– Gracias -musitó, agradeciendo su comprensión más de lo que él imaginaba. Últimamente le habían mostrado poca confianza, sobre todo las personas más cercanas a ella.

– De nada, por supuesto. Ahora a dormir -dijo con voz ronca. Le apartó el pelo, le dio un beso en el cuello y la abrazó.

Su fuerza y comprensión a nivel emocional hicieron que se relajara y bostezó, acurrucada contra su piel cálida, a la espera de que el sueño la venciera. Tal como Chase había dicho, al día siguiente ya habría tiempo para respuestas.


Sloane se despertó y Chase seguía abrazándola. No recordaba la última vez que había dormido tan bien, y sabía que el mérito era del hombre que tenía al lado. Se dio la vuelta en sus brazos y vio que él la estaba observando con sus ojos azules.

Esbozó una sonrisa mientras le recorría el perfil con un dedo.

– Eres muy callada -dijo él al final, acercándose más a ella.

– Estás acostumbrado a mujeres parlanchinas, ¿no? -Se mordió la cara interior de la mejilla y deseó no haber hecho ese comentario tan tonto y banal. La relación de Chase con otras mujeres no le hacía ninguna gracia.

– La verdad es que no estoy acostumbrado a las mujeres. Discreción, ¿recuerdas? Ninguna ha venido aquí y yo no me he quedado en casa de ninguna.

Sin embargo había dejado que ella se quedara. Arqueó la espalda hacia él, apretando los senos contra su pecho, dejándose envolver por su calidez almizclada.

– Has estado muy solo.

Aunque no le habría hecho ninguna gracia imaginárselo en una relación intensa desde el punto de vista emocional, tampoco le gustaba que estuviera solo. Se merecía mucho más de la vida, teniendo en cuenta lo mucho que él había dado.

– Te acabas acostumbrando. -Le dio un beso cálido y largo en los labios. -Pero es demasiado fácil acostumbrarse también a esto.

El corazón le dio un vuelco al oír sus palabras, aunque se previno de pensar que insinuase nada con ello. Lo más inteligente era cambiar de tema. Por una de esas ironías del destino, el tema más peligroso de su verdadero padre parecía el más conveniente.

Estaba dispuesta a contárselo y Sloane sabía de forma instintiva que era así porque él había invadido una pequeña porción de su corazón.

– ¿Chase?

– ¿Sí?

– Samson, como se llame… es… Es mi verdadero padre.

– ¿Cómo? -Claramente asombrado por la revelación, Chase la soltó y se sentó de un salto.

Antes de que tuviera tiempo de explicarse, llamaron a la puerta con fuerza.

– ¿Chase? ¿Estás levantado? Te necesitamos.

– Maldita sea. Es Lucy. -Se puso en pie y cogió los vaqueros. -Es mi mano derecha en el periódico -le informó a Sloane. -Un momento, ahora salgo -gritó por encima del hombro. Se abrochó los pantalones y fue explicando mientras se vestía. -Oficialmente estoy de vacaciones, pero saben que he vuelto, y parece ser que me necesitan. -Miró a Sloane, claramente desconcertado. ¿Cómo no iba a estarlo después de lo que le acababa de soltar?

– Vete. Seguiré aquí cuando vuelvas -prometió. La miró con sus ojos azules profundos e inquisitivos. -¿Y acabarás de explicármelo?

Sloane asintió y se tapó con las mantas. *

– Yo he sacado el tema, ¿no? Ahora no voy a dejarte en suspenso.

Chase inclinó la cabeza a modo de aceptación silenciosa antes de dar media vuelta y marcharse. Cerró la puerta del dormitorio y la dejó sola. Sloane se acomodó entre las calientes sábanas. Notaba aún la presencia de Chase envolviéndola, su deseo de ella.

Qué lástima que sólo la quisiera mientras estuviera en Yorkshire Falls. Porque en lo más profundo de su ser, Sloane tenía el presentimiento de que le daría mucho más si él se lo pidiera.


El equipo de redacción del Gazette estaba formado por personas buenas y competentes pero, como Chase siempre se había implicado al máximo, el periódico no había salido a la calle ni una sola vez sin su visto bueno. Muchas veces, la noticia de portada era algo tan mundano como una reunión en la alcaldía o tan importante como una tragedia nacional. Luego había ocasiones especiales en las que las noticias de Yorkshire Falls proporcionaban los titulares. El robo de bragas había sido el último ejemplo destacado, cuando su hermano Román fue considerado el responsable del mismo por una travesura juvenil y una coincidencia ridícula. Los últimos titulares se habían producido el día anterior. El Gazette era un semanario y, esa semana, la explosión de la casa de Samson encabezaría las noticias.

Samson, el padre de Sloane. Chase se pellizcó el puente de la nariz, incapaz de asimilar esa información. Y como no habían tenido tiempo de hablar antes de ser interrumpidos, se veía obligado a extraer sus propias conclusiones.

Sloane estaba en Yorkshire Falls buscando a Samson Humphrey, un hombre al que no conocía. Su casa había explotado y el equipo de redacción de Chase quería saber por qué el cuerpo de policía -Rick Chandler en concreto- no hacía público el nombre de la mujer que había sido testigo de la explosión. Porque Chase le había pedido a Rick que ocultara la identidad de Sloane. No quería que el periódico publicara la noticia de que la hija del senador Carlisle había estado en la escena de un posible delito o en ninguna otra escena que atrajera a la prensa nacional a Yorkshire Falls. Chase se negaba a dar difusión a nada de eso. Por lo menos hasta que tuviera más detalles.

La información adicional que tenía implicaba a Madeline Carlisle, que le había pedido que cuidara de Sloane. También le había prometido no sólo una entrevista sino una posible exclusiva a cambio. «Si surge alguna información sobre la campaña de mi marido, serás el primero en enterarte», le había asegurado. Luego la dichosa explosión y la revelación de Sloane. Estaba convencido de que todo estaba relacionado.

Y quien tenía las respuestas era la mujer que estaba en su cama, en su habitación.

Podía confiar en él por razones que Chase no estaba preparado para analizar o nombrar.

– Lucy -llamó.

Esta vino corriendo, ágil a pesar de la edad, uno de los motivos por los que ella y Raina se llevaban tan bien. -¿Sí, jefe?

– Diles que, como la policía no suelta prenda, que pongan «mujer no identificada». Sin especulaciones ni descripciones. Independientemente de lo que crean que saben -añadió con toda la intención.

Lucy asintió.

– ¿Te importa que te haga una pregunta? *

– ¿Desde cuándo me pides permiso? -le dijo con una sonrisa.

Lucy llevaba al lado de Chase desde el día en que éste se había hecho cargo del periódico, y había estado al lado de su padre antes de eso. Decía lo que se le ocurría, no se guardaba nada y tenía acceso libre a su apartamento si era necesario. Algo que tendría que cambiar mientras Sloane estuviera por allí.

Lucy se colocó un lápiz detrás de la oreja sin estropearse para nada el peinado estilo paje.

– Es un tema importante.

Chase suspiró resignado.

– ¿Qué quieres saber, Luce?

– Bueno, el personal está haciendo apuestas. -Se balanceó sobre los talones sin mirarlo a los ojos. -Estamos haciendo una especie de fondo común.

Chase arqueó una ceja.

– ¿Cuál es ese tema? -Aunque tenía el presentimiento de que ya lo sabía.

– Como nunca habías llevado a una mujer a casa, los chicos se preguntan si se trata de «ella».

Chase siempre había mantenido su vida íntima en privado. En ese pueblo, si se hubiera llevado a una mujer a la cama y ésta se hubiera quedado a dormir, todos los habitantes lo sabrían. Llevaba mucho tiempo saliendo con Cindy, pero siempre se veían en casa de ella, por lo que hasta entonces había conseguido mantener la discreción mientras gente como Lucy y su entrometida madre no sabían qué pensar.

Todo eso debería haber impedido que fuera tan iluso como para creer que si dejaba que Sloane se alojara en su casa nadie se iba a enterar. Negó con la cabeza y musitó:

– Mierda.

Lucy permanecía impasible.

– Por mi parte, he pensado que como tú y yo nos conocemos desde hace siglos, podrías darme la primicia en exclusiva -sugirió, bajando la voz. -Recuerda que yo soy quien la ha oído en tu habitación.

Chase se sorprendió al notar que se sonrojaba. Hablar de su vida sexual con Lucy era algo parecido a hacerlo con su madre. Y, teniendo en cuenta lo aficionada que era Lucy a cotillear y su larga amistad con Raina, equivalía a lo mismo. Pronto todo el mundo estaría enterado.

– Lucy… -dijo con tono de advertencia.

Ella pilló la indirecta e hizo un saludo militar.

– Sí, jefe. En seguida vuelvo al trabajo. -Pero la oyó carcajearse hasta el final del pasillo.

Chase se aseguró de que Ty Turner, su hombre de confianza, tuviera la situación controlada y lo llamara al busca sólo si surgía algo relacionado con la noticia de la explosión, pero que se hiciera cargo de todo lo demás sin molestarlo. Cuando por fin pudo volver a su dormitorio esperando averiguar algunas respuestas, ya había transcurrido una hora entera.

Pero Sloane no estaba allí. Le había dejado una nota que decía que había salido a comprar algo de comer porque en la nevera no tenía nada para el desayuno. Mientras esperaba, se tumbó con la ropa puesta y se tomó un respiro. Confiaba en que volviera y respondiera a sus preguntas.


Chase había hecho tanto por Sloane en tan poco tiempo, que ésta quería que el desayuno fuera un pequeño gesto para darle las gracias. Además, comiendo sería más fácil hablar y le permitiría tener las manos ocupadas mientras le revelaba sus secretos.

Entró en Norman's a las nueve en punto de la mañana y se encontró con Izzy en la puerta, con el mismo delantal que el día anterior y el pelo recogido en un moño.

– Sabía que volverías. -La mujer abrazó a Sloane como si fueran viejas amigas. -Nunca te habría mandado a ver al viejo merluzo de Samson si hubiera sabido que la casa iba a explotar. -Izzy la abrazó aún más fuerte, claramente aliviada.

– No te sientas culpable -dijo Sloane jadeando.

– No te preocupes, Rick me dijo que no dijera nada de que te había mandado allí y eso haré. -La mujer por fin la soltó y retrocedió para coger unas cartas de al lado de la caja registradora. -Pero alguien es responsable del accidente. El dichoso Samson. Ese hombre no presta atención ni a su talla de zapatos. En su caso, es mucho pedir que se dé cuenta de que huele a gas y llame a quien corresponda. -Blandió las cartas en la mano mientras hablaba. -¿Quieres una mesa?

– En realidad quiero desayuno para llevar -dijo Sloane agradecida por el cambio de tema.

Izzy se inclinó hacia ella.

– ¿Para dos? -preguntó guiñándole el ojo. -Conozco a Chase desde que era pequeño y sé que tiene un buen apetito.

Sloane suspiró. Al parecer, Chase no bromeaba cuando decía que en el pueblo las noticias volaban, al menos sobre ciertos temas.

– Yo quiero un café con leche y azúcar y una de esas enormes magdalenas de arándano que tan buena pinta tienen. -Señaló el surtido de apetitosos pasteles y dulces varios. Y dado que Izzy ya sabía que se alojaba en casa de Chase, no se molestó en disimular. -Y también me llevaré lo que más le guste a Chase para desayunar.

Izzy le dio una palmadita en la cara y le dedicó otro guiño, que hizo que Sloane se sonrojara de inmediato.

– Yo me encargaré de vuestro desayuno -le prometió.

Sloane se preguntó cuánto tardaría el resto del pueblo en enterarse que había pasado la noche con Chase Chandler. Se sentía inquieta mientras esperaba su pedido. Por suerte, nadie la abordó, y en cuestión de minutos hubo pagado la bolsa llena de comida y estuvo lista para marcharse.

– Cuídate y ya nos veremos. -Izzy añadió unas servilletas extras a la bolsa. -Gracias, Izzy.

La mujer mayor sonrió ampliamente. -Es un placer.

Las patas de gallo y las líneas de expresión de su rostro afable daban fe de los años que había vivido y de las muchas sonrisas que había dedicado. Si Izzy era una muestra del tipo de gente de aquel pueblo, Sloane supuso que su madre habría guardado buenos recuerdos del lugar. Por lo menos así lo esperaba.

Y durante el tiempo que ella pasara allí, Sloane decidió que quería conocer el sitio. Empezaría visitando tiendas y conociendo a gente y, a lo mejor, de paso, descubría algo más sobre Samson.

– ¿A qué hora abre El Desván de Charlotte? -le preguntó a Izzy.

– Beth Hansen, la encargada, suele abrir a las diez. A no ser que haya estado de marcha con su novio. Entonces abre más bien a las diez y cuarto -asintió Izzy con complicidad.

Sloane advirtió en seguida la intención de la mujer de contarle más cotilleos, pero ella no tendría intimidad si no respetaba la de los demás.

– Iré más tarde.

– No te lo pierdas. Tienes cosas sexys. Prendas que harían babear a cualquier hombre normal, no sé si me entiendes. Aunque a mi Norman ya le da igual. -Señaló con el dedo a su marido, que estaba guisando en la cocina.