Chase apreciaba al hombre por la felicidad que había aportado a la vida de Raina y por ser la voz de la razón en medio del caos que ella representaba. Eric la mantenía ocupada, la hacía reír y tomaba las riendas de la situación cuando a Raina se le ocurrían ideas disparatadas.

– Ésta es la última bolsa -dijo Eric, mientras dejaba una de la que sobresalían dos botellas en la encimera.

– ¿Vino? -preguntó Chase.

– Champán -repuso Raina. -Para brindar por la vida.

O sea que tenían previsto celebrar una fiesta. Miró hacia el pasillo y se preguntó qué pensaría Sloane cuando saliera del baño y descubriera que tenía público.

Raina alzó la cara botella de Dom Perignon y la miró con anhelo. No bebía a menudo, pero cuando había algún motivo para ello, le encantaba tomar una copa de champán con su familia. Qué lástima que Chase estuviera a punto de aguarle la fiesta. Era la única solución que se le ocurría como venganza por su ardid para tener nietos.

Le rodeó los hombros con el brazo y la apretó cariñosamente.

– No deberías beber, mamá. No le conviene a tu pobre corazón.

– El chico tiene razón, Raina. -Eric le quitó el champán de la mano y dejó la botella en la encimera.

– Aguafiestas -farfulló ella sin mirarlo a la cara. Chase miró a Eric y él le guiñó un ojo.

Dos hombres cuyo nexo de unión era Raina. Con su pelo entrecano, el médico tenía un aspecto distinguido y hacía buena pareja con su guapa madre. Chase pensó que ambos eran atractivos.

Miró alrededor de la cocina, que ahora presentaba un aspecto caótico. Aunque ya no tenía que preocuparse por qué iba a darle de cenar a Sloane, prefería que estuvieran solos.

– Muchas gracias por traer la comida. -Le faltó muy poco para añadir «ya os podéis marchar».

– De nada. -Raina se agachó para coger una de las bolsas menos pesadas y empezó a vaciarla en la encimera. -He supuesto que un soltero como tú no tendría nada en la nevera para agasajar a una invitada, y mucho menos si es guapa.

O sea, que sabía lo de Sloane. Echó un vistazo a las bolsas rebosantes de comida y champán. Tema que haberse dado cuenta de sus intenciones ocultas. Lo positivo de la situación era que, si pretendía hacer de casamentera, no se quedaría a cenar. La presencia de una madre no propiciaba demasiado romanticismo, pensó con ironía.

Aunque Sloane no parecía estar en plan romántico precisamente. Había dejado claro que su única noche había acabado.

– La belleza no tiene nada que ver con la alimentación -dijo Chase, centrándose en la conversación con su madre. -Además, ¿quién te ha dicho que tengo compañía?

Eric rió entre dientes.

– Tu madre tiene línea directa con la Central de Cotilleos. No habían pasado ni cinco minutos después de que la bella pelirroja se marchara de Norman's, e Izzy ya estaba llamando a Raina.

Raina chasqueó la lengua para regañarlo.

– No lo pintes tan sórdido, Eric. La joven ha tenido un día muy duro. Igual que mi hijo mayor. Sólo quería asegurarme de que estaban bien alimentados.

– ¿Y el champán lo necesitamos para…? -preguntó Chase.

Raina entornó los ojos.

– Para mejorar el ambiente, por supuesto.

Chase apretó los puños porque odiaba que lo manipularan.

– Ni siquiera sabes si hay química entre Sloane y yo. Ni siquiera sabes si me interesa y te presentas aquí con una cena de lujo y una botella de champán caro.

– Yo no calificaría lo que cocina Norman como comida de lujo -replicó Raina, -y no es propio de d ser tan arisco.

– Cuando te metes donde no te llaman, no me queda más remedio -farfulló.

– Chitón. -Raina le selló los labios con un dedo. -A lo mejor no le gustan los hombres groseros. -Miró a su alrededor, buscando a la invitada. -Por cierto, ¿dónde está?

– Duchándose. -Señaló hacia el cuarto de baño del final del pasillo. -Y ha tenido un día duro. Dudo que tenga ganas de compañía.

La risa profunda de Eric resonó en la estancia.

– Creo que te está diciendo que te marches, Raina, querida.

La sujetó por el codo suavemente.

– Que «nos» marchemos -rectificó ella. -Nos está diciendo que nos marchemos.

– Chase sabe que yo ya tengo un pie fuera, mientras que tú preferirías quedarte.

Su madre hizo un mohín, pero a juzgar por la resignación de su mirada, aceptaba que estaba acorralada.

– No he acabado de sacar la comida.

Chase se echó a reír mientras la conducía hacia la puerta, seguido de Eric.

– No me importa guardar la compra. Además, tú necesitas descansar.

– Tú también, después del día que has tenido. Tú y esa pobre chica. ¡Y Samson! -Pronunció el nombre del hombre como si acabara de enterarse de la situación.

Teniendo en cuenta lo que tenía en mente -la seguridad de su hijo y una mujer nueva en el pueblo a la que abordar- Chase comprendía su lapsus mental. Su madre era la persona más amable y cariñosa del mundo y, a pesar de la actitud casi siempre belicosa de Samson, a Raina le caía bien. Incluso le llevaba sándwiches cuando lo veía por los jardines cercanos al local de Norman's. Aunque él no le mostraba ningún aprecio, Raina lo trataba como a un amigo.

Su madre se paró antes de llegar a la puerta y se volvió hacia Chase.

– ¿Cómo está el pobre Samson? ¿Se sabe algo de él? -Había abierto unos ojos como platos y se la veía realmente tan preocupada que a Chase casi se le partió el corazón.

– Eso es lo que quisiera saber yo -dijo Sloane cuando salió del baño.

Llevaba unos vaqueros oscuros combinados con una camiseta blanca corta y estampada con unos labios dorados y brillantes en la parte delantera. Su pelo cobrizo se le rizaba a la altura de los hombros. Chase no se había dado cuenta de lo ondulado que lo tenía ni de lo realmente sexy que estaba recién duchada.

A juzgar por la expresión entusiasmada y emocionada de su madre, acababa de descubrir un nuevo rostro femenino con el que esperaba engatusar a Chase. Desgraciadamente para él, en ese caso no hacían falta las artimañas maternas.

Sloane ya le interesaba, y mucho.

CAPÍTULO 06

– Lo siento pero no sabemos nada de Samson -informó Chase a Sloane. -Si se hubiera sabido algo, Rick habría llamado.

– Oh.

Raina Chandler observó a la hermosa joven que acababa de salir del cuarto de baño de su hijo. Al oír el comentario de Chase, se reflejó en su rostro una expresión de decepción, lo cual hizo que Raina se preguntara por su relación con el solitario y a menudo esquivo Samson.

– ¿Tú y Samson sois…?

Chase dio un paso adelante con actitud protectora. -No hagas preguntas, mamá -dijo, advirtiéndola con el tono de voz.

Al oír esas inesperadas palabras, Raina resolvió retirarse. Al menos por el momento. Todos sus hijos eran protectores por naturaleza, pero Chase sólo mostraba ese rasgo con Raina y, en los últimos tiempos, con sus cuñadas. El hecho de que intercediera por una mujer a la que acababa de conocer resultaba muy elocuente, y a Raina el corazón empezó a disparársele al pensar que le había tocado la lotería y que su único hijo soltero quizá se hubiera por fin enamorado.

De hecho, a juzgar por la expresión de Chase cuando había mirado a la chica, la lotería le había tocado a él.

– Creo que se imponen las presentaciones -respondió Raina cambiando de tema para satisfacer a su hijo.

Chase relajó los hombros, aliviado.

– Sloane, te presento a mi madre, Raina Chandler. Desgraciadamente, estaba a punto de marcharse. ¿Verdad que sí, mamá?

«Ah, o sea que quiere estar a solas con ella.» Aquella tarde, que había empezado con un susto por culpa de la explosión y que le había provocado verdaderas palpitaciones, había acabado tomando un rumbo agradablemente inesperado.

Antes de que Raina tuviera tiempo de saludar a Sloane como debía, Chase continuó:

– Y él es su amigo, además de ser el mejor médico del pueblo, Eric Fallón.

– Encantada de conocerle, doctor Fallón. -Sloane estrechó la mano del médico antes de dirigirse a Raina. -Y a usted, señora Chandler. -Con una sincera sonrisa estrechó la mano de Raina brevemente.

Mientras Sloane se apartaba un mechón de la mejilla, Raina se fijó en los rizos húmedos que le caían por los hombros, y en que alrededor de la cara tenía el pelo más corto. Durante unas milésimas de segundo tuvo la impresión de haberla visto con anterioridad. La chica le sonaba, pero no era capaz de identificarla.

– También es un placer para mí. -Raina observó los enormes ojos verdes de Sloane y percibió la inteligencia que había en ellos.

Bien. Chase necesitaba a una mujer capaz de mantener conversaciones interesantes a la hora del desayuno, algo más que «¿Qué tal me sienta esta sombra de ojos, querido?». Seguro que Sloane cumplía ese requisito.

Sloane miró a Raina y luego a Chase.

– No veo que se parezcan mucho -comentó.

– Eso es porque Chase se parece a su padre -explicó Raina con una sonrisa, agradecida de tener la oportunidad de recordar a su querido esposo.

– Mientras que Rick se parece a usted. -Sloane cruzó los brazos sobre el pecho y asintió, segura de su conclusión. -Bueno, independientemente de a quién se parezcan, tiene unos hijos muy guapos, señora Chandler.

– Gracias. ¿Es muy impertinente por mi parte decir que estoy de acuerdo? -Raina se echó a reír.

– Por supuesto que no. -Eric le rodeó los hombros con el brazo y ella agradeció la sensación de calidez y seguridad que le proporcionaba. -Raina no sería Raina si no ensalzara las virtudes de sus hijos. Sobre todo del último que le queda soltero -apuntó Eric con ironía.

– Tienes que reconocer que te conoce bien, mamá. -Chase arqueó una ceja, retándola a que le llevara la contraria.

– Oh, hay que ver. Menudos sois vosotros dos. Yo ya soy vieja y frágil.

Al oír eso, Chase y Eric soltaron una carcajada. Raina deseó que fuera broma, pero últimamente notaba que le faltaba el aliento al realizar actividades con las que solía disfrutar. Incluso había reducido sus momentos furtivos en la cinta de correr. Se preguntaba si era la forma que Dios tenía de informarle de que su farsa se estaba prolongando demasiado. Pero como se recuperaba en seguida después de descansar un poco, no le daba importancia al problema. Seguro que se le pasaría.

Los que la rodeaban seguían riendo y Eric le dio un fuerte apretón. Chase tenía razón. Eric la conocía demasiado bien. Estaba al corriente de su farsa y la desaprobaba con vehemencia, sin embargo, comprendía sus motivos y aceptaba a Raina sin reservas. Aunque Raina adoraba a Eric y le había dado un futuro, nunca había olvidado el pasado. ¿Cómo iba a hacerlo si John la había bendecido con tres hijos guapos y maravillosos?

Algo en lo que Sloane, obviamente, también se había fijado.

Pero Raina estaba convencida de que sólo tenía ojos para Chase. De hecho, no dejaba de mirarlo y, cada vez que lo hacía, la temperatura del ambiente subía un grado.

Oh, divina juventud. Raina reprimió una carcajada de felicidad.

– ¿Eres consciente de que halagando a mis hijos has encontrado la forma de cautivarme?

Chase lanzó una mirada airada a su madre.

– Mamá, déjala en paz. No está empleando ninguna artimaña contigo, sólo está siendo educada. -Colocó la mano en el pomo de la puerta. -Tienes que entender -le dijo a Sloane- que ha hecho todo lo posible por casar a sus tres hijos, y ahora que sólo quedo yo, ha perdido totalmente la vergüenza.

Sloane se rió.

– No pasa nada. Tu madre da por supuestas ciertas cosas. La primera es que me interesas. -Alzó un dedo. -Y la segunda es que, si me interesaras, necesitaría su aprobación. -Levantó un segundo dedo. -Creo que tiene razón en lo segundo. Toda mujer interesada en un hombre debe ganarse a su madre.

– Es una mujer lista -dijo Raina, a quien gustaba la franqueza de la joven.

– Lo que pasa es que en este caso sólo somos amigos, señora Chandler. -Sloane colocó una mano en el hombro de Raina. -Pero de todos modos me gustaría tener su aprobación.

Ladeó la cabeza en espera de una respuesta y, al ver el mentón de Sloane desde ese ángulo, Raina volvió a tener aquella sensación de familiaridad.

– Tienes mi aprobación. Sin lugar a dudas.

Sloane se sonrojó mientras la mirada de Chase se centraba en ella y no la retiraba. Oh, a Raina le gustaba la chica. Era exquisita y estaba claro que tenía cautivado a su hijo. Evidentemente, no se tragó que el interés de Sloane no fuera recíproco. Quería mostrarse tímida, lo cual resultaba totalmente apropiado a esas alturas tan tempranas del juego.

Si Raina no se equivocaba interpretando las señales, Sloane y Chase tenían posibilidades de acabar juntos. Y si así era, el final de los «problemas de corazón» de Raina estaba próximo. Podría ponerse el anillo de compromiso de Eric, guardado en la caja fuerte de un banco, casarse y bailar en su propia boda. Después de hacerlo en la boda de su hijo mayor, por supuesto.