El sostuvo un momento el envoltorio en la mano, de espaldas a ella, para volverse en seguida y dedicarle aquella sonrisa sexy e intensa que la dejaba sin aliento.
– Ya hemos esperado lo suficiente, ¿no crees?
Sloane se echó a reír, aunque el cuerpo le ardía consumido por la espera.
– Más que suficiente -convino ella.
La besó con un gemido. Tenía la boca caliente y avariciosa, mientras le separaba las piernas para penetrarla. La consumación y la realización estaban muy próximas, pero en vez de entrar en ella, bajó las manos.
Sus largos dedos entraron en su interior y la excitaron todavía más con sus caricias expertas. Ella gimió, arqueó las caderas e intentó llevarlo más y más adentro, obligándose a contraer los músculos, pero no bastaba. Quería algo más.
El debió de notarlo, porque retiró el dedo y por fin la penetró con un solo movimiento prolongado y suave, que en seguida la llevó al borde del orgasmo.
Tan duro, tan rápido y tan bien. Sloane cerró los ojos cuando él se retiró y le hizo notar todas sus rugosidades antes de penetrarla de nuevo. El ritmo, se fue acelerando y, sin dilación, alcanzaron una sincronización perfecta, casi como si lo hubieran hecho otras veces.
– Cielo santo -musitó Chase. Ninguna mujer debería hacerle sentir tan bien. Sobre todo una a la que acababa de conocer, que desconocía lo que le gustaba y lo que no. Sin embargo, sabía perfectamente qué hacer para excitarlo. Cuánto veía en esos ojos verdes. Habían conectado y lo notaba en su cuerpo, en cada centímetro recorrido de su interior.
Sloane resultaba femenina y suave al tacto, tenía los pezones duros y se le excitaban al tocarle el pecho. Siguió todas sus embestidas, llevándole cada vez más allá mientras sus cuerpos se fundían y él ardía en deseos de explotar. Pero no quería hacerlo solo. Deseaba que alcanzaran juntos el clímax. Deslizó la mano entre sus cuerpos e introdujo el dedo entre sus pliegues húmedos para aumentar la presión y hacerla llegar al orgasmo.
Fue recompensado con un gemido de estremecimiento, y movió las caderas con la intención de profundizar la estimulante tensión. Ella tenía los muslos juntos, sus músculos lo envolvían con un calor húmedo. A cada embestida se situaban al límite, resistiendo por mera fuerza de voluntad.
– Chase.
Se sorprendió al oír su nombre en boca de ella. Porque, por mucho que hubieran intimado, por muy cercano que se sintiera, apenas habían hablado. Se obligó a abrir los párpados.
Se encontró con los grandes ojos verdes de ella.
– Date la vuelta.
Chase la miró boquiabierto.
– ¿Qué?
– Después de lo de hoy, necesito tener el control -le explicó, mientras lo apartaba ligeramente con el cuerpo y cambiaban de postura a la vez, hasta que él estuvo boca arriba y ella sentada a horcajadas encima. Sloane se estremeció al notar que ahora la penetraba mucho más hondo que antes. -Oh, Dios mío.
Chase tragó saliva, porque él también lo sintió, pero la sensación vino acompañada de conciencia. Para ella, esa noche era mucho más que sexo fácil. Huía de algo y lo utilizaba para olvidar. Pero su cuerpo no estaba para hacer preguntas.
Y con aquella preciosa cara y aquellos pechos exuberantes encima de él, no pensaba resistirse.
– Lo que tú prefieras -le dijo.
Un destello de agradecimiento se reflejó en sus rasgos y entonces, por fin, Sloane empezó a moverse, meciendo las caderas, estrechándolo lo máximo posible con sus músculos internos hasta que el maremoto se apoderó de ellos una vez más. Sin previo aviso, se tumbó encima de él y le besó en los labios mientras seguía describiendo un movimiento sistemático y giratorio con las caderas. Mantenía la tensión y la acrecentaba mientras su monte de Venus presionaba contra su entrepierna, proporcionándole sensaciones que él jamás había sentido antes.
A cada embestida descendente de la pelvis, Sloane emitía un gemido suave y excitante. Estaba a punto, igual que él, y mantenía la presión, acercándolo cada vez más al estallido. En esos momentos sólo tenía una cosa en mente: esa mujer y la intensidad de las sensaciones que le producía mientras seguía extrayéndole la savia, aun mucho después de que él hubiese eyaculado.
Incluso cuando inició la pausada vuelta a la realidad, ella seguía estremeciéndose encima de él, en un orgasmo largo y prolongado. Al cabo de unos minutos, la respiración de Chase recuperó un ritmo más lento. Lo mismo que sus pensamientos. Tenía treinta y siete años y nunca había experimentado una sesión de sexo tan increíble con ninguna mujer.
Nunca. Y necesitaba unos instantes para asimilar la sensación.
Pero antes de que se diera cuenta, ella se movió y se dispuso a levantarse, lo cual lo pilló totalmente por sorpresa.
– Espera. -Estiró el brazo, pero apenas consiguió rozarle la espalda. -¿A qué viene tanta prisa?
Ella se volvió, pero Chase sólo le vio la melena despeinada y el perfil elegante.
– Pensaba que querrías que me marchara. -Soltó una carcajada tan forzada que a Chase le tocó algo por dentro. -Así evitamos la incomodidad de la mañana siguiente -añadió a modo de explicación.
El comprendió que deseaba tomar el camino más fácil, pero todavía no había acabado con ella. Y esperó que ella tampoco hubiera acabado de desearle.
– Preferiría que te quedaras. -Se apoyó en el codo y le recorrió la espalda con un dedo. -Si no te parece mal.
Ella se volvió hacia él con expresión confundida y asombrada. Chase la entendía perfectamente, porque él se sentía igual.
– Esto es una locura -dijo la mujer.
– Estoy de acuerdo. -Se pasó una mano por el pelo y esperó. -Me quedo -decidió ella al fin.
– Bien. -Se excusó un momento para ir al baño y, al volver, la estrechó entre sus brazos.
– A veces está bien hacer locuras, supongo. -Se echó a reír y dejó que su cuerpo vibrara, cálido y delicioso, en contacto con el de él.
Chase apoyó la mejilla en su melena rojiza, inhalando su aroma. -Esta noche necesitaba hacer alguna locura -explicó él. -Hasta ahora, mi vida siempre había transcurrido por los cauces previstos. -Pensó en la rutina que había seguido durante los últimos diecinueve años. -Lo esperado -prosiguió, recordando cómo había criado a sus hermanos y se había convertido en el modelo para ellos. -Y he vivido sobre todo para los demás.
– Me recuerda mucho a mi vida -musitó ella.
Chase le apartó el pelo rebelde de la cara y dejó que se acurrucara más contra él. Evitaba pensar en lo raro que era que quisiera pasar la noche abrazado a aquella mujer suave y dispuesta. Pero por una vez, le apetecía hacer lo que le dictaban sus deseos.
– Esta noche me había prometido que sería el inicio de una nueva vida, sólo para mí.
– Suena fantástico -convino ella exhalando un suspiro.
– ¿Por qué no sigues mi ejemplo? -sugirió él. Chase no tenía ni idea de lo que la tenía preocupada o apenada pero, al igual que él, era obvio que esa noche se había permitido ser libre. No debería regresar a una vida de limitaciones, ni vivir para los demás.
– Hay gente que confía en mí -dijo ella relajada. -Aunque mi vida entera haya sido una mentira, todavía se espera de mí que haga lo correcto. -Su voz se tornaba más y más soñolienta a medida que hablaba.
A Chase le picó la curiosidad. No sólo porque era periodista y las frases ambiguas le daban que pensar, sino porque ella le tenía intrigado. Demasiado. Acababa de iniciar su proceso de realización personal. No le apetecía cargar con los problemas o necesidades de otras personas. Ya había apechugado lo suficiente en la vida y era demasiado propenso a hacer lo que se esperaba de él. Parecía algo característico de los Chandler.
Así pues, era perfecto que a la mañana siguiente cada uno siguiera su camino, pensó, también adormilándose.
El sonido sofocado de un llanto despertó a Chase de un sueño profundo y reparador. Tardó unos instantes en ubicarse y, al hacerlo, se dio cuenta de que estaba en la habitación de un hotel, en Washington D.C., con una mujer a la que había conocido la noche anterior y que lo había dejado alucinado tras un encuentro sexual increíble. A la que él había pedido que se quedara cuando se disponía a marcharse.
Lo invadió una sensación incómoda de culpabilidad y desasosiego. Ella se había desplazado al otro extremo de la cama y Chase le tocó el hombro.
– ¿Te arrepientes? -le preguntó. Porque, por increíble que pareciera, él no lo lamentaba en absoluto.
– ¿De lo de anoche? No. De mi vida y de cómo he vivido, ya lo creo que sí.
El tornillo que le atenazaba el corazón se aflojó. No le apetecía tener que lidiar con arrepentimientos ni recriminaciones.
– Poco se puede hacer con el pasado aparte de dejarlo atrás y seguir adelante.
Ella soltó el aire con fuerza.
– Sabias palabras.
– ¿Qué quieres que te diga? Yo soy un hombre sabio. -Ya me pareció que eras una persona de fiar. -¿Crees que podrás volver a dormirte? -Si me frotas la espalda, a lo mejor.
Ella se deslizó hacia Chase, quien le masajeó los tensos músculos de los hombros.
– Humm.
Él le acarició la piel suave y fragante del cuello. Olía y sabía deliciosa.
– Estaba a punto de decir lo mismo.
Chase se irguió, se colocó encima de ella, con el estómago sobre su espalda y la entrepierna entre las nalgas de ella. Sloane ronroneó de satisfacción y la erección de Chase fue inmediata.
– Ya sé lo que de verdad me ayudaría a dormir -dijo ella, contoneando las caderas bajo el cuerpo de él, antes de cerrar las piernas y apresar su miembro.
El deseo de ella resultaba obvio.
– Quieres que te deje agotada, ¿verdad?
– Oh, sí.
A Chase no le hacía falta una segunda invitación. Cogió otro condón que había dejado en la mesita de noche por si acaso y se lo enfundó rápidamente antes de disponerse a penetrarla.
– ¿Así? -preguntó con el rostro pegado a la nuca de ella mientras penetraba despacio en su jugosa feminidad.
– Oooohhh -gimió suavemente. -Es perfecto.
Y lo era. Chase no alcanzaba a comprender aquella confianza y comprensión inherente entre ambos, ni tampoco la cuestionaba. Supuso que tenía que ver con su decisión de vivir la vida de acuerdo con sus deseos, y con el hecho de que ella hubiera decidido lo mismo, aunque sólo fuera por una noche.
Cuando hubieron saciado su deseo una vez más, Sloane se durmió junto a él con la melena esparcida sobre la almohada, totalmente relajada. Lo había hecho por ella. Igual que ella había hecho algo por él. Lo había ayudado a dar el primer paso para liberarse de las responsabilidades y las limitaciones.
La mañana siguiente, cada uno seguiría su camino, pero no antes de que él pidiera desayuno para dos al servicio de habitaciones y se diera un festín con ella, y de ella, por última vez.
Sin embargo, cuando se despertó, debido al sol que se filtraba por las ventanas e inundaba el cuarto de luz, su visitante se había marchado. Chase se frotó los ojos, preguntándose si se había imaginado toda aquella aventura.
Pero su fragancia femenina seguía en el aire y él se había despertado con una erección, dispuesto a satisfacer su deseo una vez más. Ni ella ni la increíble noche que habían pasado eran fruto de su imaginación. Le había dado un impulso fabuloso para emprender la realización de sus sueños y empezar su nueva vida.
Pero una parte de él se sentía decepcionado por no haber tenido más tiempo. Esa misma parte que deseó que se hubieran conocido en un momento distinto de la vida, en otras circunstancias. Si él fuera otra persona y no hubiera tenido que criar a sus hermanos, se preguntó si hubieran tenido alguna posibilidad como pareja. Se pellizcó el puente de la nariz, absorto en esos pensamientos absurdos.
– ¡Anímate, hombre! -musitó. Se levantó y se dispuso a darse una ducha caliente, pero le resultaba imposible quitársela de la cabeza.
Al recordar la primera vez que ella había intentado marcharse, Chase soltó una risa forzada. Después de todo, había conseguido evitar la incomodidad de la mañana siguiente.
CAPÍTULO 03
Sloane regresó a su apartamento alrededor de las siete de la mañana. Se dio una ducha rápida, se cambió y se encaminó al hotel en el que su vida había sufrido un cambio drástico. Y eso no sólo porque hubiese descubierto que Michael Carlisle no era su padre, sino porque por fin había empezado a liberarse de las restricciones de su existencia. Se había permitido comportarse guiada sólo por sus impulsos y deseos. Y, al hacerlo, había encontrado a Chase.
Un hombre con el que había pasado una sola noche, pero al que nunca olvidaría. A Sloane no le gustaban las aventuras de una noche. No le gustaba el sexo sin más. Y la noche anterior no había planeado ligarse a un hombre en el bar, por lo menos no hasta que había mirado aquellos soñadores ojos azules. Con una sola mirada, él la había instado a hacer caso omiso de sus reservas habituales. Al pedir la misma bebida que ella a pesar de tener una cerveza recién servida delante, la había intrigado. Al ofrecerse a escuchar, se la había ganado. Le daba igual que ésa hubiera sido su intención, o no. No le había parecido un hombre que sólo procurase por sus intereses y, tras pasar la noche entre sus brazos, se dio cuenta de que su primera impresión había sido acertada.
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