De hecho, salir a un lugar lleno de gente le hubiese resultado más fácil que salir a una playa privada solo con Dev. Rápidamente salió del cuarto de baño y se asomó a la terraza. Dev estaba en el agua, bañándose entre la espuma.
Carrie se preguntó lo peor que podría ocurrir. Eso sería que él se riera porque la hubiera confundido con una ballena varada o un submarino. Sin embargo, a lo largo de aquella semana, Dev la había visto en peores situaciones, abrasada por el sol y mareada. Tal vez iba siendo hora de que la viera como una mujer real, como una mujer a la que él le podría apetecer seducir.
– Anímate -susurró. -Lo único que tienes que temer es el miedo en sí mismo.
Entonces, Carrie se dirigió a la planta de abajo para poder salir a la playa. Mientras intentaba anclar con normalidad, procuraba buscar la postura adecuada. Sin embargo, las rodillas le temblaban tanto que casi no podía mantenerse de pie.
Dev había salido del agua y estaba sentado en la arena, mirando el horizonte. Ella esperó hasta que él se diera cuenta de su presencia, pero parecía perdido en sus propios pensamientos. Carrie estaba prácticamente a su lado cuando él se dio cuenta de que ella estaba allí. El corazón de Carrie le dio un vuelco al notar cómo la miraba.
– ¡Vaya! -dijo él, recorriéndole el cuerpo con la mirada.
Carrie sonrió y se acercó un poco más a él. Sin embargo, él se puso rápidamente de pie y extendió la mano.
– ¡Carrie, ten cuidado con esa…!
Carrie sintió una dolorosa punzada en el pie, que se le extendió rápidamente por la pierna y gritó. Dev se acercó a ella enseguida y la tomó en brazos mientras ella lloraba de dolor. Sentía como si le estuvieran clavando un millón de agujas en la pierna.
– ¿Qué ha sido eso? -preguntó ella, aturdida.
– Has pisado una medusa -respondió Dev. -¡Dios mío, Carrie! Eres un desastre.
Ella sollozó y escondió la cara contra el hombro de él.
– Sabía que no debía haberme puesto este bañador. Me debería haber quedado en la habitación echándome una siesta.
Dev se echó a reír y le mordisqueó el cuello.
– ¿Para que yo me hubiera perdido esa entrada? ¡Ni hablar!
– ¿Cómo tienes el pie?
Carrie levantó la mirada de la cama y vio a Dev de pie en la puerta del dormitorio. Tenía una bandeja en las manos.
– Todavía me duele -dijo ella. -Pero creo que se me pasará pronto. Gracias a ti.
Dev la había llevado rápidamente a la casa como si pesara menos que una pluma. Entonces, había sacado una botella de amoniaco de la cocina y le había puesto un poco en el pie. Casi inmediatamente, el dolor había remitido, pero él había insistido en pedir consejo por radio. Cuando el médico le explicó lo que tenía que hacer, Dev lo hizo y se relajó lo suficiente como para bromear con ella de su mala suerte.
– Te he traído algo para comer -le dijo mientras se acercaba a la cama. -Me imaginé que no podrías ir tú sola a la cocina.
Carrie se incorporó en la cama y Dev le colocó las almohadas detrás de la espalda.
– ¿Por qué siempre tengo que estar en mis peores momentos cuando estoy contigo?
– ¿Cómo puedes decir eso? -preguntó él, poniéndole la bandeja en el regazo. -A mí tus pequeños percances me parecen muy divertidos. Mis vacaciones hubieran sido muy aburridas.
– Y yo estaba intentando ser sexy -musitó Carrie.
– ¿De verdad?
– No, al menos no deliberadamente. Bueno, lo que quiero decir es que no estaba intentando… ya sabes.
– Claro que no -respondió él, con voz tensa.
Durante un momento, pensó que se había enfadado con ella, pero entonces él le sonrió y la tomó de la mano, entrelazando los dedos con los de ella.
Carrie levantó la vista y vio que él la estaba mirando con expresión enigmática. ¿Por qué no podía admitir que ella estaba esperando llamar su atención? Incluso mejor, ¿por qué no pedirle directamente que pasara la noche con ella? ¿Cuánto le podía costar? No más que pavonearse por la playa con un traje de baño por primera vez en su vida. Carrie intentó tomar una decisión, ignorando todos sus temores y abrió la boca… pero no pudo hacerlo.
Después de un largo momento, él se puso de pie y suspiró.
– Ahora te dejaré que descanses -dijo él. -Voy a nadar un poco antes de irme a dormir. Que duermas bien -añadió desde la puerta. -Si necesitas algo, lo que sea, no dudes en llamarme.
En ese momento, ella quiso llamarlo, pedirle que se quedara, decirle que necesitaba sentir sus besos. Sin embargo, en vez de eso, se inclinó sobre las almohadas. Tal vez si se relajaba y cerraba los ojos, se despertaría por la mañana completamente convencida de que realmente no deseaba tanto a Dev Riley como ella creía.
Carrie no estaba segura de cuánto tiempo había dormido. Le dolía el pie y la pierna se le había quedado dormida de tenerla encima de las almohadas. Se incorporó en la mesa y se tocó la tela del camisón. Estaba húmeda. La brisa del mar se había calmado y la habitación estaba muy cargada. Entonces, extendió la mano para apagar la luz, dejando que la luz de la luna entrara a raudales por la ventana.
Con un suspiro, se levantó de la cama e intentó andar. Para su sorpresa, era capaz de descansar su peso en la pierna herida. Entonces, se dirigió a las puertas de la terraza, esperando poder refrescarse un poco. Sin embargo, lo que vio le quitó el aliento.
Dev estaba de pie en la arena, mirando el mar, con la luna destacando la silueta de su cuerpo. Ya no llevaba puestos sus habituales pantalones cortos. Estaba completamente desnudo. La mirada de Carrie se recreó en sus anchas espaldas, su estrecha cintura y sus largas y musculosas piernas. Conteniendo el aliento, ella salió lentamente a la terraza, escondiéndose entre las sombras que le proporcionaban los pilares de estuco.
Sin verla, él se dirigió lentamente hacia el agua y se metió en ella hasta que se sumergió. Carrie se mordió los labios mientras esperaba que apareciera. Cuando lo hizo, su cuerpo brillaba como la plata a la luz de la luna. Parecía un dios salido del mar, fiero e indomable, nadando poderosamente a través del agua y luego sumergiéndose otra vez.
Carrie lo observó durante largo tiempo, preguntándose de dónde sacaba tanta energía. Tal vez se sentía tan inquieto como ella. Tal vez, incluso pudiera estar pensando en ella, considerando lo que ocurriría si compartieran la cama por última vez. Ella gimió suavemente y dejó de mirar la escena, apoyándose contra la frescura de la columna.
Cuando se volvió a mirarlo, vio que estaba de pie en la arena, todavía desnudo, con una toalla alrededor del cuello. Carrie se sintió incapaz de moverse, de dejar de mirarlo. Entonces, Dev levantó la vista y la vio. Durante un largo instante, se quedaron quietos, mirándose, mientras un deseo invisible parecía ir construyendo un puente entre ellos.
– Quiero que me lo pidas -dijo ella, con voz temblorosa. -Por favor.
Lentamente, él se quitó la toalla de los hombros y se la puso alrededor de la cintura, mirándola con cautela. Mientras subía por las escaleras, él le preguntó:
– ¿Qué quieres que te pida, Carrie?
– No me lo pongas más difícil, porque si lo haces, cambiaré de opinión.
Dev asintió, acercándose a ella con pasos silenciosos. Entonces, le acarició la mejilla, mirándola dulcemente.
– Yo te deseo, Carrie. ¿Me deseas tú a mí?
– Sí -respondió ella, acariciándole el tórax.
Él contuvo el aliento y echó la cabeza hacia atrás. Asustada, ella apartó las manos enseguida. Sin mirarla, él le tomó los dedos y se los puso donde habían estado.
– Puedes tocarme -dijo él. -Me encanta sentirte las manos en mi cuerpo.
Carrie nunca había sido tan atrevida con un hombre, pero necesitaba conocerlo, explorar su cuerpo hasta que le resultara familiar solo con el tacto. Cada parte que tocaba era dura y suave al mismo tiempo, como si Dev estuviera tallado en mármol.
Carrie nunca había sentido un deseo tan fuerte antes. Había habido otros hombres en su vida, pero ninguno se había adueñado de ella como Dev Riley. Todo había empezado siendo una fantasía, pero en aquellos momentos él estaba delante de ella, vivo y real. Todas las dudas que ella debería haber sentido se evaporaron. Solo tenía un propósito en mente: amarlo hasta las últimas consecuencias y compartir la intimidad de su cuerpo con él.
– A mí no se me da muy bien esto -confesó ella.
– Me parece que lo estás haciendo perfectamente -dijo Dev acercándose aún más. -No tengas miedo de mí, Carrie. Te prometo que no te haré daño -añadió, tomándola entre sus brazos.
– Por favor, no me hagas hacer esto sola -musitó ella. -Tócame.
Carrie sentía que él le había dejado a ella el control y que ella se lo había devuelto a él. Cuando las manos de Dev le acariciaron los hombros, apartando las hombreras del camisón, Carrie se echó a temblar. Lentamente, él apartó la delicada tela, descubriendo sus hermosos pechos.
Dev fue cubriendo la clavícula de Carrie de besos y llegó por fin a los pezones. Al sentir que los labios de él la tocaban, Carrie se sintió invadida por oleadas de deseo y ahogó un gemido. Durante un momento, sintió que las rodillas le fallaban, pero Dev la tomó por la cintura. Nada en su vida, antes de aquel momento, le había parecido tan perfecto.
Carrie se aferró a aquella pasión, dejando atrás las inhibiciones, y se sintió libre como un pájaro volando sobre el mar. Se dejó llevar, mientras Dev le quitaba cuidadosamente el camisón, besando y acariciando cada centímetro de su piel. Cuando ella estuvo completamente desnuda, él se quitó la toalla.
Carrie sintió que se le cortaba la respiración al ver cómo el deseo había enardecido su masculinidad. Ella extendió la mano para tocarlo, pero luego la apartó. Dev sonrió y le mordisqueó el cuello.
– Ven conmigo -dijo él, tomándolo de la mano.
Dev la condujo a la playa y se metieron en el agua. Carrie esperaba que el mar estuviera frío, pero una cálida sensación se apoderó de ella al entrar. Dev la tomó por la cintura. Las olas del mar les hacían flotar suavemente sobre la espuma. Ella arqueó la espalda mientras él le acariciaba el vientre. Cada una de aquellas sensaciones se veía aumentada mil veces por la suave sensación del agua. Dev se colocó las piernas de Carrie alrededor de la cintura, haciendo que ella sintiera el deseo que él estaba experimentando por ella. Carrie contuvo el aliento, preguntándose si él la poseería allí mismo, en el agua. En vez de eso, la llevó a la playa de nuevo y la depositó suavemente en una manta.
Una vez más, sus besos la volvieron loca. Cada nervio de su cuerpo vibraba con el tacto de la lengua de Dev. Cuando los dedos de él encontraron la feminidad que estaban buscando, ella gimió, mesándole el cabello.
La boca de Dev era un dulce tormento, que iba enredando cada vez más el nudo de la pasión que iba creciendo dentro de ella. Carrie solo pensaba en desatarlo, sintiéndolo entre las piernas. Lentamente, él fue acercándola al punto más álgido y luego se apartó. Carrie le pidió que volviera de nuevo, con palabras incoherentes, murmurando su nombre una y otra vez.
La tensión era exquisita. Entonces una ola rompió en la playa, cubriéndolos por completo. Nada la había preparado para experimentar aquella sensación de placer. Mientras los temblores y las sacudidas se adueñaban de su cuerpo, ella le hizo tumbarse sobre ella, sintiendo el poder de su cuerpo.
Entonces, él la penetró. Ella lo miró mientras lo hacía, excitándose aún más por el gesto de placer que le contorsionó el rostro. Entonces, él empezó a poseerla, primero con gran delicadeza y luego con una pasión que amenazaba con llevarlos a los dos más allá de las profundidades del mar.
Cuando él estuvo cerca del clímax, murmuró el nombre de Carrie, tensándose sobre ella. Su suave aliento le rozaba la oreja mientras los sonidos de la pasión se le iban escapando de los labios. Y entonces, con un suave movimiento más, él explotó dentro de ella.
Carrie nunca había conocido algo como lo que acababan de compartir y que hubiera tenido un efecto más devastador en su cuerpo y en su alma. Amaba a aquel hombre más de lo que se había imaginado. Sus deseo infantiles se transformaron en profundos sentimientos hacia él. Lo quería en cuerpo y alma durante toda su vida. Para siempre.
Hicieron el amor de nuevo en la playa, cómodamente envueltos en la manta. Ella se quedó dormida entre sus brazos. Carrie casi no se dio cuenta de que él la llevaba a la habitación ni de que se metía en la cama con ella. Sin embargo, cuando se despertó con sus caricias, estuvo encantada de que él se tumbara de nuevo encima de ella y disfrutó con la sensación de que la penetrara de nuevo, suavemente. Sus sueños se habían hecho realidad.
Mientras él la condujo de nuevo al orgasmo, Carrie se dio cuenta de que había encontrado un paraíso entre los brazos de Dev. En cuanto a la realidad, la dejaría para cuando amaneciera.
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