Claire se apoyó en el coche, respiró el aire fresco de la noche y regresó de nuevo al interior.
– ¿Te encuentras mejor?
– Mucho mejor.
Will volvió a poner el coche en marcha y salió a la carretera. Hicieron el resto del trayecto en silencio. Will iba pensando en lo que Claire acababa de contarle sobre su vida en Chicago. ¿Qué clase de estúpido habría dejado pasar a una mujer como aquélla? Tenía que estar loco. Claire era una mujer sexy, dulce e inteligente. No se encontraban mujeres como Claire O'Connor lodos los días.
Cuando llegaron a la posada, dejó el coche en la puerta principal y ayudó a Claire a entrar. Claire avanzó tambaleante hacia las escaleras y en cuanto llegó a su habitación, comenzó a desnudarse.
– Ni siquiera sé por qué me he tomado la molestia de venir hasta aquí. ¿De verdad quiero volver con ese hombre? Pero si es evidente que ni siquiera me quiere.
Empezó a quitarse el jersey por la cabeza, pero se le quedó enganchado allí. Will se acercó a ayudarla a quitárselo. Al ver que le costaba mantener el equilibrio, la sujetó por la cintura y le quitó la camiseta.
– ¿Todavía le quieres? -le preguntó. Claire arrugó la nariz y pensó en la pregunta durante largo rato antes de mirarle.
– ¿Has estado enamorado alguna vez?
– No -contestó Will.
– Pues considérate afortunado -musitó Claire, señalándole con el dedo.
Se desabrochó el cierre del sujetador y lo dejó caer al suelo antes de comenzar a desabrocharse los vaqueros.
Will no podía evitar deleitarse en aquella visión. Pero Claire no era consciente de lo que estaba haciendo. Tragó saliva. Desgraciadamente, él era dolorosamente consciente de lo que Claire le estaba haciendo a él.
– Pero éramos perfectos el uno para el otro. Nos gustaban las mismas cosas. Compartíamos los mismos intereses. Teníamos todo el futuro planeado y de pronto… ¡plaf!
Abrió los brazos con un gesto dramático y comenzó a tambalearse. Si Will no la hubiera sujetado, habría terminado en el suelo.
– ¿Y quieres volver con ese hombre?
– Por supuesto -dijo, caminando hacia el baño-. O eso creo -frunció ligeramente el ceño-. ¿Tú no querrías?
Will la observó lavarse los dientes. Y le resultó fascinante verla realizar aquella tarea tan rutinaria. Incluso dedicada a la higiene dental le resultaba sexy. Sobre todo con los senos al descubierto.
Claire se secó la boca con una toalla y regresó al dormitorio.
– Por eso he venido aquí.
– Por el agua… -musitó Will.
– Mi abuela me habló de ese manantial. Me dijo que podía utilizarlo para hacerle regresar a mi lado. Y hoy he descubierto el manantial. Derrick Dooly me ha enseñado dónde estaba -se llevó la mano a la boca-. Vaya, se suponía que no tenía que decírselo a nadie.
Will estuvo a punto de decirle la verdad. Que el manantial del Druida sólo era un engaño inventado por su bisabuelo para atraer más turistas a la isla. Con los años, se había olvidado el origen de aquella leyenda.
– Tengo una botella de agua -Claire miró a su alrededor-. La he dejado en la camioneta.
– ¿Y cómo es que has terminado en el pub?
– Después de cenar con Derrick, me he encontrado con Sorcha y nos ha invitado a una copa. Y después hemos tomado otra, y otra. Hemos pasado la noche tomando martinis.
– ¿Y estás borracha?
– No, no estoy borracha -dijo Claire, bajándose la cremallera de los vaqueros. Comenzó a quitárselos, pero de pronto, alzó la mirada hacia Will y le rodeó el cuello con los brazos-. ¿Vamos a pasarnos toda la noche hablando o vas a llevarme a la cama?
Will gimió para sí. Se había pasado el día pensando en la próxima vez que hiciera el amor con ella y en ese momento Claire se le estaba ofreciendo. El único problema era que ella no se acordaría de nada a la mañana siguiente. Así que el dilema era satisfacer sus deseos o comportarse como un caballero… otra vez. Will sabía cuál era la decisión final antes de planteárselo siquiera, pero eso no hacía que le resultara más fácil rechazarla.
– ¿Por qué no te metes en la cama? Voy a bajar a buscarte algo que te ayude a asentar el estómago.
Claire obedeció, pero le agarró del brazo y tiró de él. Will fijó la mirada en su boca y no fue capaz de resistirse a besarla, sólo una vez. Claire entreabrió los labios y le acarició la lengua con la suya, invitándole a explorar su interior.
Continuaron besándose durante largo rato, disfrutando de aquel dulce placer. Will habría sido capaz de pasarse cuarenta y ocho horas besándola y aun así no se habría cansado de hacerlo. Eran muchas las cosas que no sabía sobre ella y Will quería aprenderlas todas, muy lentamente.
Claire alargó la mano hacia sus pantalones. Will ya estaba excitado y bastó aquella fricción para hacerle desear desprenderse de su ropa y hundirse en ella. ¿Retomaría el juego que habían comenzado la noche anterior? ¿O Claire se levantaría a la mañana siguiente, haría las maletas y regresaría con el hombre al que realmente quería?
Ningún hombre debería verse obligado a tomar una decisión como aquélla, se dijo Will mientras le mordisqueaba el cuello. Maldita Sorcha. Si no hubiera invitado a Claire al pub, habría pasado la noche con ella en la cama. Se apoyó en un codo y le apartó un mechón de pelo de los ojos.
– Voy a prepararte una taza de té -le dijo.
– No quiero té -protestó Claire.
– Con un poco de leche y azúcar, te asentará el estómago. Mañana me lo agradecerás.
– Pero prométeme que volverás. Porque el té no es lo único que te quiero agradecer mañana por la mañana -sonrió-. No sé si entiendes lo que quiero decir.
Will se echó a reír.
– Sí, claro que lo sé. Ahora mismo vuelvo -se levantó de la cama y la arropó-. Cierra los ojos y descansa.
Claire gimió suavemente y enterró la cara en la almohada. Will permaneció en la habitación hasta que la vio dormirse. Entonces, agarró el vaso de la mesilla de noche, lo llenó de agua en el cuarto de baño y lo dejó en la mesilla. En cuanto se aseguró de que Claire estaba profundamente dormida, se inclinó sobre ella y le dio un beso en la frente.
No sabía qué recordaría Claire al día siguiente, pero se asegurarla de que, cuando volvieran a disfrutar del sexo, el recuerdo quedara grabado para siempre en su memoria.
Cuando bajó al piso de abajo, en vez de meterse en la cama, tomó las llaves y salió por la puerta principal de la posada. El Mercedes estaba donde lo había dejado. Se metió en el coche, lo puso en marcha y regresó al pueblo.
Aparcó en frente de la camioneta, salió y se acercó hasta ella. Encontró la botella de agua del manantial en el asiento de pasajeros. La agarró, desenroscó el tapón y se dispuso a vaciarla… Si Claire tenía que regresar al manantial al día siguiente, no se iría de la isla y podría pasar otra noche con ella.
Pero antes de que hubiera comenzado a volcar la botella, decidió que podría darle un mejor uso al agua. Él nunca habla creído en la magia, pero no podía hacerle ningún daño intentarlo. Al día siguiente prepararía un té con esa agua, o un zumo de frutas. Esperaría a que Claire lo tomara y después se serviría él mismo una taza o un vaso. Y si el agua tenía algún componente mágico, él serla el primero en comprobarlo.
Claire fijó la mirada en los ojos irritados que le mostraba el espejo del cuarto de baño. Desde que había llegado a Irlanda, no habla vuelto a ser ella misma. Apenas reconocía a la mujer que la miraba desde el espejo. Había cruzado un océano para buscar un manantial. Y se había enredado con el primer hombre que había encontrado en la isla. Después, se había emborrachado no una, sino dos veces, algo que no había hecho jamás en su vida.
Apenas se acordaba de lo ocurrido la noche anterior. Se recordaba vomitando a un lado de la carretera, subiendo después a la habitación con Will e intentando seducirle. Y también creía haber mencionado a su prometido, aunque no sabía si había nombrado a Eric en voz alta o si sólo había estado pensando en él.
Cuando bajó a la cocina, encontró a Will sentado a la mesa, con el periódico frente a él. Llevaba una camiseta vieja y unos vaqueros. Como siempre, tenía el pelo revuelto, pero se había afeitado y a Claire le sorprendió lo joven que parecía sin barba.
Entró en la cocina y le sonrió.
– Buenos días.
Él alzó la mirada y le devolvió la sonrisa.
– No tienes muy mal aspecto después de la velada del pub. ¿Cómo te encuentras?
– Todavía no estoy segura. ¿Cómo crees que debería sentirme?
– ¿Cansada?
– ¿Qué tal avergonzada?
– ¿Quieres saber si hiciste algo de lo que debas avergonzarte?
– ¿Lo hice? No recuerdo haber hecho nada humillante.
– No, no hiciste nada humillante, salvo vomitar en la carretera. Y el striptease del club. Pero yo no diría que fue humillante. A los hombres pareció gustarles.
Claire soltó una exclamación y Will alzó la mano.
– Sólo era una broma. Lo de vomitar no, lo del striptease.
– Martini -Claire sacudió la cabeza-. No es una gran opción, sobre todo después de una pinta de cerveza.
– Y después, por supuesto, intentaste seducirme.
Claire abrió los ojos como platos.
– ¿Y lo conseguí?
– No. Pensé que era preferible dejarlo para cuando estuvieras sobria. Esta tarde tengo unas horas libres -bromeó-. Me encantaría que volvieras a intentarlo.
Claire se puso roja como la grana.
– Si me apetece, te lo haré saber -se frotó las sienes-. ¿Tienes aspirinas? Me duele terriblemente la cabeza.
– Tengo algo mejor. Imaginé que tendrías resaca esta mañana y te he preparado el remedio especial de Trall.
Abrió la nevera, buscó algo en su interior y se volvió hacia ella con una jarra en la mano. Dejó la jarra en el mostrador y le sirvió un vaso a continuación.
– Para que funcione, tienes que tomártelo todo ahora mismo.
Claire olió el contenido del vaso.
– ¿Zumo de tomate y cerveza? Si llevara vodka, sería un Bloody Mary. ¿Quieres emborracharme otra vez?
– Los irlandeses tenemos grandes remedios para las resacas -respondió-. Además, esa bebida lleva otros ingrediente secretos que te ayudarán a sentirte mucho mejor.
Se sirvió un vaso y lo chocó con el de Claire antes de darle un largo sorbo. No muy convencida. Claire levantó su vaso y bebió. Por un instante, pensó que estaba a punto de vomitar otra vez. Pero pocos segundos después, experimentó una sensación extraña. El estómago dejó de darle vueltas y la cabeza de dolerle.
– ¿Te encuentras mejor?
– Sí. Vaya, realmente funciona. Me encuentro muy bien.
Will colocó una fuente de bizcochos de pasas y mantequilla delante de ella.
– ¿Qué planes tienes para hoy?
– Pensaba dormir un rato -mordió un bizcocho-, pero ahora ya no estoy segura. Me gustaría ir a la celebración de Sorcha esta noche. Y quizá también acercarme a la península y dar una vuelta por allí antes de marcharme.
Sus ojos se encontraron durante unos instantes, pero Will desvió rápidamente la mirada.
– Le prometí a Sorcha que la ayudaría a llevar algunas de las cosas que necesita para la celebración de esta noche. Y a la una llegan unos huéspedes en el ferry. Pero podríamos ir mañana, o pasado mañana.
Claire continuó mordisqueando el dulce.
– ¿Qué hace Sorcha en su ritual?
– Hay música, danzas. Y también sacrifican una virgen -respondió mientras doblaba el periódico.
– ¿Una virgen?
– No tienes por qué preocuparle, tú estás a salvo, ¿verdad?
Le gustaba bromear con ella. Y la verdad era que también a Claire le gustaba que lo hiciera. Eric siempre había sido tan serio… No tenía sentido del humor. Curiosamente, aquélla no era una de las cualidades que había puesto en su lista y, sin embargo, empezaba a darse cuenta de lo importante que era.
– No estoy segura. Ayer, mientras recorría la isla, creo que conocí a todos los solteros de Trall, incluyendo algunos que podrían haber sido mis abuelos. ¿Cómo es posible que todo el mundo sepa de mi existencia?
– Si a Sorcha se le diera tan bien la brujería como los chismes, ahora mismo todos nosotros seríamos sapos y ella la reina de Inglaterra. Lo que pasa es que te has convertido en un tema interesante. Eres guapa, soltera y vienes sin pareja. No hay muchas mujeres solteras en Trall -la miró a los ojos-. Así que te encontramos fascinante.
– ¿De verdad?
Will dio un paso hacia ella y le hizo apoyarse contra el mostrador mientras posaba las manos en su cintura.
– ¿Ahora te encuentras mejor?
Claire asintió mientras recorría con la mirada sus facciones perfectas. Will le dio un beso en la sien y ella suspiró suavemente, disfrutando al sentir el calor de sus labios sobre su piel.
– Podría llegar a acostumbrarme a desayunar esto todos los días -dijo Will.
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