– Maravillosa -declaró Sloane. -Y productiva. Tu madre conocía a la mía mucho mejor de lo que cualquiera de los dos sabía.

– Me encantaría que volvieras a hacerme una visita -dijo Raina sin levantarse del sofá. -Mientras tanto, intentaré ir recordando más cosas.

Sloane asintió.

– Le estaría muy agradecida. ¿Quiere venir a comer con nosotros?

«Maldita sea», pensó Chase.

– Mamá tiene que descansar. -Lanzó una mirada significativa a su madre. No se atrevería a ir con ellos si pensaba que quería estar a solas con Sloane.

Así fue, porque le dedicó un asentimiento casi imperceptible de comprensión.

– Muy amable, Sloane, pero Eric me va a llevar al cine esta noche, así que ahora tengo que descansar. Pasaré la tarde mirando las telenovelas. ¿Qué te parece Chase?

– Me parece bien. -Tendría que explicarle a Sloane lo de la salud de su madre más tarde. Aunque le había hablado sobre las inclinaciones de casamentera de ésta, se le había pasado por alto mencionar su problema cardíaco fingido, algo que aún tenía que aceptar. Y todavía no había decidido cómo enfrentarse a la situación.

Escrutó a su madre rápidamente. Se la seguía viendo pálida, pero no estaba preocupado. Cuando quería resultar convincente, Raina podía parecer débil y frágil, y Chase se lo había trabado. No volvería a ser tan ingenuo.

– Deberíamos irnos. -Chase tiró a Sloane de la mano. -Rick quiere reunirse con nosotros -susurró, porque quería que se diera cuenta de que se trataba de algo más que de un almuerzo informal. Su hermano le había llamado y le había dicho que tenía información sobre la explosión que quería comentarle, y Chase tenía la impresión de que, a cambio, tendrían que contarle a Rick la verdad.

Se acercó a Raina y le dio un beso en la mejilla, la mujer se despidió también de Sloane y, al cabo de diez minutos, Chase estaba sentado al lado de ésta en Norman's, esperando a Rick.

Sloane jugueteaba con una cuchara y, de vez en cuando, la miraba como si buscara respuestas.

– No has dicho nada desde que salimos de casa de mi madre.

Sloane alzó la mirada.

– Tengo mucho que asimilar. Para empezar, el padre de Samson era jugador, y supongo que ese vicio guarda relación con el hecho de que Samson aceptara un soborno para alejarse de Jacqueline.

Chase asintió porque se dio cuenta de que ella tenía más que añadir y no quería interrumpir.

– Raina me ha dicho que Jacqueline se enamoró el último verano antes de que se marcharan del pueblo. Pero que no sabía de quién.

– De esa respuesta podemos estar seguros -dijo Chase con ironía, intentando animarla.

– Lo sé. -Iba dándole vueltas a la cuchara entre las palmas.

Chase estiró el brazo, detuvo sus movimientos nerviosos y le cogió la mano.

– ¿Qué te tiene tan preocupada? Porque tienes las respuestas que buscabas pero es obvio que estás disgustada por algo más de lo que has dicho.

– Es tu madre -reconoció, mirándolo a la cara.

Chase no se imaginaba que Raina hubiera hecho algo que pudiera disgustar a Sloane. No cuando estaba claro que le caía bien y que quería que hubiera algo entre ellos. De todos modos, con Raina nunca se sabía.

– ¿Qué ha hecho?

– Parecía cansada. Y pálida. -Sloane arrugó la frente ensimismada. -Y cuando se ha levantado del sofá, parece que le ha dolido algo a causa de la brusquedad del movimiento. No quiero preocuparte, ni meterme donde no me llaman, pero…

– Raina te estaba tomando el pelo -la interrumpió Chase, sin extrañarse de que Sloane hubiera advertido el malestar de su madre. Sin duda eso era lo que ésta había querido.

– ¿Tomándome el pelo? ¿Cómo? -Sloane arrugó la nariz. -No lo entiendo. Raina no se encontraba bien. ¿Cómo puede haberme tomado el pelo?

En ese momento, Rick se acercó a la mesa y Chase vio la posibilidad de matar dos pájaros de un tiro.

– ¿Por qué no le explicas a Sloane el motivo por el que mamá finge estar enferma? -sugirió Chase, hablándole abiertamente de la farsa de su madre.

– Mierda. -Rick se alisó el pelo despeinado por el viento. -Román me llamó y me dijo que me preparara.

– Y te habría dado una patada en el culo hace unos días si no hubiera estado ocupado con otras cosas -farfulló Chase. -Cuéntale a Sloane lo del problema de corazón que finge mamá.

Sloane abrió unos ojos como platos.

– ¿Problema del corazón fingido?

– Mamá tuvo un achaque hace algún tiempo. Pensó que si nos decía que era grave, aprovechando nuestra buena disposición, conseguiría que sentáramos la cabeza con la mujer adecuada*y le diéramos nietos. -Rick hizo una mueca y Chase se dio cuenta de que estaba recordando los días previos a su encuentro con Kendall.

– Mamá intentó emparejarlo con todo tipo de mujeres antes de que Kendall llegara al pueblo -explicó Chase.

– De todos modos, nuestra madre no sabe que Chase sabe la verdad. Todavía no. Así que si hoy has visto algo, es porque mamá quería que pensaras que está enferma y se lo contaras a él.

– ¿Para que así se sintiera mal y empezara a pensar que soy una buena candidata? -sugirió Sloane en absoluto desencaminada.

Chase asintió.

– Bingo. Pero va a tener un nieto de Román y Charlotte y, gracias a Kendall, tiene también a Hannah. Es ridículo que todavía intente colocarme.

– ¿Por eso le dijiste que salimos juntos?

Sloane lo miró con expresión recelosa y él no fue capaz de herir sus sentimientos.

– Se lo he dicho para que me dejara en paz, sí -reconoció con sinceridad. Pero quería que Sloane supiera que no era sólo una conveniencia para él. -También se lo he dicho porque, mientras estés aquí, es la verdad.

Sloane se humedeció los labios y él siguió ese movimiento con la mirada.

– Sí, es verdad. Mientras esté aquí… quiero decir que después nada.

Sloane repitió las palabras de él, pero viniendo de la boca que tan íntimamente conocía, sonaron demasiado vacuas para el agrado de Chase.

Rick carraspeó.

– De acuerdo. Ahora que hemos despejado la incógnita sobre la salud de mamá, cambiemos de tema y hablemos de Samson.

Antes de que Chase pudiera hacer preguntas o Rick explicarse más, Kendall ocupó la cuarta silla libre. -Hola, chicos.

Chase se quejó de la interrupción, pero supuso que sería esperar demasiado que Rick pidiera a su mujer que se marchara. Sloane dirigió su preciosa sonrisa a la cuñada de Chase.

– Hola, Kendall. Me alegro de verte.

– Hola, cariño. -Rick rodeó con el brazo a su mujer. -¿Nos dejas un momento? Estamos hablando de trabajo.

Chase arqueó una ceja. Al parecer, se había equivocado al juzgar a su hermano.

Kendall le dedicó una sonrisa cómplice.

– Claro. Voy a ir a saludar a Pearl y a Eldin. Están ahí delante haciendo un pedido. Un pedido enorme, ahora que lo pienso.

– ¿Pearl y Eldin? -preguntó Sloane, inclinándose hacia adelante y apoyando el mentón en una mano. -¿Quiénes son? -Mis inquilinos -respondió Kendall.

– Es raro llamarlos inquilinos cuando viven en nuestra casa de invitados sin pagar nada -comentó Rick con ironía. Chase se echó a reír.

– Es una larga historia -le aclaró a Sloane. A ésta se le iluminó la mirada.

– Me encantaría oírla. Estoy empezando a disfrutar de la vida de un pueblo pequeño.

Chase se preguntó si lo decía en serio o si Sloane Carlisle sólo estaba siendo educada.

– ¿Sabes qué?, los traeré aquí cuando acabéis de hablar (J te prometo que Pearl te resumirá la historia de su vida en un minuto. -Kendall le plantó un beso en los labios a Rick y se dirigió a la parte delantera del restaurante.

– Es la esposa de mis sueños -dijo Rick entre risas. -Nunca hace preguntas cuando tengo trabajo y desaparece cuando hace falta.

– No sé por qué, yo diría que es la esposa de tus sueños por otros motivos aparte de ésos -comentó Sloane con dulzura. Chase captó el atisbo de nostalgia en su voz y vio que no era fruto de su imaginación. Lo había pasado mal últimamente, y la traición de sus padres había sido un duro golpe. Chase sabía que estaba necesitada de amor, confianza y formalidad. Y que Sloane había percibido la profundidad de los sentimientos que unían a Kendall y Rick. Quería eso mismo para ella.

La idea hizo que se le formara un nudo en la garganta. Porque tenía la impresión de que la visión del amor, la confianza y la formalidad que tenía Sloane incluía un hogar y estabilidad, precisamente las mismas cosas que él había jurado dar por terminadas.

– La Tierra llamando a Chase. -Rick dio un golpecito en la mesa con el puño, hizo entrechocar los cubiertos y Chase se sobresaltó. -¿Qué demonios te tiene tan distraído? Kendall se ha ido, así que hablemos.

Chase parpadeó y se dio cuenta de que su hermano y Sloane lo miraban fijamente, esperando que se centrara.

– Ya estoy listo -farfulló sin dar ninguna explicación sobre su ensimismamiento temporal.

– De acuerdo. -Rick se inclinó hacia adelante y les indicó con un gesto que hicieran lo mismo. -Lo primero es lo primero. En plan confidencial os digo que la explosión de la casa de Samson no fue un accidente. Alguien manipuló la caldera.

– ¿Qué? -soltó Sloane con voz aguda, y Chase le cogió la mano para tranquilizarla.

– He pensado que deberíais saberlo. -Rick extendió las manos delante de él.

– Te lo agradecemos. Nosotros también tenemos algo que contarte -dijo Chase.

Sloane ladeó la cabeza y le susurró al oído.

– No, por favor. Todavía no.

– Me prometiste que si nos enterábamos de que la explosión había sido provocada, acudiríamos a Rick -le recordó.

– ¿Qué pasa aquí? -preguntó su hermano. -Si tiene algo que ver con la explosión, no quiero que me lo ocultéis.

Chase miró a Sloane fijamente, sabiendo que tenía que presionarla pero sintiéndolo por ella a la vez.

– ¿Quieres contárselo tú a Rick o se lo cuento yo?

Sloane apretó los dientes. El tono de Chase no daba pie a discusión. Alguien tenía que informar a la policía de que los hombres de su padre habían amenazado a Samson y que, al cabo de dos días, su casa había explotado.

– Ya se lo cuento yo. -Explicó la conversación que había oído casualmente entre los hombres de su padre, y que ella y Chase pensaban volver al Crazy Eights de Harrington para buscar a Samson. Esa misma noche.

Rick se pellizcó el puente de la nariz y, en ese instante, los hermanos que no se parecían de repente tuvieron un parecido sobrecogedor.

– Vosotros dos no dejáis nada a medias, ¿no? -dijo Rick al tiempo que le hacía una seña a su mujer para que se reuniera con ellos.

– Piensa ir conmigo o sin mí -musitó Chase. -O sea que yo también voy.

– Y yo también. Esta noche libro, así que me apunto. -Rick dio una palmadita a la pistola que llevaba en la funda. -Porque quizá necesitéis refuerzos.

A Sloane le sorprendió notar que se le llenaban los ojos de lágrimas. Envidiaba el vínculo entre los hermanos, lo que eran capaces de hacer para ayudarse mutuamente. Algo que también ella había tenido pero, desde que había descubierto que su vida se había basado en una mentira, que su familia no era realmente su familia, sentía una terrible pérdida.

Carraspeó e intentó que no la embargara la emoción.

– Gracias, Rick.

– Es el mejor -le aseguró Chase. Le guiñó el ojo a su hermano y Sloane volvió a carraspear.

– Ya hemos emitido una orden de búsqueda contra Samson -dijo Rick, muy profesional. -Podríamos interrogar a los hombres de Carlisle, pero ponerlos sobre aviso sin pruebas reales no resulta muy inteligente. Mientras tanto, esta noche vamos todos al Crazy Eights -anunció Rick.

– Ese sitio es una currada -dijo Kendall mientras se sentaba. -¿Qué se nos ha perdido allí?

Chase gimió, algo que ya había hecho varias veces desde que se sentaran a la mesa. No es que a Sloane le extrañara. Ahora tendrían que lidiar con Kendall, porque estaba claro que pensaba acompañarlos. Si Sloane hubiera estado casada con Rick, habría reaccionado igual.

– ¿Por qué no se lo cuentas todo? -le dijo ella misma a Rick. Si Kendall iba a ir con ellos, se merecía conocer los detalles. -El hecho de que venga con nosotros puede resultarnos favorable, porque parecerá más normal que vayamos como dos parejas.

– No me lo puedo creer -farfulló Chase. Sloane le cogió la mano por debajo de la mesa. -Lo siento.

– ¿Haber dado un giro total a mi vida? -Le dedicó la sonrisa torcida que ella adoraba.

Sloane abrió la boca para contestar, pero él aprovechó la oportunidad para acallarla con un beso. Como siempre, su contacto fue eléctrico, y desencadenó el deseo que siempre estaba a punto de aflorar a la superficie, independientemente de lo que sucediera a su alrededor.

– ¿A qué ha venido eso? -preguntó ella cuando por fin la dejó respirar. Se dio cuenta de que Rick y Kendall estaban enfrascados en su propia conversación.