– Pídeme lo que desees -dijo la reina-. ¿Quieres oro o joyas? ¿O quizá prefieres un puesto de importancia en la corte para alguien de tu familia? Compraré tu silencio; no eres la primera que ha intentado sobornarme.

– ¡Te equivocas, Cat! -exclamó Nyssa, escandalizada.

– No te hagas la santita, Nyssa. Si no quisieras pedirme algo, no estaríamos teniendo esta conversación.

– Lo único que quiero es que dejes de comportarte como una irresponsable. Estás poniendo en peligro tu vida y la de mucha gente inocente. ¿ Cómo has podido caer tan bajo? Tienes un marido que te adora y que está pendiente de todos tus caprichos. Por el amor de Dios, Cat, ¡eres la reina de Inglaterra!

– ¿Y crees que eso es una ganga? -sollozó Catherine-. ¡Nyssa, nunca pensé que sería tan duro! Adoro las ropas caras, las joyas y tener a decenas de personas pendientes de mis deseos, pero si llego a saber lo que me esperaba, no me habría casado con Enrique Tudor. Ahora estoy atrapada. ¡Me desprecio a mí misma por haberme convertido en el juguete de un anciano! Quiero amar y ser amada como tú.

– Pero el rey te adora, Cat. Ni siquiera es capaz de contenerse en público. Lleváis meses casados y salta a la vista que cada día te quiere más. No me digas que estabas tan deslumbrada con los privilegios de ser reina que no te diste cuenta de que Enrique Tudor es un anciano, porque no me lo creo. Yo me pasaba el día rezando por que no me escogiera a mí. Me sentía incapaz de amarle como esposa y estoy segura de que a ti te ocurrió lo mismo.

– No tienes ni idea de lo que es ser una Howard

– replicó Catherine, dolida-. Mi madre murió cuando yo tenía cinco años y mi padre estaba demasiado ocupado buscando a una viuda de buena posición para ocuparse de sus cinco hijos. Mis hermanas y yo fuimos enviadas a Horsham y nos criaron como a una carnada de gatitos o cachorros. Desde el primer momento, quedó muy claro que éramos los parientes pobres y me vi obligada a tomar sin rechistar lo que me daban y a dar las gracias constantemente. ¡Era tan humillante! No recibí ningún tipo de educación y recuerdo que solía esconderme en el aula donde estudiaban mis hermanos y mis primos. Apenas sé escribir mi nombre y no sé leer

– reconoció-. Nunca tuve un vestido que fuera mío hasta el día que llegué a la corte. Hasta entonces, todos mis vestidos eran heredados y, cuando se me quedaban pequeños, pasaban a mis hermanas. Algunos de aquellos vestidos estaban tan raídos que temía que se me rompieran en pedazos entre las manos, pero si no llegaban a Elizabeth o a María, recibía una paliza por descuidada.

Nyssa escuchaba el relato de Cat boquiabierta. ¡Qué diferente había sido su infancia! Ella había crecido mimada por sus padres, abuelos y tíos y rodeada del cariño de su familia. Los Howard eran un clan rico y poderoso, pero no sabían nada sobre la educación y la crianza de los niños. Las desgraciadas infancias de Ca-therine y Varían tenían numerosos puntos en común. Sin embargo, aquélla no era excusa para cometer adulterio.

– Precisamente porque tuviste una infancia tan desgraciada tu comportamiento me resulta todavía más incomprensible. El amor de tu marido debería haberte hecho feliz.

– ¡Pero él no me quiere! -protestó Cat-. Dice que me ama pero sólo me quiere para lucirme delante del rey Francisco I de Francia y del emperador romano. Lo único que le importa es presumir de esposa joven y bonita. Además, como amante es terrible -añadió naciendo un mohín de disgusto-. ¿No te habló tu madre de él? Después de todo, fueron amantes.

– Una madre no suele comentar con su hija las habilidades de su amante, Cat.

– Quizá estuviera más delgado cuando era joven -continuó Cat-. ¡Pero ahora está tan gordo que no puede montarme como un hombre normal! ¡Tengo que sentarme en su regazo con las piernas abiertas, arrodillarme sobre la cama o echarme hacia adelante y apoyarme en una mesa mientras él me penetra por detrás! Si se echara sobre mí me aplastaría. Gruñe y suda como un cerdo hasta que satisface su deseo. Si yo no tuviera tanta facilidad para satisfacer el mío, me quedaría a medias la mayoría de las veces.

Nyssa cerró los ojos. No quería seguir escuchando los secretos de alcoba de los reyes y lo peor era que Cat parecía no comprender la gravedad de la situación.

– Por muy decepcionada que te sientas, eres la esposa de Enrique Tudor hasta que la muerte os separe y debes comportarte como tal -dijo armándose de paciencia-. No tienes elección. Si se descubre que eres culpable de adulterio pagarás con tu vida. Tu prima Ana tenía un carácter muy rebelde pero no era culpable de los crímenes que se le imputaban. Aunque todo el mundo lo sabía, nadie se atrevió a salir en su defensa y murió decapitada. Tú sí eres culpable, Cat, y arrastrarás en tu caída a todos los Howard, incluido Varían, el único nieto de Thomas Howard. Si hieres el orgullo del rey, se revolverá como una serpiente y acabará con todos nosotros.

– ¡Pero Tom y yo nos queremos! -repuso la obstinada reina.

– Si Tom Culpeper te quiere de verdad, entenderá tus razones -replicó Nyssa-. Debes hacerle comprender que está poniendo en peligro la vida de mucha gente. Si quiere terminar sus días bajo el hacha del verdugo, allá él, pero si te quiere hará todo cuanto esté en su mano para protegerte. ¿Has pensado que podrías quedar embarazada? ¿Serías capaz de colocar a un bastardo en el trono de Inglaterra?

– ¿Cuántas veces tengo que decirte que sé cómo evitar un embarazo? -contestó Catherine. El viento soplaba con fuerza y la reina se envolvió en su abrigo mientras un escalofrío le recorría la espalda-. Volvamos al campamento. Tengo frío.

– Quiero que me prometas que vas a terminar con esta locura -insistió Nyssa-. Si tu tío el duque se entera de qué está ocurriendo te delatará para salvar el pellejo. Él fue el primero en abandonar a Ana Bolena a su suerte.

– No sabrá nada si tú mantienes la boca cerrada. ¡No sé cómo explicártelo para que lo entiendas! Tom es la única persona en el mundo que me hace feliz.

– ¿Quién más sabe lo vuestro, Cat? -inquirió Nyssa, inquieta-. Estoy segura de que no puedes mantener esos encuentros secretos sin la ayuda de un cómplice. ¿Quién te está haciendo chantaje? ¿No te das cuenta de que estás metida en un lío muy gordo? Es un milagro que todavía no os hayan descubierto, pero ¿qué ocurrirá en palacio?

– Lady Rochford me ayuda a alejar los visitantes inoportunos -confesó la reina-. ¿Recuerdas que solíamos reírnos de ella? Pues no es la vieja tonta que todas creíamos. Es una mujer bondadosa y comprensiva y ha prometido guardarme el secreto. No sé qué haría sin ella. Creo que es la única persona que entiende mis sentimientos.

– ¿Y los demás? ¿Quién te hace chantaje?

– Nadie más sabe lo de Tom -aseguró Catheri-ne-. Quienes tratan de aprovecharse de mí son Joan Bulmer, Katherine Tylney, Alice Restwold y Margaret Morton. Y luego está Francis Dereham, de quien ya conoces la historia. La mayoría estuvieron conmigo en Lambeth y, por lo que veo, mi abuela no ha sabido tratarles con la mano dura que merecen. Al principio se pusieron un poquito pesados, pero un buen puesto en la corte ha sido suficiente para cerrarles la boca. No me preocupan en absoluto.

– ¿Hay más gente que estuviera contigo en Lambeth y que posea información comprometedora?

– Sí, pero no puedo colocar a todas las personas que compartieron mis años de juventud en Lambeth -se lamentó la reina apurando el paso y dando la conversación por terminada-. No te preocupes; lo entenderán fácilmente.

Catherine Howard está al borde del precipicio y ni siquiera imagina que su vida y la de toda su familia corre un gran peligro, se dijo Nyssa, realmente asustada. Varían y ella tenían que regresar a casa antes de que el rey descubriera las infidelidades de su esposa y decidiera vengarse. Tenía que hablar con Varían cuanto antes y convencerle de que lo más sensato era abandonar la caravana al llegar a Amphill. La única manera de escapar de la ira del rey era desaparecer. Cat se negaba a romper con Tom Culpeper y todo cuanto Nyssa deseaba era estar muy lejos de la corte cuando la reina fuera descubierta en flagrante adulterio.

Aquella noche no hubo banquete ni baile porque la caravana debía partir muy de mañana. Por primera vez en muchos días Varían y Nyssa disponían de unos momentos a solas. Un brasero mantenía caldeado el dormitorio y los carbones ardientes desprendían un resplandor dorado que iluminaba la habitación junto con la luz de las velas colocadas en los candelabros. Los esposos se encontraban tendidos en la cama saboreando una copa de vino. Nyssa sabía que acabarían la velada haciendo el amor pero antes deseaba hablar a su marido sobre la reina.

– Varían, tengo que decirte una cosa -empezó.

– ¿Ah, sí? -respondió él acariciándole un muslo con el dedo índice-. ¿Y tiene que ser precisamente ahora?

– Sí-sonrió ella-. ¿No te has dado cuenta de que desde que iniciamos esta locura de viaje apenas nos hemos visto? Incluso algunas noches uno de nosotros se ha retirado más temprano y se ha quedado dormido sin ni siquiera poder desear las buenas noches al otro. Tú pasas el día a caballo con el rey y tu prima reclama mi atención constantemente. Ése es el problema, Varian.

– ¿Te ha molestado mucho mi primita? -preguntó Varian haciendo ademán de abrazarla y besarla. Nyssa se apartó y le miró muy seria.

– Tiene un amante.

– ¿Quién te ha metido en la cabeza semejante tontería? -saltó su marido soltándola.

– Nadie -contestó Nyssa-; yo misma les sorprendí. Sin Vaughn también está al corriente de lo que hay entre la reina y Tom Culpeper. Estuve coqueteando con él para averiguar si lo sabía y estoy segura de que es así. Lady cara de comadreja les ayuda a preparar sus encuentros secretos y, lo que es peor, está incitando a Cat a comportarse como una irresponsable.

Nyssa le relató la increíble trama de chantaje y adulterio tejida alrededor de la reina.

– Tarde o temprano la descubrirán, Varían -se lamentó cuando hubo concluido-. El rey se revolverá como un animal herido y culpará a todos los Howard de su desgracia. No estoy segura de que salgamos de ésta sin recibir nuestra parte. He pensado que, si desaparecemos durante una temporada, se olvidará de nosotros cuando llegue el momento de tomar represalias. Debemos alejarnos de la corte por el bien de Edmund y Sabrina. ¿Qué será de ellos si nos ocurre algo?

– Tienes razón -asintió Varían-. Mi abuelo no debe saber nada. Si Cat no hubiera llegado tan lejos, la pondría en su sitio con una buena regañina, pero ahora… Cuando se entere, hará todo lo posible por salvar el pellejo y abandonará a su suerte al resto de los Howard. ¡Maldita seas, Cat, eres una idiota y una irresponsable! Me pregunto en qué demonios pensaba mi abuelo cuando la escogió como candidata a esposa del rey. Siempre ha sido una cabeza de chorlito y sólo vive para divertirse. ¡Que Dios nos ayude! -exclamó mesándose el cabello-. Tendrías que habérmelo dicho inmediatamente en lugar de mezclarte con hombres como Cynric Vaughn.

– Creí que conseguiría hacerla entrar en razón -se disculpó Nyssa-. Pero Cat se niega a ver las cosas tal y como son. Cree que basta con tener al rey satisfecho y ni siquiera se le ha pasado por la cabeza la idea de que alguien pueda delatarla.

– Pobre Cat. No comprende que no sólo ha puesto en peligro su matrimonio sino que están en juego las vidas de muchas otras personas. La relación entre ortodoxos y reformistas es cada vez más tensa y ambas tendencias están convencidas de que cuentan con la bendi ción de Dios para llevar a cabo sus propósitos. Harán todo lo posible por salirse con la suya y si eso implica deshacerse de una jovencita irresponsable, no dudarán en hacerlo. No me gustaría estar en la corte cuando eso ocurra. Tienes razón -concluyó-. Tenemos que volver a casa.

– ¡Lo siento por Cat y el rey! -se lamentó Nyssa apoyando la cabeza en el hombro de su marido. Varían le acarició el suave cabello. Nunca había querido a una mujer antes y sabía que no querría a ninguna otra.

– Me temo que no podemos hacer nada por ellos -dijo en voz baja.

– ¿Por qué lo dices?

– Tú piensas en el rey y Cat pero yo no consigo quitarme a mi abuelo de la cabeza… Me pregunto cómo habría sido su vida si no hubiera sido un hombre tan ambicioso. ¿Por qué no se conformó con sus tierras y su familia? Ha alcanzado una posición envidiable y ha amasado una gran fortuna pero nunca está satisfecho, siempre quiere más.

– Es un hombre importante y los hombres importantes no son como tú ni como yo -reflexionó Nyssa antes de besar a Varían.

La caricia de los labios de Nyssa sobre los suyos hizo que la cabeza empezara a darle vueltas. La abrazó y la atrajo hacia sí.

– Te adoro -murmuró.

– Me deseas -replicó Nyssa sonriendo seductoramente y acariciándole una mejilla.