– Ya lo sé. No hay más que veros.

Sabía que si Matt pudiera conocer a esa familia tan perfecta y unida, cambiaría su modo pensar sobre la adopción*Cathy y Josh no escondían que Emily era adoptada pero, viendo lo unidos que estaban, nadie lo habría sospechado.

Le encantaba ir a su casa y ver cómo se relacionaban. Tanto que a veces se sentía culpable por cobrarles sus horas allí. Habría seguido yendo aunque no la pagaran. Se habían convertido en sus amigos y temía que aquello cambiara cuando les contara la verdad. Iba a ser muy difícil decírselo.

A lo mejor debería haber sido honesta desde el principio, pero entonces quizá no la hubieran recibido en su familia ni hubiera podido conocerlos y ver cómo vivían. Lo único que tenía claro era que no quería herir a nadie y le dolía pensar que, para ello, quizá tuviera que salir de sus vidas sin contarles quién era.

Cathy detuvo el coche frente a un semáforo en rojo y se giró para mirar a Annie.

– ¿Por qué me haces estas preguntas, Annie? ¿Estás pensando en entregar el bebé en adopción?

– No lo sé -dijo más insegura de ello que en el pasado-. Es una opción que estoy considerando.

– Me imagino que es una decisión desgarradora. Y sólo tú la puedes tomar -dijo mientras tomaba la mano de Annie-. Josh y yo te apoyaremos sea cual sea tu decisión.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Últimamente se emocionaba con mucha frecuencia. Seguramente era debido al embarazo y a la revolución hormonal que implicaba.

Sentía una enorme gratitud por Cathy. Sabía que todo cambiaría cuando les dijera la verdad, pero estaba contenta de ver que, por el momento, la apreciaban.

Cuando llegaron a la casa, Josh estaba en la cocina, pero no las recibió con la sonrisa de siempre.

– Annie -dijo con cara de preocupación-, ¿es verdad que estás viviendo en casa de los Allman?

Capítulo 8

ANNIE se quedó helada ante la pregunta de Josh, pero esperó que no lo hubieran notado. Tenía que habérselo dicho nada más llegar esa misma tarde. Ahora no podía remediarlo, pero sí intentar suavizar la situación. Les explicó lo que había pasado. Les habló del desmayo, de la preocupación de Matt por su embarazo y de cómo apareció en su apartamento cuando una pareja se peleaba en el piso contiguo.

– ¿Así que decidió acogerte en casa, sin más? -preguntó Cathy intrigada.

Annie asintió en silencio.

– ¡Vaya! ¡Qué buen vecino! -dijo Josh con un tono tan sarcástico que provocó la mirada reprobatoria de su mujer.

– Ha sido por lo del embarazo, creo. Tiene… Tiene razones para sentir un especial interés por los bebés ahora.

Prefirió no contarles lo que Matt opinaba de las adopciones.

– ¿Es el primer Allman que conoces? -preguntó Josh tomando a Emily en sus brazos.

La niña consiguió relajarlo en cuestión de segundos. Emily reía mientras intentaba agarrar las orejas de su padre. Annie tampoco pudo evitar sonreír al contemplar la cómica escena.

– El fue el primero. Ahora conozco a un montón.

– Será mejor que te presentemos a algún McLaughlin para compensar. Dicen que la gente normal se vuelve loca después de pasar tiempo con los Allman. ¿Sabes que hay un enfrentamiento entre las dos familias?

– Claro. Hace años que lo sé -repuso Annie mientras iba la despensa a colocar lo que acababan de comprar en el supermercado-. Pero eso es ya casi historia antigua. ¿No ha llegado ya el momento de enterrar el hacha de guerra?

Josh la siguió hasta allí.

– Es curioso, pero esta disputa se ha vuelto parte de mi vida. Está muy arraigada en nuestra familia a pesar de que muchos ni recuerdan cómo empezó todo.

– ¿Qué crees que fue el origen de todo? -preguntó Cathy.

– Bueno, las dos familias fundaron la ciudad y supongo que eso las hizo ser adversarias desde el primer momento. Y creo que hubo problemas con caballos y con unos robando las mujeres de los otros. Eso fue hace generaciones, claro.

– Entonces, ¿por qué sigue vivo el enfrentamiento? -preguntó Annie.

– No lo sé. Creces oyendo hablar de ello. Luego vas al colegio y todo el mundo espera que estés de un lado o de otro. Y así sigue y sigue. Los años de adolescente fueron los peores. Siempre nos ponían en bandos opuestos. Sobre todo en los rodeos y cosas así. Siempre existía esa lucha y competitividad con ellos.

– ¿Cómo consigue Kurt evitar todo eso?

– ¿Lo has conocido? -preguntó con una sonrisa-. ¡El bueno de Kurt! Era mi primo favorito, pero ahora se ha convertido en un traidor yéndose al otro bando.

– ¿Ves? Suena fatal si lo dices así, pero el hecho es que Kurt podría ser un puente.

– ¿Un puente? ¿Quién necesita un puente? ¿Un puente entre los Allman y los McLaughlin?

– A lo mejor yo podría ser el puente -murmuró, encantada con la idea.

Josh la miraba con curiosidad, sin entender por qué había dicho eso. Se sonrojó y decidió que era hora de hablar. Pero vaciló. Era su gran oportunidad. La conversación la había conducido a ese punto. Era el momento perfecto. Se lo podría decir entonces. Se mordió el labio e intentó obligarse a hablar, pero se dio cuenta de que no tenía valor. Al menos no aún.

– El caso es que voy a vivir con ellos unas semanas. ¿Será eso un problema para vosotros?

– No, claro que no -dijo él sonriente después de pensarlo.

– Menos mal. Parece que mi marido no está completamente loco -dijo Cathy con un suspiro.

Annie sonrió, pero se dio cuenta de que entendía mejor a Josh que su propia mujer. La disputa estaría siempre presente con puente o sin él. No habría manera de borrarla de su historia.


Annie había pensado que la tensión desaparecería cuando Matt se mudase al piso de su hermano y no estuviera todo el tiempo en la casa tentándola. Pero no fue así. Había electricidad entre ellos incluso en el trabajo. Era innegable.

«Pero eso no significa que tenga que hacer nada al respecto. Porque no puedo y no lo haré. Y él tampoco», se repetía constantemente.

A menudo se encontraba trabajando en alguna tarea complicada, con el gesto torcido por la concentración, cuando algo le hacía levantar la vista y allí se lo encontraba, mirándola con una expresión difícil de interpretar pero que le producía escalofríos.

Otras veces bastaba con sentir que estaba en la misma habitación que ella. Notaba que.estaba allí aunque estuviera de espaldas. Había algo en él que le producía placer en los momentos más extraños.

La oficina estaba funcionando mejor que nunca y Matt estaba encantado. Quizá fuesen sus conocimientos de enfermería los que ayudaban a Annie a sistematizar mejor los temas médicos. O quizás su habilidad innata para la organización.

Matt estaba pensando en emprender una campaña de vacunación para toda la plantilla. Annie se encargó de hacer las llamadas, darles citas y todos los empleados estuvieron vacunados en menos de dos semanas. Después decidió organizar unos cursos sobre seguridad en el trabajo. Contrató a una empresa de San Antonio para que fuera y les diera a los empleados una charla sobre el tema.

Mientras tanto, Matt atendía los problemas médicos de los empleados en ese despacho y también pasaba consulta en su clínica privada. Esto le daba a Annie la oportunidad de librarse de la intensidad de su presencia durante unas horas cada día. Por otro lado, estaban los negocios de la empresa. Aunque Rafe actuaba como presidente, todos sabían que Jesse Allman quería que fuese Matt el que tomase el relevo al frente de la empresa. Así que se veía obligado a participar. Annie pensaba que quizá la situación afectase a la relación entre los hermanos, pero no era así.

Los días pasaban deprisa y estaban tan ocupados que apenas tenían tiempo para darle vueltas a los sentimientos que tenían el uno por el otro. Cuando no estaba en el trabajo, Annie pasaba el tiempo en la casa, preparando invitaciones, regalitos o aperitivos. No era hasta más tarde, cuando por fin se tumbaba en la cómoda cama a dormir, cuando empezaba a pensar en Matt.

Estaba claro que sentía atracción por él. Matt tenía la facilidad de producir ciertas reacciones en ella distintas a las experimentadas con otros hombres. La estaba tratando con mucho respeto. Sólo temía qué pasaría cuando tuviera al bebé y dejara de ser la embarazada que él protegía.

Si las cosas fueran de otro modo podría permitirse soñar. Pero estaba embarazada de otro hombre, era una McLaughlin y él un Allman. Además, Matt acababa de descubrir que era padre y era eso lo que le había llamado la atención de Annie, el hecho de que estuviera embarazada. Y cuando eso dejara de ser así, lo más seguro era que no siguiera interesado en ella. Había confundido el interés de un hombre con algo más profundo.

Los sueños quedaban para la gente que se los podía permitir. Ella también había tenido sueños, pero todos se habían ido esfumando. Tenía otras cosas en que pensar, pop ejemplo, en lo que iba a hacer con el bebé.

El día de la cita con el doctor Marín salió de la oficina antes de comer. Se despidió de Matt, pero éste sólo la miró con el ceño fruncido, sin mediar palabra. La consulta fue breve pero, cuando el médico preparaba el equipo para ser monitorizada, Annie le preguntó algo que a ella misma la sorprendió.

– ¿Me puede decir el sexo del bebé?

– Claro. Te enseñaré las imágenes de la última ecografía que te hicieron el otro día.

Su corazón comenzó a latir con fuerza al darse cuenta de lo que le había pedido. Iba a ver una foto del bebé y no sabía si sería una buena idea.

– Es un niño muy activo -le dijo con una sonrisa-. Y parece que goza de muy buena salud.

– ¡Un niño! -exclamó sin poder articular palabra.

Cerró los ojos un segundo, y cuando los abrió se sintió más feliz que nunca.

El doctor Marín dejó de sonreír y la miró con seriedad.

– ¿Has estado pensando en lo que hablamos? -le dijo-. ¿Tienes alguna pregunta sobre el proceso de adopción?

– No -dijo volviendo a la cruda realidad-. Todavía tengo que pensarlo.

– No pasa nada. Pero tienes que estar segura de que estás preparada para hacerlo.

– Sé lo diré en cuanto lo sepa. Pero más adelante.

– Muy bien.

Salió de la clínica poco después y volvió al trabajo sintiéndose algo nerviosa. El bebé nacería en menos de dos meses. Cuando había decidido volver a Chivaree, también se había propuesto mantener las distancias con el niño. Estaba decidida a cuidarse y cuidarlo, pero no quería saber el sexo del bebé ni ver ninguna ecografía. Tampoco iba a pensar en nombres. Ya se había saltado dos de las tres reglas. Así que prometió no pensar en nombres para el niño.

Pero sabía que no sería fácil. Acarició su barriga y sonrió. Saber que el bebé estaba allí y estaba bien la llenaba de felicidad.

Matt no le preguntó por su cita con el médico. Estaba de mal humor, con el ceño fruncido y aspecto sombrío. En cuanto pudo salió corriendo para la otra clínica, y Annie suspiró aliviada al verlo salir.

Esa misma noche apareció por la casa para cenar allí. Era la primera vez desde que se mudara y fue toda una sorpresa para Annie. Aún estaba algo malhumorado y no habló demasiado. Pero todos estaban tan contentos que nadie lo notó. Kurt había traído a Katy, su hija de un año y fruto de su primer matrimonio. La niña era una monada y Annie no dejaba de pensar en cómo sería su bebé y si llegaría a conocerlo.

De repente se dio cuenta de que quería conocerlo más que nada en el mundo. Miró a Matt y vio que estaba distraído. Su mente estaba en otra parte.

Pero cuando recogían la mesa, tras la cena, Matt vio a Annie sola y la convenció para que no fuera al comedor, donde Jodie y Rita trabajaban en las decoraciones de la boda.

– ¿Te apetece dar un paseo?

– ¿A dónde? -preguntó sorprendida.

– Por el jardín, hasta el cañón.

– ¿Por qué? -preguntó mientras la sangre comenzaba a latirle con fuerza en las venas.

Matt la miró con cara de impaciencia, tomó su mano y la arrastró hacia la puerta.

– Vamos -dijo de manera brusca.

Annie dejó que la sacara de la casa. Se estaba haciendo de noche y ya brillaban las luces en los árboles. Pasearon hasta el cañón, pero ella estaba cada vez más nerviosa con la situación.

– ¿Tienes algo que decirme? -le preguntó intentando abreviar la conversación y volver pronto a la casa.

Matt se giró para mirarla y metió las manos en los bolsillos.

– Siento haber estado tan desagradable hoy, pero es que he hablado con Dan Kramer, el detective.

– ¡No! ¿Son malas noticias?

– No son buenas. Ha agotado casi todas las pistas de archivos en Texas y teme que el papeleo para la adopción pudiera tener lugar fuera del estado. Si es así, voy a necesitar un milagro para encontrar a mi hijo.

– ¡Matt! Lo siento muchísimo -dijo tocando su brazo-. ¡Qué mala suerte! Pero no pierdas la esperanza. Estoy segura de que encontrará algo.