¿Por qué lo molestaba aquello? Con toda seguridad, hacía que su vida fuera más sencilla. No tendría que preocuparse por hacerle daño. Ella nunca sentiría por él más de lo que él sentía por ella. Todo era perfecto.

Sin embargo, si todo era tan sencillo, entonces, ¿por qué estaba tan confundido?


Carrie se sentó en el banco de un parque y se frotó sus doloridos pies. Ella y Dev habían conseguido ver la mayor parte de los lugares más importantes del Cayo Oeste en un día. Finalmente, se habían detenido en un jardín lleno de plantas tropicales. Las palmeras construían una hermosa cúpula sobre sus cabezas. Carrie encontró que el aroma de plantas verdes y tierra húmeda era muy diferente al olor del mar al que tanto se había acostumbrado.

Ella se había enamorado del Cayo Oeste, con sus hermosas casas de estilo Victoriano y sus bulliciosas calles. Los habitantes de la ciudad se mezclaban con los turistas, componiendo un grupo de lo más colorista. Carrie y Dev pasaron por las casas de Hemingway y Audubon, visitaron museos dedicados a los buscadores de tesoros y los que provocaban naufragios. Finalmente, subieron las escaleras de un pequeño faro con la esperanza de ver el lugar donde estaba anclado el Serendipity.

Mientras paseaban por el sendero, la brisa se enredaba en la falda de Carrie. Cuando se puso a mirar a Dev, vio que él estaba estudiando una flor exótica. A su alrededor, los pájaros cantaban en un ruidoso coro. Sin embargo, en lo único en lo que podía pensar Carrie era en las mentiras que le había contado a Dev aquella mañana.

Si él dejara de besarla y abrazarla, tal vez podría poner sus sentimientos en orden. Sin embargo, después de su encuentro en el camarote aquella mañana, ella ya no sabía lo que él quería de ella, ni lo que ella quería de él. A pesar de que él afirmaba que solo quería que fuesen amigos, cada vez que ella lo miraba a los ojos veía algo más.

Además, estaban todas las cosas que ella necesitaba. Deseaba que la tumbara en la cama, que le quitara el vestido y que besara su piel desnuda. Jamás había pensado tanto en el sexo, pero desde la primera noche que pasó con Dev, había sido su único pensamiento. Si sus besos servían de algo, el sexo con él sería increíble.

Entonces, ¿qué la detenía? Para eso había ido a aquellas vacaciones. Si ella se decidía, estaba segura de que podría llevarse a Dev a la cama otra vez, y aquella vez para algo que no fuera dormir.

– No seas ridícula -musitó para sí misma. -Tú nunca has seducido a un hombre en tu vida.

Además, seducir a Dev no sería como seducir a otro hombre. Ella se había enamorado de él sin siquiera haberle hablado. ¿Cómo podría desengañarse de él después de compartir una experiencia tan íntima? Hacer el amor con Dev Riley sería la peor equivocación de su vida.

Lo contempló mientras se acercaba a ella. Aunque le había dejado sus sentimientos bastante claros, había esperado que él volviera a intentar besarla o tocarla durante su excursión. Sin embargo, lo único que él había hecho era tomarla de la mano. Si tenía algún pensamiento lujurioso, lo había escondido bastante bien.

– ¿Estás lista para cenar? -le preguntó Dev.

– Sí. Todo esto es tan bonito. Resulta difícil de creer que seguimos estando en los Estados Unidos. Todo es tan… exótico.

– Si los habitantes de la zona se hubieran salido con la suya en 1982, tal vez esto no sería parte del país. La patrulla de la frontera estableció controles de carretera en las autopistas para intentar capturar a los traficantes de drogas, pero solo consiguieron que los habitantes de los cayos se enfurecieran. Así que los locales pretendieron que querían separarse del país y la patrulla de la frontera quitó los controles.

– ¿Has leído eso en tu guía? -bromeó Carrie.

– No. Lo he leído en un cartel en la oficina de información.

– Me alegro mucho de que me hayan enviado a unas vacaciones que yo no pedí -dijo ella, entrelazando su brazo con el de él. -No se me ocurre otro lugar en el que prefiriera estar en estos momentos. Mañana tal vez podamos ir a ver el acuario.

– Mañana por la mañana nos vamos al Cayo Cristabel. Esa es la visita más bonita de todo el viaje.

– Vaya. Siempre creo que un lugar es el más interesante del viaje y luego me entero de que el del día siguiente es todavía mejor. Debería tomarme vacaciones más a menudo.

– ¿Dónde irías la próxima vez?

– No sé. Tendría que ser algún lugar cálido. En Chicago todo es tan gris y tan deprimente. Aquí, todo es cálido y verde.

– En Chicago hace mucho frío -afirmó Dev. -Pero no hace más frío que en Helena, ¿verdad?

Ella se volvió a mirarlo, completamente confundida. ¿Qué acababa de decir? ¿Había mencionado Chicago?

– Sí -respondió ella por fin. -En Helena hace mucho más frío. No quiero volver a Helena. Helena es terriblemente frío y gris.

– Podríamos quedarnos -sugirió Dev. -Podríamos dejar nuestros trabajos y construirnos una pequeña cabana en la playa. Tú podrías vender caracolas.

– Te aburrirías mucho -respondió ella, aliviada de haber podido ocultar su pequeña mentira. -A ti te encanta tu trabajo. Quiero decir, nunca te tomas vacaciones y esta es la primera… -añadió ella, interrumpiéndose en el acto. Si se suponía que no conocía a Dev, ¿cómo iba a ser posible que conociera aquellas cosas?-… quiero decir, te encanta tu trabajo, ¿verdad?

– Claro que sí -dijo él, mirándola algo extrañado. -Pero hasta que me tomé estas vacaciones, no me di cuenta de lo que me había estado perdiendo. Necesito tomarme más tiempo libre.

– Hay tantos lugares interesantes que visitar -musitó ella, asustada de seguir hablando. Si no tenía cuidado, le diría algo que él no debería saber.

– A decir verdad -confesó él, apretándole la mano, -preferiría estar aquí contigo que en ningún otro lugar del mundo.

– Eso es muy bonito.

– Vine a este viaje porque quería escapar de las mujeres. Después de lo de Jillian, había decidido borrar al resto de las de su sexo de mi vida. Pero entonces, apareciste tú en mi cama y todo cambió. Ese tipo del que estás enamorada tiene mucha suerte, Carrie.

– Él no sabe cuánta -replicó ella, apartando la mirada.

Sin embargo, ¿se sentiría Dev afortunado si supiera que era él el objeto de aquel amor? ¿O se sentiría traicionado por las mentiras de Carrie? Ella suspiró. Tenía que asegurarse de que él nunca lo descubriría.


Carrie levantó la cara al cielo y giró sobre sí misma. Los efectos del ron hicieron que las piernas se le doblaran un poco, así que Dev tuvo que recogerla entre sus brazos. Tenía los labios tan tentadores que él tuvo que controlar sus impulsos para no besarla. Con una risita, ella improvisó un paso que había aprendido aquella noche.

– Nunca había bailado así en mi vida -dijo.

Dev se echó a reír y la estrechó entre sus brazos, bailando con la suave música que salía de una taberna cercana. El cuerpo de Carrie era cálido y sus senos se apretaban contra su pecho.

– ¿Cómo habías bailado?

– Yo sola -replicó Carrie. -Con el pijama y mi gata. A Eloise la encanta Madonna y a mí Motown. Nos hemos pasado muchas noches de sábado bailando juntas.

Dev sonrió y cerró los ojos. No había muchas mujeres que estuvieran dispuestas a admitir su falta de vida social. Las mujeres con las que él había salido creaban una atmósfera de sofisticación que le había hecho sentirse en muchas ocasiones como el último de la lista. Sin embargo, con Carrie no había nadie esperando, a excepción del vaquero de Helena.

Dev le pasó el brazo por los hombros y empezaron a pasear hacia el puerto. Era casi medianoche y el Cayo Oeste parecía estar empezando a despertar. Los turistas y los locales se preparaban para disfrutar la noche. La música que salía de las tabernas creaba un ambiente festivo con variopintos contrastes.

Habían comenzado la tarde cenando en un pequeño café especializado en cocina caribeña. Los dos probaron de lo que él otro había pedido y charlaron agradablemente. Ella le contó, con cuidado, todos los detalles de su infancia, incluso su helado favorito: el de pasas al ron.

Para cuando terminaron con los postres, Dev había decidido que era la mujer más hermosa del mundo, al menos en lo que él había aprendido a valorar más que un cuerpo perfecto y una apariencia impecable. Carrie irradiaba belleza interior y lo iluminaba todo a su alrededor.

También, ella era la mujer más misteriosa e intrigante que él había conocido. Algunas veces, hablaba abiertamente, pero otras parecía haber una barrera entre ellos, como si ella estuviera pensando lo que debía decir. A él le parecía que era un esfuerzo por proteger su vulnerabilidad.

Ella le había preguntado por sus negocios y él la había aburrido con los detalles. Normalmente, él hablaba de su infancia con pocas palabras, pero le había contado a Carrie todo. Que había vivido en unos cuantos apartamentos desastrosos, con unos padres que se veían obligados a tener dos trabajos cada uno para mantener a cinco hijos. Sobre cómo su padre había ahorrado para abrir su propia empresa de electrónica. De cómo Dev lo había ayudado a convertir aquel negocio en una multinacional antes de que él se retirara a disfrutar la vida.

Después de cenar, fueron a un ruidoso bar con un camarero, llamado Billy, que afirmaba ser descendiente de contrabandistas, jugadores y gente de esa calaña. Billy consiguió que Carrie se animara a probar una bebida llamada «delicia del bucanero», una mezcla de ron y zumo de frutas, servida en un vaso con forma de barco pirata. Para cuando ella había conseguido que el líquido bajara de la cubierta, Carrie había aceptado la invitación de Dev para bailar.

– ¿Dónde vamos ahora? -preguntó ella.

– De vuelta al barco. Es hora de que te vayas a la cama. El capitán Fergus quiere zarpar para Cristabel dentro de unas pocas horas.

– Pero yo no quiero marcharme de aquí. Me gusta. Nadie se preocupa de lo que eres o de dónde vienes. Puedo ser yo simplemente.

– Te gustará el Cayo Cristabel. Te lo prometo.

– Pero aquí hay tantas cosas que hacer. ¿Por qué no nos quedamos aquí hasta que volvamos a casa?

Dev no se había molestado en hablarle a Carrie sobre la última parada del viaje. Y ella no había preguntado al capitán Fergus. No estaba seguro de que fuera a aceptar ir a Cayo Cristabel, pero no quería correr el riesgo de que así fuera. Ni siquiera él sabía por qué tenía tantas ganas de llevarla allí.

La villa privada de Cayo Cristabel tenía fama de ser el lugar más bonito de todos los cayos. Él lo había elegido con el propósito de pedirle a Jillian que se casara con él.

Pero Jillian ya no formaba parte de su vida. Dev quería compartir sus últimos dos días de vacaciones con Carrie, en su isla privada. Dev no sabía lo que iba a pasar allí. Tal vez esperaba entender de una vez sus sentimientos por Carrie o simplemente cerrar con un broche de oro aquellas vacaciones antes de que los dos se separaran. Tal vez esperaba simplemente que entre los dos pudieran saber lo que pasaba con su relación.

Él era un hombre al que gustaba tener estrategias preparadas. Sin embargo, con Carrie le resultaba imposible. Ella era una masa de contradicciones, envuelta en un cuerpo que le volvía loco de deseo. Ella estaba enamorada de otro hombre y, sin embargo, cada vez que la besaba, sentía que se deshacía en sus brazos. Además, ella le había invitado a su cama.

Entonces, ¿por qué tenía tanto miedo de arriesgarse? Había decidido respetar a Carrie, pero él mismo estaba llegando a la conclusión de que solo estaba intentando evitar sus verdaderos sentimientos.

Si no le hacía el amor a Carrie, no podría enamorarse de ella, ni ella de él. Y si no se amaban, entonces no tendrían problemas para separarse.

Aquello era lo mejor. No más besos, ni más deseo.

Serendipity se balanceaba ligeramente contra el muelle. Como Dev llevaba de la mano a Carrie, tiró de ella cuando vio que se acercaba demasiado peligrosamente al borde. Carrie se había excedido un poco con el ron y sin duda dormiría bien aquella noche. Al llegar al barco, él la ayudó a subir y a bajar por las escaleras al salón principal.

– Necesitamos música -dijo Carrie, rodeándole el cuello con los brazos. -Quiero bailar.

– Y yo creo que deberías dormir, Carrie -respondió él, besándole la punta de la nariz.

– Tal vez tengas razón -susurró ella, cerrando los ojos.

– Claro que tengo razón.

Un beso no podía hacer ningún daño. Sería solo un beso de buenas noches entre amigos, así que Dev se inclinó y le cubrió los labios.

Sin embargo, al sentir que ella aceptaba aquel beso plenamente, se olvidó de sus buenas intenciones y se concentró solamente en saborear su boca.

– Creía que habíamos decidido no volver a hacerlo más -dijo Carrie, apartándose.