Chase se encogió de hombros con expresión azorada.

– Me apetecía.

Normalmente, no era un hombre impulsivo y, aunque ese cambio la había sorprendido, prefería no sacar conclusiones precipitadas ni atribuirlo a su influencia. Aunque sentía algo por ella, ya había reconocido que tenía sus planes. Hacer pública su relación era una forma de mantener a su madre al margen y evitar sus ardides casamenteros. Y ahora todo el pueblo iba a tragarse la historia. La farsa continuaría mientras ella estuviera en Yorkshire Falls, no más allá.

Más le valía tenerlo presente y dejar de sentirse más y más apegada a Chase o a su encantadora familia.

– De acuerdo, ya tenemos el plan para la noche. -Kendall sonrió, claramente satisfecha de participar en la acción.

Rick frunció el cejo y Sloane reconoció su expresión de policía severo.

– Sólo porque ha prometido comportarse y no meterse en líos.

– No estaremos mucho rato -prometió Sloane. -Sólo lo suficiente para ver si Samson aparece.

– ¡Refrescos para todos! -interrumpió Izzy mientras dejaba las bebidas en la mesa. -Os he traído vuestras bebidas preferidas. Si queréis pedir la comida, hacedme una señal.

– Pedimos ahora mismo, Izzy -dijo Chase. -Si esperamos más, será la hora de cenar. ¿Cuáles son los platos del día?

– Me encantan los chicos Chandler y vuestro apetito. -Sacó la libretita y leyó de la parte de atrás. -Los platos del día son el estofado hojaldrado de Norman…

– ¿Desde cuándo necesitas una libreta para los platos del día, Iz? -preguntó Rick.

– Desde que son algo más que comida. -Le guiñó un ojo y continuó. -Aparte del plato del día, tenemos una apuesta en marcha. Cuanta más gente participe, mayor es el premio, así que tengo que decirlo en todas las mesas. Pero claro, como aquí hay dos personas que están en una posición ventajosa, sólo Rick y Kendall pueden participar.

Sloane entornó los ojos.

– ¿De qué estás hablando? -Se dirigió a Chase. -¿Tú sabes de qué está hablando?

– Por desgracia, sí. -De hecho, envidiaba la confusión de Sloane. -Venga ya, Izzy. ¿Por qué demonios nos cuentas eso?

– ¿No es obvio? -Apoyó las manos en sus generosas caderas. -El bote es más sustancioso que la Primitiva. Quiero ganar, y vosotros dos me lo podéis poner en bandeja.

Rick soltó una risilla burlona. Era obvio que también sabía de qué iba la cosa.

Chase soltó un quejido.

– Sloane, parece ser que somos objeto de una apuesta. -Os invitaré a unas cuantas hamburguesas. Rick se rió por lo bajo. -Buena idea, Iz.

– ¿Qué tipo de apuesta? -preguntó Sloane.

– Están haciendo apuestas sobre si tú eres «la» mujer para mí. -A Chase le ardían las mejillas, y se imaginaba hasta qué punto se habría sonrojado durante esa bochornosa conversación.

– «¿La mujer?» -Se mordió el labio inferior.

Chase ardía en deseos de besar esa boca y de olvidarse de todo lo demás.

– La gente del pueblo hace apuestas sobre si eres la mujer adecuada para Chase -explicó Kendall.

– La mujer que por fin conseguirá que el rompecorazones tenga pareja. Pareja estable -añadió Rick, arqueando las cejas de forma exagerada. -¿Lo pillas?

– Lo pillo -repuso Sloane claramente consternada.

– Empezó como apuesta en la redacción del Gazette y se ha extendido a todo el pueblo. -Chase se sujetó la cabeza entre las manos. -¿Te sigue pareciendo agradable la vida de pueblo? -le preguntó a la joven con ironía.

Ella abrió los ojos como platos. Chase se preguntó qué estaría pensando, y no le extrañaría que saliera corriendo y se marchara lejos de allí. Sin embargo, se echó a reír, divertida por la situación.

– Pues sí. La verdad es que estoy disfrutando de este pueblo y de esta gente.

La situación resultaba tan comprometida para Sloane como para Chase. Pero allí sentada, convertida en objeto de las conjeturas del pueblo, viendo cómo Rick se reía ante el aprieto de su hermano y a Chase abochornado, Sloane se sintió más alegre de lo que recordaba haberlo estado en muchos años. Era feliz a pesar de sus circunstancias personales, muy peligrosas en esos momentos.

Porque no debía estar «alerta». No se esperaba de ella que se comportara de un modo determinado.

No tenía que comportarse como una Carlisle y ceñirse al molde familiar. No era más que una mujer con la que Chase Chandler estaba a gusto, a la que la familia de éste aceptaba y qué a ella le caía bien.

Izzy volvió con un frasco de kétchup y más servilletas.

– ¿Y bien? ¿Alguna información privilegiada?

Sloane se rió entre dientes.

– No sé muy bien qué decirte. Ya sabes que Chase es un rompecorazones redomado y yo me quedaré poco tiempo en el pueblo -dijo.

– Oh, venga. -Izzy hizo un gesto con la mano. -Eso es lo que dicen todas. Pregúntale a Kendall. Llegas aquí para una temporada y luego…

Sloane se rió, incapaz de contener una carcajada.

– Hola a todos. -Una mujer mayor, vestida con una bata de estar por casa y con el pelo cano recogido en un moño, se acercó a ellos. -Saluda, Eldin. -A pesar de que ella y su compañero iban cargados de paquetes, consiguió darle un codazo en el costado. -¿Quién es la nueva chica del pueblo? -Miró a Sloane con curiosidad.

– Me llamo Sloane…

– Una amiga de la familia -dijo Chase, antes de que anunciara su apellido.

– Yo soy Pearl Robinson y éste es mi compañero de fatigas, Eldin Wingate.

– Hola. -Eldin movió las bolsas que llevaba en los brazos. -Lo siento, no puedo darte la mano porque las tengo ocupadas.

– Tranquilo. -Sloane sonrió. -Encantada de conoceros a los dos. Kendall os ha mencionado antes.

– Lo cual significa que te ha contado que vivimos en pecado -dijo Pearl, bajando la voz. -Si Eldin no estuviera mal de la espalda, me llevaría en brazos a casa y nos casaríamos. Pero hasta que no pueda, vivimos en pecado. -Asintió, satisfecha de la explicación.

– Entiendo -musitó Sloane. Kendall tenía razón cuando había dicho que la mujer resumía la situación con facilidad. -Kendall me acaba de decir que tenéis alquilada su casa de invitados.

– En vida de su tía Crystal, nos dejaba vivir en la casa grande a cambio del mantenimiento, bendita sea su alma. -Pearl sorbió por la nariz. -Luego Kendall vino al pueblo y arregló lo que nosotros no podíamos, y nos proporcionó un sitio para vivir más conveniente. La casa de invitados no tiene escaleras, así que a Eldin le va mejor por lo de la espalda.

– ¿Vais a dar una fiesta? -Kendall señaló las bolsas de comida.

Pearl empezó a toser.

– No, qué va. Es que a mí me cuesta cocinar, y es más fácil avituallarse para toda la semana. -Entiendo -dijo Sloane riendo.

– Tenemos que marcharnos -dijo Eldin. -Si no se lo impidiera, Pearl se pasaría el día hablando.

– Eldin Wingate, si no tienes nada agradable que decir, entonces mantén la boca cerrada. -Pearl le lanzó una mirada de fastidio. -Adiós, Kendall. Ha sido un placer conocerte, Sloane. Chicos, dadle recuerdos a Raina de mi parte.

– Descuida -dijeron Chase y Rick al unísono.

La pareja de ancianos se encaminó a la salida del restaurante y Pearl no dejó de cotorrear ni un solo instante.

– Parecen agradables. -Como temía echarse a reír otra vez, Sloane se mordió la cara interior de la mejilla y no miró a nadie.

– Quieres decir raros -apuntó Chase.

– Diferentes -añadió Rick.

– Son viejos e inofensivos.-Kendall se rió por lo bajo. -Mejor que os andéis con cuidado, porque algún día la*gente hablará de los viejos hermanos Chandler y sus curiosas costumbres.

Sloane exhaló un suspiro de anhelo.

– Creo que debe de estar bien envejecer en un lugar donde todo el mundo te conoce y te acepta tal como eres.

El sonido de su propia voz la sorprendió. Se dio cuenta de que había pensado en voz alta y miró a sus acompañantes, que la observaban como si hubiera perdido la chaveta. Lo que no sabían era que en ese pueblecito llamado Yorkshire Falls en realidad estaba recuperando la cordura y su propia identidad.


Chase se detuvo en el umbral de la habitación de invitados. La puerta estaba abierta, y Sloane estaba de pie junto a la cómoda de madera, arreglándose la camiseta, también ajustada y de manga larga, pero con las letras USA en la parte delantera.

Llamó a la puerta.

– ¿Preparada para lidiar con tus amigos moteros? -preguntó al tiempo que entraba en el cuarto.

– ¿No habrás querido decir si estoy preparada para encontrar a mi padre? -Se volvió hacia él y le dedicó una cálida sonrisa, aunque Chase advirtió el deje de nerviosismo en su voz, o el hecho de que la sonrisa no se reflejara en su mirada.

Tenía miedo.

– Estaré a tu lado en todo momento -le prometió, acercándose a ella. -Pero ¿eres consciente de que quizá no encontremos a Samson? -Quería que estuviera preparada para lo peor.

Sloane asintió.

– Espero que Earl haya tenido noticias de él. En todo caso, quizá pueda hablarnos del posible paradero de Samson. -Tomó aire y exhaló con fuerza. -En seguida estoy lista. -Cogió un fular de la.cómoda y se lo anudó al cuello.

– Te he traído una cosa. -Le enseñó la camisa que había cogido del armario.

– ¿Qué es eso?

– Una camisa mía. -Se la abrió para que se la pusiera como si fuera una chaqueta. -Por si nuestros amigos los moteros están allí.

Sloane arqueó una ceja en señal de sorpresa. Chase se encogió de hombros.

– Es mejor no correr riesgos. Así queda claro que eres mía antes de que entremos por la puerta. -Se cruzó de brazos, decidido a salirse con la suya. E incluso más decidido a no permitir que su mirada de ojos muy abiertos y el mohín de sus labios brillantes le afectara.

«Muy difícil», pensó mientras ella introducía complacida primero un brazo por la manga y luego el otro y se envolvía en la camisa, igual que a él le gustaba rodearla para que se sintiera segura. No le resultaba fácil aceptar que podía protegerla físicamente pero no a nivel emocional del trastorno que le suponía la búsqueda de Samson. Odiaba la impotencia que eso le generaba, y todavía odiaba más las implicaciones de ese sentimiento.

Se acercó a él y Chase la agarró por las solapas de forma instintiva, se la aproximó y la besó en los labios. Ella los separó y él le introdujo la lengua en la boca cálida y agradable. No había sido consciente de cuánto lo necesitaba. Desde que gozaba de la compañía de Sloane, observándola con su familia y viendo cómo disfrutaba de la vida del pueblo, su deseo por ella había aumentado.

Se estaba enamorando de aquella mujer y eso no entraba en sus planes.

Sloane dio un paso atrás e interrumpió el beso con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

– Me gusta cómo te apoderas de mí.

– ¿Significa eso que llevarás la camisa?

Sloane bajó los brazos para que viera que las mangas le colgaban más allá de las manos.

– Es demasiado grande -dijo, lanzándole destellos picaros con la mirada.

– Remángatelas. -No pensaba correr riesgos, no con su seguridad. Y reconoció también que no pensaba tolerar que otro hombre se interpusiera entre ellos.

Sloane alzó el brazo y le hizo un saludo militar con la mano tapada por la camisa.

– Sí, señor. -Se volvió hacia el espejo riendo. Cogió un brillo de labios y se dispuso a retocarse el maquillaje.

Chase volvió al salón a esperarla, negando con la cabeza incrédulo, intentando conciliar a Sloane Carlisle, la «hija» del senador, con la mujer que tanto estaba disfrutando del juego. No del juego de buscar a Samson sino de interpretar el papel de mujer de Chase Chandler.

Y mentiría si dijera que él no lo estaba disfrutando también.

CAPÍTULO 11

El Crazy Eights no había cambiado desde la última visita de Sloane: el olor a humo seguía impregnando el ambiente y el alcohol corría a raudales ante sus ojos. Sin embargo, había una diferencia nada desdeñable. Cuando entró en la sala de billar del fondo, tenía el apoyo de Chase y de su familia.

No valía la pena engañarse, esa presencia significaba mucho para ella. Por mucho que quisiera a su familia y ellos también la quisieran, siempre había notado que había diferencias entre ellos; las suficientes como para pensar que ella era rara sin saber bien por qué. Con Chase, Rick y Kendall, no sólo sentía su apoyo incondicional, igual que lo había sentido mientras crecía, sino que se sentía a gusto. Encajaba.

Recorrió la sala llena de humo con la mirada. Los moteros rodeaban una mesa del fondo y Dice miró hacia ellos el tiempo suficiente como para reconocerlos. Era obvio que había vis$› a Chase detrás de ella, y como la «propiedad» había quedado clara la primera noche, decidió dejarla en paz. Teniendo en cuenta que Kendall iba agarrada de Rick, Sloane decidió que su nueva amiga también estaba salvada. Esa noche, los moteros no iban a suponer ningún problema.