– ¡Es un machista! -le dijo Jodie mirando enfadada a Annie-. ¡Acuérdate de lo que te digo, querida!

– Matt, no creo que eso sea muy adecuado. Creo que… -estaba explicando Rita.

– Ya sé lo que piensas, pero no es así -le dijo él.

Era increíble ver a Matt en acción. Estaba muy seguro de sí mismo y de que sus hermanas le iban a obedecer. Annie se preguntó cómo habría conseguido domarlas así.

– Vamos, hermanita. Estoy segura de que Matt sabe lo que hace -le dijo Jodie a Rita mientras la tomaba de la mano-. Volveré dentro de un rato con la ropa -le anunció a Annie.

– Gracias.

Miró a Matt. Si no fuese tan atractivo, las cosas serían mucho más fáciles para ella. Mirarlo casi la dejaba sin aliento. Su oscuro pelo estaba despeinado y su camisa blanca, medio desabotonada, dejaba entrever su musculoso y bronceado pecho. Verlo así le hizo pensar en sábanas, camas deshechas y el potente beso de la noche anterior. Antes de que pudiera controlarlo, su pulso se aceleró.

De nada iba a servirle intentar negar la evidencia. Matt era un peligro para su tranquilidad. Era demasiado temprano para enfrentarse a esa situación; la había pillado con las defensas bajas. Tragó saliva y se dispuso a dar la cara.

– Hemos escandalizado a tus hermanas -señaló. Matt se encogió de hombros y la miró con cautela.

– No creía que eso fuera posible. Pero supongo que cada día aprendemos algo nuevo.

– Puede que para ti sea divertido, pero la verdad es que no quiero escandalizarlas.

– Me parece que ya es demasiado tarde. El daño ya está hecho.

– No -dijo ella negando con la cabeza-. Y estoy de acuerdo con Rita. No es el momento ni el lugar más adecuado para esto.

– Sólo quería comentarte algunas cosas -se defendió él confundido-. Lo primero, ¿cómo te encuentras? ¿Has tenido alguna molestia esta noche?

Miró la barriga, sobresaliendo a través de la abertura de la bata y su expresión se suavizó.

Annie estaba indecisa. La cara de Matt la había conmovido, pero sabía que tenía que ser fuerte y tomar el control antes de que él pensara que podía darle órdenes, igual que hacía con sus hermanas. Dudó un segundo y tomó una decisión.

– Fuera de aquí -dijo con la barbilla levantada.

– ¿Qué dices?

Annie inhaló profundamente y lo miró. Iba a tener que ser honesta con él.

– Que estoy aquí medio desnuda, estás demasiado cerca y estamos los dos solos. No me parece apropiado.

– Estás loca, ¿qué crees que voy a nacerte? ¿Agarrarte y arrastrarte hasta la bañera? -preguntó atónito mientras sacudía la cabeza.

– No es eso.

– Bueno, tú eres la que estás casi desnuda. Yo estoy vestido de arriba abajo, así que si alguien está haciendo algo inapropiado, ésa eres tú -dijo impaciente por la testarudez de Annie.

No iba a dejar que la ablandara con sus intentos de sacar a relucir el lado humorístico de la situación. Desde que conoció a Matt había tenido que hacer todo lo que él decidía. Había llegado el momento de retornar el control de su vida. Tenía que hacerle saber que hablaba en serio. Si se dejaba llevar por él, el resultado sería desastroso.

– ¿No crees que tus hermanas van a pensar que es un poco extraño que hablemos a solas en el cuarto de baño?

– ¿A quién le importa lo que piensen?

– A mí -dijo señalando su propio pecho.

– Annie… -repuso él tomando su mano para que se acercara a él-. Escucha…

Estaba resuelto a convencerla. Iba a usar toda su lógica. Tenía preparadas las palabras. Montones de palabras. Pero en cuanto tomó su suave mano y sintió su tacto, toda su voluntad se esfumó y se quedó sin palabras. Hipnotizado por sus ojos. No recordaba qué era lo que iba a decirle.

Fue un momento de pura magia. Matt no habló. Annie no habló. Pero ninguno de los dos deshizo el hechizo. Él sabía que podía haber estado así durante días, emborrachado con su mirada. Sin comida ni bebida, sólo ella. Fue muy extraño. Ninguna mujer le había hecho sentir así. Sentía que quería que formara parte de su ser. Annie era como el aire que necesitaba para respirar.

Ella rompió el momento. Se separó de él, respiró profundamente y señaló la puerta.

– Sal, por favor. Hablaremos luego, cuando esté lista y vestida.

Matt se sintió desorientado durante un instante. Cuando quiso darse cuenta de qué pasaba, estaba ya fuera del baño y Annie estaba cerrando la puerta tras él. Se quedó allí unos segundos, tratando de analizar lo ocurrido. Poco a poco recobró la razón, pero seguía inquieto. No sabía qué estaba pasándole.

Se dirigió hacia su habitación frotándose la nuca, preocupado por la situación en la que se había metido voluntariamente. No había contado con que sus sentimientos fueran a verse involucrados como lo estaban. Con cada paso que daba, metía a Annie más y más en su vida. Podía seguir pensando que todo lo hacía por el bienestar del bebé, pero el problema era que el bebé estaba dentro de ella. Tenía que mantener las distancias.

Cuando llegó a su habitación, Rita lo llamó desde el otro lado del pasillo.

– ¡Eh! Tenemos que hablar.

– ¿Qué pasa? -dijo de mala gana al ver inquietud en los ojos de su hermana.

– Mira. Matt -comenzó ella acercándose a él-. Estoy muy contenta de que encuentres a alguien. Todos hemos estado muy preocupados por ti desde hace algún tiempo porque no veíamos que salieras con nadie -se paró para bajar la voz mientras miraba hacia el baño-. Pero creo que no es apropiado que la traigas aquí.

Matt se mordió la lengua para no decir algo de lo que tuviera que arrepentirse después. Rita era la mayor y, desde la muerte de su madre años atrás, había sido la que los había educado a todos. La quería mucho y estaba muy agradecido por todos sus sacrificios, pero a veces era demasiado inflexible. Como en esa ocasión.

– Rita, Annie es mi paciente -dijo en cuanto pudo tranquilizarse-. Si creo que es necesario cuidar de un paciente mío durante unos días lo voy a hacer. Siento no haberlo consultado con el resto de la familia, pero no hubo tiempo para ello.

– Sí, claro -dijo ella incrédula-. Por favor, Matt. Es obvio que ella es algo más que una paciente para ti.

– ¿De qué estás hablando? Soy su médico. Quería que viniese para poder vigilarla más de cerca.

– Por supuesto -insistió ella sin creerse una palabra-. Me lo creeré cuando vea que llevas en brazos a la anciana señora Winterhalter al dormitorio de al lado la próxima vez que le dé un ataque de gota.

– ¡Rita!

– Matt, Annie es una mujer muy atractiva y tú has estado muy solo últimamente. No tiene nada de particular que estés interesado en ella. Es obvio.

– Será obvio para ti, pero no para mí -protestó él-. No hay nada serio entre Annie Torres y yo.

– ¡Si fuera sólo un rollo de una noche no la traerías a tu propia casa!

Aquello consiguió sacarlo finalmente de sus casillas.

– Claro que no, Rita. Ten un poco de cabeza. Annie no es mi amante. ¿No te has dado cuenta de que está embarazada de seis meses?

Se quedó mirándolo durante un largo rato, mientras se mordía el labio. Pero no se disculpó. Se volvió y se dirigió hacia las escaleras.

Matt soltó un taco en voz baja, intentando controlar el enfado, pero no pudo. Decidió seguirla para convencerla de su error. Porque, a pesar de lo que decía, le importaba lo que su familia pensara de él.

– Escucha, Rita -le dijo cuando la encontró en la cocina, sacando un cartón de huevos de la nevera-. Hay algo que no entiendes. Annie es… -comenzó-. Piensa en ella como en una niña desamparada. Como la cerillera del cuento, temblando en mitad de la nieve.

– Matt -dijo ella riendo-, hace más de treinta grados ahí fuera.

– Estoy hablando metafóricamente, Rita.

– Estás exagerando, que no es lo mismo -repuso ella mientras rompía varios huevos en un cuenco-. Así que te la encontraste revolcándose en la nieve con el camisón puesto y sin más ropa.

– La verdad es que se desmayó a mis pies en el Café de Millie.

– ¡Vaya!

– Lo que quiero decir es que tiene problemas y necesita un sitio donde quedarse.

Rita dejó de batir los huevos y se quedó pensativa un momento.

– Espero que tú no seas el responsable de esos problemas de los que hablas.

Sus palabras lo abofetearon duramente.

– ¡Es imposible hablar contigo hoy!

– Quizá sea porque he entrado en mi baño y me he encontrado a una desconocida, embarazada y en camisón, cepillándose los dientes en mi lavabo.

– Rita, el hecho de que esté embarazada no tiene nada que ver conmigo.

– Espero que sea verdad, Matt -dijo mirándolo con dureza-. Porque antes de que supiéramos que tienes un hijo en alguna parte -prosiguió ella con más suavidad-, nunca habría pensado que podrías llegar a estar metido en una situación así. Todo eso ha cambiado mucho mi manera de ver las cosas.

Las palabras de su hermana lo hirieron profundamente. Ahora lo entendía todo. Desde que les contó lo de Penny Hagar, había dejado de ser el hermano mayor, al que todos pedían consejo y admiraban, para pasar a desconfiar de él y de su buen juicio.

Se dio media vuelta. No tenía sentido seguir hablando con su hermana, ya no confiaba en él. Se sintió como un extraño en su propia casa. A la única persona a la que le apetecía ver en ese momento era a Annie. Algo que no tenía mucho sentido.

Sonó su teléfono móvil. Lo sacó del bolsillo y miró la pantalla. Era Dan Kramer, el detective contratado para dar con el paradero de su hijo.

– ¿Alguna noticia? -dijo sin más preámbulos.

Dan habló deprisa y le contó lo poco que había. Todas las pistas se habían ido quedando en nada. No había ninguna novedad.

– Bueno, siga intentándolo -le dijo al hombre antes de colgar.

«Siga intentándolo» era un consejo que bien podía aplicarse él mismo en esa encrucijada de su vida.


Annie respiró hondo antes de mirar a Matt. Estaban en el coche, a punto de entrar en el aparcamiento del Café de Millie. Estaba nerviosa y no sabía muy bien por qué.

– Te va a encantar -le dijo él-. Trata de relajarte. Para variar, será otra persona la que te sirva el desayuno a ti.

No le preocupaba eso. El problema era que se sentía extraña, como si estuviera actuando y no se supiera el guión. Estaba empezando a sentirse a gusto en casa de los Allman cuando Matt la convenció para salir de allí.

Jodie le había ofrecido un montón de ropa para que eligiera. Escogió unos pantalones azul marino con cintura elástica y una camisa larga y blanca que le quedaba algo justa en su abultado pecho, pero valdría para salir del paso. Matt le había dicho que se encargaría de que alguien fuera a su apartamento a recoger todas sus cosas esa misma tarde. No le gustaba la idea, pero tenía que admitir que tampoco la atraía la opción de volver a su cochambroso apartamento, a menos que fuese estrictamente necesario. Pero aún seguía preocupada por lo que pensaran las hermanas de Matt.

Jodie era simpática y la había acogido sin más, pero le preocupaba Rita. Aunque, cuando bajó por fin a la cocina, la recibió con una sonrisa y comenzó a hablarle de cómo iban los preparativos de la boda de su hermano Rafe con Shelley Sinclair. Se había quedado fascinada viendo la gran variedad de materiales, incluyendo metros y metros de encaje blanco y gasas, cajas de perlas y bobinas de lazos de satén que llenaban la mesa del comedor. Le encantaban todos esos adornos y cursiladas.

Pero, antes de que pudiera reaccionar, llegó Matt y la sacó de allí como si no quisiera que pasara ni un minuto más con su familia. Había sido una pena. Le gustaban sus hermanas y le habría encantado quedarse allí para conocerlas mejor.

Matt le recordó que tenían que ir al restaurante para recoger el coche de Annie y contarle a Millie que dejaba el trabajo. Así que, con pocas ganas, lo acompañó al que había sido hasta el día anterior su lugar de trabajo.

No sabía por qué temía ese momento. Pero al poco rato se dio cuenta de por qué desconfiaba. Dos mujeres que Annie conocía de vista salieron del restaurante en el mismo momento en el que ellos entraban. La saludaron como siempre pero, cuando vieron quién la acompañaba, ambas levantaron las cejas sorprendidas y se intercambiaron miradas. Annie sabía lo que pensaban. Algo parecido a «¿Has visto eso? Annie ha conseguido cazar a uno», o algo así.

Se sintió fatal. No le gustaba sentirse dependiente de nadie. Quería gritar y decirles que estaban equivocadas, que aquello no era lo que parecía.

Claro, que a lo mejor quien estaba equivocada era ella. A lo mejor sí era lo que parecía.

Levantó la cara orgullosa y entró en el restaurante. Matt le sujetó la puerta mientras miraba a su alrededor en busca de Millie. Nina Jeffords, una de las camareras preferidas de Annie, estaba recibiendo a la gente durante ese tumo. Su cara mostró asombro cuando vio a so compañera entrar con Matt Allman, pero intentó disimularlo y los acompañó hasta una de las mesas.