– ¿Quién puede resistirse a tus deseos? -ella movía la cabeza con admiración-. ¿Cómo fue que al principio te consideré un pirata moderno?

– Estoy seguro de que te di motivos de sobra, mi amor.

– No, siempre has sido mi verdadero caballero andante. Siempre estuviste allí cuando te necesitaba.

– Siempre lo seré, cariño -Adam levantó el velo y le dio un beso-. Te lo prometo.

Liz Fielding


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