En cuanto hubo pronunciado aquellas palabras, se dio cuenta de que se le tensaba todo el cuerpo, de que toda la sala de reuniones se llenaba de electricidad y no era porque no se llevaran bien sino porque Samantha no podía dejar de sentirse atraída por el hombre que tenía frente a sí.
Su mente le dijo que saliera corriendo de allí a toda velocidad, pero su cuerpo le suplicó que se quedara y disfrutara de la situación.
Al final, Jack rompió el hechizo al mirar el reloj.
– Tengo que preparar la reunión de mañana.
– ¿Viene todo el mundo?
– Sí, más o menos. Un par de personas entrarán por videoconferencia o por teléfono. No va a ser nada agradable.
– He leído la prensa esta mañana y no decía nada.
Jack se encogió de hombros.
– Eso es porque a las ocho de la tarde de ayer solamente lo sabíamos tú y yo.
– Ah -contestó Samantha, que había creído que lo sabría más gente-. Yo no le he dicho nada a nadie.
– Ya lo sé -contestó Jack despidiéndose y yéndose.
Samantha se volvió a sentar y esperó a que el deseo que se había apoderado de todo su ser desapareciera.
¿Por qué aquel hombre le atraía tanto si tenía un montón de cosas que no le gustaban? Era orgulloso, controlador y poderoso y, sin embargo, acababa de reconocer con total naturalidad que se había equivocado con Helen.
En todos los años que había estado casada con Vance jamás le había visto hacer algo parecido. El pobre tipo se creía perfecto.
En eso, desde luego, ambos hombres eran completamente diferentes, pero no era suficiente. Samantha se dijo que no podía arriesgarse a cometer otro error como el de la última vez porque, si lo hacía, podría salir muy mal parada.
Tres de los miembros del Consejo de Administración vivían en Chicago, otros habían llegado en avión y otros dos iban a asistir a la reunión por teléfono.
Jack entró en la sala de reuniones exactamente a las once y media de la mañana y los allí reunidos tomaron asiento y escucharon las malas nuevas que tenía que comunicarles.
Por supuesto, todos estuvieron de acuerdo en preparar una nota de prensa para hacer público lo que había sucedido.
– Yo creo que lo mejor sería que te quedaras ocupando el puesto de tu padre de manera permanente -sugirió Baynes, el miembro de más edad del consejo.
– Dije que me quedaría tres meses y me quedaré tres meses -contestó Jack.
– Por favor, Jack, sé razonable, la empresa va a pasar una crisis terrible. Piensa en los empleados y en los accionistas. Tenemos una responsabilidad hacia ellos.
– Yo, no.
– Tú eres el hijo mayor de George Hanson -le recordó la señora Keen, la única mujer del Consejo de Administración.
– Tengo dos hermanos más.
– ¿Y dónde están? No tienen ni la experiencia ni la educación ni el temperamento para este tipo de trabajo.
– Tres meses -insistió Jack-. Tienen tres meses para encontrar a un presidente o presidenta.
– Pero…
Jack se puso en pie.
– No voy a cambiar de opinión -les advirtió-. Además, ni siquiera sabemos quién tiene la mayoría de la empresa porque las acciones de mi padre están en el limbo hasta que se abra su testamento. ¿Quién sabe? A lo mejor, su último deseo fue que se vendieran al mejor postor.
Todos los miembros del consejo palidecieron ante aquella posibilidad. Mientras recobraban el color, Jack aprovechó para salir de la sala. Una vez en el pasillo, se deshizo el nudo de la corbata, pero aquello no fue suficiente.
Se sentía completamente atrapado.
– Dentro -gritó Samantha tirando la bola-. ¡Dos más para nuestro equipo! -exclamó chocando las cinco con Patty-. Ganamos por seis.
Jugar al baloncesto en el pasillo a lo mejor no era muy propio de una empresa, pero a Samantha le parecía que ayudaba mucho a un equipo a relajarse después de un día entero haciendo brainstorming.
– Ahora veréis -dijo Phil lanzando.
La bola rebotó en la canasta y se perdió por el pasillo. Cuando Jack dobló la esquina con la bola en la mano, el equipo de Samantha se quedó en silencio y la miró.
– ¿Puedo jugar? -preguntó Jack.
– Claro -contestó Samantha.
Jack se quitó la chaqueta y la corbata y se remangó la camisa mientras Phil le explicaba quién iba en cada equipo.
– ¿Se te da bien jugar al baloncesto?
– Más o menos -sonrió Jack.
Diez minutos después, Samantha y todos los demás habían comprobado que no era que se le diera bien sino que era un as de la canasta. Se movía con la velocidad de un guepardo y llegaba a todas las bolas y a todos los rebotes.
Para colmo, cada vez que saltaba, se le subía la camisa y dejaba al descubierto unas abdominales fabulosas que Samantha no podía dejar de mirar.
«A lo mejor ha llegado el momento de buscarme una aventura para pasar el rato y olvidarme de Vance», pensó Samantha decidiendo que no estaba preparada para una relación seria.
– Gracias por dejarme jugar -se despidió Jack.
– De nada -contestó Phil.
– ¿Os apetece que tomemos algo dentro de media hora en el bar de la esquina? -propuso Jack consultando el reloj.
– Estupendo -contestaron los demás volviendo a sus oficinas.
– Tú también te vienes, ¿no? -le preguntó Jack a Samantha una vez a solas.
Samantha sabía que no debería ir, que no era un movimiento inteligente por su parte, pero…
– Por supuesto -contestó.
– Bien -sonrió Jack.
Samantha sintió mariposas en el estómago y se metió a toda velocidad en su despacho.
«Un clavo con otro clavo se quita», se dijo.
Jack pidió bebidas y fuentes de aperitivos para todos y habló con cada miembro del equipo de Samantha.
– Has contratado a gente muy válida -le dijo sentándose a su lado al cabo de un rato.
– Gracias -contestó Samantha-. ¿Qué tal la reunión?
– Bueno, los miembros del consejo están más interesados en protegerse que en saber exactamente qué ha ocurrido. Vamos a hacerlo público mañana por la mañana.
– Buena suerte -dijo Samantha dando un trago a su refresco.
– ¿Sabes? Lo que no entiendo es por qué mi padre no había nombrado a un sucesor. ¿Acaso creía que iba a vivir para siempre?
– A lo mejor, esperaba que uno de sus hijos quisiera hacerse cargo de la empresa.
– A lo mejor. Lo cierto es que no me imagino ni a Evan ni a Andrew instalados en Chicago y convertidos en hombres de negocios.
– Ya sabes que tú tampoco tienes que encargarte de la empresa si no quieres -dijo Samantha tocándole el brazo.
– Sí, ya sé que me puedo ir cuando quiera.
Samantha sabía que no lo haría, que Jack tenía un inmenso sentido de la responsabilidad.
De nuevo, su cuerpo le recordó que no se parecía en absoluto a Vance, pero su cabeza no estaba tan segura. Su ex marido también parecía ser un buen hombre, un profesional de éxito que quería convertirse en padre. Sí, eso había sido hasta después de la boda porque, luego, de la noche a la mañana, todo había cambiado.
Su padre había hecho exactamente lo mismo, había pasado en pocas semanas de ser un hombre cariñoso y agradable a convertirse en una persona que había abandonado a su mujer y no había querido hacerse cargo de su única hija.
Los hombres poderosos a menudo eran así y Samantha se dijo que, a pesar de que la atracción que sentía por Jack fuera muy fuerte, no debía dejar que su relación fuera más allá de los límites de lo estrictamente profesional.
No podía arriesgarse a sufrir otro revés emocional.
– Me tengo que ir -anunció colgándose el bolso del hombro.
– Yo también me voy -contestó Jack-. ¿Quieres que te lleve?
– No, gracias -contestó Samantha aunque la tentación era terrible-. Tengo que hacer unos cuantos recados antes de volver a casa y prefiero ir andando.
– ¿Estás segura? No me importa llevarte.
– Gracias, pero prefiero ir sola -sonrió Samantha.
Sí, había aprendido que lo más seguro en la vida era estar sola.
Capítulo 5
Roger Arnet era un hombre alto, delgado y rubio de cincuenta y tantos años. Jack le estrechó la mano y le indicó que se sentara.
– ¿Qué tal lo llevas? -le preguntó Roger-. No debe de ser fácil ocupar el lugar de tu padre porque tu padre era un hombre realmente magnífico, sí, un hombre realmente magnífico.
¿De verdad Roger seguía creyendo que George era un hombre magnífico después de todo lo que se había descubierto?
– Lo llevo como mejor puedo -contestó de manera ambigua-. Te he llamado porque quería comunicarte que estamos realizando grandes cambios.
– Sí, al volver de vacaciones, he notado que la oficina estaba bullendo de actividad -contestó Roger.
– Efectivamente, tenemos muchas cosas que hacer.
– Sí, Arnie me ha estado contando lo que queréis hacer. Muy ambicioso. Muy ambicioso. Para mi gusto, demasiado.
– ¿Me estás diciendo que no podemos ampliar las páginas web?
– Expandirlas es una cosa y lo que vosotros queréis hacer es otra. Bueno, aunque ya sé que no eres tú sino esa chica nueva, esa Samantha no sé cuántos.
– Samantha Edwards -contestó Jack-. Quiero que sepas que tiene mi respaldo incondicional.
– Ya… Es una mujer con mucha energía. Yo prefiero ir más despacio. La tecnología está muy bien, pero esta empresa se fundó en papel.
– Las revistas son muy caras y, además, van muy despacio -objetó Jack-. Ninguna de nuestras publicaciones tiene más de un millón de ejemplares de tirada, así que estamos perdiendo dinero. Internet es una parte muy importante de nuestra cultura, cada vez va a más y sale muy barato.
Roger asintió.
– Arnie me ha contado todo. Es un buen chico, pero demasiado joven. A veces, se embala. Espero que no te haya llenado la cabeza de pájaros.
A Jack le gustaba ser respetuoso con sus mayores, pero tampoco estaba dispuesto a que lo trataran como a un idiota.
– Voy a ser muy claro -le dijo a Roger-. Esta empresa está al borde de la quiebra financiera y seguir actuando como en los viejos tiempos no nos va a sacar del bache. Vamos a llevar a cabo grandes cambios y lo vamos a hacer rápidamente. Estoy convencido de que la tecnología es nuestra mejor baza, así que tienes dos opciones: quedarte en la empresa y respaldar los cambios o buscarte otra que te guste más.
– A eso lo llamo yo ir directamente al grano -se indignó el director.
– Efectivamente, así soy yo. Me han hablado muy bien de ti y me gustaría que te quedaras, pero, si lo haces, quiero que tengas muy claro en qué dirección vamos a trabajar.
– No tengo nada en contra de la ampliación de la empresa vía Internet, pero creo que puede ser peligroso porque se va a trabajar con niños y vamos a tener que proceder con mucho cuidado con el tema de la seguridad.
– Estoy completamente de acuerdo. De hecho, Samantha y Arnie ya están trabajando en ello. Únete a su equipo, échale un vistazo a lo que han hecho hasta el momento y ven a verme siempre que quieras.
Roger asintió y salió de su despacho.
Intranquilo tras su reunión con Roger, Jack se dirigió al despacho de Samantha.
– ¿Tienes un momento? -le preguntó al ver que colgaba el teléfono.
Samantha asintió y Jack entró y le contó la conversación que acababa de tener con el director del departamento de informática.
– Yo creo que lo más inteligente por nuestra parte sería admitirlo en tu equipo -le propuso.
Samantha lo miró horrorizada.
– ¿No hay otra opción?
– Sí, por supuesto podemos dejarlo fuera y crearnos un enemigo, pero todos los informes que tengo sobre él son excelentes. Lleva muchos años y conoce el trabajo. Podría sernos de ayuda.
– Está bien -cedió Samantha poniéndose en pie y sirviendo dos cafés.
Jack se quedó mirándola mientras lo hacía. Le gustaba cómo andaba, le gustaba el vaivén de sus caderas, le gustaba cómo olía el café antes de bebérselo.
Siempre lo hacía. De hecho, Jack solía tomarle el pelo en la universidad por ello. Sin embargo, en aquel momento se mordió la lengua ya que hacía dos noches, en el bar, Samantha le había dejado muy claro que no quería nada con él.
Jack creía que, normalmente, los asuntos de química sexual eran cosa de dos, pero parecía que Samantha era la excepción que confirmaba la regla. Aunque él la deseaba con todo su cuerpo, ella ni reparaba en él.
Había llegado el momento de asumirlo y de seguir adelante.
– ¿Qué tal tu nueva casa?
– Muy bien. Tenías razón, la localización es fabulosa. ¿Has probado las pizzas del restaurante de enfrente?
– Sí, suelo pedirlas a menudo -contestó Jack.
– Madre mía, son las mejores que he comido en mi vida -se maravilló Samantha-. El otro día pedí una para cenar y estaba tan buena que me tomé para desayunar lo que me sobró. Nunca había hecho algo así.
"El Seductor Seducido" отзывы
Отзывы читателей о книге "El Seductor Seducido". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "El Seductor Seducido" друзьям в соцсетях.