Dev frunció el ceño. Esa era probablemente la verdad, pero le faltaba la información más importante, ¿por qué había ido ella a aquellas vacaciones? Susie debía saberlo pero se lo había ocultado. Algo confuso, Dev se frotó la frente.

– ¿Dice usted que la señorita Reynolds estará aquí esta tarde?

– Sí. Ella siempre viene a cerrar. Normalmente está aquí hasta las seis y media o las siete para encargarse de los que vienen a última hora. ¿Le gustaría que le dé hora para que ella lo atienda?

– No, creo que simplemente me pasaré a ver si está libre. ¿Va a trabajar Susie hasta tan tarde?

– Esta noche no. Carrie será la única que estará aquí. Si quiere ver a Susie, le puedo dar cita a la una.

– No, creo que prefiero hablar con la señorita Reynolds. Gracias por su ayuda. Ha sido de lo más… esclarecedora.

– Ha sido un placer -dijo la joven, sonriendo. -Que tenga un buen día.

Con eso, Dev se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. ¡Claro que tendría un buen día! Y una buena semana, un buen mes y una buena vida. Para eso, solo tendría que averiguar lo que estaba pasando allí.


Carrie estaba mirando la pantalla de su ordenador, comparando los precios de los vuelos de primera clase a San Francisco. Una reserva de grupo para visitar las bodegas de California la había mantenido ocupada toda la tarde.

El viaje sonaba tan interesante que pensó que le gustaría ir a ella también, solo para salir de

Lake Grove durante un tiempo. Había decidido que no estaba dispuesta a mudarse. Tendría que aprender a vivir con lo que pudiera ocurrir. Y si no podía, siempre podría decirle la verdad a Dev.

Con un suspiro, se concentró de nuevo en los billetes. De repente, la puerta principal se abrió y Carrie levantó la vista del ordenador. Al hacerlo, sintió que el corazón se le helaba en el pecho. Dev Riley se estaba acercando a su escritorio. Frenéticamente, buscó un lugar donde poder esconderse, cualquier sitio con tal de escapar de él.

Finalmente, se dejó caer debajo del escritorio, esperando que no la hubiera visto. Desde allí abajo, vio lo diferente que parecía con su traje y su corbata y sus caros zapatos italianos. Por un momento, deseó que estuviera vestido con los pantalones cortos y la camiseta que solía llevar en los Cayos. Carrie podría hablar con él, pero no con el impresionante hombre que estaba delante de su mesa.

– ¿Hola? -dijo él. Ella no se movió. -Puedo verla ahí abajo. ¿Se encuentra bien?

– Hola -respondió Carrie. -Yo… yo me encuentro bien. ¿Puedo ayudarlo?

– Estaba buscando a Susie. ¿Está ella aquí? -preguntó él, asomándose por el borde de la mesa.

– No, no está. Vendrá mañana. Puede venir mañana.

Él rodeó la mesa y muy pronto ella pudo verlo hasta las rodillas. Recordó que tenía unas rodillas muy bonitas y unas piernas muy musculosas.

– ¿Qué está haciendo ahí debajo?

– Mi lápiz -respondió ella, levantándose de repente y golpeándose contra la mesa. -He perdido mi lápiz.

– Aquí tiene otro -dijo él, sacando uno del bote que había encima de la mesa.

– No, quiero el lápiz que se me ha caído. Es… muy especial.

– Bueno, cuando lo encuentre, ¿me va a atender?

– Pensé que quería ver a Susie. Ella no está. Si vuelve mañana, estoy seguro de que ella podrá ayudarlo.

– Usted me sirve.

– Me temo que no tengo tiempo.

– ¿Tiene tiempo para buscar un lápiz que no necesita y no tiene tiempo para atender a un cliente?

Carrie se dio cuenta de que él no se iba a marchar tan fácilmente. Estaba segura de que en cuanto la mirara a los ojos, la reconocería, pero no le quedaba otra alternativa que salir de debajo de la mesa.

Ya no podría evitar la verdad, tendría que explicárselo todo. Tal vez aquello fuera lo mejor.

Poco a poco se incorporó y se sacudió los pantalones. Entonces lo miró. Carrie había esperado una reacción inmediata de reconocimiento, sorpresa, enojo… Sin embargo, Dev la miró impasible. ¿Sería posible que no la reconociera?

– ¿Ha encontrado el lápiz?

Carrie negó con la cabeza y se sentó en su sillón rápidamente, tirándose del pelo para esconder la cara. ¡No la reconocía! Efectivamente llevaba sus gafas y el pelo ya no era rubio, pero… Se había pasado una semana con aquel hombre, incluso había hecho el amor con él. ¿Cómo era posible que no la reconociera?

Carrie no estaba segura de si debía sentirse aliviada o insultada. Él le había dicho que nunca la olvidaría y dos días más tarde ni siquiera reconocía el sonido de su voz. Muy ofendida, Carrie abrió la boca para decirle quién era, pero… Entonces se dio cuenta de que no tenía fuerzas para contarle toda la verdad y, sobre todo, admitir que se había enamorado de él. Si empezaba, le tendría que contar todo. Y no podía hacerlo.

– ¿En qué puedo ayudarlo, señor…?

– Riley. Dev Riley.

– Señor Dev Riley -repitió ella, disfrutando del sonido de aquel nombre.

– Susie estaba trabajando en algo para mí. Tal vez ella se lo haya contado.

– Me temo que no he hablado con Susie desde esta mañana, pero estoy segura de poder ayudarlo con cualquier gestión que quiera realizar.

– Estoy buscando a una mujer.

– ¿Una mujer? -repitió ella, sorprendida. Efectivamente, él no había tardado mucho en reemplazarla por otra. Carrie se dio cuenta de que estaba mucho mejor sin él.

– Se llama Carrie Reynolds.

– ¿Carrie Reynolds?

– La conocí en unas vacaciones en los Cayos. He estado intentando encontrarla desde entonces. Susie estaba intentando ayudarme a buscarla.

– ¿Susie sabe que usted está buscando… a esa mujer? ¿Lo ha hablado con ella?

– He hablado con ella esta mañana. Está consultando las listas de embarque de las compañías aéreas y las centrales de reservas para intentar localizarla.

¡Dev la estaba buscando! Tal vez sentía algo por ella y sentía haberla dejado marchar. Tal vez incluso la amaba. Sin embargo, podría querer verla por otra razón. Tal vez quisiera ser él el que acabara con la relación en vez de dejarla a ella con la última palabra.

– No creo que pueda encontrar mucho -dijo Carrie. -Los archivos de las líneas aéreas son confidenciales. ¿Por qué quiere encontrar a esa mujer? No querrá usted acosarla, ¿verdad?

– Algunas cosas se quedaron por decir cuando nos despedimos.

– ¿Cómo qué?

– Eso es algo entre la señorita Reynolds y yo, ¿no le parece? -le espetó Dev.

Carrie sintió que una oleada de calor le coloreaba las mejillas. Bajó la cabeza para evitar que él la viera, preocupada de que por eso pudiera reconocerla. Se había sonrojado muchas veces delante de él. Recordaba una en particular, cuando le había pedido que le hiciera el amor.

– Por supuesto -dijo ella. -Solo pensé que…

– ¿Que confiaría en una completa desconocida?

– Yo no soy una completa desconocida -murmuró ella. -Me refiero a que soy la compañera de Susie y puede contarme cualquier cosa.

– No sé mucho sobre ella. Ella acabó en el camarote del barco que yo había alquilado. Hubo algún equívoco con las reservas. Durante la semana que pasamos juntos, nos hicimos muy… amigos.

– ¿Amigos?

– No creo que tenga que entrar en detalles. Ella me dijo que era de Helena, de Montana. He ido allí a buscarla y ella…

– ¿Que ha ido a Helena? -exclamó ella, sorprendida. -¿A buscarla?

– Como he dicho antes, tengo que encontrarla. Estoy dispuesto a pagarle a usted por su tiempo.

– ¿Estaría dispuesto a pagar para encontrarla?

– Lo que haga falta. No voy a parar hasta que vuelva a verla. ¿Me entiende, señorita…?

– Lo entiendo, señor Riley. Y puedo asegurarle que haremos lo que podamos.

– No quiero que lo intenten. Quiero que lo consigan.

Con eso, se abrochó el abrigo y se puso los guantes. Luego se dirigió a la puerta y se marchó, dejando a Carrie completamente aturdida.

Si él se preocupaba tanto por ella, ¿por qué no la había reconocido? Rápidamente abrió el cajón de su escritorio y buscó un espejito. Cuando finalmente lo encontró, lo abrió y se miró cuidadosamente.

– No estoy tan diferente -murmuró, apartándose el pelo de la cara. -Soy yo, la misma persona que él enseñó a nadar, que besó y con la que hizo el amor. Si le importo lo suficiente como para querer encontrarme, ¿por qué no me ha reconocido?

A menos que… realmente ella no le importara en absoluto. Tal vez todo lo que quería era vengar su ego herido y quisiera hacerle daño del mismo modo que ella se lo había hecho a él.

Considerando los recursos económicos de Dev, no tardaría mucho en ir a pedirle cuentas. Carrie decidió que no estaba dispuesta a esperar, completamente petrificada de miedo, que él apareciera a pedírselas. ¡Ella misma se las daría!

Carrie se incorporó en la silla y escribió algo en el ordenador. En un instante, tuvo en pantalla el perfil de Dev, con un listado de todos los viajes que él había organizado a través de la agencia y su dirección. Carrie la apuntó en un trozo de papel y luego tomó la chaqueta, que tenía colgada en el respaldo de la silla, y salió corriendo.

Desde que ella había llegado a la agencia aquella tarde, el tiempo había empeorado y había empezado a nevar. La ventisca llevaba los copos y formaba remolinos en las calles. Carrie andaba con dificultad por la acera, cerrando los ojos para protegérselos de la nieve. El pelo y las pestañas se le estaban cubriendo de copos de nieve.

Dev vivía en la zona antigua de Lake Grove, un lugar precioso, lleno de hermosas casas de ladrillo y amplios patios. Tenía dos opciones: o ir andando o volver a casa por el coche. Carrie decidió que podría llegar más rápidamente a pie, considerando el estado en el que estaba el asfalto. Además, si iba andando, tendría tiempo de pensar lo que quería decirle exactamente. Siempre que hablaba con Dev, tendía a hacerlo sin pensar mucho. Si había una vez en la que necesitara estar completamente segura de sí misma era aquella, cuando el futuro de ella y el de Dev estaba a punto de ser firmado.

CAPÍTULO 09

El viento rugía mientras la nieve golpeaba con fuerza las ventanas del estudio de Dev. Él avivó el fuego que había preparado para burlar el frío y bebió un poco de whisky. Mientras el licor le iba bajando por la garganta, no podía dejar de recordar cuándo, una hora antes, había vuelto a ver a Carrie.

Tal vez si se la hubiera encontrado en la calle no la hubiera reconocido, pero, cara a cara, lo había hecho al instante. Se había cambiado el color del pelo por el de un tono poco atractivo de castaño y llevaba gafas. Sin embargo, los ojos de detrás de aquellos cristales seguían siendo los mismos que lo habían mirado mientras hacían el amor.

Dev no estaba seguro de lo que había buscado al presentarse en la agencia para enfrentarse a ella. Tal vez había esperado que ella le explicara cómo, y por qué, había aparecido en sus vacaciones y en su cama, pero sobre todo por qué se había marchado sin decirle casi adiós. Pero ella no había querido reconocer que era Carrie.

Por eso, él había decidido seguirle la corriente. Tenía que haber una buena razón para aquello. Tal vez había otro hombre, o incluso un marido. Entonces, sintió que los celos se adueñaban de él y bebió otro sorbo de whisky para alejarlos. Sería típico de la mala suerte que lo acompañaba que, cuando él encontrara a la mujer que amaba, ella perteneciera a otra persona.

Muy pronto, tendría las respuestas a todas aquellas preguntas. Primero, esperaría a ver qué le decía Susie Ellis en los resultados de la búsqueda de una mujer que no estaba perdida. Tal vez volvería a la agencia una noche para poner a prueba los nervios de Carrie o…

Mientras Dev miraba el fuego recordó la mujer que había visto salir de la agencia por la mañana y lo comprendió todo. Aquellos ojos, aquel pelo… ¡También había sido Carrie!

Apoyando la mano en la repisa de la chimenea intentó imaginarse las intenciones de Carrie. ¿Cómo había supuesto que podría ocultarse de él? Él iba a la agencia al menos una vez al mes para recoger billetes u organizar viajes. Él y Carrie vivían en la misma ciudad. Tal vez incluso antes se habían encontrado muchas veces sin saberlo.

El reloj de la pared dio las siete. Dev se bebió el resto del whisky y se sentó a intentar adelantar el trabajo que llevaba atrasado. Sin embargo, mientras se dirigía a la cocina, sonó el timbre de la puerta. Dev frunció el ceño. ¿Quién sería a aquellas horas en una noche como aquella? Al mirar por la ventana, vio una figura al lado de la puerta, por lo que encendió la luz y la abrió.

Una pequeña figura, arrebujada en una chaqueta, una bufanda y un gorro estaba de pie en el porche. Dev se acercó un poco más y vio que la mujer parpadeaba. Aquellos ojos eran los maravillosos ojos azules de Carrie, ocultos tras unas gafas medio heladas.