– ¿Por qué debería importarte?
– No lo sé.
– Vaya, vaya, hablando del rey de Roma… -dijo Grant, al oír el sonido de una camioneta. Una nube de polvo seguía a la vieja Dodge que se detuvo cerca de la casa-. Creo que será mejor que vaya a ver los progresos que está haciendo con Joker.
– ¿Ese caballo endiablado? Si la exhibición de ayer sirve de indicación, me temo que las cosas no van demasiado bien.
– ¿Quieres echarnos una mano con él?
– Diablos, no. Cuanto más lejos esté de esa bestia, mejor. Si Kate no te lo hubiera dejado en herencia, probablemente se lo habría vendido a una fábrica de pegamento -respondió Kyle; pero asomaba una sonrisa a la comisura de sus labios.
– Claro -Grant se terminó el café sin apartar en ningún momento los ojos de la ventana.
– Mira, tengo que vivir aquí durante los próximos seis meses, pero no creo que tenga que arriesgar la vida intentando enseñarle a un semental engreído a seguir una cuerda.
– Presumo que estás hablando del caballo, y no de mí -Grant continuaba mirando por la ventana.
Kyle permitió que su mirada siguiera el mismo rumbo que la de Grant y observó a Samantha bajar de un salto de la camioneta y apartarse el pelo de la cara.
– Puedes tomártelo como quieras -contestó Kyle.
– ¿Sabes, Kyle? Creo que esa mujer está que echa fuego por la boca. Creo que iré a comprobar cómo está mi caballo.
– Gallina.
Grant tomó su sombrero.
– Puedes estar seguro. Hace años me prometí a mí mismo que jamás permitiría que una mujer me regañara antes de las diez de la mañana. Eso es como comenzar el día con el pie izquierdo -lo miró con los ojos entrecerrados-. ¿Sabes? Puede que solo sean imaginaciones mías, pero tengo la sensación de que Sam se ha tomado esto como un auténtico desafío.
Samantha cerró la puerta de la camioneta. Llevaba unos vaqueros ajustados de color negro y una camisa vaquera remangada hasta los codos, como si estuviera preparada para la pelea. Apretaba los labios con firmeza y determinación. Antes de que Grant hubiera tenido oportunidad de abrir la puerta, entró en la casa como un huracán.
Kyle sintió que una sonrisa cruzaba su rostro, aunque deseó poder disimular su diversión, porque si las miradas pudieran matar, él habría muerto en el mismo segundo en el que Sam desvió sus furiosos ojos verdes en su dirección.
– Buenos días, Sam -la saludó Grant.
– Buenos días -respondió ella.
– Estaba a punto de marcharme.
– Espera, tengo que hablar contigo -le dijo, posando una mano en su brazo con un gesto tan íntimo y amistoso que Kyle apretó los dientes-. ¿Qué piensas hacer con Joker ahora que ha venido Kyle?
– Pensaba llevármelo la semana que viene o así. No tengo prisa. Supongo que para entonces ya se habrá amansado lo suficiente como para subirse a un remolque.
Sam no pudo evitar sonreír y Kyle se sintió como si acabaran de pegarle una patada en el estómago. ¿Cuántas veces le había dedicado Sam esas sonrisas a él?
– Supongo que eso tendrá que decidirlo Kyle. Ahora es él el que está a cargo del rancho -su sonrisa había desaparecido para ser sustituida por su expresión inicial. Un profundo ceño oscurecía una mirada furiosa que volvía a tener a Kyle como destinatario-. Solo he venido aquí para recoger mis cosas. Ahora que ha venido Kyle, no tiene sentido que siga ocupándome del rancho.
Pasó por delante de Grant.
– ¿Samantha? Espera un momento. ¿No irás a renunciar a ocuparte de Joker, verdad?
– A lo mejor puede domarlo Kyle.
– Ni en sueños -respondió Grant.
– De ningún modo -Kyle levantó las manos-. Yo no quiero tener nada que ver con esa bestia.
Sam musitó algo en silencio que tenía que ver con los niños mimados y las cucharillas de plata.
– Hicimos un trato -le recordó Grant.
– Que quedó cancelado cuando Kate le dejó el rancho a tu hermano.
– Eh, yo no tengo nada que ver con eso -proclamó Kyle y Sam lo taladró con una mirada con la que lo estaba llamando al mismo tiempo estúpido urbanita, inútil y cobarde.
– Por el amor de… -Samantha se apartó el pelo de la cara, pero algunos mechones volvieron a ocultar sus ojos-. De acuerdo, de acuerdo-le dijo a Grant-. Yo me ocuparé de Joker. Dentro de un par de días retomaré el trabajo.
– ¿Pero esto qué es? -Grant miró alternativamente a Kyle y a Sam-. ¿Una discusión amorosa?
Sam palideció notablemente.
– Tengo mucho trabajo en mi rancho.
– Está bien -aunque Grant no parecía haberse tragado esa historia, tampoco quería continuar presionando-. Siempre y cuando pueda venir a llevarme a Joker antes de que la yegua de Clem James se ponga en celo.
– Lo único que puedo prometerte es que lo haré lo mejor que pueda.
– No te pido nada más -Grant se puso el sombrero-. Tengo que ir al pueblo a comprar una pieza para el tractor. Os veré más tarde -abrió la puerta, pero antes de salir vaciló un instante y se volvió-. Oh, por cierto, Kyle, mamá ha llamado esta mañana. Al parecer Rebecca ha estado hablando de contratar a un detective privado para que investigue las causas del accidente en el que murió Kate.
– Yo pensaba que había sido un accidente, un fallo del motor o algo parecido.
– Sí, eso fue lo que todo el mundo pensó, pero ya conoces a tu tía. Ella no es de las que piensan que lo mejor es no remover el asunto.
Kyle tuvo una sensación muy parecida al miedo. Rebecca era la hija pequeña de Ben y de Kate y, aunque fuera su tía, solo tenía unos años más que él. Como escritora de novelas de misterio, Rebecca se había ganado la fama de tener en ocasiones una imaginación desbocada.
– ¿Y ella que cree que ha pasado?
– ¿Quién puede saberlo? Si quieres saber mi opinión, creo que Rebecca debería intentar olvidarse de todo y tranquilizarse.
– Oh, ¿igual que tú?
Grant le dirigió una mirada inescrutable.
– No me sorprendería que Rebecca te llamara. Adiós, Kyle, Sam.
Samantha lo observó marcharse y se sintió repentinamente insegura. Estaba a solas con Kyle. Otra vez. Se suponía que era eso lo que quería. ¿O no? Mientras Grant se alejaba en su camioneta, fue de pronto consciente de que el aire de la casa parecía haberse espesado, llenándose de una silenciosa emoción. Y empezó a tener problemas para respirar. Y sentir eso estando cerca del hombre que había sido capaz de romperle el corazón era completamente estúpido.
– Creo que jamás en mi vida entenderé por qué te ha dejado Kate este rancho en herencia. Grant, Rocky…
– Lo sé, lo sé. Ya me comentaste que cualquier otro miembro de mi familia habría sido una opción mejor.
– Pues sí, eso es lo que creo.
– ¿Incluso Allison?
Samantha apretó los labios al oírle mencionar a la sofisticada y hermosísima melliza de Rocky.
– Incluso Kristina.
– ¡No, Kris no, por Dios! -bromeó Kyle.
– ¡Claro que sí! Tu hermana puede ser una chica mimada, pero por lo menos sabe lo que quiere en esta vida -Sam nunca se había caracterizado por guardarse sus opiniones, especialmente con Kyle-. Creo que tu abuela estaba fuera de sus cabales cuando decidió dejarte el rancho.
– No me digas.
– ¿Y sabes lo que pienso?
– Tengo la sensación de que me lo vas a decir tanto si quiero como si no, así que, adelante.
Esbozó una sonrisa que despertó en Sam la imperiosa necesidad de darle una bofetada.
– Lo que pienso es que no vas a aguantar seis meses, Kyle. No creo que seas capaz de soportar un invierno en este lugar. A veces nos quedamos sin luz, y si no consigues hacer funcionar el generador, hasta tienes que encender el fuego para entrar en calor. Hay que abrir caminos en la nieve para poder llegar a los establos, derretir el agua para el ganado y alimentarse a base de copos de avena, latas de judías, patatas y manzanas. No hay televisión, ni radio. Estás tú solo con tu ingenio, intentando sobrevivir contra la naturaleza. Y en tu caso, creo que ella te ganaría hasta con las manos atadas.
– ¿Cuánto?
– ¿Cuánto qué?
– ¿Cuánto estás dispuesta a apostar? -preguntó, con una mirada repentinamente peligrosa.
Cruzó la escasa distancia que los separaba y la fulminó con una expresión tan sombría como una nube de tormenta.
– No necesito apostarme nada porque tienes perdida la apuesta de antemano. Porque tú, Kyle Fortune, nunca has aguantado en un mismo lugar el tiempo suficiente para saber si realmente te gusta. Esa es la razón por la que Kate ha intentado poner una condición para poder atarte a tu herencia, y casi hay que alegrarse de que haya muerto porque así se ahorrará la desilusión de verte marcharte de aquí -lo fulminó con la mirada, desafiándolo.
Pero Kyle advirtió entonces la sombra que cruzaba los ojos de Samantha y el temblor que tensaba las comisuras de sus labios mientras ella intentaba esconder desesperadamente sus sentimientos.
– ¿Es eso lo que has venido a decirme?
– Solo he venido a buscar mis cosas -se encaminó hacia el estudio, pero Kyle la agarró del brazo, sosteniéndola por el codo.
– No me lo creo.
– Suéltame, Kyle.
– Hay algo más, Sam, algo que te inquieta.
Samantha lo miró de reojo y le dirigió una sonrisa sarcástica.
– Caramba, Kyle, qué perceptivo te has vuelto. ¿Y no crees que podría ser quizá el hecho de que te fuiste de aquí hace diez años sin decirme adiós siquiera y que después ni me llamaste ni me escribiste y te limitaste a enviarnos a mí y a mis padres una invitación para tu boda?
Kyle dejó escapar un suave silbido.
– Dios mío, Sam.
– Has sido tú el que ha preguntado -se apartó de él y salió como un torbellino de la cocina.
Kyle la atrapó cuando se estaba marchando con una chaqueta bajo el brazo, una agenda y una taza de café en la mano.
– Creo que deberíamos hablar.
– Ya es demasiado tarde -pero la sombra volvió a cruzar su mirada y sus pasos parecieron repentinamente vacilantes.
– Nunca es demasiado tarde.
– Oh, Kyle… si tú supieras.
– ¿Si supiera qué?
Sam giró hacia él y la taza se cayó al suelo, haciéndose añicos.
– Oh, por el amor de…
– Olvídate de eso -Kyle volvió a agarrarla del brazo.
– ¿Qué?
– Que ya barreré yo eso más tarde -por un instante, en una suerte de premonición, se sintió como si estuviera al borde de un abismo y la tierra se estuviera abriendo lentamente bajo sus pies-. Estabas a punto de confiarme algo.
Sam tragó saliva.
– Este… este no es el momento adecuado. Hay muchas cosas de las que tenemos que hablar. La mayor parte de ellas no significan nada, pero… bueno, algunas son importantes.
– ¿Qué cosas?
Oh, Dios, ¿sería capaz de decírselo? ¿De explicarle que era el padre de su hija? Aquel era el momento más adecuado para hacerlo, pero estaba comportándose como una auténtica cobarde.
– Sé que me fui muy bruscamente -admitió Kyle. Sam hizo un sonido sarcástico.
– Probablemente pensaste que teníamos algún futuro -continuó Kyle-, y podríamos haberlo tenido, pero…
– ¡No! -Sam se alejó nuevamente de él y se dirigió hacia la puerta.
– Sam.
– En otro momento será, ¿de acuerdo? Ya tendremos ocasión de recrearnos en el pasado, ahora mismo no tengo tiempo. Tengo que ir a buscar a Caitlyn, y más tarde volveré por aquí a trabajar con el caballo.
– He conocido a Caitlyn esta mañana.
– ¿Que tú qué? -giró sobre sus talones y sintió que el color abandonaba su rostro.
– Ha parado un momento en el rancho cuando iba de camino hacia…
– ¿Hacia casa de Tommy Wilkins?
– Sí, eso es. Me ha parecido una niña encantadora. Has hecho un gran trabajo con ella.
– Eh… gracias -apenas podía hablar. Se humedeció los labios y se llamó cobarde en silencio. Pero no encontraba valor para decirle la verdad-. Mira, tengo que marcharme -se dirigió de nuevo hacia la puerta.
– ¿Sabes, Samantha? Nunca quise hacerte daño.
Aquellas palabras le dolieron en lo más hondo de su alma. Samantha detuvo un instante sus pasos y sintió un nudo en la garganta.
– No te preocupes por eso -le dijo, mirándolo por encima del hombro-. No me hiciste daño.
Oyó los pasos de Kyle tras ella, abrió la puerta de la calle y salió, pero no había dado dos pasos cuando sintió una mano en el hombro.
– Samantha. Me gustaría que me echaras una mano con el rancho -le pidió Kyle.
– No puedo.
– Estás huyendo de mí.
– Supongo que aprendí bien la lección. Tuve un buen profesor.
Kyle se detuvo frente a ella, ocultando el sol con su cuerpo.
– ¿Qué te pasa, Sam?
– Lo único que me pasa es que creo que es una pena que una mujer tan inteligente como Kate le dejara este rancho a un mujeriego urbanita que no sabe distinguir la cabeza de la cola de un caballo.
– Eres una pésima mentirosa.
"El Millonario" отзывы
Отзывы читателей о книге "El Millonario". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "El Millonario" друзьям в соцсетях.