Ella se giró y se puso a mirar por la ventana, viendo cómo el avión empezaba a dirigirse a la pista. ¿Qué iba a decir ella? No sabía lo que la asustaba o por qué se sentía tan reacia. Intentar poner palabras a lo que sentía solo la habría confundido aún más. Sin embargo, tenía que intentarlo. Tal vez aquella sería su última oportunidad.
– Me temo que no sé lo que estoy haciendo -murmuró ella. -No he estado enamorada antes y me temo que me equivocaría y entonces tú ya no me querrías.
– Eso no va a ocurrir.
– ¿Cómo puedes estar tan seguro? Tú no me conoces, Dev. Toda mi vida he tenido miedo al rechazo. Con cualquier comentario tuyo empezaré a dudar de mí misma, de tu amor. No sé si puedo ser la clase de mujer que tú quieres.
– Creo que eso es algo que tengo que decidir yo, ¿no te parece?
– ¡No me conoces, Dev! ¿Cómo puedes estar enamorado de alguien que no conoces?
– Sé que Carrie Reynolds no son dos personas diferentes. Durante nuestras vacaciones en los Cayos fue la primera vez que conseguiste ser tú misma. Dejaste atrás tu pasado y tus responsabilidades y preocupaciones y dejaste que saliera alguien muy especial. Esa eres tú, Carrie. Y también lo es la mujer que apareció en mi puerta la otra noche. Y la mujer con la cara quemada por el sol y la mujer con la que hice el amor. Son todas tú y las amo a todas.
– ¿Cómo puedes estar seguro?
– Simplemente lo sé -dijo él sonriendo. Entonces, le tomó la mano a Carrie y se la puso encima de su corazón. -Me lo dice este.
Carrie comprendió que aquellas palabras eran completamente sinceras y se tocó también el suyo. Le latía a toda velocidad.
– ¿De dónde has sacado la idea de que no podrás ser feliz? ¿Te has pasado tanto tiempo cuidando de otras personas que te crees que no te mereces un poco de felicidad? Tal vez nadie se ha parado a decirte que te mereces lo mejor. Yo te lo digo ahora. Te mereces toda la felicidad que el mundo pueda ofrecer.
El avión empezó a acelerar. Carrie cenó los ojos y se aferró a los reposabrazos. Todo se escapaba a su control. Ya no podía detener el amor que sentía por Dev igual que no podía parar el avión que se lanzaba al horizonte a toda velocidad.
Ella tragó saliva y los oídos se le taponaron. Cuanto más subían, más aumentaban los rugidos del motor en su cabeza. Entonces, Dev entrelazó silenciosamente los dedos con los de ella y le besó la muñeca. De repente, todo el miedo desapareció: el miedo a volar, al rechazo… En un segundo, se sintió completamente a salvo. Con un simple beso.
Si un beso podría darle tanta felicidad, ¿qué sería pasarse una vida entera con Dev? ¡Se merecía ser feliz! Ser amada. Dev le ofrecía una vida real, llena de pasión y alegría. Ella había estado demasiado asustada como para tomar lo que se le ofrecía.
Carrie suspiró profundamente y abrió los ojos. Todas las cosas buenas se conseguían arriesgándose. Si se pasaba la vida protegiéndose, jamás podría amar a nadie. Y ella amaba a Dev Riley desesperadamente.
Entonces, sonó la señal que indicaba que se podían quitar los cinturones de seguridad. Al mirar a Dev, vio que él la estaba mirando. Todo lo que él sentía por ella se reflejaba en aquellos hermosos ojos verdes y aquella cálida sonrisa.
– Ven conmigo -dijo ella.
– ¿Dónde vamos? Estamos en un avión.
– Necesitamos algo de intimidad -dijo ella, levantándose.
Ella lo llevo hasta el cuarto de baño y se sintió muy aliviada al comprobar que no estaba ocupado. Carrie abrió la puerta y entró para luego tirar de Dev. La puerta se cerró tras ellos.
Los cuartos de baño de los aviones eran demasiado pequeños incluso para una persona, por lo que los dos se encontraron apretados el uno contra el otro.
– ¿Y ahora qué? -preguntó Dev, tomándola por la cintura. -¿Qué querías decirme?
– Es lo que quiero que tú me digas. Dime lo que sientes.
Él se inclinó sobre ella y apoyó la frente sobre la de Carrie, mirándola a los ojos.
– Te amo, Carrie Reynolds. No sé cuándo me enamoré de ti pero sé que estos sentimientos no van a desaparecer, al menos no en esta vida -dijo él, besándole ligeramente los labios. -No me importa el tiempo que tenga que esperar. Te esperaré toda la eternidad si tengo que hacerlo, pero quiero que sepas que nunca te haré daño y si tú…
– Y yo también te amo a ti. Pensé que te amaba incluso antes de conocerte, pero ahora me doy cuentea de que eso no era amor. Esto es amor, lo que siento en estos momentos. Esto es de verdad.
– ¿De verdad me amas?
– Sí. No sé por qué me ha costado tanto decirlo. Estaba tan asustada, tan confundida… Cuando Susie me envió a aquellas vacaciones, me prometió que volvería convertida en una nueva persona. Cuando ocurrió, no supe lo que hacer. No sabía cómo tratar a la nueva Carrie Reynolds ni tampoco lo que sentía por ti.
– ¿Ahora sí lo sabes?
– Sí. Te quiero en mi cama -dijo ella, rodeándole el cuello con los brazos para besarlo. -Y no solo por una semana sino para el resto de nuestras vidas. Quiero despertarme contigo cada mañana y dormirme contigo todas las noches.
– Piénsatelo -respondió él, estrechándola contra él aún más fuerte y sonriendo. -Todo eso es porque acabaste en una cama que no te pertenecía.
– ¡Fuiste tú el que acabaste en la cama equivocada! La cama era mía -bromeó ella.
– Bueno, de ahora en adelante, quiero que te metas en la cama en la que debas. Es decir, en la mía.
– La nuestra -corrigió ella.
– Nuestra cama -accedió él.
Dev la besó de nuevo y ella se rindió completamente. Siempre había querido tener una aventura exótica en su vida. Lugares maravillosos, gente llena de glamour. Siempre había querido ser más interesante, más sofisticada… la clase de mujer que Dev hubiera podido desear.
No había sido hasta aquel momento, en aquel cuarto de baño en el cielo, cuando Carrie se dio cuenta de que las aventuras no se encontraban solo en lugares extraños y en hoteles de lujo. La aventura también se podía encontrar en el corazón de cada ser humano. Y en su caso, en el amor que sentía por Dev.
Carrie miró a Dev a los ojos, llenos del amor que sentía por ella. Carrie echó la cabeza atrás y rompió a reír. Se había dado cuenta de que la mayor aventura de su vida estaba a punto de comenzar.
Kate Hoffmann
Kate Hoffman empezó a leer historias románticas en 1979 cuando encontró una copia de Cenizas al Viento de Kathleen Woodiwiss. Leyó el libro entero en una sola noche y se quedó enganchada al género. Casi 10 años después, mientras trabajaba en publicidad, Kate decidió intentar escribir su propia novela. Después de una sucesión de interesantes empleos en la enseñanza, el comercio, la publicidad y otros trabajos no remunerados, quiso añadir a la lista el de escritora de novelas románticas.
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