El Millonario
El Millonario (14.02.2003)
Título Original: The Millionaire and the Cowgirl (1996)
Serie Multiautor: 2º Los Chicos Fortune I
Conoce a los Fortune, tres generaciones de una familia que comparten un legado de riqueza, influencia y poder. Cuando se unan para enfrentarse a un enemigo desconocido, comenzarán a descubrirse los más impactantes secretos de la familia… y nacerán nuevos y apasionados romances.
KATE FORTUNE: La poderosa matriarca del clan Fortune, a la que todos han dado por muerta, en realidad se dedica, junto a un misterioso desconocido, a urdir planes amorosos para la vida de sus hijos y nietos.
KYLE FORTUNE: Mujeriego y millonario. ¿Podrá este empedernido urbanita convertirse en ranchero, rectificar los errores del pasado y emprender un futuro junto a la mujer a la que nunca ha podido olvidar y a la hija cuya existencia desconocía?
SAMANTHA RAWLINGS: ¿Podrá perdonar alguna vez a Kyle por haberle destrozado el corazón casándose con otra mujer? ¿Y será Kyle capaz de perdonarle que haya mantenido en secreto la existencia de una hija durante nueve años?
ALLIE FORTUNE: La más importante modelo publicitaria de Fortune Cosmetics. Los hombres solo la quieren por su dinero y por su cuerpo. Su belleza es una bendición… ¿o será una maldición, quizá?
ECOS DE SOCIEDAD Por Liz Jones
¡Los rumores son ciertos! La multimillonaria Kate Fortune, presidenta de Fortune Cosmetics, ha muerto en un trágico accidente de avión. Fuentes de toda confianza me han informado de que Rebecca, la hija de Kate, sospecha que se trata de un crimen y ha contratado a un detective privado para que se encargue de investigarlo.
Los amigos más cercanos dicen que la familia estaba destrozada el día de la lectura del testamento. Al parecer, además de sus considerables bienes, ha dejado a sus familiares motivos más que suficientes para que no la olviden. Su nieto Kyle, el soltero más codiciado de la ciudad, ha heredado su rancho de Wyoming. ¡Así que todas a montar a caballo, solteras! Para tratar a este tipo vais a tener que convertiros en unas auténticas vaqueras. Porque Kyle tiene la obligación de quedarse en el rancho durante seis meses, ¡sí, seis meses!, para poder heredarlo. Me intriga y asombra esta condición. Pero como todo el mundo sabe, Kate siempre se guardaba algún as en la manga.
¿Qué impacto tendrá la muerte de Kate en el enorme imperio de los Fortune? Y si alguien está intentando deshacerse de los Fortune? ¿Quién será el próximo de la lista?
Prólogo
Clear Springs, Wyoming. Junio
¡Rrrrriiing!
El timbre sonó, anunciando el final de la jornada para los alumnos de la escuela elemental de Clear Springs, Wyoming. En cuestión de minutos, las risas, las conversaciones y las mochilas cargadas de libros comenzaron a extenderse por el enorme edificio de ladrillo. Dos banderas, una de los Estados Unidos y otra del Estado de Wyoming, ondeaban a la entrada del colegio. Los autobuses amarillos esperaban en el aparcamiento, arrojando un humo azulado por los tubos de escape.
Desde una camioneta aparcada en la acera de enfrente, un forastero observaba ansioso por la ventanilla. Tenía la mirada fija en la caravana de camionetas y coches que ocupaban el asfalto, mientras los padres esperaban para recoger a sus preciadas cargas.
– Vamos, vamos -musitó.
Seguramente podría echar un vistazo a la niña que buscaba, aquella en cuyos frágiles hombros descansaban las esperanzas de su socia.
¿Pero qué ocurriría si ya no iba a esa escuela? ¿O si su madre y ella se habían trasladado a otro lugar? Cerró los dedos con fuerza sobre el volante. Maldita fuera. Hacía un calor terrible, a pesar de que había aparcado a la sombra de un roble.
Abrió la ventanilla unos centímetros y una bocanada de aire caliente y polvoriento se filtró por la ventanilla. Un perro ladró, crispándole los nervios, pero continuó esperando. Había prometido ver personalmente a esa niña.
De pronto, salió del colegio una criatura rubia de larga melena y sonrisa radiante. Sus largas piernas y los dientes, un poco grandes para su rostro, la convertían en una de esas niñas que florecían con la edad; era una niña bonita cuyo rostro anunciaba una rara belleza. Caitlyn Bethany Rawlings, la única hija de Samantha Rawlings, madre soltera.
Disfrutó de un instante de alivio mientras observaba a Caitlyn y al resto de los alumnos de cuarto grado reunirse con los otros niños que subían ya en los autobuses o buscaban en el aparcamiento a sus padres.
Caitlyn, vestida con unos vaqueros y una camiseta, charlaba con otra niña más bajita que ella. Tenía el pelo rizado y el rostro bronceado y cubierto de pecas. Entrecerraba unos ojos redondos y azules, mientras buscaba la camioneta de su madre. Al verla, se despidió con la mano de un par de amigas y corrió hacia ella.
Trepó a la cabina y comenzó a hablar emocionada con su madre. Al fin y al cabo, aquel era el último día de colegio. Había muchas cosas que contar, y muchos planes que hacer para el verano, supuso él. Poco sabía ella que sus planes estaban a punto de cambiar, de acuerdo con las previsiones de su socia.
Samantha escuchaba a su hija mientras seguía a los coches y camionetas que abandonaban el aparcamiento.
Cuando pasaron delante de la furgoneta, el forastero volvió la cabeza para que no pudieran reconocerlo. Estaba arriesgándose mucho al acercarse al colegio a plena luz del día. Siempre había alguna posibilidad de que alguien se fijara en un hombre que no pertenecía a la pequeña comunidad que vivía en la base de las montañas Tetón. Pero era necesario correr aquel riesgo para que funcionara la primera parte del plan.
Y, pasara lo que pasara, aquel plan iba a funcionar. Muchas vidas dependían de ello. Vidas importantes, además. Las vidas de la familia Fortune.
Capítulo 1
No había cambiado nada.
Aquella idea golpeó a Kyle Fortune en las entrañas, despertando recuerdos durante mucho tiempo olvidados. Levantó el pie del freno de su vieja camioneta. El mugriento parabrisas estaba plagado de insectos y el interior, bajo el implacable sol de Wyoming, era un auténtico horno.
Samantha Rawlings. La adolescente a la que había dejado muchos años atrás, se había convertido en una mujer. Diablos, ¿quién habría pensado que iba a ser la primera persona con la que se iba a encontrar en Wyoming? Así que su suerte no había cambiado.
– Maldita sea, Kate -gruñó para sí, como si su batalladora abuela, la mujer que había conseguido hacerlo volver a aquel rancho, pudiera oírlo, a pesar de que estaba muerta.
Al pensar en ello le temblaron las rodillas.
Las desgastadas ruedas de la camioneta giraron y se detuvieron bruscamente.
– Que el cielo me ayude.
En uno de esos fogonazos de la memoria, vio a Samantha tal como la había tenido mucho tiempo atrás, tumbada sobre un campo de flores silvestres, con la melena dorada enmarcando su rostro. Salvo en los rincones más íntimos de su cuerpo, tenía la piel bronceada. Y él había besado cada centímetro, amándola con el salvaje abandono de la juventud, sin mirar en ningún momento hacia el futuro.
No había vuelto a verla desde hacía diez años. Aun así, sus entrañas se tensaban al pensar en ella y la temperatura se elevaba de tal manera que podría levantar la pintura de la camioneta y agostar la hierba que crepitaba bajo las ruedas mientras él aparcaba.
Samantha no miró en su dirección. Estaba concentrada en el caballo de aspecto testarudo que estaba al otro extremo de la soga que sostenía con firmeza entre las manos. Ni siquiera parecía haberse dado cuenta de que había llegado. El caballo y Samantha permanecían mirándose a los ojos, como en un duelo, con todos los músculos en tensión.
Sam no iba a retroceder ni un solo centímetro. Tan testaruda como siempre, decidió Kyle.
– Ya me has oído, miserable y carísimo pedazo de carne de caballo -gruñó, sin apenas mover los labios-.Vas a… -se interrumpió bruscamente y perdió toda concentración al ver la sombra de Kyle extendiéndose hasta el inicio de sus botas. Miró en su dirección, gimió y aflojó la tensión de la soga-. ¿Kyle?
Al advertir su ventaja, el caballo giró la cabeza y consiguió arrancarle las riendas de la mano. Con un relincho triunfal, se levantó sobre sus patas traseras.
– Eh, espera… -pero el caballo ya se había alejado hasta el final del corral.
– Magnífico. Sencillamente magnífico. Ahora mira lo que me has hecho hacer.
– Yo no tengo la culpa de que hayas perdido el control del caballo -así que Sam continuaba teniendo una lengua tan afilada como siempre. En realidad, ya se lo imaginaba.
– Claro que sí -colocándose en contra del sol, lo miró-.Así que el nieto pródigo ha vuelto. ¿Qué te ha pasado? ¿Has perdido el Ferrari en una partida de póquer? ¿O te has confundido de camino cuando te dirigías hacia Europa?
– Algo así.
– ¿Sabes, Kyle? Eres la última persona a la que esperaba volver a ver en mi vida -tenía sus marcados pómulos sonrojados por el calor y las gotas de sudor rodaban por su nariz.
– Supongo que no te has enterado.
– ¿Que no me he enterado de qué?
Kyle sintió una ligera satisfacción al saber que era él el que iba a darle la noticia.
– Lo creas o no, yo soy el único propietario de este lugar.
– ¿Tú? -lo miró a los ojos, como si pensara que estaba mintiendo para obtener alguna ventaja-. ¿Que tú eres el propietario del rancho Fortune? ¿Solo tú? ¿Y nadie más?
¿Había una nota de desaprobación en su voz?
– De todo el rancho, sí, ¿no lo sabías?
Samantha palideció.
– Yo… sabía que alguno de los hijos o los nietos de Kate probablemente terminaría heredando el rancho, pero… jamás pensé… Oh, por el amor de Dios, ¿por qué tú?
– Yo tampoco lo entiendo.
– Ahora eres un hombre de ciudad, ¿verdad? -levantó ligeramente la barbilla, como si estuviera desafiándolo-. Hacía años que no ponías un pie en este lugar.
– Aproximadamente diez.
La vio desviar la mirada, como si ella tampoco quisiera pensar en el último verano que habían compartido. Parecía haber pasado toda una vida desde entonces, aunque todavía se le aceleraba ligeramente el pulso al verla. Pero eso tendría que cambiar.
– Entonces, ¿a qué has venido? ¿Piensas quedarte a vivir? -le preguntó, frunciendo el ceño como si le resultara imposible creerlo.
– Durante una temporada. Digamos que mi parte de la herencia tenía una sorpresa.
– ¿Una sorpresa?
– Kate me dejó el rancho y todo lo que hay en él, bueno, casi todo, con la condición de que viva durante seis meses aquí antes de venderlo.
¡Seis meses! ¿Kyle iba a ser su vecino durante medio año? A Sam le temblaron ligeramente las rodillas.
– Pero en realidad no piensas quedarte ¿no? -le dijo, sintiendo cómo el pánico crecía en sus entrañas.
– No creo que me quede otra opción.
Durante años, Samantha había vivido con la esperanza de volver a verlo para poder decirle lo canalla que era. Pero no quería que las cosas sucedieran así, tan inesperadamente, cuando no estaba preparada para enfrentarse a él.
– ¿Entonces pasarás aquí la Navidad? -le preguntó, sintiéndose como si acabaran de noquearla.
– Ese es el plan.
Kyle tenía un aspecto tan insolente, tan condenadamente citadino con aquellos vaqueros planchados, las botas relucientes y el gorro sin una mota de polvo… No había lugar para él en el rancho.
Oh, Dios, ¿qué podía hacer? Intentando recuperar la compostura y pensar con claridad, estalló:
– Pero, pero… ¿qué ha pasado con Grant?
Grant era el único de los nietos de Kate Fortune que podía tener algún interés en el rancho. En realidad Grant McClure no era un pariente biológico, sino el hermanastro de Kyle. Pero a Kate nunca había parecido importarle.
– Grant ha heredado un caballo -Kyle desvió la mirada hacia el semental, que lo estaba observando a su vez y tuvo además la osadía de relincharle-. El Fuego de los Fortune.
– Es Joker.
– ¿Qué?
Sam inclinó la cabeza hacia el semental.
– Es ese. Lo han llamado así desde que era un potro. Siempre ha estado metiéndose en problemas, y como tiene esas manchas tan raras -señaló las llamativas manchas que cubrían el rostro del animal-parece sentarle bien.
– ¿Y tú cómo lo llamas?
– Pues hoy, por ejemplo, lo he llamado demonio, para empezar. Los otros nombres no puedo repetirlos delante de nadie -resopló para apartar un mechón de pelo que cubría su rostro y rió, con aquella risa rica y profunda como el primer trueno de una tormenta de primavera.
¿Por qué no habría envejecido Kyle peor? ¿Por qué tendría que continuar siendo guapo y delgado? ¿Y por qué habría desaparecido de su rostro todo rastro de infantilismo? ¿Dónde estaba la curva de su barriga? ¿O sus canas? ¿O la redondez de líneas de un hombre rico que no necesitaba mover un dedo para ganarse la vida? Por el contrario, Kyle disfrutaba de un físico atlético, fibroso, de caderas y cintura estrecha y hombros anchos. De hecho, el paso del tiempo parecía haberlo favorecido de una forma extraordinaria.
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