Samantha asintió.
– No sé cómo lo hice. Un día llegué a casa y me lo encontré quejándose de mi ropa y de mi cuerpo. Empezó a decirme que era una idiota y salté. Le tiré un florero y se puso a gritar como un loco. Fue como si fuera mi padre y yo fuera niña de nuevo. De repente, me di cuenta de que no tenía necesidad de aguantar todo aquello y me fui.
Jack no dijo nada.
– Me estás juzgando -dijo Samantha a la defensiva.
– No, en absoluto. Te fuiste y eso requiere mucho valor.
Sí, las palabras de siempre, pero la estaba mirando de una manera extraña.
– ¿Pero?
– Pero me sorprende que te haya podido suceder una cosa así a ti, que eres una mujer fuerte. Jamás hubiera dicho que un hombre así iba a poder contigo.
– ¿Me estás diciendo que debería haberlo visto venir?
– No, confiabas en él. Si hubieras visto algo extraño…
– ¿Algo extraño?
Jack se revolvió incómodo.
– Bueno, nadie cambia de la noche a la mañana.
– Ya, lo que me estás diciendo es que yo tengo tanta culpa como él.
– No, no te digo eso en absoluto. ¿Cómo ibas a haber previsto lo que iba a suceder si nunca antes habías estado en esa situación? Lo importante es que luchaste y que conseguiste salir.
Samantha se puso en pie.
Se sentía fatal por haber mantenido aquella conversación con Jack, por haberle hablado de su pasado. Ahora, se sentía expuesta, vulnerable y juzgada.
– No todos somos capaces de tomar decisiones perfectas -le espetó-. Me costó mucho tomar la decisión de irme y eso me hacía sufrir todavía más porque tenía claro que me estaba haciendo la vida imposible y yo era incapaz de cortar por lo sano, pero, claro, ¿qué vas a entender tú que no te arriesgas, que no te comprometes con nadie? Tu vida es mucho más sencilla. Blanco o negro.
– Samantha -dijo Jack poniéndose también en pie y yendo hacia ella.
Samantha dejó su copa de vino sobre la mesa y dio un paso atrás.
– Me voy -anunció.
– Espera. Deberíamos hablar.
De repente, Samantha era incapaz de hablar. El pasado la había alcanzado y la había abatido.
Jack se equivocaba.
Vance había cambiado por completo de la noche a la mañana. No había habido ninguna advertencia ni ningún signo premonitorio.
Vance se parecía mucho a él antes de haberse empezado a comportar de manera extraña y agobiante.
Samantha salió a toda velocidad hacia el ascensor y Jack la siguió.
– Espera, Samantha -insistió.
Pero Samantha se metió en el ascensor sin mirar atrás y Jack decidió no seguirla.
Capítulo 11
Jack no tenía ni idea de lo que había ido mal y repasó mentalmente su conversación varias veces sin hallar solución. ¿Qué había dicho que la había disgustado tanto?
¿Acaso no creía que admiraba su valor para irse? Claro que la admiraba por ello porque era consciente de que muchas mujeres que sufrían abusos no eran capaces de separarse de sus maridos.
Jack se concentró en el ordenador con la esperanza de que el trabajo lo distrajera, pero, desgraciadamente, no fue así. No paraba de ver el dolor reflejado en los ojos de Samantha, aquella expresión de zozobra mientras huía de él como si huyera del mismísimo Vance.
Llevaba un par de días sin saber nada de ella y no tenía ni idea de cómo reabrir las vías de comunicación.
En otras circunstancias, si se tratara de otra mujer, decidiría que la relación no podía seguir adelante porque no eran compatibles y se olvidaría, pero con Samantha era imposible, quería saber qué tal estaba, quería que entendiera que él jamás le haría daño y quería que las cosas entre ellos se arreglaran.
Jack consultó el reloj. La última reunión de personal antes del lanzamiento de la nueva página web empezaba dentro de diez minutos, así que su deseo de hablar con Samantha se iba a hacer realidad.
Por desgracia, iba a ser delante de todo su equipo y del departamento de informática.
Jack recogió sus notas y se dirigió a la sala de reuniones, donde ya estaba Samantha y su equipo, preparándose para la exposición que iban a llevar a cabo.
Jack saludó y se sentó, intentando no fijarse en lo femenina y maravillosa que estaba con aquella blusa suelta y una falda larga.
– Buenos días -contestó Samantha con una media sonrisa-. En un minuto empezamos.
– Muy bien.
Efectivamente, al poco rato Samantha dio la bienvenida a todos los presentes y comenzó su presentación.
– Hoy les vamos a mostrar la nueva página web infantil de Hanson Media Group. La voy a ir recorriendo con ustedes y les voy a explicar lo que hay de nuevo y lo que vamos a ir metiendo durante los próximos seis meses. Por favor, mantengan la atención en la pantalla.
Durante una hora y media, Samantha procedió a explicar lo que su equipo y ella habían diseñado con tanto esfuerzo y, al terminar, invitó a todos los presentes a la fiesta que iba a tener lugar el miércoles por la tarde tras el lanzamiento de la página.
Cuando todo el mundo se hubo ido, Jack y Samantha se quedaron a solas.
– Buen trabajo -la felicitó Jack.
– Gracias -contestó Samantha recogiendo su ordenador-. Bueno, te tengo que dejar porque tengo otra reunión -añadió saliendo a toda velocidad de la habitación.
Y Jack se quedó solo.
No era la primera vez que Samantha hacía algo así. De hecho, siempre hacía lo mismo. Diez años atrás, cuando Jack había querido algo más con ella, Samantha se había resistido y, luego, al final, había desaparecido.
Jack se dijo que debería olvidarla, que era lo más inteligente y que era lo que tendría que hacer. Sí, claro, en cuanto dilucidara cómo quitársela de la cabeza… y del corazón.
– ¿Qué ha pasado? -quiso saber Helen.
– Nada -contestó Samantha tapándose el rostro con las manos y sentándose en el sofá.
– Por cómo lo dices, no te creo. ¿Ya la has fastidiado con Jack?
– ¿Tienes que ser tan directa?
– Parece que sí. ¿Qué ha pasado? ¿Se ha fastidiado todo? Sé que no es por nada del trabajo porque todo lo que oigo de ti son halagos, así que…
– Sí, la he fastidiado -admitió Samantha-. Te lo voy a contar.
A continuación, le contó a su amiga la conversación que había tenido con Jack unos días atrás.
– Me morí de miedo -concluyó-. La verdad es que él no dijo nada del otro mundo, fue todo cosa mía. Me sentí culpable, avergonzada y estúpida, como si le hubiera decepcionado de alguna manera, como si fuera culpa mía y no me gusta sentirme así, no sabía qué hacer con mis emociones y tuve una salida de tono. Bueno, fue bastante peor, lo que hice fue culparlo a él.
– Yo creo que lo peor que pudiste hacer fue no darle una explicación.
– Desde luego, no me estás ayudando nada.
– Claro que te estoy ayudando. Te estoy diciendo la verdad. El problema no fue que Jack no pudiera lidiar con tu pasado sino que tú eres la que sigue sin poder lidiar con él. Lo que te pasa es que no quieres aceptar que te comportaste como una estúpida -sonrió Helen-. Ya sabes que todo esto te lo digo desde el respeto y desde el amor.
– Ya lo sé… sé que soy yo, me siento avergonzada, me siento como una idiota. Soy una mujer fuerte, tal y como dijo Jack, y no entiendo cómo pude dejar que un hombre me maltratara, no entiendo cómo dejé que me alejara de todo lo que era importante para mí. ¿Por qué no me di cuenta de lo que iba a pasar?
– Porque estabas enamorada, que no es ningún delito.
– Ya, pero tendría que haber tenido la mente más despejada y haber visto cómo era Vance en realidad.
– Completamente de acuerdo contigo, pero eso no me lo tienes que decir a mí sino a Jack.
– ¿Tú crees que tendría que hablar con él?
– No se me ocurre otra manera de arreglar la situación.
– ¿Y si me odia?
– Por favor, no seas tan melodramática.
Samantha sonrió.
– ¿Y si ya no quiere nada conmigo?
– ¿Y si sí que quiere algo contigo? Sólo hay una manera de averiguarlo.
– Me pregunto cuándo me va a tocar a mí ser la madura de la relación.
– La próxima vez.
– No sé… para ti es muy fácil porque has tenido un matrimonio maravilloso. Eso es lo que yo quiero, quiero alguien que me ame, que se preocupe por mí y que me vea como a una igual.
– Si eso es lo que tú quieres, eso es lo que tendrás.
Samantha pensó en Jack y se preguntó si quería estar con él.
– La relación que hay entre nosotros no es para siempre. Hemos dejado claro desde el principio que los dos estamos de acuerdo en la monogamia en serie.
– Muy bien, entonces, después de Jack, con el próximo.
Ya, después.
¿Habría posibilidades de encontrar a alguien mejor que Jack, a un hombre más sincero, más divertido, más encantador y más estupendo en la cama?
– Jack no quiere nada más, eso me ha dicho.
– ¿Sabes por qué?
– Más o menos. Por lo visto, no cree en que la gente vaya a estar ahí para siempre.
– Eso es porque un montón de gente lo ha abandonado, incluso tú.
– No quiero pensar en eso.
– A lo mejor, ha llegado el momento de que te lo plantees. ¿Por qué te fuiste?
– Porque creí que me haría daño, porque creí que se parecía demasiado a mi padre, pero no es cierto. Claro que Vance sí que se parecía. No sé, estoy hecha un lío. Lo único que tengo claro es que le tengo que pedir perdón.
– Pues ya sabes dónde tienes que ir -sonrió Helen.
Jack estaba en casa y abrió la puerta inmediatamente y Samantha, que creía que iba a tener más tiempo para prepararse, se sorprendió.
– Hola, pasa -la saludó.
Así de sencillo. Sin recriminaciones, sin preguntas.
– Gracias -contestó Samantha-. ¿Te pillo ocupado? -añadió entrando y buscando a Charlie para ganar tiempo.
– No. ¿Qué te trae por aquí?
Estaba tan guapo que a Samantha le entraron ganas de decirle que lo que tenía que contarle podía esperar y que ahora lo más importante era irse directamente a su habitación.
– Quiero hablarte de un par de cosas -le dijo sin embargo.
– Muy bien -contestó Jack guiándola hasta el salón-. Siéntate.
– Quería pedirle perdón por lo del otro día -dijo Samantha sentándose-. Se me fue la cabeza.
– Te enfadaste mucho.
– Sí, también me sentí dolida y avergonzada y lo pagué contigo. Tuve la sensación de que me estabas juzgando.
– Claro que no, sabes que jamás haría algo así.
– Me di cuenta más tarde. Mira, no me siento especialmente orgullosa de cómo me comporté con mi ex marido, sigo sin entender cómo permití que me controlara, pero te aseguro que aprendí la lección. Es cierto que siempre fue un hombre controlador, pero al principio eran sugerencias muy leves. Lo que quiero decir es que lo que dijiste de que me tendría que haber dado cuenta es verdad. Lo que pasa es que la mera idea de que pudieras tener mal concepto de mí se me hizo insoportable.
– ¿Cómo voy a tener mal concepto de ti? -dijo Jack tomándole las manos entre las suyas-. Te admiro por lo que hiciste. Te encontrabas en una situación espantosa y luchaste. No como Shelby.
¿Cómo?
– ¿Qué tiene que ver tu prometida con que yo no sepa a juzgar a los hombres?
Jack le soltó las manos y se puso en pie.
– Te dije que Shelby murió poco antes de la boda, pero hay algo más. Llevaba deprimida un tiempo. Ahora que lo pienso, creo que llevaba deprimida toda la vida. Nos conocimos en un periodo en el que se encontraba bien, pero no duró mucho -le explicó Jack acercándose al ventanal-. Yo no entendía lo que le ocurría. Estaba muy triste. Creía que era culpa mía, que estaba haciendo algo mal, pero, de repente, la depresión desapareció y se puso bien. Comenzó a ir a un terapeuta y a tomar una medicación que la ayudó mucho. Cuando vi que mejorada, le propuse que se casara conmigo. Supuse que era una enfermedad manejable, como la diabetes, pero me equivoqué.
A Samantha le costaba imaginarse a Jack con una persona deprimida porque él estaba lleno de vida.
– Organizar la boda fue demasiado para ella, pero me di cuenta demasiado tarde. Su madre intentó ayudarnos. Helen también se ofreció, aunque yo no se lo permití. Un día estalló una gran tormenta y Shelby perdió el control del coche. Por lo menos, eso es lo que dijo la policía, que fue un accidente.
– Pero no lo fue, ¿verdad?
Jack negó con la cabeza.
– Me dejó una nota. La quemé en cuanto la leí. Sabía que lo único que haría la verdad sería hacer sufrir a sus padres. Ellos creían que estaba mejor, que, por fin, iba a ser feliz. De hecho, me dieron las gracias por ello en el entierro -contestó Jack girándose hacia ella-. Decidí que era mejor que creyeran eso, que era inútil que sufrieran ahora que Shelby había muerto. ¿De qué servía que supieran que prefería morir a casarse conmigo?
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