También era la misión de la familia Carlisle. Todos ellos habían trabajado duro para que llegara ese momento. A pesar de la gran mentira que le había contado, Sloane no pensaba permitir que nada ni nadie impidiese a su padre hacer realidad sus sueños.
Pero por otro lado, alguien tenía que advertir a Samson de que corría peligro, y la única persona que podía hacerlo era Sloane. Hizo girar el vaso entre las manos mientras la fría condensación le humedecía la piel. No le quedaba más remedio que encontrar a su padre biológico. Reconocer su relación. Se estremecía con sólo pensarlo, pero también se sentía nerviosa e intrigada.
¿Qué haría cuando lo conociera?, se preguntó Sloane. Tenderle la mano y presentarse, para empezar. Preguntarle qué quería de su padre, para continuar. Descubrir qué upo de amenaza suponía para él. Y, era de esperar que fuera ella quien resolviera el posible problema entre él y los hombres de su padre.
Pero en aquellos momentos no podía revelar la amenaza de Frank porque entonces Madeline nunca le permitiría ir a ver al hombre. No sin que el Servicio Secreto la siguiera, lo cual alertaría a Frank y echaría por tierra su principal objetivo.
Se sentó bien erguida para aliviar los retortijones de estómago, los nervios que amenazaban con dominarla.
Miró a su madrastra, que la observaba en silencio.
– Quiero conocerlo. -Sloane no se atrevía a llamarle «su padre». Apenas era capaz de articular palabra, y mucho menos de llevar a cabo su plan. Poco a poco iría armándose de valor.
– ¿Quieres conocer a Samson? -preguntó Madeline, sorprendida por la reacción de Sloane.
Sloane asintió.
Su madrastra inclinó la cabeza y se tomó su tiempo para responder.
– De acuerdo.
– ¿Cómo? -Sloane había imaginado que tendría que pelear por ello.
– Siempre he sabido, aunque tu padre lo negara, que este momento llegaría. Y tu madre, que Dios la tenga en su gloria, dejó una carta para ti. Era imposible que supiera que no viviría para verte crecer, pero era pragmática, y lo dejó todo listo por si acaso. -Madeline se levantó y se acercó a Sloane. -Está en casa. En la caja fuerte. En cuanto volvamos…
– Estoy impaciente. Quiero conocerlo ya.
– ¿Ya? -preguntó Madeline sorprendida. -¿No quieres tomarte algún tiempo para asimilar la noticia? ¿Hablar primero con tu padre?
– ¡No! -No estaba preparada para encararse con Michael aún. No hasta que hubiera conocido a su padre biológico. No hasta que le advirtiera del posible peligro. Y no hasta que la seguridad de la campaña de su padre estuviera garantizada. Tenía demasiadas cosas en la cabeza como para lidiar con las emociones que seguro brotarían a la superficie si se encaraba con él por haberle mentido. -¿Sabes si Samson sigue viviendo en Yorkshire Falls?
Frank seguro que lo sabía, pero Sloane no podía preguntárselo. Y Michael quizá lo supiera, pero entraban en juego las mismas consideraciones emocionales. En esos momentos se veía incapaz de enfrentarse a él.
– Es perfectamente posible que siga viviendo en Yorkshire Falls -respondió Madeline resignada. -Le explicaré la situación a tu padre. Mientras tanto, llévate mi coche -le dijo al tiempo que cogía el bolso.
– Alquilaré uno. -«Con un nombre falso», pensó aunque no se lo dijo. No quería que nadie supiera su paradero. Se llevó una mano al estómago, pero seguía sin poder aliviar los retortijones que sentía a causa de los nervios. -¿Y la rueda de prensa de papá?
Madeline se acercó a ella y le dio un beso en la frente.
– Si alguien pregunta, diré que estás enferma. Acostada en tu habitación. Tu padre también te cubrirá las espaldas. ¿Y tu negocio?
Sloane no había pensado en su negocio de interiorismo desde que huyera de ese mismo hotel la noche anterior.
– Ya había decidido tomarme un fin de semana largo para estar con vosotros. Supongo que mis clientes pueden esperar unos cuantos días más. -No pensaba que le fuera a costar mucho tiempo encontrar a su verdadero padre.
– De acuerdo, pero quiero que estés protegida.
– No. Nada de servicios secretos. Nada de detectives. Nadie. Necesito hacer esto sola. -Cruzó los brazos sobre el pecho. No pensaba ceder al respecto. Ni un ápice.
– Has puesto esa cara. -A Madeline volvieron a brillarle los ojos.
– ¿Qué cara?
– La que pomas de pequeña. «No pienso comerme el brócoli y no puedes obligarme.» Esa cara.
Sloane se rió. Los recuerdos que tenía, tanto de Michael como de Madeline, eran maravillosos. Lástima que se hubieran basado en una mentira capaz de cambiarle la vida.
– Si no recuerdo mal, no me lo comía.
Su madrastra suspiró.
– O sea que el Servicio Secreto tampoco. Pero ¿llamarás por lo menos? ¿A menudo? -Lo prometo.
Se abrazaron de nuevo y Sloane tomó el ascensor trasero para salir y así evitar a los periodistas que habían empezado a congregarse en la parte delantera. Haría la maleta y se pondría en camino.
Para conocer y advertir a Samson Humphrey.
En esos momentos, no sabía qué era más importante.
Tras la rueda de prensa, a la que la hija mayor del senador Carlisle no asistió, Chase siguió a Román para que éste le presentara a Madeline Carlisle, que estaba muy ocupada estrechando manos de los seguidores de su marido.
En cuanto vio a Román, una sonrisa genuina sustituyó a la que esbozaba para las masas y se excusó.
– Ha llegado un amigo de la familia y no puedo decepcionarle -dijo.
Román se echó a reír y se la llevó a un lado.
– ¿Quieres decir que ya has estrechado suficientes manos por hoy? Más vale que te vayas acostumbrando.
– Y que lo digas. -Su cordialidad resultaba inconfundible.
– ¿Quién es este muchachote tan guapo que te acompaña? -Se volvió hacia Chase y, sin esperar las presentaciones, dijo: -Soy Madeline Carlisle.
– Chase Chandler. -Dio un paso adelante y estrechó la mano de la mujer. -Felicidades.
– Gracias. -Madeline lo repasó con la mirada y con expresión aprobatoria dijo: -Qué suerte tiene vuestra madre. ¿El tercer hermano es igual de guapo?
– No, si nos preguntas a nosotros -respondió Román con ironía.
Chase se rió ante el sentido del humor de su hermano. -Tú también eres afortunada. He visto a tus hijas y son muy guapas -dijo refiriéndose a las gemelas. Madeline esbozó una amplia sonrisa. -Es un encanto, igual que tú, Román.
– Por supuesto que sí. -Román se rió entre dientes y luego miró a su alrededor, como si buscara a alguien. -¿Dónde está Sloane?
La sonrisa de Madeline se desvaneció. -No… no se encuentra bien.
– Bueno, espero que se recupere pronto. -Román la cogió de la mano. -Madeline, ya te dije que Chase es el director del Yorkshire Falls Gazette -explicó centrándose en asuntos más serios. -Es el pueblo natal de Jacqueline y le dije que podría convencerte para que le concedieras una entrevista. Como no has dado muchas hasta el momento, esperaba que favorecieras a mi hermano con una exclusiva.
– No tengo ningún problema en seguir las pautas que me marques -intervino Chase dirigiéndose a ella. -Sólo busco algo extra. Seguro que sabes que el público está interesado en vosotros. Tu familia es tan modélica que el mundo se beneficiaría de conocer la historia desde dentro. Y también tendrías la oportunidad de presentar la faceta privada de tu marido desde tu punto de vista.
Madeline entornó los ojos y miró fijamente a Chase. Si esperaba que parpadeara o se sintiera incómodo, iba lista, pero comprendió que tenía necesidad de escudriñarlo. El afán protector de Madeline Carlisle era de todos conocido, y hacía lo posible para preservar la intimidad de la vida familiar a pesar de vivir de cara al público. Independientemente de lo que dictara la corrección política, no estaba dispuesta a conceder una entrevista a cualquiera.
– ¿Eres tan honrado como tu hermano y tu cuñada? -preguntó Madeline.
– Más todavía -contestó Román por él desplegando una amplia sonrisa. -No sólo me crió para que fuera el caballero respetable en el que me he convertido, sino que él se guió por los mismos principios. -Le dio una palmada a Chase en la espalda. -Chase debería llevar el título de Honorable.
Bromas aparte, Román estaba en lo cierto. A Chase se lo conocía por ser el honesto Chandler, el obediente hermano mayor. El honorable. Exceptuando la noche anterior, pensó Chase con ironía. Al llevarse a la bella Faith a la habitación de hotel y luego a la cama se había desviado un tanto de sus rectos principios morales.
Pero ella no era como las demás, ni tampoco lo era la forma en que habían conectado. Ni siquiera en aquellos momentos era capaz de quitarse aquellos hermosos ojos verdes de la cabeza, ni los gemidos que había emitido cuando él había penetrado en las profundidades de su cuerpo. Para ser un rollo de una noche, le había dejado una impresión profunda.
Madeline tomó a Chase del codo.
– Quiero hablar contigo y con Román a solas. Lejos de miradas indiscretas. -Ladeó su elegante cabeza hacia la gente y los periodistas que pululaban por allí, muchos de los cuales esperaban que se separara de los dos hermanos y estuviera otra vez a su disposición.
Al cabo de unos minutos, estaban en la suite de los Carlisle, con la puerta cerrada con llave.
Chase esperó a que Madeline se acomodara en el sofá para sentarse él. Le gustaba analizar a las personas, tomarles la medida y es lo que pensaba hacer con Madeline Carlisle en aquellos momentos.
Pero Román, su nervioso hermano pequeño, era incapaz de estarse quieto y no paraba de ir de un lado a otro de la habitación, toqueteando cosillas sueltas y dejándolas luego en su sitio.
– ¿Qué ocurre? -preguntó por fin.
Madeline entrelazó las manos sobre su regazo. Al parecer, le gustaba hacer las cosas pausadamente, lo mismo que a Chase. -Esta mañana he llamado a Charlotte.
– ¿A la tienda? -preguntó Román desde el otro lado de la habitación.
Madeline asintió.
– Quería saber si alguno de vosotros regresaría al pueblo en breve. A Yorkshire Falls.
Chase no conocía a la mujer, pero la pregunta le pareció rara incluso a él. Román y Charlotte dividían su tiempo entre el pueblo y la capital, donde se encontraba la redacción del periódico para el que trabajaba Román. Charlotte tenía una tienda de lencería, el Desván de Charlotte, en ambas localidades. Pero ¿por qué le interesaba saber eso a Madeline Carlisle?
– Por desgracia, pasaremos aquí toda la semana que viene -dijo Román. -A no ser que surja algo inesperado, a mí me queda aún mucho trabajo.
– Eso es lo que me dijo Charlotte. ¿Y tú? -Dirigió la mirada a Chase y, en esta ocasión, ella fue quien lo analizó, presa de una curiosidad evidente. -¿Tú también te quedarás aquí? -inquirió.
– Yo mañana me vuelvo. -Chase sintió que lo estaban manipulando, pero no tenía ni idea de para qué. Se pellizcó el puente de la nariz mientras pensaba, pero no se le ocurrió nada. -¿Puedo hacer algo por ti? -preguntó, esperando que despejara sus interrogantes.
La mujer introdujo la mano en el bolso y extrajo un encarte de fotos que no mostró.
– Necesito que alguien cuide de mi hija.
– ¿De Sloane? -preguntó Román antes de que Chase tuviera tiempo de reaccionar.
Madeline no paraba de deslizar el dedo por la primera foto.
– Cuando he dicho que no se encontraba bien, no he mentido. Ha recibido… unas noticias personales que la han trastornado, y necesita pasar sola algún tiempo. -Alzó la vista para mirar otra vez a Chase y se mordió el labio inferior. -Esto tiene que ser confidencial.
– Por supuesto. -Deseó poder ver la foto, pero ella seguía sin enseñarla.
Madeline suspiró aliviada.
– Como confío enormemente en Charlotte y en Román y porque considero que tengo buen ojo para la gente, te confío esta información.
– No te arrepentirás -le aseguró Chase. Pero se preguntó si él tampoco se arrepentiría. Estiró el brazo por el respaldo del sofá y esperó a que Madeline siguiera hablando.
Ella le dedicó una sonrisa tensa.
– Espero que no. ¿Sabes?, Sloane ha ido en busca de sus orígenes. Ha ido al pueblo de su madre. A vuestro pueblo -le dijo a Chase.
– ¿Por qué? -soltó Román.
– Buena pregunta -corroboró Chase.
– La respuesta es fácil. Yorkshire Falls es un lugar muy tranquilo. Sloane ha decidido visitar el pueblo donde se crió su madre y, de paso, averiguar unas cuantas cosas sobre sí misma.
«Qué enigmático», pensó Chase. ¿O sea, que la hija del senador Carlisle había ido a buscar información a su pueblo cuando la vida de la familia se desarrollaba en Washington? No le parecía demasiado convincente.
– ¿Y cuál es mi misión?
– ¿Qué te parecería una contrapartida? -propuso Madeline. Chase se encogió de hombros. -Depende del intercambio.
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