Rick meneó la cabeza y se rió.

– Podrías darle una oportunidad al pobre Eldin.

– ¡Rick! -exclamó con una mezcla de cordialidad y placer mientras dejaba todo en el suelo para saludarle-. Seguramente debería haber comprado una escalera, ¿no? -Sonrió con expresión picara-. Pero estaba tan impaciente por empezar y estar ocupada que no quería esperar.

– ¿Por qué no me has llamado para pedirme que te trajera una?

– No se me ha ocurrido.

Rick se acercó a ella, llevado por un impulso más poderoso que su mente o su voluntad.

– Supongo que confías en que pinte yo lo que falta, ¿no?

Kendall se mordió el labio inferior y le dedicó una sonrisa encantadora.

– Tenemos un trato.

– Sí, claro. -El maldito trato. El que los convertía en amantes en público pero no le daba derecho alguno sobre su cuerpo en privado. Joder, cómo le gustaría cambiar esa parte del trato.

No había dejado de pensar en ello en todo el día. Esa mujer a la que apenas conocía, a la que por algún motivo quería proteger emocionalmente y poseer físicamente, le había llegado muy dentro. Mucho más que cualquier otra mujer en mucho tiempo. Rick se acercó más a ella y la atrapó junto a su cuerpo. Kendall no podía retroceder, porque de hacerlo se toparía con la pared recién pintada, por lo que dio un pequeño paso hacia Rick.

Él aspiró y se dejó envolver por su aroma voluptuoso. Observó su cuerpo ágil, cubierto apenas con prendas elásticas de deporte. Sin duda, el calor sofocante había contribuido a la elección de aquel atuendo. El aparato de aire acondicionado que había comprado sólo enfriaba el dormitorio en el que dormía. En el resto de la casa seguía haciendo el mismo calor y Kendall no quería invertir más dinero en un lugar del que se marcharía en breve.

Rick se negaba ni siquiera a plantearse esa posibilidad. No estaba listo para despedirse, y menos cuando apenas acababa de conocerla.

Pensaba enmendar esa situación.

Sus miradas se encontraron y ella esperó a ver qué hacía. Rick colocó las manos por encima de la cabeza de Kendall y en cuanto notó la sensación fría en las palmas de las manos, se dio cuenta de su error.

– La pared está recién pintada. -Kendall se rió.

– Vaya, gracias por recordármelo. -Tenía las dos manos manchadas de pintura.

– Sólo trataba de ser amable.

– Se me ocurren otras cosas mejores… para ser amable con tu amante.

– Sólo en público. -Ésos eran los hechos, pero su mirada los cuestionaba.

Se preguntó lo mismo que Rick se había estado planteando. ¿Podían llegar más lejos?

Kendall respiró hondo, insegura.

La inhalación la hizo erguirse y sus pechos redondos presionaron contra la tela elástica, tentando a Rick

– Podríamos cambiar eso -dijo él.

Ella ladeó la cabeza. El pelo rubio recién cortado le rozaba los hombros y le envolvía el rostro de forma sensual. Joder, y a él le iban las rubias. Esa rubia.

– Podríamos -repuso ella.

Rick también ladeó la cabeza y sus labios se unieron. Ese mismo día la había besado como parte del papel que representaban. Ahora el beso era real. A pesar de que se sentía presa de la excitación, Rick se lo tomó con calma, le mordisqueó el labio inferior y disfrutó de los gemidos que ella emitía a modo de respuesta. Al colocarle la mano en el pecho, el movimiento le pareció natural, y sintió un dolor en la entrepierna al tiempo que las sienes comenzaban a palpitarle.

No le bastaba aquel contacto, su cuerpo pedía mucho más, pero antes de que Rick pudiera seguir, los interrumpió el inconfundible sonido de un móvil. Por pura costumbre, se llevó la mano al teléfono que llevaba colgado del cinturón.

Muy a su pesar, Kendall se hizo a un lado.

– Es el mío -dijo con voz grave.

Pero Kendall era suya, pensó Rick, tal como indicaba la huella de su mano estampada en la ropa de ella. Rick pensaba proseguir lo que habían comenzado en cuanto aquella interrupción acabase.

– ¿Sí? -Kendall respondió como si esperase una llamada urgente.

Rick no escuchó la conversación, pero no pudo evitar oír que Kendall había elevado la voz y, para cuando hubo colgado, Rick supo que aquel momento mágico había llegado a su fin. La tensión sexual había dado paso a un claro desasosiego, mientras Kendall, inquieta, caminaba de un lado a otro sin dejar de farfullar.

– ¿Qué pasa?

– Problemas familiares. -Kendall cruzó la habitación y se quedó junto a Rick, con el cejo fruncido.

Rick quería borrarle esas arrugas y tranquilizarla. Aunque el sentido común le decía que no se metiera donde no le llamaban, no soportaba verla así.

– ¿Puedo ayudarte? -preguntó de todos modos.

Kendall negó con la cabeza.

– Gracias, pero no es nada de lo que debas preocuparte. -Se lo dijo como si no acabaran de estar abrazados, como si a Rick no le importara nada más que su cuerpo. Él dejó escapar un suspiro de frustración. Kendall le estaba excluyendo. Físicamente, estaba cerca, pero emocionalmente estaba a kilómetros de distancia. La huella que antes indicaba que Kendall era suya ahora era una inequívoca señal de STOP.

En aquel silencio, sonó el busca de Rick; al ver el número recordó por qué había ido a casa de ella. Chase lo llamaba desde Norman's, donde su familia y amigos los esperaban para darle una sorpresa a Kendall.

Rick no sabía qué la preocupaba, de qué clase de problema familiar tenía que ocuparse, pero saltaba a la vista que se trataba de algo serio, y dudaba mucho que Kendall quisiera salir… salvo que hubiera un motivo de peso.

Ella lo miró con una mezcla de emociones en la expresión.

– Están a punto de expulsar a mi hermana del internado -dijo finalmente.

Rick se acercó a Kendall y la rodeó con el brazo para mostrarle su apoyo, el único gesto que intuía que ella aceptaría, y estaba en lo cierto. Kendall suspiró y apoyó la cabeza en su hombro.

La situación no podía empeorar, así que Rick se armó de valor.

– Supongo que no es el mejor momento para decirte que mi familia y amigos están esperándonos en Norman's para ofrecerte una fiesta de bienvenida al pueblo, ¿no?

Kendall suspiró. Lo que él había dicho la sorprendió y, a pesar de lo muy enfadada que estaba con su hermana, se mostró más flexible con Rick. No le apetecía estar rodeada de gente en una fiesta, pero puesto que él se había molestado en invitar a familiares y amigos, lo menos que podía hacer era olvidarse de sus problemas momentáneamente y acompañarlo a Norman's.

Se volvió hacia él con una sonrisa de agradecimiento.

– Gracias.

Rick inclinó la cabeza.

– Ha sido un placer.

Kendall percibió su intenso aroma masculino y sintió que se intensificaba su deseo de arrojarse a sus brazos y olvidar los problemas y la fiesta. Pero no podía hacerlo.

– Necesito unos minutos para ducharme y cambiarme.

– Adelante.

Más rápido de lo que hubiera creído posible, Kendall se duchó con agua caliente, se quitó los restos de pintura, se puso espuma en el pelo y eligió un modelo para la fiesta. Por suerte, Brian también le había enviado casi toda su ropa. Éste le había llevado las llaves a la casera, la cual había recogido las pertenencias de Kendall para que Brian se las enviase. Se agradeció a sí misma el haber sido previsora por una vez en la vida. Se miró rápidamente en el espejo y se irguió, lista para salir pero no del todo para enfrentarse a Rick. ¿Cómo iba a estarlo si todavía no se había disipado del todo la emoción de aquel primer contacto físico?

Bajó la escalera con paso alegre y se detuvo frente a él.

– Estoy lista.

Rick dejó escapar un silbido largo y lento.

– Y que lo digas. -La tomó de la mano y le dio la vuelta.

Para verla al completo, supuso Kendall. Los pantalones de cuero eran cortesía de su época de modelo, lo mismo que la blusa de encaje. No eran prendas muy caras porque no había sido modelo para diseñadores famosos, pero sabía que de todos modos la harían destacar del resto. A pesar de que sabía que la fiesta sólo tenía el propósito de cimentar la idea de que eran pareja, Kendall quería causar una buena impresión. Aunque detestaba admitirlo, quería caer bien a los familiares y amigos de Rick. Y también quería gustarle a él.

Rick le apretó la mano.

– Kendall, respecto a lo de antes…

– Olvídalo. -No quería oírle decir que ese beso había sido un error, no cuando todavía sentía su intensidad que la hacía sentir tan viva.

– Imposible -dijo, sin dejar de mirarla con una expresión tan cálida como lo habían sido sus labios durante el beso. En su boca y casi en el pecho. Respiró hondo.

– Tienes razón -admitió ella, y exhaló-. ¿Qué es lo que querías decirme? -Se negaba a no escucharle.

El molesto ruido del teléfono volvió a interrumpirles. Esta vez fue el móvil de Rick el que sonó; él respondió muy a su pesar.

– ¿Sí? -Escuchó y dijo-: Iremos en seguida. -Cerró el móvil-. Llegamos tarde -le dijo a Kendall.

Ella asintió, aliviada. No debería entablar conversaciones íntimas con Rick. No podía negar que se sentía atraída, pero abrirle su corazón no era la decisión más sensata. Kendall pensaba dejar el pueblo -y a Rick-, en breve. Nada ni nadie la haría cambiar de idea. Ni siquiera un poli atractivo con una sonrisa encantadora y un corazón efusivo.

Capítulo 5

Kendall miró a su alrededor y le gustó el ambiente diferente de Norman's. Seguramente Norman habría sido observador de aves en otra vida porque en las paredes había fotografías de distintas especies y el techo estaba decorado con cajas nido.

– Rick siempre ha sabido aprovechar sus virtudes -estaba diciendo Raina Chandler, y Kendall regresó al presente-. Ya de niño se valía de su físico para seducir a las mujeres.

Izzy, copropietaria y mujer de Norman, asintió.

– A los doce años venía aquí y me piropeaba para ver si le regalaba un paquete de chicles. Imagínate a alguien como yo -se señaló el pelo cano y el cuerpo con unos cuantos kilos de más- creyéndose tan guapa como Cindy Crawford. Rick era un seductor.

Kendall se rió.

– Me lo creo. -Todavía lo era. Ataviado con unos vaqueros azules y un polo a rayas blancas y azules, era el paradigma del hombre sexy. Pero lo más importante era que tenía un gran corazón.

Le había presentado a su familia y amigos, personas afectuosas, encantadoras y que la habían tratado de forma muy diferente a las mujeres de la peluquería. Personas que le habían dado la bienvenida y la habían ayudado a olvidar sus problemas familiares durante un rato.

– Bueno, Kendall, ¿y cuánto tiempo piensas quedarte en el pueblo? -le preguntó Raina, y no era la primera vez que se lo preguntaba.

A Kendall cada vez le costaba más cambiar de tema.

– Pues…

– Ya la habéis acaparado bastante -intervino Chase, el hermano de Rick.

Con aquel pelo negro oscuro y los ojos azules, no se parecía a Rick ni a Raina. Por lo que Kendall había oído decir, tanto Chase como su hermano pequeño, Roman, que no estaba en la fiesta, se parecían a su padre. Según los rumores, los tres hermanos Chandler siempre habían causado sensación entre las mujeres. Chase era el más reservado de los tres.

– Chase, déjame pasármelo bien con la sobrina de Crystal.

– Yo diría que más bien la estás acribillando a preguntas -resopló Chase y luego tomó a Kendall del codo de forma caballerosa-. Me gustaría conocerla a mí un poco más. -Y sin esperar a que su madre respondiese, Chase la alejó de aquel grupo de mujeres.

– ¿Otro Chandler que rescata a mujeres en apuros? -le preguntó Kendall en cuanto estuvieron a solas.

Chase puso los ojos en blanco.

– No, qué va. Eso es cosa de Rick. Me he dado cuenta de que mi madre se estaba preparando para el Gran Interrogatorio y he decidido ahorrarte ese mal trago. -Apoyó un hombro en la pared y la miró de hito en hito, con sus ojos azules.

Le resultaría atractivo si no fuera porque su hermano le gustaba más.

– Te agradezco que intervinieras. Bueno, háblame de ti. Me parece que diriges el periódico local, ¿no?

– The Gazette.

Hundió las manos en los bolsillos, un gesto tan propio de Rick que Kendall estuvo a punto de reírse.

– Eso mismo. Es un semanario, ¿no?

Chase asintió.

A diferencia de Rick, su hermano era un hombre de pocas palabras. A Kendall le caía bien, aunque sólo fuera porque se había ocupado de sus hermanos y se veía que era buena persona. Algo que todos los hermanos tenían en común. Kendall miró a Rick, que estaba hablando por el móvil y hacía gestos con la mano. Ella sonrió. Trabajaba incluso en las horas libres. Admiraba su dedicación al trabajo. Oh, sencillamente le admiraba.

– No te encariñes con él -dijo Chase rompiendo el silencio.