– ¿Y por qué escogió a tu madre? -preguntó Va-rian, muy interesado en la historia de su suegra.

– Mamá tenía dieciséis años y era la hermana mayor -contestó Nyssa-. Las epidemias habían diezmado los rebaños de mi abuelo en dos ocasiones y el pobre se encontró sin un penique que ofrecer como dote'a sus ocho hijas. Cuando el conde de Langford llegó un día a pedir la mano de una de ellas, mi abuelo le miró con desconfianza pero acabó accediendo a escuchar sus razones porque Edmund Wyndham era un caballero de excelente reputación. Mi padre explicó que acababa de enviudar y que su esposa había muerto sin dejar herederos. La fertilidad de mi abuela era conocida en toda la región y él había acudido a los Morgan de Ashby en busca de una nueva esposa que le diera muchos hijos. Mi abuelo se hizo de rogar un poco, pero mi padre le hizo una oferta tan generosa que no pudo negarse: aceptó casarse con mi madre a pesar de que no tenía dote y se ofreció a comprarle todo cuanto necesitara, a dar la dote necesaria para que sus sietes hermanas pudieran casarse y a ayudar a mi abuelo a recuperarse de la pérdida de su ganado. Mi madre se puso furiosa y le acusó de vender a su hija por un plato de lentejas. Sus hermanas, en cambio, estaban locas de alegría. Anthony Wyndham, el sobrino y procurador de mi padre, fue a buscarla y la acompañó hasta Riveredge. Mamá dice que llegó dispuesta a odiar a mi padre pero fue tan bueno con ella que no tardó en enamorarse de él. Cuando murió, yo tenía dos años y mamá estaba embarazada. Culpó al pobre Tony de la muerte de mi padre y cuando perdió al bebé, le odió todavía más. Mi tía Bliss la vio tan trastornada que se la llevó a la corte a descansar pero el rey se encaprichó de ella en cuanto la vio. A Tony, que siempre había estado enamorado de la esposa de su tío y la había seguido hasta palacio como un manso corderito, se le cayó el alma a los pies cuando se enteró.

– Tony amaba a tu madre en secreto, como yo te he amado a ti durante todo este tiempo.

– Supongo que sí -murmuró Nyssa, pensativa-. Pero el caso de mamá era distinto porque era viuda cuando Tony empezó a pretenderla. Nunca se habría atrevido a hacerlo cuando todavía estaban casados. Escondió sus sentimientos y esperó hasta que su paciencia se vio recompensada.

– ¿Qué ocurrió cuando mi prima Ana apareció en escena? -quiso saber Varían-. ¿Fue entonces cuando Anthony Wyndham se decidió a confesar su amor por tu madre?

– Mi padre murió sin dejar un hijo varón, así que Tony se convirtió en su heredero y se presentó en palacio con un plan descabellado para conseguir a mi madre: dijo al rey que, estando mi padre en su lecho de muerte, le había pedido que se casara con su esposa. Mamá todavía se pregunta cómo es posible que el rey olvidara que mi padre no tuvo lecho de muerte porque murió al caer del caballo, pero parece que Enrique Tu-dor estaba deseando deshacerse de ella para sustituirla por tu prima Ana. Mamá y Tony se casaron en la capilla del rey y abandonaron palacio inmediatamente. ¡Mamá estaba furiosa!

– ¿Por qué? ¿Estaba celosa de mi prima?

– ¡Oh, no! -contestó Nyssa negando con la cabeza-. Mamá nunca quiso ser amante del rey pero ¡cualquiera niega un capricho a Enrique Tudor! Sabía que sólo era un entretenimiento y que aquella relación duraría hasta que su majestad se cansara de ella o encontrara otro entretenimiento más atractivo, como ocurrió cuando apareció vuestra prima. Sin embargo, ambos conservan una estrecha amistad. Mamá se enfadó mucho con Tony por haber mentido al rey para casarse con ella y, a pesar de que le odiaba con todas sus fuerzas, no se atrevió a decir la verdad por temor a que el rey se enfureciera y le matara. Sin embargo, Tony consiguió ganársela y cada día están más enamorados. Yo siempre he llamado «papá» a Tony. Él y mamá me prometieron que nunca escogerían por mí al hombre que debía convertirse en mi marido pero a veces pienso que fueron muy imprudentes al hacerme esa promesa. Las damas y caballeros de nuestra posición rara vez se casan por amor, ¿verdad? -Así es.

– A los'ojos de Dios y de los hombres soy tu mujer, Varían -concluyó en voz baja-. Conozco bien los deberes de una esposa y pienso dedicarme a ti y a nuestros hijos, pero no puedo prometer nada más. A pesar de todo, me considero una mujer afortunada.

Tanta sinceridad desarmó a Varían. ¿Qué otra mujer se habría atrevido a hablarle con tanta franqueza estando desnuda y sentada sobre la cama?

– Cada palabra que sale de tu boca y cada una de tus acciones hacen que me convenza de que me he casado con una mujer maravillosa -aseguró-. A mí tampoco me gusta que hayamos tenido que casarnos a escondidas y espero que tus padres me perdonen algún día.

– Yo diría que mi tío aprueba tu comportamiento -le tranquilizó Nyssa-. Sin embargo, todavía tienes que ganarte a la tía Bliss… y a mis padres. ¿Cómo vamos a contarles lo de nuestro precipitado matrimonio, Varian? -preguntó inquieta.

– Quizá sea mejor que esperemos hasta que lleguemos a Riveredge -contestó el conde-. Prefiero decírselo cara a cara.

Nyssa asintió, complacida. Así actúan los hombres valientes que tienen la conciencia tranquila, se dijo.

– Me parece una buena idea, pero de momento concéntrate en la tía Bliss. Lady Marlowe está empeñada en convencerla de que eres un auténtico villano.

– Alguien debería hacer un nudo en la lengua a esa víbora -gruñó Varian-. ¡Es la mujer más chismosa que he visto en toda mi vida!

– ¡Qué buena idea! -rió Nyssa mientras se lamía la punta de los dedos y sacudía las migas que habían caído en su regazo-. Volved a la cama, señor, o cogeréis un resfriado y tendré que pasar el resto de nuestra luna de miel poniéndoos cataplasmas de mostaza en el pecho y preparando infusiones.

– ¿No quieres un trozo de tarta?

– Luego -contestó ella con una sonrisa mientras le hacía una seña para que volviera a la cama.

– ¡Dios mío! -exclamó el conde-. ¿Con qué clase de mujer me he casado?

– No lo sé, pero ¿qué os parece si lo averiguamos juntos?

– Esta tarde he prometido enseñarte a ser muy atrevida pero creo que ya has aprendido todo cuanto necesitabas saber.

– ¿Me llamáis atrevida porque me gustan vuestras caricias, señor? Creí que eso os complacía.

– Y me gusta -aseguró Varian-. Ya lo creo que me gusta.

– Entonces, ¿qué hacéis ahí de pie como un pasmarote?

Varian avivó el fuego que ardía en la chimenea y trepó a la cama.

– Decidme, señora, ¿qué queréis que haga? Nyssa le rodeó el cuello y le atrajo hacia sí.

– Hazme el amor otra vez -suplicó-. Dame tu pasión.

Varian le acarició el rostro. Le había enseñado los secretos del amor pero sabía que, cuando pasara la novedad, el sexo sin amor le resultaría vacío. Nyssa era joven e inocente pero tenía buen corazón y sólo le quedaba rezar por ganarse su corazón con tanta facilidad como se había ganado su cuerpo.

– Ya la tienes, Nyssa -contestó-. Mi pasión y mi amor por ti son tuyos para siempre.

Para siempre, pensó Nyssa mientras se perdía en sus besos. Suena bien.


– No parece una mujer casada a la fuerza -dijo lady Adela Marlowe a su amiga Bliss Fitzhugh cuando vio acercarse a Nyssa y Varían, que volvían a casa después de pasar el día en el campo.

Ambas se encontraban sentadas en el jardín disfrutando de una soleada tarde de primavera. A su alrededor florecían los narcisos en una explosión de colores y perfumes y la joven pareja caminaba cogida del brazo. Varian, que cargaba la cesta de la comida, vestía pantalón oscuro y camisa blanca y Nyssa, una falda verde oscuro y una blusa blanca. Iba descalza y llevaba los zapatos en la mano.

– Parecen muy felices -insisistió lady Marlowe-. Tu sobrina parece el gatito que acaba de zamparse al paj arillo más suculento y salta a la vista que el conde está loco por ella. ¿Cómo es posible? -se preguntó-. Sólo llevan dos días casados. Toda la corte sabe que el rey les obligó a casarse cuando les descubrió juntos. Te advertí que tuvieras cuidado con él -concluyó en tono triunfante.

– En cambio, Varian dice que ha estado enamorado de Nyssa desde que la conoció el pasado otoño -replicó Bliss-. A pesar de que mi sobrina estaba muy atareada atendiendo a su majestad y nunca le hizo el menor caso, se propuso convertirla en su legítima esposa. El rey nos despertó a medianoche y, cuando quisimos darnos cuenta, estábamos en la capilla real asistiendo a la boda de Nyssa. ¡Espero que sea muy feliz!

– Cada uno tiene lo que se merece -aseguró lady Marlowe, dolida porque su amiga se negaba a revelar los detalles más jugosos del escándalo-. Me imagino qué dirán sus padres cuando se enteren de que se ha comportado como una cualquiera -añadió maliciosamente-. Apuesto a que el conde de Langford tenía en mente un matrimonio más adecuado a la posición de su hijastra.

– ¡Ya es suficiente, Adela! -exclamó Bliss perdiendo la paciencia-. Para empezar, mi sobrina no es ninguna fresca. Es una muchacha ejemplar y tanto el rey como la reina así lo afirman. Y en cuanto a Varían de Winter, es un caballero encantador. Tiene tierras y propiedades y no es ningún cazador de fortunas. Además, es un Howard. Ni siquiera una persona tan tonta como tú desconoce el nombre de la futura reina de Inglaterra: Catherine Howard. Varían y Nyssa forman parte de esa familia que pronto gozará del favor del rey. Por cierto, querida -añadió, sabedora de que iba a herir a su amiga con sus palabras-, ¿has encontrado ya a alguna dama dispuesta a casarse con tu encantador hijito?

– Míralas -murmuró Varían mientras atravesaban el jardín salpicado de manzanillas-. Parecen dos comadres de pueblo. Me pregunto a quién estarán poniendo verde.

– Mi tía está muy acalorada -observó Nyssa-. Apuesto a que ha tenido que parar los pies a lady Marlowe. No se me olvida lo que dijiste ayer sobre hacerle un nudo en la lengua -añadió con una risita traviesa-. ¿Creéis que es posible hacer algo así, señor?

– ¿Lo intentamos? -contestó él enarcando una ceja y provocando otro acceso de risa en su joven esposa-. ¿Crees que tiene la lengua partida como las víboras?

– ¡Basta, por favor! -suplicó Nyssa entre carcajadas sujetándose los costados-. Me voy a ahogar si no dejo de reír. ¿Queréis que os deje solo esta noche y lleno de deseo insatisfecho, señor?

– No te atrevas a hacer algo así -respondió Varían enlazándola por la cintura y besándola.

– Señor, mi tía y lady Marlowe están mirando -protestó Nyssa débilmente.

– Mejor -replicó él-. Así tendrán algo de que hablar. ¡Ojalá estuviéramos en Winterhaven y pudiera tenerte para mí solo! Sólo nos queda un día de luna de miel -se lamentó.

– Pero pasaremos las noches juntos -le consoló Nyssa-. Ni tú ni yo volveremos a dormir en palacio, así que podremos encerrarnos en nuestra habitación y aislarnos del mundo. ¿No estás contento?

– ¡Virgen santa! -exclamó lady Marlowe, escandalizada-. ¡Bliss, mira, la está besando! ¿Es que va a tomarla aquí mismo, en el jardín? ¡Es lo más indecente que he visto!

– Pues a mí me parece muy romántico -replicó Bliss Fitzhugh-. Acaban de casarse y apenas se conocen pero hacen una pareja encantadora. Me alegro por Nyssa. Cuando mi hermana y mi cuñado vean que es feliz se tranquilizarán inmediatamente.

– ¿Les has escrito para contarles lo del precipitado matrimonio de su hija?

– No -respondió Bliss-. Nyssa y Varían prefieren ser ellos quienes se lo digan cara a cara. Cuando el rey solucione el asunto de su anulación, marcharán de palacio y pasarán unos días en Riveredge antes de instalarse definitivamente en Winterhaven. Opino que hacen bien -añadió asintiendo aprobatoriamente-. Una carta es algo demasiado frío e impersonal cuando se trata de un asunto tan delicado.

Nyssa y Varían pasaron junto a las damas, les hicieron una reverencia y desaparecieron en el interior de la casa.

– Me pregunto a dónde van tan sonrientes -murmuró lady Marlowe.

– Supongo que a la cama -rió Bliss-. Si yo fuera Nyssa y estuviera casada con ese bandido no saldría de mi habitación en una semana. Llegaron ayer por la tarde y no les he vuelto a ver hasta las diez de esta mañana. Tillie les subió una bandeja repleta de comida y no dejaron ni una migaja. Varian parece vigoroso como un caballo y salta a la vista que tiene un buen apetito -añadió haciendo un guiño malicioso a su amiga.

– El comportamiento de tu sobrina no me parece propio de una muchacha que hace dos días aseguraba ser virgen -repuso ésta-. Aseguras que no conocía a ese caballero pero se comporta como una mujer con gran experiencia.

– Nyssa era virgen cuando se casó -:aseguró Bliss, furiosa-. El duque de Norfolk trajo la sábana del lecho nupcial y mostró la prueba al rey. Owen y yo estábamos allí y también lo vimos. Además, Tillie dijo a May que Nyssa tenía restos de sangre en las piernas. No te atrevas a insinuar que Nyssa no era virgen porque no es cierto. ¡Y si le cuentas a alguien lo que acabo de decirte no volveré a hablarte nunca más! -amenazó, consciente de que se había ido de la lengua-. Apuesto a que al rey no le hará ninguna gracia escuchar chismes sobre Nyssa.