– ¿Vaquero?
– Del tipo del que estás enamorada.
– No es un vaquero -explicó ella, con voz suave. -Es un… un hombre de negocios. No sé exactamente lo que hace, pero es muy bueno en su trabajo.
Dev se detuvo un momento y luego sonrió.
– Me parece que ese tipo es un tesoro. Es el que buscan todas las mujeres. Rico, poderoso, con éxito…
– Eso no es todo lo que una mujer busca en un hombre -replicó Carrie.
– Entonces, ¿por qué no me explicas lo que quieren las mujeres, Carrie? Cuéntamelo.
– Me imagino que a todas las mujeres les gustaría encontrar un buen hombre -dijo ella, de mala gana. -Alguien amable y honrado. Y algunas mujeres quieren hijos. Una familia y una vida feliz.
– ¿Es eso lo que tú quieres, Carrie?
– Creo que sabré lo que quiero cuando lo encuentre -respondió ella, encogiéndose de hombros. -Pero hasta que lo encuentre, no estoy segura.
– Pero estás segura de que encontrarás lo que buscas con ese hombre.
– Tal vez. O tal vez con otra persona -afirmó ella, sintiendo que él no apartaba la mirada de ella. ¿Y tú? ¿Qué…? ¿Qué quieren los hombres?
– Alguien amable y honrada -dijo él repitiendo lo que ella había dicho. -Alguien a quien querer. Alguien como tú.
– Casi no me conoces -susurró ella, sonrojándose.
– Te conozco lo suficiente -murmuró él, tomándola de la mano. -Mira -añadió, señalando al horizonte. -Para eso te he traído aquí.
Carrie miró hacia dónde él le decía y se quedó sin aliento. El cielo parecía estar ardiendo con llamas rojas, rosas y violetas. No había visto en su vida nada tan hermoso ni una puesta de sol tan llena de color.
– Es maravilloso -dijo ella, volviéndose hacia Dev. Entonces, vio que él la estaba mirando. -Nunca he visto nada tan maravilloso.
– Pensé que te gustaría.
– Gracias por traerme aquí. No lo olvidaré nunca -agradeció ella, inclinándose sobre él y dándole un beso en la mejilla.
Carrie se volvió a ver cómo el sol se ponía lentamente sobre los cayos. Ninguno de los dos volvió a hablar, solo se dieron las manos y disfrutaron el momento. Cuando el sol se terminó de poner, Dev la llevó de vuelta al Serendipity, donde estuvieron sentados en la cubierta durante mucho tiempo, hablando y riendo, hasta que la luna los iluminó desde el cielo. Cuando él dijo que se iba a la cama, Carrie esperó que él quisiera compartir la cama de nuevo con ella. Pero cuando ella abrió la puerta del camarote, él se detuvo en el salón.
– No importa -dijo ella, con una sonrisa.
– Sí. Sí que importa.
– Pero no puedes dormir aquí. Lo hicimos anoche y no hubo… bueno, no… Te prometo que estás a salvo.
– Nadie que comparta una cama contigo puede estar a salvo, Carrie -susurró él, besándola en la frente.
Con eso, él la empujó dentro del camarote y cerró la puerta. Ella se sentó en el borde de la cama y se frotó la frente. Un temblor le recorrió la espalda por lo que se abrazó a sí misma y suspiró.
¿Que nadie que compartiera la cama con ella podía estar a salvo? Carrie sonrió. ¿Significaba eso que ella era peligrosa?
– Peligrosa -murmuró ella. -Compartir la cama conmigo es peligroso -añadió, riendo. -Me imagino que toda esta práctica está empezando a surtir efecto.
CAPÍTULO 06
Dev se quedó en la puerta del camarote de Carrie. Ella estaba sentada en el borde de la cama, sin saber que él la estaba observando. Aquella mañana, ella llevaba puesto un precioso vestido rosa. El pelo le caía suelto sobre los hombros. Con el esfuerzo de aplicarse la crema protectora, tenía el brazo retorcido por la espalda. Cuando se volvió hacia él, el vestido se le pegó al pecho.
Los dedos de Dev se agarrotaron al recordar cómo los había sentido bajo sus manos la primera noche, cuando la había confundido con Jillian. En aquel momento, deseaba poder recordar mejor lo que había tocado y lo que sentía al acariciarle las caderas.
Durante aquella noche de insomnio había tenido aquellos pensamientos, Podría haber seguido a Carrie al camarote y haberse metido en la cama con ella, pero aquel día ya había tenido suficientes tentaciones.
Dev sabía que si compartían la cama, él no podría apartar las manos de ella. No después de haber contemplado aquella puesta de sol. Carrie había estado tan hermosa a la luz de los últimos rayos de sol que a él le hubiera gustado verla a primera hora de la mañana. Sin embargo, había sido noble y caballeroso y había enfriado su deseo en la incómoda hamaca.
Jamás se había pensado dos veces si debía llevarse a una mujer a la cama, hasta que había conocido a Carrie. Las mujeres por las que él se había interesado en el pasado habían buscado más bien una noche de pasión que un futuro juntos. Sin embargo, Carrie no estaba hecha para aventuras de una noche. Tenía un corazón sensible y él no quería romperlo. No. Carrie era el tipo de mujer con la que un hombre se casaba, no de las de usar y tirar. El tipo de mujer con el que él querría pasar el resto de su vida… si estuviera interesado en los finales felices.
– ¿Estás lista? -preguntó Dev, entrando en el camarote.
– ¿Lista? ¿Para qué?
– Estamos en el Cayo Oeste. El hogar de Hemingway. Pensé que tal vez te apetecería salir. Ya sabes, como si fuera una cita… solo para practicar.
– ¿Una cita? -preguntó ella, poniéndose un poco de crema en la mano.
– Sí. Podemos hacer lo que hacen los turistas y luego podemos ir a un bonito restaurante. Cenar y luego tal vez ir a bailar. Todas las cosas que la gente hace cuando tienen una cita.
– ¿Ir a bailar? -preguntó ella, algo nerviosa. -¿Sabías que Cayo Oeste es el punto más al sur de los Estados Unidos? Bueno, eso sin incluir las islas. Ka Lae, en Hawai, está mucho más al sur.
– ¿Lo has leído en tu guía? -preguntó Dev, echándose un buen montón de crema en la mano.
– Ya lo sabía.
– Y supongo que conocerás también el punto más al norte, ¿verdad?
– Eso es fácil. Point Barrow, en Alaska o West Quoddy Head en Maine -respondió ella, con un hilo de voz, ya que Dev le estaba untando crema en la espalda. -El… el punto más alto es Monte McKinley.
Él seguía repartiendo la crema por la espalda y los hombros. En cuando la tocó, el calor que emanaba de la piel pareció aumentar. Dev intentó concentrarse en su tarea, pero en lo único en lo que podía pensar era en la suavidad de la piel o en la perfecta curva del cuello.
– ¿Y el punto más bajo es el Valle de la Muerte?
– Mmm -dijo ella, cerrando los ojos. -Está a doscientos ochenta pies por debajo del nivel del mar. El lugar más bajo del mundo es el Mar Muerto. Unos mil pies más bajo que el Valle de la Muerte.
– Sabes mucho de geografía -dijo él, aplicándole crema debajo del cuello.
– Gané un premio en el colegio. Cuatro años seguidos. Era la asignatura que mejor se me daba.
Dev se detuvo, como si se hubiera dado cuenta de que aquel era otro pequeño retazo de información que ella le regalaba. Sabía que era de Helena, que estaba enamorada de un hombre que no conocía, que su padre era vendedor y que su madre había muerto cuando ella era una niña. Pero aquello era todo lo que sabía de ella.
– Así que eras una de las listas de la clase -susurró Dev. -Me apuesto a que tenías un montón de novios.
– No. Yo nunca tuve novio en el instituto -respondió Carrie, abriendo mucho los ojos. -Yo era… realmente tímida. No era nada guapa. Llevaba unas gafas de culo de vaso y aparatos en los dientes. Y estaba un poco… gordita.
Dev pasó los dedos suavemente por los hombros y luego la frotó sobre los brazos. No podía apartar los ojos de un punto en el centro de la garganta. Sin embargo, cuando él se inclinaba para besar aquel punto, ella se puso rígida, por lo que él pudo recobrar el sentido común. Luego ella se relajó y respiró suavemente. Los dedos de él se deslizaron por debajo de la fina hombrera del vestido y Dev la apartó. Oyó que ella contenía el aliento. Entonces, esperó un momento. Luego la giró para que ella lo mirara. Quería besarla, y continuar aquella suave seducción.
Entonces, comprendió que nunca había necesitado a una mujer de la manera en que necesitaba a Carrie. Ella se había convertido en una necesidad innegable para él.
Él no quería que ella se negara, así que cubrió inmediatamente su boca con la de él. Carrie emitió un suave gemido, un sonido que pareció más de deseo que de rechazo. Como si quisiera convencerla aún más, él profundizó el beso. De repente, aquel momento se llenó de posibilidades, pero Dev se contuvo.
– Yo te hubiera pedido que vinieras conmigo al baile.
– No -respondió ella, sonrojada. -Nunca lo hubieras hecho. Los hombres como tú nunca se fijan en las mujeres como yo. Pasáis a nuestro lado en la calle y ni siquiera nos miráis.
– ¿De qué estás hablando? Claro que me fijaría en ti.
– Tal vez deberíamos irnos -sugirió Carrie, aclarándose la garganta. Entonces se puso de pie y se estiró el vestido. -¿Has visto mi sombrero? Yo no debería salir sin mi sombrero.
– Espera un momento -replicó él, asombrado por aquel comportamiento.
– No necesito más crema -dijo ella. -Ya me has untado bien todo el cuerpo. Estoy segura de ello.
– No es eso lo que me preocupa. Siéntate un momento. Quiero hablar contigo.
– No necesitamos hablar. Necesitamos marcharnos. ¡El Cayo Oeste no espera! -exclamó ella, inundada con una falsa alegría.
– ¿Te das cuenta de que es la primera vez que has hablado de ti en todo el viaje? -le preguntó Dev, tomándola del brazo y obligándola a sentarse. -Quiero que me cuentes más.
– ¿Por qué?
– Porque quiero conocerte, Carrie. ¿Hay algo malo en eso?
– No hay razón alguna para ello. Lo que quiero decir es que después de estas vacaciones, no volveremos a vernos. ¿Por qué ibas tú a querer saber más de una persona que no vas a volver a ver?
– Maldita sea, Carrie, no te estoy pidiendo que me reveles secretos nacionales. Solo quiero saber un poco sobre ti. Somos amigos, ¿no?
– ¿Tú crees?
– ¡Sí! Pensé que en eso nos habíamos puesto de acuerdo.
– Los amigos no se besan como tú acabas de besarme a mí. Y… y cuando me tocas, no lo haces como me tocaría un amigo.
Dev contuvo el aliento. Ella tenía razón. A la menor oportunidad, se había aprovechado de su buena naturaleza y su inocencia, asumiendo que el deseo que ella sentía era tan fuerte como el que sentía él. Sin embargo, a juzgar por la expresión que había en el rostro de Carrie, sabía perfectamente que se había equivocado.
– Lo siento -dijo él. -No quería obligarte a nada.
– Y no lo has hecho -replicó ella. -A mí me gustó que me besaras.
– ¿Te gustó?
– Sí. ¿A qué mujer no le gustaría? Lo que quiero decir es que tú eres guapo y encantador. Y estoy segura de que a todas las mujeres a las que has besado les ha gustado. Tú besas bastante bien.
– Entonces, ¿cuál es el problema?
– El problema es que en unos pocos días, los dos volveremos a casa. Y nunca nos volveremos a ver. Yo no quiero hacer algo que los dos podamos lamentar.
– ¿Quién dice que no nos vamos a volver a ver? -le espetó Dev, a pesar de que él había sido la primera persona que había asumido que sería así.
Sin embargo, no quería creer que Carrie desaparecería simplemente de su vida. ¿Significaría aquello que quería mantener una relación con ella?
– Venga ya, Dev -dijo ella. -Tú tienes tu vida y yo no formo parte de ella.
– Y tú tienes tu vaquero, ¿no? -musitó Dev.
– ¿Mi vaquero?
– Ese tipo de Helena. El tipo del que estás enamorada.
– Mi hombre de negocios -lo corrigió ella.
– ¿Cómo sabes que lo amas? ¿Cómo puedes estar tan segura? Casi no lo conoces. Yo estuve dos años con Jillian y pensé que la quería. Pero estaba equivocado. Ya ni siquiera pienso en ella. Casi ni se me pasa por la cabeza. ¿Cómo puedes estar tú tan segura?
– Yo no estoy segura de nada -dijo ella, algo a la defensiva. -No sé lo que va a pasar cuando llegue a casa. Tal vez nada. O tal vez mi vida cambiará completamente. Pero lo que sí que sé es que esto no es la vida real. Esto es como un paraíso temporal donde todo parece perfecto. Ahora, ¿dónde está mi sombrero?
– Yo también sé una cosa -dijo Dev. -Yo soy real. Yo estoy aquí contigo y él no. Eso tiene que significar algo, ¿no te parece?
– Significa que podemos pasar unas maravillosas vacaciones juntos -dijo Carrie, sonriéndole. -Significa que podemos pasear por el Cayo Oeste y ver las vistas. Podemos ser amigos, Dev. Eso es todo -añadió ella, descubriendo por fin el sombrero entre la ropa de la cama. -Aquí está. ¿Nos vamos?
– De acuerdo, si eso es lo que quieres -accedió él, de mala gana.
– Es lo que quiero -afirmó Carrie.
Con eso, se puso el sombrero, con el ala cubriéndole los ojos. Dev no sabía si lo que ella había dicho era cierto, pero tenía que creerla. Carrie Reynolds no quería nada de él que no fuera amistad.
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