Movió la cola una vez, y después se quedó inmóvil.

– Tienes perritos -susurró Brittany-. Ha sido totalmente increíble.

Nicole tenía que estar de acuerdo con ella.

Miró a los chicos, que estaban sentados frente a ella, en el suelo. ¿Estaban listos para tanta responsabilidad? ¿Y tenía importancia si lo estaban o no? De un modo u otro, al cabo de unos ocho meses habrían de enfrentarse a ella.

Diecisiete

Hawk esperó hasta la tarde del día siguiente para volver a casa de Nicole. Pensó que a todo el mundo le iría bien un poco de tiempo para calmarse. Pasó por alto, deliberadamente, el hecho de que quien más necesitaba tranquilizarse era él.

La noche anterior apenas había dormido. No podía librarse de la ira, ni del sentimiento de haber sido traicionado. Brittany le había mentido, y Raoul se había acostado con su hija. Sin embargo, por extraño que pudiera resultarle, lo que más le molestaba era que Nicole estuviera al tanto de todo y no le hubiera dicho nada.

Cuando llegó a casa de Nicole, paró el motor y se quedó mirando el edificio. Lo que no quería admitir era que el mayor enfado de todos lo sentía hacia sí mismo. Todo aquello había ocurrido ante sus narices, sin que él se diera cuenta de nada. ¿Cómo era posible?

No encontró la respuesta. Bajó del coche y se acercó a la puerta de la casa. Nicole abrió antes de que él tuviera ocasión de llamar.

Ella tenía una expresión de cansancio y aprensión. Pese a sus emociones enredadas, Hawk se dio cuenta de que quería abrazarla.

– Me imaginé que vendrías -le dijo ella, cediéndole el paso-. Te has perdido el gran acontecimiento. Sheila ha tenido cachorros.

– ¿Cuántos?

– Tres. Un macho y dos hembras.

Él asintió, y después miró hacia las escaleras.

– Quiero hablar con Brittany.

– Ya lo suponía. ¿Vas a gritarle?

– Probablemente.

Nicole suspiró.

– No es una buena manera de comenzar la conversación. Deberías intentar escucharla.

– No quiero escuchar nada de lo que ella pueda decirme.

– Entonces ¿para qué vais a hablar?

Hawk no tenía respuesta para eso. Nicole se encogió de hombros y subió las escaleras. Minutos después volvió, pero sin Brittany.

– Se niega a salir.

– ¿Qué le has dicho? -preguntó él.

El semblante de Nicole se endureció.

– Absolutamente nada, pero eres libre de no creerme. Adelante, sube y grítale a través de la puerta. Ella misma te lo dirá.

Se dio la vuelta, pero después se giró nuevamente hacia él.

– Te juro que si tuviera fuerza suficiente, te zarandearía. Sabes que estoy de tu parte, ¿no? ¿Se te ocurre que entiendo un poco cómo te sientes? No soy tu enemigo, no soy partidaria de que se casen. Los dos son demasiado jóvenes y no están preparados. Ni siquiera sé si deberían quedarse con el bebé. Pero, vamos, adelante. Grítame. Yo soy un blanco fácil.

Él se sintió estúpido e incapaz. No era una combinación muy agradable.

– Lo siento -murmuró-. No me esperaba nada de esto. Me dijo que Raoul y ella no tenían relaciones sexuales.

– ¿Y la creíste?

Él asintió.

– Nunca me había mentido. Pensé que me lo contaría.

– No fue muy inteligente por tu parte.

– Lo sé.

Ella suspiró.

– ¿Entonces has terminado de gritarme?

– Sí.

– Bien.

Ella todavía estaba molesta, pero Hawk tuvo la sensación de que iban a reconciliarse. Nicole lo llevó al salón y le señaló el sofá.

– Siéntate. Esto va a tardar un rato.

Él negó con la cabeza y se acercó a la ventana.

– Por lo menos, he terminado de tener hijos. Siempre me he dicho que me alegraba de haber tenido pronto a mi familia, y esto confirma mi opinión.

Nicole esbozó una sonrisa perversa que a él le encogió el estómago.

– ¿Qué? -preguntó.

– Van a tener que gustarte los niños un poco -dijo ella-. Vas a ser abuelo.

Él soltó un juramento. Después se acercó al sofá y se dejó caer en él.

– Mi niña va a tener un niño. ¿Cómo es posible?

– ¿Tu madre no tuvo esa charla contigo?

– Eso no tiene gracia.

– Vas a ser abuelo, Hawk. Sí es un poco gracioso.

– No puedo afrontarlo -murmuró él.

– No te queda más remedio.

Hawk agitó la cabeza.

– ¿Dónde me he equivocado? -preguntó.

Nicole suspiró.

– No tengo la respuesta. Me gustaría poder decirte que has confiado demasiado en ella, pero quizá hubiera ocurrido de todos modos. Es lo que hacen los adolescentes, o por lo menos algunos. Jesse descubrió a los chicos cuando tenía quince años. Yo estaba horrorizada, pero si no la encerraba en su habitación, no podía hacer otra cosa. Lo intenté con horas de llegada estrictas, con castigos, telefoneando a los padres de todos sus amigos para saber si estaba realmente donde había dicho…, pero ella encontró la manera.

Nicole se apoyó en el respaldo del sofá.

– No sé en qué momento se estropearon las cosas, pero créeme, he intentado dar con él. Quería que ella lo tuviera todo, pero nuestras definiciones de «todo» eran distintas.

– Su madre se sentiría muy decepcionada -dijo él-. No sé qué le habría dolido más, si el error que ha cometido Brittany o que yo no lo haya evitado.

– ¿Me estás escuchando? ¿Cómo ibas a detenerla? No tenías ningún motivo para desconfiar de ella.

– Debería haberlo sabido.

– Fustigarte no va a resolver el problema.

– Quieres decir que no siga pensando en mí.

– Más o menos.

– Y seguramente, vas a decirme que no suba y la obligue a hablar conmigo.

– Sí.

Él miró hacia el techo. Siempre había sido capaz de hablar con Brittany. Siempre habían sido capaces de resolver sus problemas. ¿Por qué tenía que ser distinto aquello?

– Todavía estoy furioso con Raoul -murmuró Hawk-, pero ya no tengo tanta energía para matarlo.

– Estoy segura de que se va a emocionar cuando sepa la noticia.

Él se inclinó hacia delante y apoyó los brazos sobre los muslos.

– No sé qué hacer.

– No tienes que hacer nada en este momento. Tómate un poco más de tiempo.

– Le concedo un día más -dijo él-. Luego tendrá que hablar conmigo.

– Me parece justo.

Hawk se puso en pie y fue hasta la puerta.

– ¿Tú estás bien?

– No, pero sobreviviré. Los cachorritos de Sheila son una buena distracción.

– Más bebés.

Ella asintió.

– Que quede claro que en cuanto termine de dar de mamar, voy a esterilizarla.


Hawk estaba esperándola en el jardín trasero de su casa, con la barbacoa encendida y una botella de vino enfriándose en la hielera. Nicole empujó la puerta.

– ¿Es seguro pasar?

– Yo mismo te he invitado.

– Pensaba que quizá fuera una trampa.

Hawk la había llamado una hora antes y le había pedido que fuera a cenar con él. Nicole se había quedado sorprendida, pero había aceptado. Tenían cosas de las que hablar.

– No es ninguna trampa -aseguró él. Después la estrechó contra sí y la besó.

Pese a todo, ella se derritió entre sus brazos y se abandonó a la sensación que le producían sus labios. La pasión se encendió, e hizo que se sintiera débil y fuerte a la vez. El fuego que ardió entre ellos prometía curar o, al menos, permitirles olvidar por un rato.

Para Nicole nunca había sido así. La velocidad con la que él la excitó, lo mucho que lo deseaba, que quería que estuvieran juntos.

Nicole metió los dedos entre su pelo y se apoyó en él. Sus músculos eran duros, como su erección. Él bajó las manos hasta su trasero y se lo apretó.

El deseo se volvió algo vivo e innegable. Nicole olvidó lo que hubiera planeado que iba a decir y, en vez de hablar, deslizó las manos bajo su camiseta para poder acariciarle la piel. Él era fuerte y tentador, todo lo que ella había deseado siempre.

Hawk la soltó el tiempo suficiente para apagar la barbacoa y después la empujó suavemente hacia la puerta trasera de la casa. Una vez dentro, él agarró el bajo de su camiseta y se la sacó por la cabeza. Mientras se besaban y él le succionaba el labio inferior, le desabrochó el sujetador y lo arrojó a una silla. Entonces le acarició las curvas. Nicole estaba perdida.

Sus manos estaban por todas partes. En sus pechos, sus costados, su espalda. Le bajó los pantalones y metió los dedos entre sus piernas. Ella ya estaba caliente y húmeda. Hawk encontró el punto más sensible de su cuerpo y comenzó a acariciarlo. A ella se le tensaron todos los músculos. Se besaron una y otra vez mientras él dibujaba círculos y rozaba, y después hundía los dedos dentro de ella. No era suficiente. Nunca sería suficiente, pensó Nicole frenéticamente. Necesitaba a Hawk por completo.

Mientras movía las caderas y sentía que se acercaba más y más, comenzó a desabrocharle los pantalones. Él hizo que los dos se movieran hacia atrás hasta que Nicole sintió el borde de la mesa de la cocina contra los muslos. Él la sentó sobre la superficie dura. Ella se quitó el resto de la ropa, se deslizó hacia atrás y separó las piernas.

Hawk se bajó los pantalones y la ropa interior y entró en ella de una acometida. Ella se arqueó hacia atrás y se apoyó con los brazos en la mesa. Suavemente, cerró los ojos.

Él entró y salió de ella, llevándola cada vez más alto. Le acariciaba el clítoris con una mano mientras con la otra jugueteaba en sus pechos. La habitación estaba silenciosa salvo por el sonido de su respiración y de sus jadeos, y ella se acercaba más y más al orgasmo.