El director de marketing latino de Wagner llamó ayer a Amaury; quiere reunirse con él, descubrir su secreto. Parece que quieren que los ayude en otros proyectos, y no sólo con Cuicatl. Le han ofrecido un sueldo de cincuenta mil dólares al año, más beneficios. Le dije que aguantara hasta que le ofrecieran más, y eso está haciendo. Ya ha ahorrado dinero y su hermana y él van a traer a su madre y a otros parientes a Boston, a un apartamento en Dorchester, para que reciba atención médica. Se ha mudado conmigo definitivamente, y cuando no está trabajando, va a clase o busca palabras en su diccionario español-inglés. Tal vez sea una locura, pero este hombre ni me miente, ni me engaña. Vivimos juntos tranquilamente. Siempre está disponible, y me invita a todas las fiestas que organiza. Es inexplicable, pero confío en él. Otra vez tengo la talla cuarenta. No te puedes imaginar lo que eso significa. ¡Significa que soy feliz! ¿Y sabes algo más? Amaury me quiere así de gordita. Me ha dicho que le gustaría incluso un poco más gordita.

– Las americanas están en los huesos -dice-. Y eso no es nada atractivo.

Y hablando de gorditas, Usnavys es la siguiente, como siempre. Esta noche no ha querido ser menos y aparece con sombrero. Y no quiero decir un gorro de invierno. Ya estamos en plena primavera, la nieve se ha derretido y las florecitas aparecen repentinamente en cada árbol, es una época plena y radiante en Boston, y eso sólo puede significar algo en el vestuario de Usnavys: color y sombreros. Es uno de esos sombreros con redecilla delante, un sombrerito redondo. Es morado y hace juego con el traje bordado en blanco de arriba abajo, y los zapatitos de punta que le comprimen los pies. Va vestida a lo Jacqueline Onassis. O tipo huevo de Pascua de Resurrección. Y habla por ese diminuto móvil. Parece aún más pequeño que el del año pasado. Y sí, está un poco más gorda. Todas nos hemos dado cuenta. Nos la imaginamos apareciendo el día menos pensado con un niño pequeño vestido con bombín y abriguito de pieles.

La próxima en llegar es Sara, sola. No ha salido con nadie desde que desapareció su marido, ¿a alguien le extraña? Aún no lo han encontrado. Dieron con él, pero ha vuelto a desvanecerse. Uy. Hizo que sus padres alquilaran su casa de Miami a un cantante de rap. ¿No es divertido? Se mudaron aquí para ayudarla con los niños. Su madre los cuida mientras Sara se ocupa de su nuevo negocio, «Interiores Sara». He hablado con ella varias veces, y tanto ella como sus padres quieren vender la casa de Chestnut Hill y regresar a Miami, a su antigua casona, «pero sólo cuando el negocio esté asentado a nivel nacional y hayamos empezado con el programa de televisión».

Te cuento lo del programa de televisión en un minuto. Paciencia.

Te he contado hace un rato que creía que Sara sería una gran decoradora de interiores, y lo es. Ya tiene algunos clientes importantes -teniendo el negocio en Newton Corners no le ha venido nada mal ser judía-, y sigue recibiendo llamadas. Ahora puede mantenerse a sí misma bastante bien, y no tiene tiempo ni ganas de pensar en otras cosas. Eso es lo que dice, al menos, y lo respetamos. Sara jamás ha estado sola. Supongo que ahora está disfrutándolo.

Parece que le gusta, y mucho.

Sara siempre tenía buena pinta, como recordarás, vestía bien y todo eso, pero ahora está resplandeciente. Se la ve más joven que el año pasado, aunque sigue pareciéndose demasiado a Martha Stewart, sin el uniforme de presa. Me imagino que en ese tipo de negocio parecerse a Martha Stewart no viene mal. Sobre todo si estás pensando en tener tu propio programa de televisión de decoración en español. Elizabeth, que regresó corriendo a Estados Unidos cuando los polis de Barranquilla empezaron a investigar su «estilo de vida», produjo el programa piloto, y Target ya se ha interesado en lanzar una línea de complementos para el hogar diseñados por Sara en ciudades con mayorías hispanas, como Chicago y Houston.

Ése es el programa de televisión. La cadena en español más importante del país quiere transmitirlo los días laborales por la mañana. Sara quiere llamarlo Casas Americanas. A mí me suena muy bien.

Quizá tanta buena noticia es el motivo de que Sara vista con colores más luminosos. No es que parezca un pavo real o algo así. Pero mírala. Lleva una blusa naranja chillón, un suéter blanco atado alrededor de los hombros, vaqueros caros, y mocasines naranjas. Parece otra mujer. Todavía va perfectamente maquillada, con el pelo impecable y todavía cuenta historias. Sigue hablando endemoniadamente alto. Pero hay algo nuevo en ella, una alegría interior. Casi, casi, me dan ganas de llorar. Tendríais que haberla visto en el hospital, entre todos esos tubos y máquinas. No pensé que sobreviviera. Pero lo hizo. Y ahora miradla. Mi temeraria.

Aquí viene Liz. Selwyn la ha traído. Tuvieron que echar a los universitarios de casa de Selwyn, donde viven ahora. Me alegro de que haya vuelto.

Liz se ha dedicado a tiempo completo a producir el programa de Sara. Está loca por marcharse a Miami, donde piensan rodar el programa. Ella dice que allí podrá terminar de escribir un libro de poemas. Miami. Me da mucha pena porque voy a echar de menos a mis chicas, ¿entiendes? Yo también empiezo a sentir la llamada del sur. Miami podría ser un buen cambio, si ese pequeño periódico de allí estuviera dispuesto a contratar a una cubana de izquierdas como yo. ¡Jamás! Quizá a Amaury le vaya tan bien con el marketing que pueda retirarme del tóxico negocio periodístico y hacer algo verdaderamente importante, como tener un par de niños. No quiero adelantarme a los hechos pero, eh, soñar no cuesta dinero.

Y ahora llega Cuicatl -finalmente he aprendido a decir su nombre, porque es imposible no hacerlo cuando los adolescentes lo gritan en la calle y lo llevan escrito en las camisetas- en una limusina larga y blanca. Nos dice que la discográfica se ha empeñado, y que no fue ella quien la escogió. Pero dice que ya es hora de que una mexica viaje con estilo.

Ejem, discúlpame.

¿Quién se cree que es esta princesita mexicana? Estoy de broma. No puedes imaginarte lo contentas que estamos por ella. Era la que más nos preocupaba. Entra con un top estrecho, vaqueros de cadera baja, botas, gafas de sol y el pelo revuelto, y Usnavys grita:

– Dios mío, sucias, no puedo creer que aún se acuerde de nosotras. Le dije que cuando por fin diera el pelotazo no nos olvidara. Pero mírala, actúa como si no nos conociera.

Cuicatl sonríe. Se la ve estupenda. Parece feliz. Su maromo la dejó tirada, pero ella ha seguido adelante como si nada. Dice que prefiere estar sola. ¿Por qué yo no puedo ser así? Y, tengo que admitir, pero sólo te lo contaré a ti, que me encanta su música. Con todo el dinero que ha invertido en su nuevo disco, ha conseguido que las canciones queden increíbles. Su música es profunda, es bonita. Estoy empezando a pensar que quizá tiene razón con ese rollo mexica que yo solía llamar «basura». Tal vez no lo sea. Es historia.

La mayor parte de lo que dice es verdad. Y ahora que ha viajado dice que comprende lo que yo le decía cuando le sermoneaba sobre la gran diferencia que hay entre nosotras las latinas; somos tan diferentes como el mundo que nos rodea. Ahora que oigo su música y veo por lo que hemos pasado, creo que ella tiene su parte de razón también. Podemos ser diferentes en muchos sentidos, pero hay un punto común en esto de ser latina: la percepción se hace realidad, todas nos buscamos y nos ayudamos… Basta. Ni siquiera tengo que beber para empezar a sonar como una boba sentimental.

Rebecca es la última. No quiero ofender, pero se la ve un poco más llenita. Que en su caso, no es decir mucho. Sigue siendo la latina más flaca que he visto, pero ahora tiene algo de carne en los huesos. Sigue vistiendo a lo Margaret Thatcher, sin embargo, pero ¿qué se le va a hacer? También se la ve feliz. Es André. Menuda suerte. Me alegro tanto de que se deshiciera de ese estúpido de Brad. Es lo mejor que pudo hacer. Y aunque sus padres siguen rechazando a André, a ella parece no importarle. He oído que ahora hasta baila. No estoy segura de querer ver eso. André ha sido una buena influencia para ella. Saca el último número de Ella y nos da nuestros respectivos ejemplares. Adivina quién está en la portada.

Cuicatl.

Bah. Y pensaba que iba a ser yo. No, es broma.

Nos cambiamos a una mesa más grande, hablamos y pedimos cervezas y zumos (muchas gracias, no voy a volver a darme a la bebida ahora), y hablamos como sólo las temerarias sabemos hacerlo.

Todavía hay mucho que contar.

Reseña Bibliográfica

Alisa Valdés-Rodríguez

Alisa Valdés-Rodríguez nació en 1969. Es periodista y ha formado parte del equipo de redactores de Los Angeles Times y del Boston Globe. La revista Latina la ha escogido como una de las mujeres más destacadas del año 2002. El club de las chicas temerarias, su primera novela, ha figurado durante meses en las listas de best sellers de periódicos como el New York Times antes de ser adquirida por Sony Pictures para ser llevada al cine. Vive con su marido e hijo en Albuquerque, Nuevo México.