– No puedo evitarlo, Carrie. Algunas veces simplemente tengo que besarte. ¿Qué te parece si cuando sienta la necesidad te lo pido? ¿Qué te parece eso?
– Te diría que no -lo advirtió ella, sonrojándose.
Dev acarició la nuca de Carrie y le hizo echar la cabeza hacia atrás para poder mirarla a los ojos.
– ¿Puedo volver a besarte, Carrie?
– No.
– De acuerdo, entonces, esta será la última vez.
– La última vez -repitió ella.
Dev la besó de nuevo, enredando la lengua con la de ella. Lentamente le acariciaba el abdomen, acercándose a los senos. Sin embargo, Dev de repente se detuvo, consciente de lo que había estado a punto de hacer. Había estado a punto de cruzar el umbral de algo más íntimo.
Él se apartó y esperó hasta que ella abrió los ojos. Deseaba ver su reacción. Carrie parpadeó hasta que los efectos de aquel beso fueron desapareciendo. Poco a poco, vio que las sensaciones anteriores se iban reemplazando con… placer.
– Qué… agradable -dijo ella. -Gracias.
– No tienes por qué darme las gracias.
– Ha sido una… buena práctica.
– ¿Práctica?
– Sí. Nuestra cita. El beso. Es solo para que yo practique, ¿no?
Dev se sintió muy frustrado. ¿Por qué tenía que negar ella la pasión que sentía?
– Creo que ya hemos tenido suficiente por una noche -replicó él, empujándola hacia el camarote.
– La práctica ayuda a perfeccionarse.
En realidad, aquello no era cierto. Carrie ya era perfecta para Dev. Parecía como si estuvieran destinados a estar juntos, en contra de lo que decía el sentido común. Con cada hora que pasaba, su necesidad se iba haciendo cada vez más intensa.
Sin embargo, lo único que les faltaba era tiempo. En dos días, ella volvería a Montana, con el hombre que amaba. Él tendría que volver a Chicago. Aquellas vacaciones terminarían… y la vida real volvería a empezar.
– ¿Quieres dormir conmigo esta noche? -preguntó ella.
– ¿Cómo dices?
– En la cama. Esa hamaca es muy incómoda. A mí no me importa. Sé que te comportarás como un perfecto caballero.
– Imposible -murmuró Dev.
Ya se estaba cansado de comportarse como un caballero con Carrie, especialmente cuando ella respondía tan apasionadamente a sus caricias. Tenía que haber algún modo de que ella reconociera la pasión que sentía, de hacerla sentir el deseo que él sentía por ella.
Dev estaba acostumbrado a conseguir lo que deseaba y deseaba a Carrie. Sin embargo, no tenía ni idea de cómo conseguirla. Además, no sabía si lo que buscaba era una sola noche de amor o muchas noches para disfrutar de su voz y de su mirada. Hasta que supiera exactamente lo que quería, probablemente era mejor que no se metiera en su cama.
– Buenas noches, Carrie -respondió él, abriendo la puerta del pequeño camarote. -Que duermas bien.
CAPÍTULO 07
– ¿Estamos solos? ¿Completamente solos? -preguntó Carrie, en medio del amplio vestíbulo, con las maletas extendidas a sus pies. Su voz resonó por los frescos suelos de azulejos de estilo español hasta lo alto de las escaleras. -¿Dónde están Fergus y Moira y el resto de los invitados?
– Fergus y Moira se han ido. Y no hay otros invitados.
Carrie empujó el equipaje y salió corriendo hasta las puertas principales. La vista del océano desde allí era fantástica. Se veía al Serendipity apartándose del muelle y volviendo en dirección a Cayo Oeste.
– No lo entiendo. ¿Por qué nos dejan solos?
– Una isla privada no es muy privada cuando hay una multitud de personas alrededor -murmuró Dev. -Mira esa playa. ¿No es una maravilla? ¿Y qué te parece la casa?
– Tiene que haber servicio -dijo ella, con un matiz de desesperación en la voz. -¿Dónde está el servicio?
– Les pedí que vinieran solo por la mañana. Nos han dejado las comidas preparadas y el frigorífico está bien pertrechado. Tenemos todo lo que necesitamos aquí. Y si hay una emergencia, siempre podemos llamar por radio.
– ¿Por qué no me dijiste que íbamos a estar solos? -preguntó Carrie, algo frustrada.
– No creí que fuera importante -replicó Dev, encogiéndose de hombros. -En realidad, todas las vacaciones hemos estado solos. Hemos dormido en la misma cama en más de una ocasión. ¿Qué hay de diferente en esto?
– Es diferente -musitó Carrie, recogiendo su equipaje.
Y así era. A bordo del barco había otras personas. Había fronteras, acuerdos. Allí tenían… el marco más romántico que ella hubiera podido imaginar en alguna ocasión. La casa parecía una mansión sacada de un documental sobre la vida de los ricos. Era perfecta.
El edificio, de estuco blanco, estaba a pocos metros de la playa y tenía una amplia galería que se extendía por un lado completo de la casa, conectando el piso superior con la playa. El diseño combinaba los estilos español y francés con influencias de la arquitectura local. Los techos eran muy altos y estaban adornados con hermosos ventiladores. Las puertas de acceso a la casa, que eran de cristal, estaban cubiertas de gruesas cortinas y el interior estaba decorado con colores salmón y crema. Las hojas de las palmeras, plantadas en grandes macetas por todos los rincones de la mansión, susurraban con la fresca brisa marina. La casa tenía un aire tranquilo, exótico y algo desconcertante.
– No estás enfadada conmigo, ¿verdad?
– Teníamos un acuerdo -dijo ella, mientras subía la escalera a duras penas con el equipaje. -¿Es que no te acuerdas?
Dev iba pisándole los talones. Cuando ella tropezó por segunda vez, él le tomó la mayor de sus maletas y se la llevó a lo alto de las escaleras. Luego se puso delante de ella, bloqueándole el camino.
– ¿Qué acuerdo?
– Se supone que primero tienes que preguntar -le respondió ella. -¡Y si quiero decir que no, puedo hacerlo perfectamente!
– Eso es para lo de los besos. ¿Qué tiene eso que ver con este lugar?
– No te hagas el tonto -le espetó Carrie, rodeándolo para poder pasar. Luego atravesó el rellano y entró en la primera habitación. Una enorme cama con dosel, hecha de caoba, dominaba la habitación. -¡Mira esto! ¡Me has traído aquí para… para seducirme!
– En realidad, mi agente de viajes planeó todo esto hace un par de semanas -replicó él, riendo. -Yo había planeado pedirle a Jillian que se casara conmigo aquí. Esta habitación iba a ser el lugar donde lo iba a hacer -añadió, señalando la cama. -Efectivamente, ese hubiera sido el lugar exacto.
Carrie sintió que se sonrojaba. ¿En qué había estado pensando? ¿Cómo había podido olvidarse de Jillian? Dev no la había llevado allí a propósito. Aquella casa pertenecía al itinerario original, un itinerario del que ella no había formado parte desde el principio.
Carrie se castigó en silencio. Susie había preparado todo aquello para él. Ella era una profesional de primera clase, ya que no todas las agencias de viajes podían encontrar casas tan lujosas. Aquella casa era el lugar perfecto para la seducción y tenía todas las comodidades que un huésped pudiera desear. Aquel era el último lugar del mundo en el que a ella le gustaría encontrarse con Dev Riley.
– Lo siento -dijo ella. -Lo que me había imaginado no es cierto. Solo pensé…
Dev le cubrió los labios con un dedo para evitar que siguiera hablando. ¿Por qué no podría ella pensárselo antes de hablar? ¿Por qué tendría que decir lo primero que se le venía a la cabeza?
– Bueno, creo que tenías razón -admitió él. -Tal vez evité, deliberadamente, decirte que íbamos a estar solos aquí. Tal vez te traje aquí para seducirte. Ni siquiera yo mismo estoy seguro. Lo que sí que sé es que quería que pasásemos nuestros últimos días de vacaciones aquí. ¿Hay algo malo en eso?
Carrie abrió la boca para protestar, pero él la interrumpió de nuevo, aquella vez con un rápido beso, breve pero increíblemente seductor.
– Y también tienes razón en lo de nuestro acuerdo -añadió él.
– ¿Nuestro acuerdo?
– El de los besos. También es válido para otros… placeres. No pasará nada aquí, Carrie, a menos que tú lo quieras. ¿Me comprendes?
Ella asintió y luego sonrió de manera forzada. ¿A menos que ella quisiera? ¡Pero si aquello era en lo único que había estado pensando desde que se lo había encontrado en la cama! Había sopesado los puntos a favor y los puntos en contra un millón de veces y todavía seguía sin saber lo que quería. Sin embargo, lo que sí sabía era que si quería consumar su mayor fantasía tendría que pedirlo.
¿Cómo iba a pedir que la sedujeran? Ella siempre había pensado que era un tipo de acción que se efectuaba sin hablar, algo que las dos partes sentían simplemente que había llegado el momento. ¿Cuándo iba a pedirlo? ¿Antes de irse a dormir por la noche? Además, ¿qué importaba? Carrie sabía que jamás reuniría el valor suficiente para pedírselo.
– Entonces, ¿esta cama es tuya o mía?
– ¿Cómo? -preguntó ella, mirando a Dev por encima del hombro.
– Esta casa tiene cinco habitaciones. ¿Es esta la que quieres?
Carrie asintió. Con eso, Dev se puso a recogerle el equipaje y se lo puso encima de la cama para acercarse luego a las ventanas y abrirlas. Mientras miraba el mar, la brisa del océano le alborotó el pelo. Carrie se lo imaginó en aquel mismo lugar, a media noche, mientras ella estaba tumbada en aquella magnífica cama. Él tendría los ojos agotados y la piel cubierta de sudor… y ella estaría deseando que volviera a hacerle el amor.
Carrie sintió que se le hacía un nudo en la garganta. ¿Sería posible que viviera aquella escena antes de que se acabaran aquellas vacaciones? Si ella quería que así fuera, tendría que hacer que ocurriera pronto. Solo iban a pasar dos noches en aquella isla antes de que se terminara todo.
El corazón de Carrie le dio un vuelco al darse cuenta de que no volvería a estar a solas con Dev. No era que no fuera a volver a verlo. Él seguiría entrando en su vida de vez en cuando, cuando fuera a la agencia, pero nada sería igual. Él no sabría quién era ella, ni siquiera que ella estaba cerca. Sin embargo, así sería. Ella estaría observándolo y pensando en cada momento lo que habían compartido, regalándose con aquellos recuerdos.
– Me voy a la playa -dijo Dev. -¿Te apetece venir?
– No. Creo que voy a deshacer las maletas y a explorar la casa. Ve tú. Diviértete.
Dev asintió y salió de la habitación. Ella se acercó a las puertas de la terraza y salió al exterior, aspirando el aire marino. Tal vez debiera dejar de preocuparse sobre lo que podría ocurrir y simplemente pasárselo bien.
Entonces regresó a la cama y abrió las maletas. La jornada de compras en Cayo Oeste había sido un éxito. Se había comprado un precioso vestido hecho de gasa. La amplia falda y el ajustado corpiño la hacían sentirse increíblemente femenina y el pálido color destacaba el bronceado que ella había adquirido a lo largo de los días anteriores. Carrie decidió ponérselo para cenar aquella noche. También se había comprado unos pendientes de plata y un cuarzo rosa que se balanceaba seductoramente sobre el cuello.
Carrie abrió otra bolsa y vertió el contenido encima de la cama. Una cascada de color apareció delante de ella: azul eléctrico, amarillo chillón, fucsia… el traje de baño y el pareo a juego habían sido adquiridos en un impulso. Se había dado cuenta de que no podía seguir nadando en camisón si le surgía la oportunidad, muy probable en una isla, de volver a ir a nadar con Dev. Quería estar preparada.
Carrie nunca se había puesto un traje de baño, probablemente porque no le gustaban mucho sus muslos.
– Tal vez vaya siendo hora de que me atreva. -murmuró, quitándose los zapatos de un golpe de pierna.
Entonces, se quitó el vestido y se sujeto el traje de baño delante del cuerpo. No había tenido valor para probárselo en la tienda, simplemente se había limitado a comprar la misma talla de los vestidos.
Suspirando profundamente, Carrie se quitó el sujetador y se puso el traje de baño. De todas las experiencias de la vida, nada podría aterrorizar más a una mujer que probarse un traje de baño. Por lo menos, eso era lo que le parecía a ella. Luego tomó el pareo y se lo anudó a la cintura. Poco segura de sí misma, se dirigió al cuarto de baño que había dentro de la habitación y se miró en el espejo. Durante unos segundos, tuvo miedo de abrir los ojos.
– Si estás horrible -se dijo en voz alta, -te lo quitas. Y si es realmente espantoso, lo tiras y ya está.
Sin embargo, cuando abrió los ojos, se vio agradablemente sorprendida. Teniendo en cuenta que se consideraba una mujer sin mucho futuro en el terreno sentimental, no se miraba demasiado al espejo. De hecho, normalmente los evitaba. Pero estaba equivocada. Con su nuevo color de pelo y la piel tostada por el sol, estaba bastante bien con aquel traje de baño.
– De acuerdo -dijo ella, irguiéndose en el espejo. -Me lo quedo. Ahora, lo que tengo que hacer es salir para que me vea la gente.
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