– No digas eso. En serio, Jack. Si tú quieres que esta empresa vuelva a funcionar, lo conseguirás. Tú siempre consigues lo que te propones.

– ¿Y si lo que quiero eres tú?

Samantha sintió que el corazón le daba un vuelco y sonrió.

– Te diría que es maravilloso porque tú también eres lo que yo quiero.

Jack la miró a los ojos con intensidad.

– ¿De verdad?

– Sí. Llevo toda la vida huyendo de las cosas que me daban miedo y nunca me había parado a pensar lo que me estaba perdiendo.

– A mí me ha pasado lo mismo -murmuró Jack tomándola de las manos-. Siempre me he negado a creer que el amor duraba. Mi experiencia era otra. Ahora me pregunto si la razón por la que nunca he podido entregarle mi corazón a una mujer es que ya le pertenecía a otra, a ti. Samantha, te quiero.

– Yo también te quiero.

– ¿Te das cuenta de que hemos perdido diez años?

– No, no los hemos perdido. Era necesario que estuviéramos separados ese tiempo para convertirnos en estas personas que somos ahora y volvernos a encontrar.

– Me gusta cómo suena eso -sonrió Jack besándola.

– Ya verás, juntos haremos que esta empresa salga adelante y, luego, podrás volver a ejercer la abogacía y acabarás siendo un juez maravilloso. Incluso te quedará bien el traje negro.

Aquello hizo reír a Jack.

– Me gusta cómo piensas. La verdad es que me gusta todo de ti.

– A mí me pasa lo mismo contigo.

– ¿Te apetece casarte?

– Sí.

– ¿Así? ¿Sin preguntas?

Samantha lo miró a los ojos.

– Jack, te quiero. Confío en ti y quiero pasar mi vida contigo. No tengo preguntas.

– Te prometo que haré todo lo que esté en mi mano para que seas feliz. Estaré siempre a tu lado.

Samantha sabía que así sería porque así había sido siempre.

– He estado pensando en mis hermanos. Quiero que vuelvan a casa, no solamente por la empresa sino porque quiero que volvamos a ser una familia. ¿Tú crees que con la excusa de la boda vendrán?

– Por supuesto que sí -suspiró Samantha perdiéndose entre sus brazos-. Y, si no quieren venir por las buenas, iremos a buscarlos -sonrió.

– Eso me encanta de ti, que siempre sabes qué hacer.

– Es una de mis mejores cualidades.

– ¿Es la que más te gusta de ti misma?

– No, lo que más me gusta de mí misma es cuánto te quiero.

– Lo mismo te digo, Samantha. Para siempre.

SUSAN MALLERY

  • 1
  • 17
  • 18
  • 19
  • 20
  • 21