– ¿Lo prometes? -preguntó intentando encontrar respuestas en los ojos de Matt-. Porque no he venido aquí para esto.

– Ya lo sé -dijo él con un gruñido-. Pero es que eres… -explicó algo avergonzado-. Es que eres tan atractiva… Fue una reacción automática y natural. Además, yo no te agarré a ti. Fuiste tú. Y yo no supe resistirme.

Sabía que estaba cavando su propia tumba, pero una vez empezada su explicación, las palabras fluyeron sin control. Annie levantó las cejas indignada.

– ¿Qué quieres decir? ¿Que me eché a tus brazos?

Matt dudó antes de contestar. Se preguntaba si estaba realmente indignada o sólo nerviosa con la situación. Creyó que se trataba más de nervios que de otra cosa y su boca dibujó media sonrisa. Llegados a ese punto, apostó por una salida humorística.

– Más o menos.

– ¡Fuera de aquí! -gritó ella señalando la puerta.

Era obvio que estaba pretendiendo estar más enfadada de lo que se sentía. La miró y se rió mientras sacudía la cabeza divertido.

– Muy bien, Annie. Creo que tienes todo lo que necesitas. Te veré por la mañana.

– Si aún estoy aquí.

– Sí, claro, claro.

Se paró en la puerta y se giró de nuevo para mirarla. Ella seguía allí, pero el enfado había desaparecido y su cara parecía más joven y encantadora que nunca. Estaba quieta, devolviéndole la mirada, envuelta en su camisón y su bata. Los rizos castaños flotaban libres enmarcando su cara. Deseaba acercarse a ella, tomarla entre sus brazos y acunarla toda la noche.

Sus pensamientos lo estremecieron y se los quitó rápidamente de la cabeza. Tenía que controlar sus impulsos. No sabía de dónde procedía esa urgente y repentina necesidad de cuidarla. Era un buen médico, dedicado e inteligente. Pero nunca había sentido ese profundo sentido de compromiso con la humanidad que había observado en alguno de sus colegas. Le encantaba la medicina, pero era un trabajo y su carrera, no una misión en la vida. Lo que sentía en ese momento era algo nuevo para él y temía que pudiera ser peligroso.

Se preguntaba si habría sido un error llevarla a su casa. Seguro que sí. Ahora tenía que cargar con ella.

Recordó el viejo proverbio que decía que si salvas la vida de una persona eres responsable de ella desde ese momento. Él se había hecho cargo de sus problemas y ahora tenía que intentar arreglarlos. Quizás no debería haberse metido en su vida.

Pero era tarde para arrepentimientos. Ella estaba allí y el temía que su presencia fuera a cambiar su existencia.

– Que duermas bien -le dijo finalmente.

– Tú también -respondió ella con un susurro. Matt salió de la habitación llevándose la mirada de Annie grabada en la mente.

– ¿Matt? ¿Eres tú?

Su hermana mayor, Rita, había abierto la puerta de su habitación y lo miraba medio dormida.

– ¿Qué haces?

– Nada. Vuelve a la cama. Mañana te cuento.

– Vale -asintió ella con un bostezo y cerrando la puerta.

Matt sonrió y se dirigió hacia su habitación al otro extremo del pasillo. Era curioso, pero le molestaba tener que compartir a Annie con el resto de la familia. No estaba preparado para eso. Era un tesoro que él había encontrado y lo quería todo para él. O quizá fuera que no quería tener que explicarles qué era lo que estaba naciendo con ella. Por qué quería que trabajara para él. Por qué no había podido soportar la idea de verla viviendo en aquel peligroso barrio.

No quería enfrentarse a esas preguntas, porque ni él mismo conocía las respuestas.

Capítulo 4

ANNIE abrió los ojos y sonrió, aún medio dormida. Era un placer dormir entre sábanas tan suaves y en una habitación como aquélla.

Oyó un portazo que le borró la sonrisa de la cara. Recordó a Matt besándola inesperadamente. Parecía que la vida siempre la colocaba en situaciones difíciles en los momentos menos oportunos. No podía dejarse llevar por la corriente. Estaba en territorio enemigo e iba a tener que ser fuerte y resuelta.

Se levantó de la cama y se puso la bata. Abrió un poco la puerta para comprobar que no había nadie y se dirigió al baño. Por fortuna, no estaba ocupado. Entró e intentó cerrar por dentro, pero no fue capaz de averiguar cómo funcionaba el cerrojo.

Volviéndose, echó un vistazo a su alrededor. Los azulejos eran brillantes y de un precioso azul. Había una enorme bañera antigua a un lado, una ventana en el techo y un gran espejo de tres cuerpos. Ese baño era tan grande como todo su apartamento.

– Muy, muy bonito -susurró.

No le costaría trabajo acostumbrarse a ese tipo de vida. Hasta cepillarse los dientes sería un placer en un sitio así. Soñaba con tener tiempo suficiente como para darse un largo y relajante baño en la gran bañera. Se acercó al lavabo de mármol y abrió el grifo. Era dorado y el agua fluía por él como si fuese plata líquida.

Se quedó hipnotizada viendo como caía sobre el cepillo de dientes. Con el ruido no oyó que alguien llamaba a la puerta. Ya había comenzado a cepillarse cuando la puerta se abrió y una joven rubia con un albornoz rojo entró rápidamente.

– Perdona, Rita, pero tengo que…

La mujer se quedó de piedra mirando a Annie. Ésta intentó sonreír pero, con la boca llena de espuma, parecía más un perro rabioso que otra cosa.

– ¡Oh! -exclamó Annie con voz apagada-. Hola.

– ¡Vaya! -dijo la otra chica-. Lo siento, pensé que era mi hermana quien estaba aquí -explicó mientras salía del baño-. Una cosa, ¿quién eres? -preguntó volviéndose de nuevo hacia ella.

– Soy Annie -dijo ella mientras se limpiaba la boca con una toalla-. Matt me…

– ¡Ah! ¡Vale! -la interrumpió sorprendida-. No digas más.

– No, espera. Quiero explicarte… -intentó Annie acercándose a ella.

– No hace falta -contestó la joven sacudiendo la cabeza-. Yo soy Jodie.

– Hola, Jodie -dijo ella sonriendo-. Yo soy Annie.

– Hola.

Jodie debía de tener veintitantos, cerca ya de los treinta, la misma edad de Annie. Tenía una melena rubia hasta los hombros y unos ojos marrones y cálidos. Era simpática, pero estaba claro que no acababa de entender qué hacía esa extraña en su baño. Annie vio que sus ojos se fijaban en su camisón y en su más que obvio embarazo. Su expresión delató su gran sorpresa.

– Bueno, te dejo para que sigas con… Con lo que fuera que hacías aquí dentro.

– Sólo estaba cepillándome los dientes -explicó Annie.

– Ya veo -dijo Jodie-. ¿Dónde está Matt?

– No lo sé -contestó Annie tras pensar un segundo.

– Bueno, iré a buscarlo -dijo Jodie con el ceño fruncido.

– ¡Espera!

Jodie se dio la vuelta para mirarla.

– Antes que nada, ¿cómo se usa este cerrojo?

– Ya. Supongo que sería buena cosa saber usarlo -dijo Jodie riendo-. Mira, es así.

– Muy bien, gracias. Pero tengo otro problema -continuó Annie algo avergonzada-. No tengo ropa que ponerme. Sólo esto.

– ¿En serio? -dijo Jodie sin ocultar su asombro.

– Sí. Si pudieras prestarme alguna cosa…

Jodie abrió la boca para hablar y la cerró de nuevo. Se quedó pensando.

– Muy bien, no hay problema.

– ¡Eh! ¡Jodie! -llamó una voz masculina desde el pasillo.

– Es David -explicó Jodie con preocupación.

– El hermano pequeño.

– Eso es.

Annie sonrió. Estaba avergonzada de la situación, pero sintió una especial simpatía por la hermana de Matt. Era obvio que estaba intentando con todas sus fuerzas que nadie la viera allí.

– Será mejor que le contestes -sugirió Annie.

Jodie asintió decidida.

– Supongo que sí. Ahora vuelvo.

Annie escuchó desde dentro mientras Jodie explicaba a su hermano lo que ocurría.

– ¿La ha traído Matt? -preguntó David-. Hace tanto que no sale con nadie que pensé que se le habría olvidado cómo funcionan las relaciones. Tengo que verla.

– ¡Calla! No vas a ver nada. Dile a Rita que venga.

– ¿Rita?

– Sí. Venga, rápido.

Jodie entró de nuevo al baño, más sonriente que antes.

– Perdona -se disculpó-. En cuanto a la ropa…

– Sí, muchas gracias. Te lo agradecería muchísimo. Necesito una camisa y… -se paró para mirarse la barriga-. Y unos pantalones elásticos o algo así. Algo que pueda llevar al trabajo.

– Claro. ¿Dónde trabajas?

Annie rió. Sería mejor resignarse ante lo evidente. Sabía que todo lo que dijera no haría más que presentar la situación como una locura más y más extravagante a oídos de terceros.

– No te lo vas a creer, pero se supone que empiezo hoy a trabajar para Industrias Allman como ayudante personal de Matt.

– ¿En serio? -dijo Jodie riendo también.

Annie se dio cuenta de que estaban conectando. Tenía la intuición de que llegarían a ser amigas. A no ser que algo hiciera que Jodie cambiara de opinión sobre lo que pensaba de ella.

– ¿Jodie? -dijo alguien más desde el otro lado de la puerta.

– Ésa es Rita -explicó Jodie-. ¿Te importa si…? -preguntó mientras señalaba la puerta.

– Estás en tu casa -contestó Annie con ironía. Jodie sonrió y abrió la puerta para que pasara su hermana.

– Rita, ésta es Annie. Matt la ha traído a casa.

Las dos hermanas se miraron en silencio.

– Sí, ya me lo ha dicho David.

Rita y Annie se saludaron. Rita era más parecida a Matt. Era rubia, mayor que Jodie y no tan guapa y atractiva como ella. Llevaba el pelo recogido en una rápida y práctica coleta. Parecía una persona muy equilibrada y competente. Pero no estaba muy contenta con la situación.

– Así que eres amiga de Matt.

Annie se dio cuenta de que sería más complicado ser amiga de ella. Hizo que se sintiera como una intrusa. Como una niña a la que habían pillado con la mano metida en el bote de las galletas e intentaba encontrar una excusa para su comportamiento.

– Más o menos. La verdad es que hasta ayer no nos conocíamos mucho. Pero él ha sido muy amable y…

No quiso seguir hablando. Estaba muy alterada y no quería que los nervios le hicieran decir alguna estupidez.

– ¡Ah! -exclamaron ambas hermanas al unísono mientras bajaban la mirada hacia su tripa.

Annie suspiró. Estaba claro que las dos se preguntaban si estaba embarazada de Matt. Tendría que ir al grano y aclarar las cosas.

– Escuchad, creo que estáis haciéndoos una idea equivocada de esto.

– No, no nos hemos hecho ninguna idea -aclaró Jodie rápidamente.

– Yo no he tenido ninguna idea nueva desde el miércoles. Y no creo que tenga ninguna más a estas horas de la mañana -dijo Rita con sarcasmo.

Annie agradeció sus intentos, pero tenía que explicar la situación.

– Lo que quiero decir es que Matt y yo…

– ¿Qué? -preguntaron las dos impacientes.

– No estamos… -dijo Annie intentando encontrar la palabra apropiada-. Juntos.

Ambas hermanas se sorprendieron. Rita no parecía muy convencida y Jodie parecía algo decepcionada, como si hubiera estado albergando la esperanza de que hubiera algo entre ellos. Annie no entendía por qué Jodie podría querer que su hermano estuviese interesado en una mujer embarazada a la que había recogido del suelo de un restaurante. Claro, que ellas no conocían aún ese detalle.

– ¡Hola!

Las tres se sobresaltaron al oír la voz de Matt.

– ¿Qué pasa ahí? -preguntó con voz autoritaria. Iba a ser más difícil deshacerse de él que de David. Se miraron y Jodie tomó la iniciativa.

– En fin, ¡qué le vamos a hacer! -dijo con resignación-. Pasa, Matt. Hemos montado una fiesta aquí.

– ¿Está Annie ahí?

– Sí, aquí estoy -dijo ella conteniendo la risa-. Entra. Cuantos más, mejor.

Parecía una decisión intrascendente, pero al verlo entrar se sintió insegura y vulnerable. Se sentía desnuda. Algo que no le había molestado mucho la noche anterior, pero sí en ese momento. Se tapó mejor con la bata, a pesar de que sabía que las otras dos mujeres se percatarían del gesto. Matt entró mirándolas a todas con el ceño fruncido. El baño, que parecía tan espacioso, se estaba quedando pequeño con tanta visita inesperada.

– ¿Por qué me miráis así? -preguntó a sus hermanas.

– Por nada -se defendió Rita.

– Nada, nada -repitió Jodie con aire inocente. Matt puso cara de incredulidad, pero decidió no insistir.

– Supongo que ya habéis conocido a Annie…

– Supongo que sí -contestó Jodie sonriendo a Annie-. La verdad es que estamos tomando mucha confianza en poco tiempo. Incluso estoy pensando en dejarle mi ropa.

– ¿Tu ropa? -preguntó Rita sorprendida.

– Sí. Al parecer Matt la trajo a aquí en camisón.

– ¿Qué? -exclamó Rita horrorizada.

A Annie le habría gustado explicar el porqué, pero nadie la escuchaba. Jodie tenía una sonrisa malévola en la cara y Rita le pedía explicaciones a Matt.

– Luego te lo cuento -le dijo él-. Pero ahora, ¿os importaría dejarnos solos un momento? Estoy seguro de que tenéis otras cosas que hacer en otro sitio. Por ejemplo, en la cocina.