– Pues estoy acondicionando este sitio y también me gustaría arreglar la casa principal. -En otra de las visitas que Pearl le había hecho esa semana, Kendall había descubierto que, si bien el exterior estaba dejado, el único problema del interior era la pintura. No tenía ninguna intención de ofender a Eldin criticando sus habilidades o sugiriendo que pintaran las paredes. Había otras formas de renovar una casa para revenderla.
– ¿Ah, sí? ¿Y qué tipo de arreglos? -preguntó Pearl.
A Kendall no le importaba responder, pero no quería entrar en detalles. ¿Para qué preocupar a Pearl respecto a si tenían que marcharse de allí antes de que Kendall tuviera la oportunidad de sopesar otras opciones para la pareja de ancianos? Era lo mínimo que podía hacer por los amigos de tía Crystal.
– He pensado en comprar unas cuantas flores. Rick ha dicho que cortaría el césped y limpiaría el exterior a conciencia -empezó a explicar.
– Eres un sol. -Pearl se abalanzó sobre ella y le dio un fuerte abrazo-. Eldin y yo viviremos en la gloria dentro de poco. Ya sabes que no podemos pagar ese tipo de arreglos. No sólo eres tan guapa como tu tía sino igual de buena. Y está claro que Eldin y yo ayudaremos en todo lo que podamos. -Volvió a sentarse, radiante de felicidad y placer.
Kendall no sabía qué decir. ¿Cómo iba a echar por tierra las ilusiones de Pearl y decirle que tendría que marcharse de allí? Pero por otra parte, ¿cómo iba a dejarle pensar que ella y Eldin podrían quedarse en la casa de su tía? Kendall se masajeó la sien, que de repente le empezó a palpitar.
– ¡Tengo que decírselo a Eldin! -Pearl cogió el bolso-. Quédate con los brownies y con la bandeja. -La alegría de la mujer era palpable.
Kendall emitió un gemido.
– Oh, no te preocupes. Ya volveré en otro momento para charlar.
Pearl la malinterpretó otra vez y Kendall no la corrigió. Por un lado, ya había aprendido que era inútil y, por otro, Pearl no le había dado la oportunidad. Se marchó a toda prisa y dejó a Kendall boquiabierta, sola con la bandeja de brownies.
Miró a su alrededor y se encogió de hombros, luego apartó todo el papel de aluminio y empezó a ahogar sus penas en chocolate.
Unas horas después de la marcha emocionada de Pearl, la cocina estaba resplandeciente. Tras zamparse prácticamente la bandeja entera de brownies, Kendall decidió quemar las calorías. Para cuando terminó, quienquiera que hubiera inspeccionado el rincón más profundo de la alacena no habría encontrado más que limpieza y un espacio vacío. Luego le tocó el turno a los armarios de la casa, todos vacíos salvo el vestidor de la entrada. Cuando terminó con él, Kendall había acumulado trastos suficientes para organizar un mercadillo.
Exhausta pero con más ideas, se puso manos a la obra en su dormitorio. Como le había pedido a Brian que le enviara su ropa de casa y otros artículos desde Nueva York, la pequeña habitación tenía un aspecto hogareño y acogedor. Kendall recorrió una estancia tras otra admirando las mejoras.
Había vencido la frustración del día con algo constructivo, pero se sentía culpable al pensar que el motivo por el que quería arreglar la casa era para venderla… a espaldas de Pearl y Eldin.
Se sintió embargada por la culpa.
– Maldita sea.
Eso es lo que le pasaba por cogerle cariño a las personas. Pero ¿cómo iba a evitarlo? Eran los amigos de su tía y le caían bien, además ella lo estaba pasando bien allí, en casa de su tía. Pero pronto llegaría el momento de marcharse.
Como todavía no quería pensar en eso, Kendall decidió actuar de forma productiva. Consultó la hora e intentó llamar a su hermana. De nuevo fue en vano. O no estaba en su habitación o la pequeña idiota había decidido no coger sus llamadas, lo cual era lo más probable. Aparte de la breve conversación del otro día, Hannah no había respondido a sus muchos mensajes.
Describió un movimiento circular con los hombros para aliviar la tensión, e intentó relajarse. Por lo menos sabía que su hermana estaba a buen recaudo en el internado. Por el momento, Kendall no podía hacer nada para cambiar la situación de Hannah. Pero sí podía hacer mucho en cambio por la suya.
Había pensando en Rick muchas veces a lo largo del día. Su voz ronca, su cuerpo fibroso y duro y la ternura con que le había hecho el amor la habían asaltado en cuanto bajó la guardia. Se había quedado ensimismada y, al volver a la realidad, se había encontrado con un trapo del polvo en la mano mientras su cuerpo seguía estremeciéndose como si los labios o la boca de Rick estuvieran recorriendo aún su sensible piel. Incluso ahora temblaba al recordar sus manos deslizándose por su cuerpo desnudo y anhelaba la repetición de la jugada.
Rick pronto acabaría su turno y ella sabía exactamente cómo tentarle tras una larga jornada de trabajo. Se dio una ducha rápida y llamó a Chase para que le diera información personal sobre Rick. ¿Cuál era su comida preferida? ¿Qué música le gustaba? Las cuestiones básicas de la vida. Armada con las respuestas, se encaminó a su apartamento.
Como ella había podido ver con sus propios ojos, Rick era un hombre que se preocupaba por todo el mundo, pero que apenas pensaba en sí mismo. Kendall tenía intención de invertir esa tendencia. Esa noche pensaba ocuparse de él.
Rick subió despacio la escalera trasera que conducía a su apartamento. El agotamiento se mezclaba con el hambre y no sabía si tendría fuerzas para buscar algo de comer en la nevera. Habría comido algo en Norman's, pero allí la conversación era tan predecible como la comida y a Rick no le apetecía hablar. No después de los últimos días. Los turnos de diez horas en el trabajo, la fiesta familiar improvisada en Norman's, pasar la noche con Kendall y levantarse y apechugar con otro turno de diez horas lo habían dejado agotado.
Agradecido por poder estar solo, entró en el apartamento y dejó las llaves en el mueble.
– Vaya, no puede decirse que no seas un animal de costumbres.
Reconoció aquella dulce voz y le importó un comino que su soledad se hubiera esfumado.
– ¿Kendall?
– Sí, soy yo. -Le habló desde el interior, pasado el vestíbulo.
Entró en la sala de estar y la encontró sentada en uno de sus taburetes de bar en la barra americana de la cocina. Estaba sexy e informal a la vez, enfundada en unas mallas blancas y una camiseta negra sin mangas, con una copa de vino en la mano y una expresión sensual en la mirada.
El cuerpo de Rick, que le había suplicado dormir hacía unos segundos, se despertó de repente con un rugido.
– ¿Cómo has entrado?
Kendall se rió.
– Nunca olvidas que eres policía. Te saltas el «Me alegro de verte, Kendall» y pasas directamente al interrogatorio. Pero para aliviar tu mente agotada, te diré que he hablado con Chase y que, cuando le he dicho lo que se me había ocurrido, ha confesado que tenía una llave por si se producía alguna urgencia. -Abrió los brazos para abarcar el apartamento con un gesto.
Por primera vez, Rick se fijó en la caja de pizza de la encimera y en el delicioso aroma que la rodeaba. Era obvio que se había tomado molestias por él y ese hecho lo ayudó a combatir el cansancio.
Dio un paso adelante y apoyó un codo en la barra, hasta quedar cara a cara con ella.
– ¿Te he dicho que me alegro de verte?
Kendall negó con la cabeza y al sonreír se le marcaron los hoyuelos.
– Pues me alegro. -Mientras hablaba se le había ido acercando. La besó en la boca y probó la mezcla de vino afrutado y del sabor de ella. Pero desafortunadamente, su estómago decidió quejarse en voz alta en ese preciso instante.
– Me parece que tienes hambre. -Kendall esbozó una sonrisa pícara.
– Pues sí. Estoy hambriento. -De algo más que comida, aunque sabía que antes tendría que comer si quería resistir lo que fuera más tarde.
– Te he traído pizza de pepperoni.
Rick arqueó una ceja, sorprendido.
– Mi preferida. Supongo que de eso es de lo que has estado hablando con Chase.
– Entre otras cosas. -Le sirvió una porción de pizza bien cubierta de queso, fue a la cocina a por una botella de su cerveza preferida, la abrió y se la tendió-. Por… -Se calló.
– Por nosotros -se le adelantó él.
– … esta noche -completó ella casi simultáneamente.
– Por nosotros esta noche. -Rick sonrió ampliamente y entrechocaron los vasos.
Kendall deslizó un plato hacia él y dio una palmadita en el taburete que tenía al lado.
– Ven a comer. Debes de tener el estómago vacío.
Su preocupación por él le proporcionó calidez en lugares largo tiempo olvidados, recordándole sueños a los que creía haber renunciado: que alguien le esperase en casa por las noches e incluso una familia algún día. Sueños que Kendall ya le había dicho que ni quería ni pensaba convertir en realidad.
No obstante, aquella mujer juguetona había hecho que esas esperanzas reviviesen. Esa manera de ser era la que él debía alimentar, y tenía que reconocer que su presencia allí era buena señal.
– ¿Qué has hecho durante el día? -La actitud desenfadada parecía ser un mantra renovado con Kendall.
– He tomado un desayuno de negocios con Charlotte. -Dio otro sorbo al vino.
– ¿Tú no vas a comer?
Kendall se sonrojó visiblemente.
– Ya he comido. Un plato lleno de los brownies de Pearl, pero ésa es otra historia -dijo riendo.
– Pues la quiero oír. Aunque prefiero que antes me cuentes de qué has hablado con Charlotte -dijo, antes de darle un buen bocado a la pizza.
– Va a poner mis joyas a la venta. -Su voz destilaba orgullo y satisfacción-. En depósito.
– ¡Qué bien! O sea que esta noche vamos a celebrarlo. -Estaba claro que Kendall daba mucha importancia a su trabajo, por motivos que intuía que iban más allá de la necesidad económica.
Kendall asintió.
– Supongo que lo celebraremos, pero yo no lo había previsto así. Quería que esta noche estuviera dedicada a ti.
Rick se sintió embargado de gratitud.
– Bueno, pues satisfaz mi curiosidad. Así me complaces. Háblame de tus joyas.
Kendall frunció el cejo ante el claro intento de entorpecer sus planes.
– Preferiría saber qué has hecho tú el día de hoy.
Rick se rió.
– De acuerdo, te seguiré la corriente. Yo primero.
Kendall bajó la mirada y se dio cuenta de que Rick se había terminado su porción de pizza, así que le puso otra en el plato.
Él se limpió la boca con una servilleta.
– He tenido un día típico. El papeleo de siempre, patrullar, interrogar y un poco de formación en el instituto.
– ¿Qué tipo de formación?
– Programa DARE para los profesores. Educación sobre el uso indebido de drogas. -Le explicó el acrónimo del que había oído hablar pero cuyo significado exacto desconocía-. Soy el agente DARE del instituto.
– Hum. Los chicos son afortunados de aprender contigo. No sé por qué pienso que un tipo apuesto como tú por lo menos mantiene interesadas a las chicas -dijo Kendall en broma.
– Kendall -dijo él a modo de advertencia. Aunque Rick bromeaba sobre muchas cosas, el DARE no era una de ellas.
– No pretendía trivializar. Es muy importante que los jóvenes sean conscientes. Espero que en el internado de mi hermana estén haciendo algo la mitad de bueno de lo que estoy segura que haces tú. Y dado que las quinceañeras se fijan en el sexo opuesto, si así suscitas su interés, ¿qué más da que el motivo sea tu aspecto? Te escucharán y habrás conseguido algo muy importante para esos jóvenes, sus padres y la sociedad.
Kendall habló apasionadamente de un tema que para Rick era trascendente, y las palabras de ella disiparon sus dudas. Se avergonzaba de haber creído que Kendall menospreciaría un tema como ése. Sabía que ella no era así. El hecho de que congeniara con él en ese sentido demostraba algo que su instinto ya sabía. Estaban hechos el uno para el otro en muchos sentidos.
– ¿Y qué me dices de los chicos del programa? -preguntó ella-. ¿Cómo captas su interés?
– No es tan fácil. Pero según tu descripción, llamar la atención de las chicas debe de ayudar. Ellos quieren estar donde hay acción, es decir, donde están ellas. -Se rió, sorprendido de que la perspectiva de Kendall tuviera sentido, por lo que pensó aprovecharla en el futuro.
– ¿Y de qué iba la reunión de hoy?
– Como es verano, estamos trabajando en la formación de profesores para septiembre.
– ¿Ha ido bien? -Kendall se inclinó hacia adelante y apoyó el mentón en las manos.
– Lo mejor posible, teniendo en cuenta que allí estaba Lisa Burton -farfulló.
– Lisa. -Kendall pronunció el nombre con evidente desagrado.
– ¿La conoces? -preguntó Rick cauteloso. A saber lo que la maestra celosa podría haberle dicho o hecho a Kendall, la supuesta novia de Rick. En seguida se dio cuenta de que Kendall ya no era su supuesta nada.
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