Sloane dejó de remover la tierra con los pies y levantó la vista.

– Me llamo Sloane… -Se calló. -Quiero decir Faith. Yo… -Vaciló porque no sabía qué identidad utilizar.

– Sloane Carlisle -informó Chase. No se le escapó la cara de sorpresa de ella al darse cuenta de que conocía su verdadero nombre. Chase no tenía más remedio que decir la verdad.

Rick tenía que saber quién era Sloane si iba a ayudar a Chase a no perderla de vista mientras estuviera en Yorkshire Falls. Y ahora que la casa de Samson se había incendiado casi con ella dentro, mantenerla en segundo plano resultaría más difícil. Chase haría lo que estuviera en su mano, empezando por prohibir que se informara de la presencia de Sloane en el lugar de la explosión.

Su hermano no pareció reconocer el apellido de ella, lo cual no era de extrañar. Aunque él cubría las noticias de los Carlisle, la noche en que se conocieron en el bar tampoco la había identificado. La hija del candidato a la vicepresidencia no era una figura pública. Todavía.

Sloane suspiró aliviada porque era obvio que había llegado a la misma conclusión que Chase. Entonces puso los brazos en jarras y miró a Chase, algo que el perro interpretó como indicio de algo, porque empezó a ladrar otra vez.

– ¿Cómo sabes quién soy realmente? -preguntó, al tiempo que se agachaba para coger al chucho y tranquilizarlo acariciándole la cabeza. -Y, ya puestos, ¿por qué me has seguido desde Washington?

Su expresión reflejaba confusión y aturdimiento, y Chase se dio cuenta de que era como si la estuviese viendo por primera vez. Tema las mejillas sucias de tierra debido a la caída.

– Resulta que vivo aquí. -No era una gran explicación, pero tampoco sabía cuántos detalles dar en esos momentos.

– ¿Que vives aquí? ¿En este infierno? -Señaló la vieja casa de Samson, o lo que quedaba de ella.

– Vivo en Yorkshire Falls. -Se pasó una mano por el pelo, lleno de frustración. Quería explicarse, pero necesitaba las respuestas de ella.

Rick permanecía extrañamente callado, mientras Sloane se pasaba el perro a la otra cadera y entornaba los ojos para mirar a Chase.

– El hecho de que seas de Yorkshire Falls es una gran coincidencia, pero no explica que me hayas encontrado en esta casa.

Chase miró por encima de su hombro, agradecido de que los bomberos hubieran rodeado el lugar y, con un poco de suerte, controlaran pronto la situación.

Deseó poder hacer lo mismo con Sloane igual de rápido. Se volvió hacia ella.

– Es un pueblo pequeño. Nadie va a ningún sitio sin que se sepa. Y una cara nueva es todo un acontecimiento.

– Sobre todo si es guapa -habló Rick por fin. Estaba de pie, con los brazos en jarras y una sonrisa socarrona en el rostro. -Siento interrumpir esta conversación tan interesante, sobre todo cuando parece que tenéis mucho de qué hablar, pero, por si no os habéis dado cuenta, se ha declarado un incendio, y Chase me ha dicho por teléfono que estabas aquí cuando empezó.

Un grupo de bomberos y el orondo jefe de policía se dirigían hacia ellos, lo cual hizo que Sloane retrocediera, claramente atemorizada.

– Necesitaré algunas respuestas -prosiguió Rick.

Chase asintió.

– Estoy de acuerdo.

Sloane empezó a desatar al perro del árbol.

– No puedo hablar aquí -dijo mientras intentaba deshacer el nudo. -No puedo… Tenemos que ir a algún lugar discreto, ¿de acuerdo? -Alzó la vista desde su postura agachada y miró a Chase con expresión suplicante.

Parecía estar al borde del colapso. Él pensaba cuidar de ella, y no porque Madeline Carlisle se lo hubiera pedido. Un apretón en el hombro fue lo único que supo ofrecerle.

Rick sacó su libreta.

– Lo siento, pero necesito respuestas antes de que te vayas -le dijo a Sloane.

Chase advirtió la desazón en el rostro de ella ante la insistencia de Rick. No estaba preparada para responder preguntas allí. Chase sopesó la devoción de su hermano al trabajo frente a la lealtad familiar. No había nada más fuerte o arraigado para los Chandler que la obligación para con la familia. Odiaba forzar la lealtad de su hermano, pero le bastó volver a mirar a Sloane para saber que lo haría de todas formas.

La cogió de la mano.

– Nos vamos, Rick, puedes pasarte por mi casa para que ella preste declaración más tarde. -Su tono no admitía discusiones.

Cuando Rick cerró la libreta y se la guardó en el bolsillo, Chase exhaló lentamente. Por primera vez en su vida, había antepuesto las necesidades de una mujer a la familia.

CAPÍTULO 05

Sloane se acomodó en un sillón reclinable de la sala de estar de Chase, en su casa victoriana antigua pero bien conservada. Le parecía extraño estar allí con él después de pensar que no se volverían a ver.

La planta baja de la casa albergaba la redacción del Yorkshire Falls Gazette, mientras que la planta de arriba era su territorio privado. Observó su casa como mujer, no como decoradora, analizando la guarida del hombre con el que se había acostado. A pesar de la madera oscura y de la falta de florituras, no se perdió los toques que la hacían acogedora: las alfombras orientales en el suelo de madera noble, las fotografías de la familia colocadas de modo que indicaba la importancia que tenía para él, y el desorden tan típico de los hombres que viven solos.

Y aquél era todo un hombre. Mientras hablaba con su hermano junto a la ventana, notó su energía contenida, la misma que había empleado para hacerle el amor. Sloane lo observó y se dio cuenta de que la memoria le había fallado. Era incluso más guapo de lo que recordaba. Y mientras él gesticulaba, ella miró cómo los vaqueros manchados de hierba se le ceñían a su increíble trasero.

Se estremeció, y esta vez no fue por la conmoción. Cielos, de lo que era capaz aquel hombre con sólo mirarla. Antes, cuando se había abalanzado sobre ella, había reconocido su olor y, a pesar del peligro, se había excitado en seguida. Ya tenían un vínculo, el cual no hacía más que convertir aquella situación en algo incluso más surrealista. ¿Cómo era posible que se hubieran encontrado de nuevo? Sloane ya había contestado las preguntas del agente Rick Chandler, pero ahora le quedaban unas cuantas que formularle ella a Chase.

Estiró los pies y su cuerpo magullado notó el dolor infligido al lanzarse al suelo para salvar a Perro. Se había enterado de que así era como se llamaba la mascota de Samson. El nombre era otro triste indicio sobre la existencia que llevaba ese hombre. Por lo menos los bomberos habían confirmado que no había nadie en la casa en el momento de la explosión, lo cual la libró del temor de que Samson hubiera sufrido algún daño o algo peor.

Tras irse de allí, ella y Chase habían llevado a Perro al doctor Sterling, el veterinario del pueblo, para que le hiciera una revisión v cuidara de él hasta que Samson regresara. Nadie se había planteado qué hacer con el animal si Samson no aparecía. Sloane se estremeció y se rodeó el cuerpo con los brazos para controlar un nuevo escalofrío.

– ¿Te encuentras bien? -Chase se acercó a ella y puso una mano en el cojín en el que tenía apoyada la cabeza, tan cerca, que Sloane automáticamente se distrajo.

– Por supuesto que sí. ¿Por qué no iba a estarlo? Cada día veo cómo explotan unas cuantas casas. -Dejó escapar una risita aguda, consciente de que seguía estando a punto de sufrir un ataque de nervios, aunque hubieran transcurrido más de dos horas desde la explosión.

Rick se acercó a ella, pero Chase se interpuso entre Sloane y su hermano.

– Ya ha tenido suficiente, Rick. Déjala descansar esta noche. Mañana la llevaré a la comisaría para que firme la declaración oficial.

Chase actuaba como barrera protectora ante el policía y ella agradecía su caballerosidad. Pero por aturdida que estuviera, era perfectamente capaz de lidiar con Rick y responder a cualquier pregunta que el cuerpo de policía de Yorkshire Falls quisiera hacerle. Al fin y al cabo, era la hija del senador Michael Carlisle o, por lo menos, él la había criado. Y sus «padres» le habían enseñado la lección de que, cuanto más comunicativa y menos evasiva, más satisfecho se quedaría su entrevistador.

– Si el agente tiene más preguntas, estoy más que dispuesta a responderlas -declaró, mirando por el costado de Chase para ver a Rick.

Este le dedicó una mirada de agradecimiento y ella se fijó realmente en él por primera vez. Aunque tanto Rick como Chase eran hombres apuestos, las semejanzas acababan ahí. Rick, de pelo castaño y ojos color avellana, atraería la atención de cualquier mujer. Pero Chase, con su expresión intensa, unos ojos increíblemente azules y el pelo negro azabache… era quien le parecía más sexy.

– ¿Y bien? -preguntó Chase a su hermano cruzando los brazos sobre el pecho.

Para su sorpresa, Rick negó con la cabeza.

– Creo que por ahora es suficiente. -Se guardó la libreta en el bolsillo y se hizo a un lado para poder verla bien. -Sólo quiero aclarar una cosa si no te importa.

Sloane se aovilló, con las piernas dobladas, haciendo caso omiso de la protesta de sus doloridos músculos. En esos momentos un baño caliente le habría ido de perlas.

– Dices que has venido a Yorkshire Falls para visitar el pueblo natal de tu madre -dijo Rick.

– Así es. -Se mordió el labio inferior porque odiaba haber tenido que soltarle una trola al agente, pero sabía que no le quedaba más remedio. -Quería visitar a algunos de sus viejos amigos y los sitios que frecuentaba.

– ¿Y Samson era un viejo amigo?

Ahí Sloane se anduvo con cuidado.

– Mi madrastra me dijo que había sido una persona importante en la vida de Jacqueline. Me pareció que valía la pena ir a verlo. -Alzó la vista e intentó adoptar una expresión sincera. Como a lo largo de su vida se había saltado más de un par de veces el toque de queda, había logrado perfeccionar la expresión.

– Y por eso fue a casa de Samson -concluyó Chase. -Caso cerrado, Rick. Ya te puedes marchar. -Le dio a su hermano una palmada en la espalda como excusa evidente para irlo conduciendo hacia la puerta.

Rick ladeó la cabeza hacia ella.

– Ya hablaremos mañana, Sloane.

– ¿Eso es una forma educada de decir «no salgas del pueblo»? -preguntó ella con ironía.

– Sí, señora. -Le dedicó una sonrisa infantil, y Sloane se preguntó cuántos corazones habría roto antes de casarse. Se había fijado en la alianza que llevaba en la mano izquierda, señal inequívoca de que alguna afortunada había cazado al guapo policía.

Lo cual la hizo pensar en Chase. ¿Estaba saliendo con alguien antes de su interludio? ¿Alguien a quien seguía viendo? Se sorprendió al darse cuenta de lo mucho que le molestaba la idea.

Cuando Chase acompañó a su hermano a la puerta, Rick no pareció ofenderse. Según lo que Sloane había podido ver, entre aquellos dos hombres existía un cariño genuino que se notaba en todo lo que hacían o decían. Un vínculo familiar. Ella lo comprendía a la perfección porque compartía el mismo tipo de relación con sus padres y hermanas. No tenía ni idea de cómo la recibiría su único pariente de Yorkshire Falls, y se estremeció al pensarlo.

«¿Cuánto tardaré en descubrirlo?», se preguntó Sloane. Había fracasado en su misión de encontrar a Samson y, al haberles mentido a Rick y a Chase sobre el motivo de su presencia en el pueblo, probablemente su búsqueda resultara más difícil. Quizá aquellos hombres pudieran ayudarla a localizar a Samson. Neutralizar la amenaza que suponían los hombres de Michael.

Pero para sincerarse con ellos necesitaba un nivel de confianza que todavía no había alcanzado. Ni con el agente de policía ni con el periodista. La profesión de Rick lo convertía en un elemento imprescindible y Chase era un enigma que podía hacer salir a la luz toda aquella historia.

Bostezó y sintió que estaba a punto de dejarse vencer por el agotamiento. Le parecía increíble todo lo que había pasado en las dos últimas horas, pero después de que Rick Chandler la obligara a revivir la explosión, estaba convencida de que no había sido una pesadilla.

La puerta se cerró y Chase entró de nuevo en el salón, mirándola fijamente.

– Estamos solos. Ahora cuéntame el verdadero motivo por el que buscas a Samson porque no me creo ese cuento chino que le has largado a mi hermano.

Sloane tragó saliva al tiempo que se agarraba con fuerza a la tapicería del sillón. No se había imaginado que él se daría cuenta del engaño.

– Ya te lo he contado. Dos veces, si no me equivoco.

Chase se acercó a ella enfadado, apoyó las manos en los brazos del sillón y se agachó de forma que sus caras quedaron separadas por apenas unos milímetros. Sloane ya sabía qué sabor tenían aquellos labios. Se le aceleró el corazón y, si él le prometía un beso, probablemente cediera a su exigencia de que le contara la verdad.