Nicole asintió.

– Gracias por decírmelo. Es cierto que me enfadaste mucho -dijo Nicole-. Siento no haberte creído con respecto a lo de Drew. Tenía muchos motivos para no hacerlo. Tu pasado, y el hecho de que siempre habías sido muy difícil. Pero sobre todo, porque quería que fueras la mala, para no tener que mirarme a mí misma. Si tú te acostabas con él, es que yo no era la razón de que nuestro matrimonio hubiera fracasado.

Jesse asimiló aquellas palabras, dejando que la llenaran de paz. Por fin, pensó. Había tardado mucho en llegar.

– Tú no fuiste la razón por la que tu matrimonio fracasó -le dijo a su hermana-. Fue Drew. Era un idiota.

Nicole emitió una carcajada que se transformó en sollozo.

– Sí, y yo lo elegí. No tenía que haberme casado con él, pero creo que tenía miedo de que nadie más me lo pidiera.

Jesse se acercó a su hermana y la abrazó.

– Eso es una locura. Eres guapa, lista y divertida. A los hombres les encanta eso. Mira con quién estás casada ahora. Hawk es un monumento.

– Lo sé. Algunas veces lo miró y me pregunto por qué he tenido tanta suerte.

Jesse dio un paso atrás.

– Estoy segura de que él piensa lo mismo de ti.

– Sí. Quién lo hubiera pensado.

Se miraron la una a la otra. Jesse sabía que la armonía era frágil, pero había más que decir.

– Necesitamos alquilar el local de enfrente. Es barato y es algo temporal, así que los riesgos son mínimos. Si no entregamos los pedidos, lo perderemos todo.

Nicole apretó los dientes y asintió.

– Sé que tienes razón. No me gusta, pero lo sé.

– Yo no pienso que sea mejor porque haya cambiado, pero tú tampoco eres mejor porque no hayas tenido que cambiar, Nicole. Tú sí tienes que cambiar. No podemos seguir con los papeles que teníamos antes. Yo siempre seré tu hermana, pero no soy la misma persona que conociste. Tenemos que conocernos la una a la otra y adaptarnos. Quiero que seamos una familia, pero si no puedes superar el pasado, no va a suceder.

– Ya lo sé -dijo Nicole suavemente-. Entiendo lo que está mal, pero no sé cómo cambiarlo. Hemos tenido vidas muy distintas.

¿Y qué significaba eso? ¿Que ya no tenían nada en común, que no podían estar unidas? ¿Que su vínculo se había perdido a causa de los sentimientos heridos y del tiempo?

La puerta delantera se abrió y Sid asomó la cabeza por el hueco.

– Nicole, tienes una llamada. Walker Buchanan. Es el dueño de los restaurantes Buchanan. Dice que está interesado en nuestras tartas. ¿Quieres que tome un mensaje?

Jesse sonrió a Nicole.

– Buchanan, ¿eh? Eso es muy interesante.

– Lo sé. Debería responder la llamada.

Jesse observó cómo se alejaba. Se sentía peor y mejor al mismo tiempo. Habían resuelto algunos de los problemas que tenían, pero habían aparecido otros. ¿Estaba dispuesta Nicole a aceptar la persona en la que se había convertido? ¿Le había perdonado de veras el pasado? Y, de no ser así, ¿cómo iba a poder ella arreglar las cosas y demostrar su valía?

Capítulo Dieciséis

Matt se despertó nervioso después de una noche muy inquieta. No podía dejar de pensar en cómo Gabe había corrido hacia Bill, como si aquel hombre fuera su padre. Y peor todavía, no podía quitarse a Jesse de la cabeza.

Su plan de venganza estaba funcionando, aunque eso no hacía que se sintiera mejor. No tenía sentimiento de victoria.

Fue a la oficina, pero después de un rato se dio cuenta de que no conseguía concentrarse, así que tomó el coche de nuevo y condujo un rato por la ciudad. De repente, se vio aparcado frente a la casa de su madre. Era temprano, así que llamó antes de acercarse a la puerta.

– ¿Estás levantada? -le preguntó cuando ella respondió.

– Claro. ¿Quieres un café?

Él entró y se sentó en la cocina, observando sus movimientos mientras ponía al fuego una cafetera y le ofrecía un desayuno.

– No, con el café es suficiente, gracias -dijo.

Tenía buen aspecto. Había envejecido un poco. A Matt le gustaba que llevara el pelo corto. Observó las arrugas que tenía en los ojos; su madre tenía más de sesenta años. Aunque siempre le había enviado flores por su cumpleaños, no la había llamado ni había hecho nada para celebrarlo con ella. Nunca le había perdonado que fuera feliz por la infidelidad de Jesse.

Conocía las dificultades del pasado de su madre, sabía por qué se había aferrado tanto a él. Cuando era más joven, le había agradecido mucho su apoyo. En aquel momento pensó que, si aquél era el mayor defecto de Paula, él había tenido mucha suerte.

Masculló un juramento, se levantó de repente y la abrazó.

– Lo siento, mamá -dijo-. Llevo alejado de ti demasiado tiempo.

Ella se quedó rígida de la sorpresa, pero se relajó entre sus brazos y le devolvió el gesto con una ferocidad que hablaba de su dolor y de su amor.

– Tenías que ser tú mismo -le dijo.

Él le acarició la espalda y notó lo menuda que era.

– Me estás concediendo demasiado mérito. Quería hacerte daño. He sido un egoísta y un desgraciado. Pensaba que alejarme era lo peor que podía hacerte, pero no me daba cuenta de que me estaba castigando a mí mismo.

– Oh, Matthew -susurró ella.

– Espero que me perdones y que me des otra oportunidad.

Paula retrocedió y le sonrió con los ojos llenos de lágrimas y de cariño.

– No tengo nada que perdonarte, hijo.

Matt volvió a sentarse mientras ella servía unas tazas de café. Su madre no dejaba de mirarlo, como si estuviera comprobando si todo aquello estaba sucediendo de verdad. Le sonrió de nuevo y le entregó su taza.

– Otros días Gabe está aquí a estas horas, pero Bill se lo ha llevado a desayunar por ahí.

– No quiero hablar de ese hombre -refunfuñó Matt-. Conoce a Gabe mejor que yo.

– Lo ha tratado durante más tiempo, pero eso va a cambiar -dijo Paula-. Deberías estar contento. Cuidó mucho de Jesse y de Gabe mientras estuvieron lejos de aquí. Bill es un buen hombre.

Había algo en su voz. Matt la miró.

– ¿Por qué lo conoces tan bien?

– No lo conozco bien. Nos presentaron hace dos días. Pero tiene fuerza, solidez. Me alegro de que Jesse no estuviera sola. Estar sola con un bebé es muy difícil, y da miedo. Yo estuve sola contigo y estaba aterrorizada. Eras muy pequeño y yo tenía que saberlo todo. Sin embargo, tenerte me cambió. Por fin crecí -dijo con un suspiro-. Sólo tardé treinta y tantos años en hacerlo.

– Siempre estuviste a mi lado, pasara lo que pasara -dijo Matt.

– Te quería con toda mi alma. Siempre fuiste muy distinto a mí. Listo. Increíblemente listo. Sólo tenías ocho años cuando desmontaste tu primer ordenador. Y diez cuando aprendiste a montarlo completo.

Paula hizo una pausa y miró su taza de café.

– Tenías razón con respecto a mí -dijo en voz baja, sin alzar los ojos-. Antes. Tenía celos de tu relación con Jesse. Me daba cuenta de que ella era diferente. Tú eras diferente con ella. Nunca te habías relacionado con muchas chicas. Yo sabía que ibas a crecer y que lo harías, pero no pensaba que fuera a ocurrir cuando ocurrió. Quería tenerte conmigo para siempre y ella me demostró que eso no iba a suceder.

Alzó la vista y sonrió con tristeza.

– Me convertí en una persona que no me gustaba. Una persona dependiente y horrible que se preocupaba más por sí misma que por su hijo. Sabía que estabas enamorado de ella, y me puse muy contenta cuando Nicole me dijo que te había engañado. Estaba impaciente por decírtelo. Lo que no sabía era lo mucho que te iba a doler, ni que verías mi comportamiento como era realmente. Nunca pensé que pudiera perderte.

– Mamá…

Ella cabeceó.

– No, deja que diga esto. Me confundí, Matthew. Totalmente. Fui egoísta y te hice daño. Lo siento.

– Lo entiendo -dijo él-. No te preocupes más. Te quiero, siempre te querré. No debería haber esperado tanto para venir a verte. He sido un canalla, y lo siento.

Una parte de él, una parte fría y vacía, se llenó un poco, se caldeó.

Paula se secó las lágrimas con las manos.

– Estoy hecha un desastre.

– Estás muy bien.

– Soy un cliché, pero no me importa -dijo con una sonrisa entre lágrimas-. Te he echado de menos.

– Yo también. Antes no entendía la paternidad, pero ahora sí.

Ella asintió.

– Cada vez lo haces mejor con Gabe. El niño es maravilloso.

La punzada de ira que sintió Matt lo tomó por sorpresa.

– No debería hacerlo mejor. Debería haberlo conocido durante todo este tiempo. Sí, Jesse me dijo que estaba embarazada, pero ella sabía que yo no creía que el bebé fuera mío. Debería haberlo intentado otra vez. Debería haberlo intentado más.

– Entiendo tu frustración, y estoy de acuerdo.

– ¿Pero?

– Pero ella era muy joven, y estaba asustada y dolida. Nadie la creía. Nadie la escuchaba. Ni siquiera el hombre al que quería.

– Podía haber descolgado el teléfono. Eso no era difícil. ¿Cómo voy a recuperar yo ahora lo que he perdido?

– Lo sé -dijo Paula, acariciándole el brazo-. Créeme, yo sé todo lo que hemos perdido. No dejo de pensar en que, si me hubiera portado de otro modo, si hubiera aceptado a Jesse en vez de rechazarla, esto no habría ocurrido. Seguramente, vosotros os habríais casado y habríamos sido una familia.

Él recordó el anillo que le había comprado a Jesse en Tiffany's. Lo emocionado y enamorado que estaba. Quería hacerle el regalo más perfecto del mundo, demostrarle lo mucho que la quería.

¿En qué habrían sido distintas las cosas si él no se hubiera enterado de lo de Drew de la manera en que se enteró, si Jesse se lo hubiera contado con calma aquella noche? Probablemente, habría ido a darle una paliza a aquel desgraciado. Teniendo en cuenta lo que sabía de Drew, habría hecho un favor a varias personas.

Apartó todo aquello de su cabeza. ¿Qué le importaban todas aquellas cosas? Sólo tenía el presente. Jesse se había ido y se había llevado a su hijo. Después había vuelto y había puesto en sus manos la manera perfecta de vengarse. Era el ciclo de la vida.

– Tengo que volver a la oficina -le dijo a su madre, y le dio un beso en la frente-. Te llamaré pronto.

– Podríamos cenar todos juntos.

Como una familia. Como si todo fuera perfecto. Era una batalla de estrategia, y cualquier general estaría orgulloso de él. Debía transmitirle al enemigo sensación de seguridad, y después, atacar.

Salvo que Jesse no era su enemiga. Era la madre de su hijo, y la mujer de la que estuvo enamorado.

Se dijo que aquél no era momento de ablandarse. ¿No quería castigarla por lo que había hecho?

Recordó la mirada de alegría de su hijo mientras corría hacia otro hombre que había ocupado el papel de padre. Entonces se fortaleció contra cualquier debilidad. La victoria estaba cerca. Lo sentía. Podría vencer y seguir adelante.


Nicole estaba sentada en el porche trasero de su casa, con un café en la mano. Eric se encontraba en casa de un amigo, y las gemelas estaban dormidas a la vez, sorprendentemente. Debería disfrutar de aquel raro momento de soledad, pero no podía. No podía dejar de pensar en la última conversación que había tenido con Jesse.

Las dos tenían razón y estaban equivocadas, pensó con tristeza. Jesse quería que viera todo lo que había cambiado y madurado. Ella quería una prueba de que todo era distinto. Cuando la tuviera por escrito, quizá estuviera dispuesta a creerla.

Tomó un sorbo de café y estuvo a punto de atragantarse al oír una voz masculina y familiar.

– Estás más guapa cada año que pasa. Nunca voy a encontrar a nadie que esté a tu altura.

Se dio la vuelta y, con un gritito, dejó la taza en el suelo y corrió hacia el hombre alto y guapo que estaba en las escaleras.

– ¡Raoul! ¡Has venido! ¿Qué estás haciendo aquí? No me has llamado. ¿Sabe Hawk que has venido?

Se lanzó a sus brazos y él la estrechó con fuerza.

– Tienes buen aspecto -dijo ella, mirando su rostro fuerte y bello, su ropa de buena calidad.

– Gracias. He estado haciendo ejercicio.

Ella se echó a reír por aquella broma, y tiró de él hacia la casa.

Raoul hacía algo más que ejercicio. Acababa de firmar un contrato con los Dallas Cowboys después de graduarse en Oklahoma, donde había ido Hawk.

– ¿Has leído el material sobre inversiones que te envié por correo electrónico? -le preguntó mientras entraban en la cocina-. No puedes gastar mucho de lo que has ganado. Tienes que pensar en el futuro. No vas a ser jugador de la Liga Nacional de Fútbol para siempre.

Raoul la abrazó otra vez y le besó la mejilla.

– Siempre te preocupas por mí. Cuando no es por mis notas, es por la chica con la que estoy saliendo. Eres…

– No digas que soy como tu madre. Tendría que matarte.