– De nuevo estabas tratando de evitar el rechazo. Solo que esta vez, te has escapado de un hombre que no estaba planeando rechazarte.
– ¡Él no está enamorado de mí! Eso es imposible. Mírame. ¿Cómo me podría querer alguien como él? Él pensaba que me quería, pero se ha dado cuenta de que no es así. Yo tenía razón desde el principio.
Con un suspiro de frustración, Susie se levantó de la silla y tomó a Carrie de la mano.
– Ven conmigo -le dijo, llevándosela al cuarto de baño. Una vez allí, encendió la luz y empujó a Carrie delante del espejo. -Mírate. No mires los detalles, como el pelo húmedo y la nariz enrojecida. Mira el total, Carrie. Eres hermosa. Y eres una de las mejores personas que conozco. Tú nunca dirías nada malo de nadie y sabes cómo guardar un secreto. Eres leal a tus amigos y tienes que admitir que eres muy divertida. ¿Por qué no iba a estar él enamorado de ti?
Carrie se miró durante largo tiempo. Tal vez Susie tenía razón. No era tan poco atractiva como ella pensaba, a pesar de aquel pelo tan oscuro. Aunque su figura no era la de una modelo de pasarela, parecía una mujer de verdad, con curvas en los lugares más adecuados.
– Pero él es un hombre tan… de mundo. Tan experimentado, tan sofisticado.
– Los hombres de bandera se enamoran igual que los hombres más corrientes -dijo Susie, apartándole el pelo húmedo de la cara. -Y se enamoran de mujeres de bandera… como tú.
– ¿Que está enamorado de mí? -murmuró Carrie. -¿De verdad dijo eso?
– Claro que lo dijo. Y no creo que volver a verte, incluso en estas condiciones, le haya hecho cambiar de opinión.
– Pero, ¿por qué me permitió que me marchara?
– Tal vez porque pensó que no compartías sus sentimientos.
– Tengo que irme a casa. Tengo que pensar en todo esto -dijo Carrie, saliendo apresuradamente del cuarto de baño. -Le he dicho que no podíamos tener un futuro juntos. Yo pensé que así lo estaba haciendo todo más fácil. ¿Por qué no me ha dicho lo que sentía?
– Querida, hay una tormenta de nieve ahí fuera -le recordó Susie, volviendo a meterla en el cuarto de baño, -y tú ya estás medio congelada. ¿Por qué no te quitas esa ropa y te das una buena ducha? Yo voy a buscarte un pijama. Podemos tener una fiesta de pijamas y podemos hablar de Dev y de lo que vas a hacer ahora. Y tal vez podamos volver a cambiarte el color del pelo -añadió, con una expresión de horror. -Este no te hace ningún favor.
– Me gusta mi pelo así -afirmó Carrie, apartándole la mano. -Así soy yo.
– Lo sería si fueras un roedor que vive en un agujero de la pared. Este color no es para el pelo de una mujer.
– No es muy bonito, ¿verdad?
– Voy a ir la tienda por todo lo que necesitamos. ¿Qué te parece? ¿Rubio miel? Te podrías poner de pelirroja. O de morena. El pelo de un nuevo color te ayudará a ver la vida, y el amor, de otro modo.
– El cambiar el color de mi pelo no me va a ayudar a solucionar todos mis problemas.
– Tal vez te hará recordar lo que es realmente importante. Quien de verdad eres. Después de que te cambiemos el color del pelo, podemos hablar de ti y de Dev y de lo que vas a hacer. Lo dejaremos todo solucionado, luego lo consultas con la almohada y mañana por la mañana ya sabrás exactamente lo que tienes que decirle cuando regrese.
– No creo que pueda hacer nada.
– Vas a tener que volver a hablarle. No puedes dejar que siga pensando que no lo quieres. ¡Está enamorado de ti, Carrie! Esto es muy importante -dijo Susie, dándole un abrazo. -Por supuesto, yo seré tu dama de honor, mientras no me hagas ponerme uno de esos pomposos vestidos.
– ¡No! No habrá ningún vestido, ni pomposo ni de otra manera. No nos vamos a casar. Él no quiere casarse después de lo que le pasó con Jillian.
– Dúchate -le ordenó Susie, abriendo el grifo de la bañera. -Entonces, te teñiré el pelo, te haré la manicura y comeremos algo con muchas calorías. Las cosas siempre parecen más claras después de que te has metido una buena dosis de colesterol en el cuerpo. Voy a traerte un pijama y luego me voy a comprar el tinte. Vas a ver como antes de que acabe la noche hemos encontrado una solución.
Después de que Susie se marchara del cuarto de baño, Carrie se quitó lentamente la ropa mojada. Tenía el cuerpo aterido. Un temblor le recorrió toda la espalda, no de frío sino de la emoción por lo que había descubierto.
Dev Riley estaba enamorado de ella. ¿Por qué no se lo había dicho? Se lo había confesado a Susie, pero a ella no le había dicho nada.
¿Se lo diría si le diera la oportunidad? ¿Podría poner ella entonces todo a un lado y revelarle sus verdaderas intenciones? Ella había hecho todo lo posible por convencerlo de que ella era una mujer diferente de la persona con la que él había hecho el amor. Tal vez se había esforzado demasiado y habría provocado el desamor en Dev.
Carrie se metió debajo del agua caliente y sintió que la sangre se le iba calentando de nuevo. Cerró los ojos, completamente agotada. Poco más de una semana antes, podría haber descrito su vida como «normal», algo aburrida pero nada fuera de lo corriente. De repente, todo en lo que ella se apoyaba había desaparecido en un caos por culpa de Dev Riley. Nada la había preparado para el poder de sus propios sentimientos ni la posibilidad de que él pudiera correspondería. ¿Qué iba a hacer? ¿Podría ella confiar en ese amor? ¿O se habría desengañado él de ella, igual que lo había hecho con Jillian?
Carrie sintió como si un puñal le atravesara el corazón. Había soñado tanto tiempo con el amor de Dev y él estaba enamorado de ella. ¿Sería una situación duradera? Carrie no podría soportar el hecho de que pudiera perderlo tan rápido como lo había encontrado. No había garantías de que ellos se pasaran el resto de la vida juntos solo porque él decía amarla.
Apoyando las manos en los azulejos de la pared, Carrie bajó la cabeza y dejó que el agua le corriera por la espalda. Necesitaba tiempo para pensar, no solo unos pocos minutos o unas pocas horas, en los riesgos de dejarse amar por Dev Riley, y de amarlo ella a él.
Carrie siempre había dado por sentado que cuando finalmente se enamorara, todo estaría muy claro desde el principio. Pero no lo estaba. En aquellos momentos sentía una mezcla de confusión y alegría, de miedo y de felicidad. Todo parecía un sueño que ella tenía miedo de disolver con un ligero parpadeo, tan pronto como intentara alcanzarlo.
Cerrando los ojos, levantó la cara hacia el agua. ¿Por qué no podía adueñarse de ese sueño? ¿Acaso no se merecía ser feliz?
– Me tomaré mi tiempo y lo pensaré bien -murmuró. -Y, cuando me levante por la mañana, decidiré lo que hacer. Si Dev está enamorado de mí ahora, también lo estará mañana.
Carrie puso el neceser en el compartimiento encima del asiento y aprovechó para sacar una almohada y una manta. Luego miró al resto de los pasajeros de primera clase que había en la cabina y se sentó. El asiento de Susie, al lado suyo, seguía vacío y Carrie se estaba empezando a preguntar dónde estaría su amiga. Habían quedado en encontrarse en la puerta pero, como no había llegado para la hora de embarque, Carrie había decidido esperarla en el avión.
Cuando Susie le sugirió que se tomaran unas pequeñas vacaciones juntas, a Carrie la encantó la idea. Después de considerar mil cosas, finalmente se decidió a llamar a Dev, con la mala suerte de que él estaba fuera de la ciudad toda la semana y su secretaría se había negado a decirle cuándo volvería.
Carrie no pudo de dejar sentirse algo aliviada. No estaba segura de lo que iba a decirle. Tal vez, si hubiese estado enamorada antes, hubiera sabido mejor lo que tenía que decirle. Sin embargo, como no lo había estado, todas aquellas sensaciones le resultaban prácticamente desconocidas.
¿Cómo iba a tomar una decisión tan importante sin saber exactamente lo que sentía? El tiempo debería haber sido su aliado, pero cuanto más esperaba más dudaba de sí misma y del amor de Dev.
Había esperado que, al hacer el primer acercamiento, las cosas le resultaran mucho más fáciles. Sin embargo, resultaba evidente que Dev no tenía ninguna prisa. Por eso se había marchado de la ciudad. Toda la semana, estuvo esperando que los recuerdos que compartía con él fueran perdiendo intensidad. Tal vez si no volvía a verlo, las imágenes desaparecerían totalmente algún día, pero estaba segura de que le llevaría mucho tiempo.
Carrie se reclinó en el asiento y suspiró, estrechando la pequeña almohada contra su pecho.
Ella necesitaba volver a verlo para asegurarse de que él todavía sentía lo mismo por ella. Una mujer no da de lado a un hombre como Dev. Tendría que hacer algo… y pronto.
De repente, alguien puso un maletín en el asiento de Susie.
– Me temo que este asiento está ocupado -dijo ella, levantando la mirada.
– Espero que no, porque estás en mi asiento.
El corazón de Carrie dejó de latir al mirar a Dev a los ojos. Él se sentó a su lado, colocando el maletín debajo del asiento delantero.
– Primero mi cama y ahora mi asiento -dijo él. -Nunca te había considerado del tipo de mujer desesperada pero esto está yendo demasiado lejos, ¿no te parece?
– ¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó ella, sonrojándose.
– Me voy de viaje -replicó Dev. -Y supongo que tú estás aquí para apuntarte de nuevo, ¿no?
– ¿Dónde está Susie? -preguntó Carrie, poniéndose de pie y golpeándose la cabeza con los compartimientos del equipaje. -Ese asiento es suyo, no tuyo.
– Ella no va a venir. Es solo tú y yo.
– No me puedo creer que me lo haya vuelto a hacer -protestó ella, de pie en el pasillo. -Yo no he planeado esto. No sabía que tú estarías aquí. ¡Y no estoy tan desesperada! -protestó ella, sacando el neceser del compartimiento superior, dejando a Dev casi inconsciente en el proceso. -¡Quiero bajarme de este avión! -le gritó a la azafata.
– Señora, no puede bajarse -dijo la mujer, acercándose apresuradamente a ella. -Ya hemos cerrado las puertas.
– Entonces, ábralas. No puedo quedarme en este avión.
– Por favor, siéntese, señora. Estamos empezando a dirigirnos a la pista.
– Escúcheme, soy agente de viajes y si no me deja salir de este avión, ¡no voy a contratar vuelos con esta compañía nunca más!
– Y si usted no se sienta y se abrocha el cinturón de seguridad, voy a tener que avisar al piloto. Así que, por favor, siéntese.
– Creo que es mejor que hagas lo que te dice. Amenazar a una azafata es un delito federal -dijo él. Carrie miró a Dev y vio que sonreía. Luego dio unos golpecitos en el asiento. -Te dejaré que te sientes al lado de la ventana.
Carrie lo obedeció de mala gana y se sentó.
– Voy a matar a Susie. ¿Cómo ha podido volver a hacerme esto? ¿Es que no estás enfadado?
– Susie no ha hecho nada. He sido yo -confesó Dev, abrochándose el cinturón.
– ¿Cómo dices?
– Me imaginé que, si quería hablar contigo, iba a tener que conseguir que estuvieras sola primero. Como no había barcos de vela a mano, tuve que conformarme con el avión. En un avión tú no te podrías escapar, a menos que lo hagas en paracaídas. No tendrás un paracaídas en el bolso, ¿verdad?
– No quiero hablar contigo.
– Lo siento por ti. Tenemos un vuelo de cuatro horas por delante y estoy dispuesto a aclarar todo este asunto. Estaba esperando que vinieras a verme de nuevo, pero…
– Te llamé a tu despacho pero no estabas allí.
– Nunca me dieron el mensaje -respondió Dev, con sorpresa.
– Porque no dejé ninguno.
– Bueno, entonces, ya te darás cuenta de por qué he tenido que recurrir a…
– ¿Al secuestro?
– Eso no es cierto. Tú tienes tu billete y nadie te obligó a subir a bordo.
– Yo pensé que me iba de vacaciones con Susie.
– Y te vas de vacaciones, pero conmigo.
– ¡Yo no puedo irme de vacaciones contigo!
– ¿Por qué no? Pasamos una semana maravillosa en los Cayos. Somos buenos compañeros de viaje. Te gusta viajar conmigo, ¿verdad?
– Tú eres exactamente el tipo de hombre con el que una mujer se moriría por pasar unas vacaciones -dijo ella, con tono de sorna. -Eres arrogante, egoísta…
– Ahí está la Carrie que conocí y amé -replicó él, con una sonrisa. -Sabía que la encontraría si apretaba un poco.
Carrie sintió que se le encogía el corazón. ¿La Carrie que conoció y que amó? Durante la semana anterior había soñado mil veces que él le decía aquellas palabras y que admitía lo que sentía por ella.
– Se me ha olvidado decir que «manipulador» es otro adjetivo que te va muy bien -replicó ella, retirando la mano cuando él intentaba tomársela. Sin embargo, su enfado iba desapareciendo poco a poco.
– Carrie, ¿de qué tienes miedo? Te he dejado mis sentimientos muy claros pero yo no sé lo que sientes tú. Dímelo para que podamos aclarar todo esto.
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