– Y hablando de superar -prosiguió Claire-, ¿has hablado con Jesse últimamente?
– Sabes que no.
– Tendrás que hacerlo algún día.
– ¿Y por qué? No sólo se acostó con mi marido, sino que además se puso a vender la Tarta de Chocolate Keyes por Internet -dijo-. Estoy segura de que, si hablara con ella, tendría un millón de excusas. Nunca asume la responsabilidad de nada.
– La echaste de casa -dijo Claire en voz baja-. Tenía que ganarse la vida de alguna manera.
– Exacto. Tenía que buscarse un trabajo. Hay cientos de trabajos por ahí, pero ¿intentó encontrar alguno? No. Robó. Primero a Drew, y después la tarta -respondió Nicole. Estaba empezando a tener dolor de estómago-. No quiero hablar más de esto.
– No vas a conseguir olvidarlo hasta que encuentres la forma de reconciliarte con ella.
– A lo mejor es que no quiero volver a tener nada que ver con Jesse -respondió Nicole. La ira y el dolor se habían apoderado de ella-. La semana pasada, un chico intentó robar unos donuts en la pastelería. Cundo me enfrenté a él, asumió su responsabilidad y se sintió culpable. Sabía que lo que había hecho estaba mal. Trabajó unas horas para pagar lo que había intentando robar. Hizo tan buen trabajo, que le ofrecí un puesto en el obrador. ¿Por qué Jesse no puede ser así? ¿Por qué no asume la responsabilidad de lo que ha hecho?
– Sé que te hizo mucho daño.
– Más que eso. Mucho más que eso.
– Pero tenéis que solucionarlo.
– Lo sé -murmuró Nicole-. Al final lo haré. Pienso en ello, pero cuando lo hago me enfado tanto que no quiero verla ni hablar con ella.
– Me pone muy triste que no os llevéis bien -le dijo Claire-. Sois familia.
– No es una familia que yo desee.
– No te creo -replicó Claire-. Tienes todo el derecho a estar enfadada y dolida, pero creo que es hora de que te preguntes hasta qué punto te comportas así para darle una lección a tu hermana y hasta qué punto lo haces para vengarte de ella.
Tres
Nicole se sentía tonta y azorada mientras se dirigía hacia el estadio del instituto apoyándose en el bastón. Era demasiado mayor para estar en un partido de viernes por la noche… o demasiado joven. No era estudiante, y no tenía a un hijo en el instituto. Entonces, ¿qué estaba haciendo allí?
– Me está bien empleado, por hablar con mis trabajadores -refunfuñó para sí.
Debería haberse despedido con un gesto de la mano y haber seguido caminando, pero no. Ella tenía que pararse a hablar con Raoul al final de su primera semana de trabajo en el obrador. Le había preguntado qué tal iban las cosas, porque era tonta. Y cuando él le había mencionado el partido de aquella noche, ella había fingido que le interesaba.
– Podías haber dicho que no -se recordó. Cuando Raoul le había pedido que fuera, podía haber dicho que estaba muy ocupada. Pero no lo estaba, y ella no mentía bien. En el sentido espiritual, posiblemente aquello estaba bien, pero en lo referente a cómo iba a pasar aquella noche, era una pesadez.
Miró a las filas de bancos que hacían las veces de asientos. No conocía a nadie, pero si tenía que elegir entre los chicos del instituto y los padres, elegía a los padres. Al menos, así tendría la oportunidad de hablar con alguno de ellos.
– ¡Nicole!
Se volvió hacia el campo y vio que uno de los jugadores corría hacia ella. Llevaba el uniforme y todo el equipo, y Nicole tardó unos segundos en reconocer a Raoul.
– Hola -le dijo, mientras se acercaba a la barandilla que separaba el campo de los asientos-. Impresionante. Pareces malo y fortachón.
Raoul sonrió.
– ¿De verdad?
Ella asintió. El chico tenía un aspecto diferente. Mayor. Peligroso. Sintió el impulso de decirle que no se hiciera daño; parecía que tenía el instinto maternal a flor de pie.
– ¿Vais a jugar contra un equipo difícil? -preguntó.
– Son buenos, pero les vamos a patear el trasero.
– Estoy impaciente por verlo.
Raoul sonrió de nuevo.
– Gracias por venir. Normalmente nadie viene a verme jugar. Salvo mis amigos, ya sabe. No un adulto.
Eso era ella. Una adulta.
– Te vitorearé mucho e intentaré avergonzarte -bromeó.
– Bien.
Una chica muy guapa con un uniforme de animadora se acercó corriendo.
– Hola -dijo con una gran sonrisa-. Soy Brittany.
La adolescente era incluso más guapa de cerca. Parecía el tipo de niña perfecta y muy popular en el instituto. Nicole pensó en odiarla por principio.
– Nicole -dijo.
– Es mi jefa -dijo Raoul-. Ya te he hablado de ella. Brittany es mi novia.
– Me alegro de conocerte -dijo Nicole.
– Yo también. Espero que le guste el partido. Vamos a tener un gran año.
Alguien tocó un silbato en el campo.
– Tengo que irme -dijo Raoul-. La veré después del partido.
Salió corriendo antes de que Nicole pudiera decirle que no iba a quedarse. Entonces recordó que no tenía el calendario social lleno, así que, ¿por qué no iba a pasar el rato allí?
– No has podido resistirte, ¿eh?
Nicole oyó aquella voz y sintió calor por todo el cuerpo. Lo maldijo a él por provocarla y se maldijo a sí misma por reaccionar.
Miró hacia la barandilla y vio a Hawk, que estaba en la hierba.
No iba vestido deportivamente, sino que llevaba unos pantalones y un polo con los colores del instituto. Estaba guapo. Más que guapo. Eso sí que era molesto.
– Raoul me pidió que viniera a verlo jugar.
Hawk no parecía muy convencido.
– Estoy diciendo la verdad -insistió ella-. Dice que nunca vienen adultos a verlo. ¿Por qué?
– Está en un hogar de acogida. Lleva mucho tiempo al cuidado de los servicios sociales. Es muy amable por tu parte que te tomes la molestia de venir.
– No es para tanto -refunfuñó ella.
– Para él sí. Tengo que irme. Disfruta del partido.
Hawk salió corriendo, y ella intentó no mirarle el trasero, aunque le resultó difícil. Raro, porque ella nunca había sido tan superficial.
– Es guapísimo -dijo una mujer a su lado.
Nicole la miró.
– El entrenador. Es lo mejor de los partidos, aunque mis dos hijos se sentirían humillados si me oyeran decir esto -añadió la recién llegada, y sonrió-. Me llamo Barbara.
La mujer se hizo un lado para dejarle sitio en el banco, y Nicole se sentó a su lado.
– Eres un poco joven para ser una de las madres -comentó Barbara-. ¿Has venido por Hawk?
– No -respondió Nicole rápidamente-. Tengo una pastelería. Uno de los chicos del equipo trabaja para mí. Me pidió que viniera.
– Eso es muy amable por tu parte. No creo que yo viniera si no tuviera que hacerlo. Claro que llevo años sentándome en estos bancos tan duros. Mis hijos son gemelos, y les gusta hacer deporte. Hemos hecho de todo: la Liga Infantil, fútbol, fútbol americano, béisbol. Mi marido trabaja mucho, así que soy yo la que tiene que venir a los partidos.
– Es estupendo que quieras venir a verlos. Estoy segura de que agradecen mucho el apoyo.
Barbara arrugó la nariz.
– Nunca dicen nada, salvo si no puedo venir a uno de los partidos. Entonces, no dejan de quejarse. Pero ahora ya estoy acostumbrada.
«La familia», pensó Nicole con tristeza. Eso era lo que los unos hacían por los otros en una familia.
– Bueno -dijo Barbara, en voz baja-, ¿cómo has conocido a Hawk?
– Yo… eh… lo conocí a través de Raoul.
– ¿Estás saliendo con él?
– No.
– ¿Y no sientes la tentación de hacerlo?
– No.
– ¿Porque estás saliendo con alguien impresionante?
– En realidad, no.
Barbara sonrió.
– En ese caso, o te gustan las mujeres o estás mintiendo.
Nicole se echó a reír.
– ¿Y cómo es que sólo tengo esas dos opciones?
– No creo que una mujer pueda estar con Hawk sin querer llevárselo al huerto. Tiene un cuerpo… Además, es muy agradable. Sé que es injusto, pero así son las cosas. Es soltero y le gusta jugar. Se rumorea que es todo un caballero en público, y un potro salvaje en el dormitorio. Dicen que puede hacerlo durante horas.
Barbara se abanicó con una mano.
– No es que yo lo haya experimentado de primera mano. Él no se relaciona con mujeres casadas, y yo no engañaría nunca a mi marido. Al menos, eso creo. Nunca me lo ha pedido nadie.
Nicole no sabía qué decir. Aquello, claramente, estaba dentro de la categoría de demasiada información.
– Antes jugaba en la liga profesional -continuó Barbara.
– Ya me había enterado.
– Es una historia sorprendente. Dejó embarazada a su novia del instituto. Todo el mundo decía que no lo conseguirían, pero de todos modos se casaron. Vivieron de macarrones con queso mientras él estaba en la universidad, con una beca. Tuvieron el bebé y fueron felices. Entonces, a Hawk lo ficharon en la Liga Nacional y comenzó a ganar mucho dinero. Pero en vez de irse a vivir a una urbanización en un campo de golf por ahí, se compraron una casa normal en un barrio normal aquí, en Seattle. Allí criaron a su niña.
Aquélla era la versión ampliada de lo que le había contado Raoul, pensó Nicole. Aunque ella no sabía lo de la niña. ¿Hawk era padre? Le parecía demasiado atractivo y tenía demasiada carga sexual como para serlo.
– Entonces Serena, su mujer, enfermó de cáncer. Eso ocurrió hace seis o siete años. Hawk dejó la liga y se quedó en casa para cuidarla. Cuando murió, se convirtió en padre soltero. Aceptó el trabajo de entrenador del instituto porque quería aportar algo de lo que él había recibido. Está claro que no lo hace porque necesite el dinero.
Barbara señaló a la guapa adolescente rubia que Raoul le había presentado antes a Nicole.
– Aquélla es su hija.
– ¿Brittany?
Barbara la miró con asombro.
– ¿La conoces?
– Nos hemos conocido hace un rato. Está saliendo con Raoul, mi empleado.
– Esa es. Es absolutamente perfecta. Saca buenas notas, es jefa de animadoras, está interesada en salvar el planeta. Lo único que me consuela es que, aunque yo estuviera soltera y Hawk estuviera locamente enamorado de mí, Brittany sería un desafío para cualquier relación. Es la niña de los ojos de su padre, y lo adora. Aunque ¿quién podría culparla?
Nicole observó a la adolescente, que estaba pidiéndole al público que animara, y después se fijó en Hawk. Él estaba caminando por el lateral del campo con una tablilla sujetapapeles entre las manos.
– Así que no es un idiota -murmuró.
– Ni por asomo. ¿Sigues sin estar interesada?
– Es sólo un conocido -respondió Nicole-. Nada más.
Y no quería que fuera nada más. Aquello podría ser un problema para el que ella no tenía tiempo.
Vio cómo señalaba a un par de chicos y los enviaba al campo. Estaba totalmente concentrado y tenía una actitud muy intensa, y ni una sola vez miró en dirección a ella, demonios.
Nicole se pasó el resto del partido charlando con Barbara. Cuando terminó, el Instituto Pacific había ganado el partido por treinta y ocho puntos a catorce. Incluso ella, que no sabía nada de aquel deporte, se dio cuenta de que Raoul era un magnífico quarterback, con un brazo que nunca se cansaba.
Se puso en pie, se despidió de Barbara y se acercó a la barandilla. Raoul y Brittany estaban juntos, hablando atentamente el uno con el otro. La rubia le acarició la mejilla a Raoul. Entonces, éste vio a Nicole y se acercó a la barandilla.
– ¿Qué te ha parecido? -le preguntó.
– Eres estupendo -dijo con sinceridad-. Me he quedado impresionada. Aunque no sepa nada de fútbol, me he dado cuenta de que juegas muy bien. ¿A qué distancia puedes lanzar el balón?
Raoul sonrió.
– Hemos jugado muy bien esta noche. El equipo se ha mantenido muy unido. Ningún jugador puede ganar o perder un partido sin el resto del equipo.
– Ya veo que estás entrenado para tus entrevistas de televisión -bromeó ella.
Hawk se reunió con Raoul, y chocaron la palma de la mano.
– Buen trabajo -dijo Hawk, y se giró hacia Nicole-. Nuestro chico va a llegar a lo más alto.
Ella ignoró la conexión implícita y respondió:
– Me alegro mucho de oír eso.
– Bueno, ¿cuántos caben en tu coche? -le preguntó Hawk.
– ¿Qué?
– Chicos. ¿A cuántos puedes llevar?
– No te entiendo -dijo ella.
– Tiene un Lexus Hybrid -dijo Raoul-. Así que cuatro, pero los tres que vayan detrás no pueden ser grandes. No cabrían.
Hawk asintió.
– Les diré que se reúnan contigo en el aparcamiento.
– Pero… ¿quiénes son? ¿Y por qué tienen que reunirse conmigo? -preguntó Nicole.
– Pizza -dijo Hawk-. Vamos a cenar pizza después de los partidos. Los jugadores, sus novias, unos cuantos chicos del instituto. Es una tradición. Me gusta mantenerlos ocupados cuando todavía tienen mucha adrenalina en el cuerpo. Tenerlos a todos en una pizzería es mejor que dejarlos por ahí sueltos para que hagan una tontería o se hagan daño. No todos los chicos conducen, así que necesitamos coches extra.
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