Dev estaba sentado en la cubierta con las piernas colgando por el lateral del barco. Tomó un sorbo de la cerveza y miró a Carrie. Estaba tumbada en la cubierta de proa, con los ojos cerrados. Dev sospechaba que estaba dormida.
Había estado nadando durante casi una hora. Para cuando hubieron acabado, ella se había convertido en una nadadora aceptable. Le resultaba agradable tener algo que poder ofrecer a una mujer. Jillian era tan independiente que nunca había necesitado nada de él. Incluso cuando él le había dado un consejo, Dev siempre había tenido la sensación de que no lo estaba escuchando.
Sin embargo, el mero hecho de enseñar a Carrie a nadar le había dado un placer inconmensurable. Ella disfrutaba con las cosas pequeñas, una caracola que él le había llevado de la playa, un refresco que él le había preparado, la lona que le había extendido para protegerla del sol tropical… Cualquier cosa la agradecía con una dulce sonrisa.
La mirada de Dev se pasó de la boca al cuerpo. Ella no se había molestado en quitarse el camisón. Tal vez lo hubiera hecho si se hubiera dado cuenta de que se transparentaba cuando estaba mojado. La tela mojada se le pegaba a la piel, revelando la suave curva de los senos y el color rosado de los pezones.
Dev respiró profundamente. La amistad con Carrie le había parecido algo muy práctico para aquellas vacaciones. Sin embargo, desde el momento que había hecho aquella sugerencia, Dev se había empezado a preguntar si aquella decisión era la aceitada. ¿Cómo iba él a apartarse de ella cuando Carrie aparecía en sus brazos en cualquier ocasión?
Le costaba creer que la encontrara tan cautivadora. Si alguien le hubiera dicho que se iba a sentir atraído por una mujer como ella, le habría parecido absurdo.
– ¡Ah del barco!
Dev apartó los ojos de Carrie y vio a Fergus y a Moira acercándose en el bote. Entonces, él se llevó el dedo a los labios y señaló a Carrie.
Fergus asintió y Moira sonrió. Después de atar el bote, Fergus le dio las bolsas de la compra a Dev y luego ayudó a su esposa a subir a bordo, para luego hacerlo él.
– Entonces, ¿habéis tenido una buena mañana?
– Sí -respondió Dev. -Yo estuve buceando y Carrie aprendió a nadar.
– ¿De verdad? -preguntó Moira, con una picara sonrisa. -¿Y la enseñaste tú?
– ¡Moira McGuire O'Malley! -le gritó Fergus. -Deja el tema. A mi esposa le gusta hacer de celestina. Tendrás que perdonarla. Ya le he dicho que no había nada entre vosotros, pero a ella le parece que no es así.
– Si yo hubiera esperado a que tú te decidieras, Fergus O'Malley, todavía estaría soltera -le espetó Moira a su marido. -Reconozco cuando dos personas están hechas la una para la otra en cuanto las veo.
Con eso desapareció en la cocina, donde empezó a meter mido con las sartenes y las cacerolas.
– Ella tiene en mente que hay algo entre vosotros dos -le explicó Fergus. -No sé de dónde se saca esa mujer esas ideas, porque le he explicado que no hay ningún sentimiento entre vosotros.
– No. Solo somos amigos.
– Y yo sé que la señorita Reynolds quiere bajar del barco tan pronto como pueda para que pueda tener esas vacaciones que le prometieron.
Dev dudó. No le gustaba la dirección que estaba tomando aquella conversación.
– Tal vez. No sé. A mí no me ha dicho nada.
– He hablado con unos amigos en tierra. Van a volver en coche a Miami esta tarde. Le pregunté si les importaría llevar a la señorita al aeropuerto y me dijeron que no. O si quiere, puede esperar hasta mañana. Estaremos en Cayo Oeste y allí hay aeropuerto.
– En realidad, me parece que ha decidido quedarse.
– ¿Cómo? Pero si yo creía que…
– No -lo interrumpió Dev. -Nos hemos declarado una tregua. No hay razón alguna para que dos adultos no puedan pasar unas agradables vacaciones sin que tengan una relación. ¿No te parece?
Fergus frunció el ceño, con una expresión de sorpresa.
– ¿Has estado antes de vacaciones, joven? -preguntó el capitán, riendo.
– Sí. No. Bueno, no exactamente. He viajado, si es eso lo que me estás preguntando, pero nunca me he tomado unas vacaciones.
– Yo llevo paseando viajeros por estas aguas durante más años de los que me atrevo a contar -dijo Fergus. -Y lo que sé es una cosa. Sé que estas aguas, estos cayos de Florida tienen una manera de cambiar a las personas. Cuando una persona olvida sus problemas durante una semana o dos, se deja sitio para otras posibilidades mucho más intrigantes. El amor, por ejemplo.
– Nosotros no vamos a enamorarnos -dijo Dev, forzando una sonrisa. -Casi no nos conocemos.
– Yo supe que Moira era la chica que yo había estado esperando en el momento en que la vi. Fue amor a primera vista.
Dev consideró aquellas palabras durante un momento. Tal vez si él fuera un loco sentimental, creería al capitán Fergus. Sin embargo, él sabía que el amor no era algo que llegara tan fácil y rápidamente. Él y Jillian habían estado juntos durante más de dos años hasta que se habían planteado una vida juntos. Y en ese momento, su relación se había ido al garete.
– Yo no estoy planeando enamorarme de Carrie.
– Los planes no tienen nada que ver con esto -dijo Fergus, dándole una palmada en el hombro. -Por cierto, si estás tan decidido a no enamorarte, tal vez no deberías pasar estos días en una romántica isla con una chica bonita. Tal vez deberías ser tú el que se marchara a Miami antes de que lleguemos al Cayo Cristabel.
Dev observó al capitán mientras se dirigía a su cabina antes de volverse a Carrie. Tal vez debería decirle que podía volver a Miami. Si se le diera la opción, tal vez ella quisiera marcharse. Ya lo había querido hacer antes. ¿Qué le hacía pensar que había cambiado de opinión?
Dev inclinó la cabeza y suspiró. Estaba seguro de no haber mal interpretado el deseo que había visto en sus ojos azules. Ella había querido que él la besara. Pero, ¿acaso lo deseaba a él más de lo que deseaba irse a casa?
Sin embargo, él no quería que se marchara, al menos no hasta que hubiera averiguado por qué sentía esa fascinación por ella y supiera que ella no era la mujer que él buscaba.
Tenía que conseguir dejar de ver su hermoso rostro invadiéndole los sueños. No, no podía dejarla marchar. Si ella quería marcharse, entonces podría hacerlo desde Cayo Oeste. Hasta entonces, le quedaba un día para averiguar el misterio de Carrie.
– Ponte los zapatos. Nos vamos.
Carrie levantó la vista desde la cubierta de proa donde se había tumbado con una revista y una bebida fría. Él estaba apoyado contra el mástil, sin camisa y con los pantalones cortos que se había puesto para nadar. Cada día que pasaba, se parecía menos al hombre de negocios de Lake Grove y más a uno de esos cuerpos que se ven por la playa.
– ¿Dónde? Estamos en medio de ninguna parte.
– Entonces, no te pongas los zapatos -dijo él, saltando a su lado y poniéndola de pie. -Puedes ir descalza.
– Pero, ¿dónde vamos?
– Tengo algo especial que quiero enseñarte. Vamos a ir en el bote.
– Pero…
– Querías practicar, ¿no? Pues quiero que practiques aceptando mi invitación de buen grado. Entonces, quiero que te comportes como si de verdad te apeteciera pasar algún tiempo conmigo, como si tuvieras curiosidad sobre mis planes. ¿Podrás hacerlo?
– Sí, supongo que sí.
– Muy bien. La lección número uno va bastante bien -dijo él, dándole un rápido beso en los labios. -¿No crees? Eres una estudiante muy aplicada, Carrie Reynolds.
Carrie sonrió, tomando sus zapatos del camarote y siguiéndolo luego al bote. A ella le gustaban las sorpresas, especialmente cuando estas implicaban pasar tiempo a solas con Dev. Se habían pasado la mayor parte del día juntos, tomando el sol y nadando. Dev la había enseñado a bucear y a ella le había parecido que resultaba tan fácil como flotar.
Vieron un banco de peces loro y tres tipos diferentes de pez ángel y un pez mariposa, de cuatro ojos. A Carrie le estaba empezando a gustar el bucear cuando vieron un banco de pequeños tiburones. Aquello puso fin al buceo, ya que Carrie subió rápidamente al bote. Tras una larga siesta, se ducharon.
Carrie puso especial cuidado en arreglarse el pelo y se puso el vestido más bonito que tenía. Cuando salió del camarote, Dev la estaba esperando en la mesa con una maravillosa comida de pastelillos de cangrejo picantes y ensalada. Carrie aceptó tomarse una margarita, hecha con lima fresca de los Cayos. Después de la comida, ella se había puesto a leer en cubierta mientras Dev se iba de nuevo a bucear. Sin embargo, le había costado mucho concentrarse en la lectura.
Dev estaba en su elemento en el agua. Sin embargo, Carrie lo prefería fuera del agua, donde podría admirar su esbelto físico y las gotas de agua que empapaban el vello de su pecho y las imposibles pestañas.
Mientras Dev ayudaba a Moira a subir una cesta y una manta, Carrie no pudo dejar de admirar sus anchos hombros. Aunque le gustaba verlo con aquellos pantalones tan amplios, no podía dejar de preguntarse cómo estaría sin ellos.
¡Qué extraña parecía cuando, casi una semana atrás, había admirado el abrigo de cachemir que él llevaba puesto! En aquellos momentos, se imaginaba a Dev en la ducha, vistiéndose por la mañana, desnudo entre las sábanas… Nunca había sido una experta en la anatomía masculina, pero le parecía que estaba tan bien con la ropa como sin ella. Incluso, creía que tenía el más bonito…
– ¿Lista?
– Estoy lista -dijo Carrie, saliendo de sus ensoñaciones. -¿Dónde…? No importa. No me importa dónde vayamos.
– Ese es el espíritu -admitió Dev, mientras la ayudaba a bajar al bote.
Luego, desató el cabo y arrancó el motor. Poco a poco empezaron a separarse del Serendipity y se metieron en el canal. Islas diminutas los rodeaban, llenas de vegetación. A la suave luz del atardecer, Carrie podía ver los puentes que conectaban los cayos uno con el otro, como si fueran un collar de perlas. El aire era suave y cálido. Carrie podía saborear la sal en la brisa. Una bandada de pájaros marinos cruzó por encima de ellos, sumergiéndose en el agua como si fueran uno. A ella le costaba creer que aquellos eran los mismos cayos que estaban plagados de turistas. Desde el agua todo parecía verde y salvaje.
Dev había planeado unas vacaciones maravillosas. Si Jillian hubiera ido con él, hubiera podido contemplar toda aquella belleza. Y también hubiera sido el centro de las románticas atenciones de Dev. Sin embargo, era Carrie la que estaba allí, como si significaran algo el uno para el otro. Al mirarlo, él sonrió. Carrie supo entonces que sería feliz con los días que pasaran juntos. Después de todo, ¿qué mujer podría presumir de pasar unos días con el hombre de sus sueños en un lugar tan idílico?
Carrie miró al horizonte y suspiró. Todavía no había vivido todas sus fantasías. Había una en la que Dev y ella visitaban una isla desierta, como a la que se estaban acercando en aquellos minutos. Entonces, el bote se estropeaba y los dejaba allí, aislados del mundo. Por supuesto, Fergus y Moira irían a buscarlos, pero mientras tanto, estarían solos. Él construiría una pequeña cabana de hojas de palmera y pescaría peces y recogería cocos. Se pasarían el día nadando y haciendo el amor en la playa. Vivirían en un estado salvaje y desinhibido y se enamorarían. Cuando los rescataran, ya no tendrían ninguna duda de que pasarían el resto de su vida juntos.
De repente, el bote se detuvo y la proa se hundió en la arena de la playa. Carrie observó a Dev mientras él saltaba para meter el bote más en la arena. Luego, extendió la mano y la ayudó a salir.
– ¿Ya hemos llegado? -preguntó ella. -Sí. Tu isla desierta particular. ¿Qué te parece?
Ella tragó saliva. ¿Le habría él leído los pensamientos?
– Es muy tranquila.
– Exacto -dijo él, tomando la cesta y la manta. -Vamos. El mejor sitio está por aquí.
– ¿Cómo sabes tanto sobre este lugar? -preguntó Carrie.
– Vine aquí esta tarde mientras tú estabas durmiendo.
– ¿Qué estuviste haciendo aquí?
– Espera -dijo él, extendiendo la manta en la arena. -Ya lo verás -añadió, obligándola a que se sentara a su lado y luego sacando la botella de vino y las dos copas. Abrió la botella y llenó las copas. -Por los nuevos amigos.
– Por los nuevos amigos -repitió ella, golpeando suavemente su copa con la de él.
Se quedaron sentados en silencio, mirando el horizonte. Carrie no sabía lo que decir. ¿Por qué la habría llevado a aquel lugar? ¿Sería que él tenía la misma fantasía?
– Bueno -dijo ella.
– ¿Bueno qué?
– ¿Por qué estamos aquí?
– Ten paciencia -dijo él, bebiendo un poco de vino. -Ya lo verás.
– ¿Solo vamos a estar aquí sentados?
– Podríamos hablar -sugirió Dev. -Eso te serviría de práctica. ¿Por qué no me hablas de tu vaquero de Helena?
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