– No te preocupes. Tengo una idea.

– Yo también -dijo ella con un suspiro-. Será mejor que me vaya.

– No, me voy yo.

– ¿Qué? -preguntó atónita.

– No pasa nada. Me iré a vivir al piso de Rafe. Tiene sitio de sobra.

– Pero, ¡es una locura!

– No. Será mejor para todos -insistió él, resuelto y contento con su decisión-. Así estaréis aquí todas las mujeres y os podréis dedicar de lleno a preparar la boda. Los chicos nos mantendremos al margen.

– Buena idea.

Annie se volvió y vio a Rita bajar al escaleras del porche llevando una bandeja con bebidas. Parecía haber oído casi toda la conversación.

– Matt tiene razón. Será lo mejor. Nos encantará que te quedes y nos eches una mano, Annie. No tienes ni idea de la cantidad de regalitos y flores de papel que tenemos que preparar.

– Os ayudaré todo lo que pueda -le aseguró Annie-. Pero para ello no hace falta que viva aquí.

Rita dejó la bandeja sobre la mesa y tomó las manos de Annie.

– Quédate, por favor. Queremos que te quedes. Perdona mi comportamiento de esta mañana. Es que todo fue tan repentino… -dijo mientras miraba de reojo a su hermano-. Sé que cuanto más te conozcamos, más contentas estaremos de que vivas aquí.

Annie dudó. La verdad era que no tenía muchas opciones y estaban siendo muy amables invitándola.

– De acuerdo. Supongo que podemos probar por un tiempo.

– Por cierto -dijo Matt satisfecho con la situación-, han traído casi todas las cosas de tu apartamento. La ropa está en tu dormitorio. El resto lo han dejado en un trastero.

– ¡Muchas gracias! -exclamó encantada al no tener que volver a ese lugar.

Era increíble cómo Matt se hacía cargo de todo y organizaba las cosas antes de que ella misma se diera cuenta de que había algo que solucionar.

– Entonces, supongo que no hay nada más que decir. Me quedaré aquí por el momento -dijo sonriendo a Matt.

– Fenomenal -repuso él yendo hacia la casa y desabotonándose la camisa al mismo tiempo-. Ahora que todo esta solucionado, voy a ponerme algo más cómodo antes de la cena.

El simple gesto de Matt hizo que algo temblara en el pecho de Annie. Miró a Rita sonriendo nerviosa, esperando que su reacción no hubiese sido obvia. Se dispuso a repartir las bebidas por la mesa. Parecía que iba a quedarse, pero no se sentía bien. Aunque Matt no estuviera allí, seguía dependiendo indirectamente de él y de la ayuda de su familia. Y eso no le agradaba en absoluto. A veces esa ayuda se esfumaba cuando más la necesitaba uno. Tenía experiencia en ello. Debía ser fuerte.

La cena fue alegre y divertida. Todos hablaron. Todos menos Annie. Tenía la sensación de que hacía tiempo que los conocía a todos. Uno de los puntos culminantes de la noche fue conocer a Kurt. Era guapo, alto y simpático. Y, además, era su primo.

Era muy especial conocer a familiares. Aunque sólo ella sabía que lo eran. Sabía que Kurt le iba a caer tan bien como lo había hecho Josh. Observó cómo seguía a Jodie con la mirada a donde quiera que ella fuera. Estaba completamente enamorado de ella. Y parecía buena persona, lo que debería ser suficiente para demostrar a todos los demás que los McLaughlin eran humanos después de todo.

Miró a Matt y lo sorprendió observándola sin descanso. Se ruborizó de inmediato. Le habría gustado decirle que no lo hiciera, pero los demás lo habrían notado. Además, reconocía que aquello la hacía sentir muy bien.

– Voy a subir a ver a Jesse -anunció Kurt mientras los otros comenzaban a recoger los platos-. Tengo asuntos que comentar con él.

Annie hizo una mueca. Aún no había visto a Jesse Allman por allí. No se encontraba bien y pasaba la mayor parte del tiempo en la cama. Se lo imaginaba como un hombre solitario y poderoso tramando confabulaciones desde el piso superior de la casa. La idea le hizo sentir un escalofrío. No sabía por qué tenía esa imagen tan oscura de él. Procedía de su infancia y esperaba que no se acercara a la realidad.

Media hora más tarde, cuando todo estaba recogido, algunos de ellos se enfrascaron en un juego de mesa. Matt no estaba allí. Se había excusado hacía ya un rato y aún no había regresado. Sin saber muy bien por qué, Annie se disculpó también y se fue hacia la casa para buscarlo. Quería aclarar con él algunas cosas y pensó que quizá fuera el momento adecuado.


Matt oyó a alguien entrando en la casa y se preguntó si sería Annie. Había dejado la puerta de su dormitorio abierta y estaba haciendo la maleta con tanto ruido que cualquiera podría localizarlo fácilmente. No sabía si lo había hecho a propósito, si estaba deseando que ella lo encontrara. Quizá fuera así.

Se volvió hacia la puerta y allí estaba Annie, mirándolo con su voluminosa y rizada melena danzando alrededor de su cara. Un mechón rebelde caía seductor sobre sus ojos. La visión hizo que el corazón le diera un vuelco.

– ¿Qué haces? -preguntó ella con algo de culpabilidad en su cara.

– La maleta -dijo mientras metía un par de calcetines.

Siguió organizando sus cosas con ella allí. Le pareció que el dormitorio se iluminaba con su presencia.

Esa mujer había cambiado su vida. Era completamente ridículo, apenas la conocía, pero había tirado a la basura su equilibrada existencia y ahora Annie ocupaba su mente las veinticuatro horas del día. Cuando la conoció, él estaba obsesionado con su propio hijo, intentando localizarlo. Estaba angustiado y llamaba al detective cada dos por tres esperando noticias. Ahora también estaba preocupado por Annie. Y todos esos sentimientos impedían que continuase con su vida como antes. Sólo pensaba en ella, pero la verdad era que no quería dejar de hacerlo.

– Me siento fatal. Te estoy echando de tu propia casa -le dijo ella.

Seguía cerca de la puerta. Lejos de Matt, pero no lo suficiente como para que no se sintiera intoxicado por su presencia.

– No me estás echando. Estoy encantado de abandonar esta casa de locos.

– ¿Hablas de la locura de la boda?

– Así es.

Pero eso no era todo. Había mucho más. «Annie, Annie, si supieras el efecto que tiene en mí sólo oír tu voz… Y tu aroma… Y tu preciosa y preocupada cara…», pensó él al borde de la desesperación. Era una locura, pero su cuerpo también estaba respondiendo a Annie. Se sentía como si estuviera bajo los efectos de alguna droga o de un exceso de cafeína.

«¡Tengo que salir de aquí como sea!», pensó irritado consigo mismo.

Annie se sentó en la cama y la hizo rebotar. Era una buena cama, firme pero muy elástica. Saltó de nuevo, encantada como una niña en una atracción de feria.

Matt tuvo que controlarse para no gemir. La situación era exasperante. Annie era preciosa y sus movimientos desencadenaron un montón de imágenes en la mente de Matt. Se imaginó cómo sería tenerla entre sus brazos, cómo se moverían juntos y cómo el colchón cedería bajo sus cuerpos. Annie estaba torturándolo sin saberlo.

Por fortuna, ella no debía de saber cómo se sentía. Tampoco Matt lo entendía. No comprendía cómo le atraía tanto una mujer que estaba a punto de tener el bebé de otro hombre. Intentó justificarse pensando que se sentía así por Penny y el complejo de culpabilidad que le creaba no haber estado a su lado en los momentos duros. Pero las cosas estaban yendo mucho más lejos. Intentaba convencerse de que sólo era un capricho, algo temporal que acabaría por pasar y que recobraría la cordura pronto. Pensaba que en el futuro se reiría recordando cómo se había sentido durante algún tiempo por esa mujer. ¿O quizá no?

– ¿Es esta habitación la misma que tenías de pequeño?

– No. Esta parte de la casa la construyeron cuando estaba en el instituto. Y ha sido mi dormitorio desde entonces. Éste ha sido mi hogar, mi nido y mi base de operaciones. Me fui a la universidad y volví a esta misma habitación.

Annie asintió mientras miraba las fotografías, los trofeos de béisbol, los libros y las revistas. Matt se arrepintió de haberle contado lo importante que era esa habitación para él cuando recordó lo que Annie le había confesado en el parque. Ella había crecido sin un hogar. A los otros sentimientos se unía la necesidad urgente que tenía de protegerla, de no dejar que nadie ni nada la hirieran. Pero sabía que si alguien podía hacerle daño, ése era él. Cuanto más lo pensaba, más convencido estaba de la necesidad de abandonar esa casa.

Annie se levantó de la cama y comenzó a leer los títulos de los libros.

– Quería comentarte algunas cosas, Matt. Necesito tomarme una hora libre el viernes. Tengo cita con el doctor Marín.

– Bueno. Si quieres yo puedo… -comenzó él levantando la mirada hacia ella.

– No, no puedes -interrumpió ella mirándolo también-. ¿Qué estás pensando? ¿En asistir el parto cuando llegue el momento?

– Bueno, podría hacerlo si fuese necesario -dijo con media sonrisa y encantado ante tal posibilidad.

– De eso nada.

Matt sabía que Annie tenía razón. Estaban tomando demasiada confianza como para que pudiera ser objetivo con ella. Además, el doctor Marín era un buen profesional.

– Y luego está lo de los jueves por la tarde. No voy a poder ir al despacho.

– Sí, ya me lo dijiste.

Había albergado la esperanza de que Annie acabara dándose cuenta de que no necesitaba ese segundo empleo, pero parecía no ser así. Quería convencerla de lo inapropiado que era que trabajase para los McLaughlin sin mostrar su enfado.

– Pero tenemos que hablar de eso.

– No hay nada de lo que hablar. Trabajo en el rancho de los McLaughlin los jueves por la tarde.

Sabía que, para controlar la ira, debía contar hasta diez antes de contestar, pero no pudo pasar de cinco.

– Pues tendrás que dejar de ir -dijo con firmeza.

– No -contestó ella con más firmeza aún-. No voy a dejarlo.

Su tono lo dejó helado. Estaba claro que hablaba en serio. No entendía que arriesgase un buen trabajo por conservar unas horas en ese rancho.

– Es importante para mí que no lo hagas -dijo con tanta calma como pudo.

– Lo siento -contestó sin vacilar-. Pero lo voy a hacer y no podrás convencerme de lo contrario.

– ¿Por qué es tan importante ese trabajo? -preguntó perplejo.

– No es por el trabajo, es por Josh y Cathy McLaughlin. Me gusta trabajar para ellos.

– Muy bien. ¿Y qué tienen ellos de especial?

– Me necesitan -dijo tras dudar un segundo-. Y me caen muy bien.

El instinto de Matt le decía que había algo más, pero también sabía que no conseguiría ninguna respuesta si seguía presionándola, así que decidió ser más sutil. Se sentó en la cama y se apoyó en el cabecero.

– ¿En que consiste tu trabajo allí?

Annie lo miró y se sentó con cautela a los pies de la cama.

– Bueno, se supone que soy su asistenta. Pero lo que más hago es cuidar de la niña, un poco de limpieza y algo de cocina -se paró para comprobar si Matt la estaba escuchando-. Voy los jueves por la tarde durante cuatro horas. Eso le da tiempo a Cathy a ir de compras, quedar con sus amigas o ir al dentista. Necesita tiempo libre, trabaja muy duro en el rancho y casi siempre con el bebé a cuestas.

– He oído que Josh está haciendo muy buen trabajo poniendo en marcha el rancho después de que su padre lo llevara casi a la ruina. Pero claro, es una tarea de proporciones gigantescas.

Annie lo miró sorprendida. Ella había llegado a la misma conclusión por sí misma, a pesar de que no conocía la historia.

– Y, ¿cómo los conociste?

– Llamé cuando vi su oferta de trabajo.

– ¿No los conocías de antes?

– No.

Matt se quedó un momento en silencio.

– Sabes que estamos enfrentados, ¿verdad?

– Por supuesto. Nadie que haya vivido en Chivaree ignora lo de vuestra disputa. Porque empezó con la fundación del pueblo, ¿no?

Matt asintió en silencio.

– Eso fue hace muchísimo tiempo. ¿No es hora ya de acabar con ello?

– ¿Acabar con ello? -dijo sorprendido por la mera sugerencia-. No se puede acabar con algo que viene de tan antiguo.

– ¿Sabes qué? -repuso ella con cara de hastío-. Este enfrentamiento familiar será importante para vosotros y para los McLaughlin, pero para el resto de nosotros, fuera de vuestro paranoico mundo particular, no significa nada. Creo que deberíais superarlo y pasar del tema.

– Para ti es fácil decirlo -concluyó él.

Matt había dejado de pensar en ese tema. Al decirle Annie lo de su cita con el doctor Marin, recordó que ya le había comentado que él estaba ayudándola con sus planes de dar el bebé en adopción.

– ¿El doctor Marin es el que te ha puesto en contacto con el abogado para la adopción? -le preguntó.

– Sí -repuso ella extrañada y preocupada. Matt hizo una mueca de desagrado.

– Tienes otras opciones, ¿sabes? Deberíamos hablar de…

– Es una buena opción -lo interrumpió Annie antes de que Matt le explicara nada más-. Las adopciones funcionan bien y hay muchos ejemplos que así lo confirman. Mira a…