El enfoque de Chase era imparcial pero, incluso en ese caso, consideraba que el punto de vista de Michael no sólo estaba bien transcrito sino que era comprensible. Samson también se había puesto en contacto con Chase y había corroborado la historia del senador y relatado su dolorosa parte de la historia para que el mundo la supiera. Pero ya no parecía el hombre triste e incomprendido por quien lo tomaba la gente de Yorkshire Falls.
Lo mismo que Chase ya no se parecía al rompecorazones que sus hermanos veían en él cuando bromeaban. Y ambos podían darle las gracias a Sloane por ello. La diferencia era que Samson tenía a Sloane en su vida, mientras que Chase seguía solo, y, por irónico que pareciera, ya no le resultaba tan gratificante tener el artículo de su vida, ni la carrera que tan importante le había parecido.
Sloane era su futuro, pero ¿cómo convencerla de su sinceridad? La ironía volvió a entrar en juego cuando decidió que las artimañas casamenteras de su madre, al fin y al cabo podían resultarle de utilidad.
Sloane se despertó sobresaltada. Teniendo en cuenta que seguía hospitalizada, había dormido bien, por lo menos en los ratos en que había logrado conciliar el sueño, entre las tomas de temperatura y las comprobaciones del gotero. No estaba segura de qué la había despertado, pero seguro que era algo. Abrió un ojo y se dio cuenta de que estaba de cara a la ventana, y que las persianas de aluminio dejaban pasar un poco de luz por entre las tablillas horizontales. Ya era de día. Intentó moverse, pero hizo una mueca al darse cuenta de lo magullado que tenía el cuerpo y del dolor que sentía.
Llamó a la enfermera, decidida a tomarse sólo la mitad de los analgésicos que le habían administrado. Quería tener la cabeza despejada durante sus últimas horas en Yorkshire Falls. Sus padres se la llevaban ese mismo día a casa.
Un sonido amortiguado le llamó la atención, y giró la cabeza con cuidado hacia la puerta, esperando ver a la enfermera con una aguja hipodérmica. Sin embargo, lo que vio fue a un hombre desconocido vestido con un traje oscuro, sentado en la silla que había junto a su cama y observándola en silencio.
– Más vale que tengas más cuidado la próxima vez que pases junto a una ventana abierta, jovencita -la reprendió con una voz áspera pero conocida.
– ¡Samson! -Su burdo aspecto externo quizá hubiera cambiado, pero reconocería ese tono de voz en cualquier parte.
– ¿Qué pasa? ¿No reconoces a tu viejo? -preguntó con el upo de lenguaje que lo caracterizaba, aunque suavizó la expresión al continuar: -Me imagino que habrías preferido encontrarme con esta pinta cuando viniste a buscar al hombre que te engendró. -Hizo un gesto para que se fijara en el traje formal, la camisa y la corbata. Tenía las mejillas recién afeitadas muy sonrojadas, pero decía mucho a su favor que no apartara la mirada.
Sloane en seguida advirtió el brillo de sus ojos, más perceptible ahora que se le veía bien la cara y se había lavado el pelo, se lo había cortado y peinado. Aceptaba quién era. Acababa de descubrirlo, lo mismo que ella.
A Sloane se le formó un nudo en la garganta, pero se obligó a superarlo.
– Me daba igual el aspecto que tuvieras -dijo sinceramente. -Sólo quería conocer a mi padre.
Samson le dedicó una sonrisa cariñosa y por primera vez le llamó la atención lo apuesto y distinguido que era en realidad.
Samson le tendió una mano temblorosa.
– Pues tu padre está aquí.
Sloane alargó el brazo sano y encajó la mano dentro de la de él, más grande y endurecida. Cuando lo miró, vio a un hombre distinto al hosco solitario que había conocido; vio a aquel de quien Jacqueline, su madre, se había enamorado, el que había sacrificado toda su vida por su padre jugador y su madre enferma. El hombre que, aunque tenía su buena dosis de remordimientos, nunca los había reconocido ante el mundo.
A Sloane le daba miedo formular la pregunta que le rondaba por la mente porque, ahora que lo había encontrado, no quería despedirse de él.
– ¿Y qué hacemos ahora?
– Eso depende de ti.
Sloane sonrió y se dio cuenta de que, igual que Chase, era un hombre de pocas palabras, pero que, también lo mismo que Chase, Samson decía lo que quería decir. Ya no iba a apartarla más, lo cual significaba que desde ese momento, aquel hombre hosco y enigmático formaba parte de su vida. La embargó una sensación de alivio y felicidad, que casi le provocó vértigo.
Una enfermera llamó a la puerta antes de entrar, bandeja en mano.
– Traigo su medicación matutina, señorita Carlisle -dijo con una voz eficiente que sacaba de quicio a Sloane. Quería marcharse de ahí.
– ¿Le importaría volver dentro de un rato, por favor? -Aunque había llamado para que le trajeran la medicación, necesitaba estar lo más lúcida posible mientras hablaba con Samson.
– ¿Estás segura? -preguntó él. -No es ningún crimen aceptar un poco de debilidad.
Sloane se rió mientras la enfermera esperaba una respuesta.
– Estoy segura. Y prometo que cuando acabemos de hablar me tomaré los analgésicos. No voy a sufrir porque sí. Sólo quiero pasar este rato con mi padre.
Samson miró a la enfermera por encima del hombro.
– Ya ha oído a mi hija -dijo orgulloso. Miró di nuevo a Sloane buscando su aprobación con la mirada.
Contenta, ella le apretó la mano, que era todo lo que él quería. Pero no había respondido a su pregunta. Habían dejado claro su vínculo biológico y acababan de empezar a establecer un vínculo emocional.
¿Qué hacer a partir de entonces?, se preguntó Sloane.
– ¿Dónde vas a vivir? -le preguntó cuando la enfermera se hubo marchado. Seguía recordando con nitidez las cenizas y la destrucción en las que se había convertido su casa.
Samson miraba de un lado para otro, era obvio que estaba nervioso cuando retiró la mano y se retorció los dedos.
– Lo que te voy a decir te va a sorprender -le advirtió.
– No creo -dijo ella. -La vida me ha dado tantas sorpresas que ya estoy curada de espantos.
– ¿Ah, sí? Soy rico. -La miró fijamente mientras pronunciaba esas palabras.
Tenía razón. La había dejado anonadada, pensó, y tomó aire perpleja. Estaba claro que no vivía ni se comportaba como si eso fuese así.
– ¿Que eres qué?
– Rico -repitió. -Tengo dinero ahorrado.
– Pero… ¿cómo? ¿Y la casa destartalada en la que vivías? ¿El gorroneo de sándwiches en Norman's? ¿La ropa raída? -La cabeza le daba vueltas.
De todos modos, mientras formulaba esas preguntas, recordaba la conversación de Earl y Ernie sobre el dinero de Samson y quién lo heredaría tras su muerte. Samson suspiró.
– ¿Recuerdas que te conté que era más fácil que la gente no se me acercara siendo hosco y desagradable, dejando el refinamiento de lado y fingiendo que era el vagabundo de clase baja que todo el mundo quería creer que era?
Sloane asintió, todavía sorprendida.
– En cuanto me presenté de ese modo, la gente me ignoró sin sentirse culpable. La mente humana es asombrosa, pero triste a la vez. -Negó con la cabeza. -De todos modos, pensé que ya que iba a utilizar al Samson pobre como excusa, ¿por qué no vivir también de ese modo? En ese momento, todo me daba igual. Además, no quedaba a nadie a quien quisiera impresionar.
Sloane quería responder, decir que tenía que haber querido impresionarse a sí mismo, pero no podía. El bochorno de Samson resultaba palpable en sus hombros caídos. Así pues, Sloane tragó saliva y guardó silencio.
– Por mucho que me duela reconocerlo, empecé a recrearme en la verdad que había creado. La verdad que el pueblo aceptó.
– Entiendo la motivación. -Y le entristecía. -Pero ¿y el dinero? ¿De dónde salió?
– Pocos meses después de que tu abuelo senador muriera, recibí un sobre en casa.
Sloane abrió los ojos como platos.
– ¿Y?
– Tu abuelo había dejado dinero suficiente como para compensar mi sacrificio. Por lo menos, eso era lo que decía la carta de ese canalla. Flaco favor representaba ese dinero después de que me robara a tu madre y me destrozara la vida. -Aunque hablaba con amargura, también parecía haber aceptado el rumbo que había tomado su existencia.
Lo cual, supuso Sloane, era su realidad.
– Pero te negaste a gastar, su dinero -conjeturó ella.
Samson se encogió de hombros.
– ¿Por qué darle gusto al viejo? Se creía capaz de dominar el mundo, incluso desde la tumba. Me mandó dinero podrido cuando ya era demasiado tarde, cuanto tu madre ya se había marchado y ya no podía recuperarla. Así que lo invertí y dejé que fuera aumentando.
– O sea, que el abuelo Jack tenía conciencia -dijo Sloane con amargura. -Definida según su propio criterio, como de costumbre.
– Exacto.
Tenía los ojos empañados en lágrimas pero no podía perder el tiempo lamentando el pasado.
– Y ¿estás dispuesto a usar su dinero podrido para reconstruir tu casa? -preguntó a Samson.
El asintió.
– Quiero un lugar al que mi hija pueda venir a visitarme y sentirse orgullosa. Un lugar al que traigas a tu marido e hijos -concluyó con un atisbo de esperanza en la voz ronca.
Sloane bajó la vista, incapaz de mirarlo a la cara, porque sabía que iba a decepcionar al hombre que tantas desilusiones había tenido ya.
– Yo no albergaría muchas esperanzas en cuanto a lo del marido y los hijos -respondió, mirándolo de reojo.
Samson irguió la espalda, claramente disgustado.
– ¿Ese chico Chandler tiene pájaros en la cabeza o qué? Le dije que moviera el culo y se diera cuenta de lo que tenía delante antes de que fuera demasiado tarde. Le dije que la vida era demasiado corta como para desperdiciarla con lamentos y ocasiones perdidas. -Dejó escapar un gemido. -No tiene ni una pizca de la sensatez de su madre, de eso no me cabe la menor duda.
– Vaya -dijo Sloane, cayendo en la cuenta. -Un momento. ¿Le dijiste a Chase que fuera a por mí?
– Pues claro que sí. ¿Crees que quiero que tú o él corráis la misma suerte que yo? Le dije lo que suponía vivir la vida deseando que las cosas hubieran sido distintas -aclaró Samson, satisfecho por haber hecho algo por su hija.
Sloane no quería saber cuándo él y Chase habían mantenido esa conversación. Ni tampoco era capaz de decirle que no había hecho más que fomentar el sentimiento de culpabilidad y el complejo de salvador innatos en Chase. Samson había empujado a Chase a sus brazos, a ofrecerle declaraciones de amor eterno, pero eso era algo que tenía que salirle a él de dentro, sin que nadie lo instara a ello. Sin sentimientos de culpa. Tenía que optar por un futuro con ella porque lo desease realmente, no porque pensara que le debía algo o porque creyera que era lo que ella necesitaba.
Sin embargo, Samson había llevado a cabo su primera acción como padre a favor de Sloane y lo quería por ello. Le hizo una señal con el dedo y Samson se le acercó, y esta vez ninguna bala se interpuso en su camino cuando recibió el primer abrazo de su padre.
CAPÍTULO 18
Chase caminaba de un lado a otro de la sala de espera del hospital, junto con el resto de la familia. Charlotte había roto aguas casi un mes antes de lo previsto y estaba en la sala de partos. Gracias a Dios, todo indicaba que no había ninguna complicación, aparte de que el bebé tenía prisa por conocer al clan Chandler. Los padres de Charlotte viajaban en esos momentos desde Los Ángeles y el resto de los Chandler estaban juntos. Esperando.
– Eres un ser humano patético -le dijo Rick a Chase apoyándose en la pared.
Aunque todo el mundo estaba nervioso por Román y Charlotte, eso no impedía que Rick se dedicara a atacar a Chase. Y como su hermano sabía que Chase no se marcharía hasta que naciera el bebé, lo tenía acorralado.
– Conque soy patético, ¿eh?
– Eso ha dicho. -Hannah se situó junto a ellos, saltando de un pie a otro, sumamente emocionada ante la perspectiva de ser la futura niñera.
– Vete, mocosilla. Estoy intentando hablar con mi hermano -dijo Rick.
Ella negó con la cabeza.
– Chase no escucha a nadie cuando ha tomado una decisión. Por lo menos es lo que siempre dices. -La guapa jovencita de catorce años soltó una carcajada llena de picardía.
Rick gimió.
– No me estás ayudando.
– Oh, claro que sí. -Chase se acercó más a Hannah y le susurró: -¿Qué más dice Rick de mí?
– Humm. -Se enroscó un largo mechón de pelo en el dedo e hizo un mohín mientras pensaba: -Dice que desde que Sloane se marchó estás hecho un pesado. Que tenías que haberte puesto de rodillas y suplicarle. -Hizo una pausa para reírse. -Pero que probablemente habría dado igual, puesto que Sloane se marchó aunque te tenía en el bote. -Finalmente asintió, al parecer satisfecha de haberse acordado de todos los detalles pertinentes.
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