Pero en esos momentos no le importaba. Le había echado de menos, lo necesitaba, y tenían muy poco tiempo para pasar a solas antes de que la realidad se inmiscuyera en forma de adolescente rebelde.
– ¿A qué esperas? -le preguntó Kendall-. Llévame arriba y hazme el amor.
Capítulo 9
Después de pasar el día lavando coches con dos docenas de adolescentes, Rick necesitaba la compañía de personas adultas. Necesitaba estar con Kendall. Las horas pasadas bajo el sol lo habían dejado acalorado, y los días que había pasado de servicio y sin Kendall lo habían dejado ardiente de deseo no saciado. El instinto de autoprotección tenía límites, pensó con ironía.
Rick entró en su apartamento cogido de la mano de ella y cerró la puerta de un portazo.
– Hemos pasado de tener todo el tiempo del mundo a tener que buscar huecos cuando la niña no está por aquí. Ahora ya sé cómo se sienten los padres -declaró Kendall. En seguida abrió unos ojos como platos al darse cuenta de la dirección que habían tomado sus pensamientos.
– Pero piensa en lo emocionante que se ha vuelto tu vida.
Kendall relajó los hombros. Aquello formaba parte de la determinación de Rick. Hacer que la situación entre ellos fuera desenfadada y fácil. Una aventura de verano, como habían acordado.
– Me gustan las emociones. -Los ojos le brillaban de deseo, y esa misma necesidad encontró su reflejo en el interior de Rick, manifestado por los rápidos latidos de su corazón.
Lo devoró con la mirada y las pulsaciones de él se aceleraron. No era ni mucho menos la primera mujer que lo admiraba.
Como hombre solo en un pueblo pequeño, estaba más que acostumbrado a la atención femenina, sobre todo desde que su madre iniciara su campaña en pos de nietos. Pero Kendall lo miraba de otro modo, y le gustaba cómo le hacía sentir su expresión resuelta.
– Estás mojado -le dijo ella al darse cuenta de que tema la camiseta adherida al cuerpo.
– Es lo que pasa cuando te rodeas de adolescentes armados con cubos y mangueras. -Tiró del algodón empapado-. Los chicos tenían claro qué querían hacer.
– Te portas de fábula con ellos. -Se mordió el labio inferior antes de reconocer-: Te estaba observando.
El corazón le dio un vuelco.
– No te he visto.
– Es porque no quería que supieras que estaba allí.
– Ah, ¿o sea que me estabas espiando?
Se encogió de hombros.
– Sentía curiosidad por Hannah y por cómo encajaría. Y sentía curiosidad por ti. Por cómo son tus jornadas. Por cómo eres cuando no estás conmigo. -Sacudió su adorable melena-. Pero que no se te suban los humos -añadió ella sonriendo avergonzada.
– Como si fuera vanidoso -comentó él, restándole importancia al hecho porque era obvio que así lo quería Kendall. Pero por dentro le encantaba que lo hubiera espiado. Oh, cielos, se volvía loco de contento con cualquier muestra de interés de ella, porque significaba que pensaba en él cuando no estaban juntos; y estaba claro que él no había dejado de pensar en ella en ningún momento.
Kendall dio un paso adelante y apoyó las manos en los antebrazos de él.
– Creo que tendríamos que quitarte esta ropa mojada. -Se humedeció los labios ante la expectativa y luego le recorrió los hombros y los brazos con las palmas de las mataos antes de pasar a acariciarle el pecho.
– No me voy a resistir, cariño.
Kendall jugueteó con el cuello de la camiseta, provocándolo al levantar el borde lentamente, asegurándose de rozarle la piel con un tacto erótico y cálido.
Lo embargó un torrente de deseo, duro y fuerte. La deseaba de un modo que iba más allá de la necesidad Sexual. Ni siquiera su endemoniada hermana o el plazo autoimpuesto de final del verano iban a disuadirlo o desviar sus acciones en esos momentos. Aunque ese hecho debería darle que pensar, la tenía para él solo, y ni por asomo permitiría que nada se interpusiera en su camino.
– Te quiero sin camiseta -murmuró ella.
– Pues quítamela. -Levantó los brazos por encima de la cabeza y le entregó el control que una vez ella había dicho que se negaba a darle. Por Kendall cedería mucho más pensó Rick, maldiciéndose mientras lo pensaba.
La miró a la cara mientras le levantaba la camiseta y luego la ayudó a tirarla al suelo. Le recorrió el pecho y luego se paró para inclinarse y darle un beso en la piel enfebrecida. Otro toque de esa boca y ni siquiera se molestaría en ir al dormitorio. Era un volcán de sensaciones. Respiró hondo.
– Parece que he tocado el punto correcto.
– En estos momentos, cualquier punto seria el correcto -repuso él con ironía-. Pero por mucho que esté disfrutando, he pasado todo el día fuera, y me iría bien darme una ducha.
Kendall esbozó una sonrisa burlona.
– A mí no me importaría ducharme otra vez.
Él movió la cabeza y se echó a reír.
– Oh, nena, está claro que sabes cómo tentar a un hombre.
Ella lo miró de hito en hito.
– Sólo a ti. -Como si quisiera demostrar su afirmación, dirigió los dedos al botón de sus vaqueros.
¿Quién era él para resistirse? De nuevo le dio vía libre, apretando los dientes mientras le acariciaba primero los muslos y apretando los puños cuando se detuvo antes de pasarle la mano por el miembro erecto para cumplir con su misión de quitarle toda la ropa. Kendall tenía las ideas claras, objetivos bien marcados y a él no le importaba. La forma como le tocaba era un juego de lo más intenso y erótico y, si por él fuera, no le importaría disfrutar de esa sensación todo el día.
Cerró los ojos y se apoyó en la pared para dejarse llevar por las atenciones de ella. La sangre le circulaba a toda velocidad por las venas y en otras partes del cuerpo, y cuando oyó el primer timbrazo pensó que el sonido estaba dentro de su cabeza.
Entonces Kendall se quedó quieta y Rick se dio cuenta de que estaba sonando el teléfono.
– Maldita sea. -Se obligó a abrir los ojos.
– Será mejor que contestes. Podría ser algo importante. -Kendall exhaló un suspiro y señaló el teléfono de pared.
Rick se subió los pantalones de un tirón, dejó sólo un botón desabrochado y contestó al teléfono.
– Más vale que sea importante.
Kendall arqueó una ceja y él le guiñó el ojo.
– Rick, soy Lisa Burton.
Emitió un gemido de fastidio. Lisa le había estado sacando de quicio en la sesión dé lavado de coches del DARE. Su condición de «comprometido» no la había disuadido por la tarde y encinta ahora le llamaba.
– No es un buen momento.
– No llamaría si no fuera importante.
– Bueno, yo supongo que si llamas al 911 debe de ser importante. -Ya no tenía paciencia para jueguecitos. Quizá hablara poseído por la frustración masculina o quizá ahora que sabía qué mujer le interesaba, deseaba que las otras lo aceptaran y se batieran en retirada.
– Llamo como profesional de la enseñanza. Tengo conmigo a una chica llamada Hannah que dice que es responsabilidad tuya.
Rick prestó atención al oír esas palabras.
– ¿Estás con Hannah? ¿Qué ocurre?
Kendall se acercó a él de inmediato y le colocó la mano en el hombro.
– ¿Hannah está bien? -le preguntó ella.
– Está bien -le dijo Lisa a Rick.
– Entonces, ¿qué está haciendo contigo? La dejé con Jonesy. -No con la única mujer con la que no quería tener ningún tipo de trato.
– Ha tenido que marcharse. Justo después de que te fueras le ha llamado su mujer. No pensé que cuidar de otra adolescente fuera a resultar problemático, así que le dije que ya la vigilaba yo. Pensé que no sería problemático, y no lo ha sido hasta que… ha llegado el doctor Nowicki.
«Vaya.» Rick se pasó la mano por el pelo.
– ¿Qué le ha dicho Hannah al director? -preguntó resignado.
Kendall emitió un fuerte gemido y ocultó el rostro entre las manos.
– Oh, no. ¿Qué habrá hecho ahora?
Rick rodeó a Kendall por la cintura con un brazo.
– Tu hermana está bien -le susurró al oído.
– Oh, ¿estás con tu novia? Me lo imaginaba -dijo Lisa con desdén, claramente ofendida-. A lo mejor Hannah tiene derecho a montar un numerito, porque al parecer su hermana no se preocupa por ella. Y a ti te ha faltado tiempo para escabullirte a ver a tu nueva amiguita. -A Lisa se le atragantaron las palabras, como si le diera rabia reconocer que no sólo había perdido una batalla sino la guerra con respecto a los favores de Rick-. Habéis dejado sola a la pobre chica en un pueblo desconocido. No me extraña que quiera llamar la atención.
En general, Rick no daba demasiada importancia al comentario celoso y claramente sesgado de Lisa sobre la situación de Hannah, ya que en definitiva era asunto de él y de Kendall. Al fin y al cabo, había dejado a Hannah en compañía de otras dos chicas muy agradables con las que había congeniado y la había dejado contenta, lo cual había sido su objetivo al llevarla a la sesión de lavado de coches.
Pero teniendo en cuenta que se había marchado para estar a solas con Kendall, se sentía culpable a pesar del hecho de estar convencido de haberla dejado en buenas manos. Y estaba seguro de que Kendall no se debía de sentir más contenta que él.
Sin embargo, antes de pensar en sus sentimientos, tenían que recoger a Hannah.
– ¿Estás todavía en la escuela primaria? -preguntó a Lisa.
– De hecho la he traído a Norman's. Ha dicho que tenía que reunirse con vosotros aquí.
– Gracias, Lisa. -Se tragó su orgullo-. Perdona por haber sido un poco brusco antes. Ahora mismo vamos a buscarla. -Colgó el auricular y se volvió hacia Kendall.
– ¿Qué ha hecho? -Se encogió como si tuviera miedo de preguntar.
– Lisa no me lo ha dicho. Pero está abajo esperándonos. Puedes preguntárselo directamente.
– ¿Por qué no te quedas aquí y te duchas? Hablaré con Hannah y tú ya bajarás cuando estés preparado. -Se calló-. O no. Como te dije, Hannah no es tu problema.
Rick negó con la cabeza. No pensaba que Kendall estuviera echándose atrás, sino que intentaba ser justa con él, dándole una excusa antes de que él la buscara.
– Tú vete y yo bajo en diez minutos, limpito y dispuesto a ayudar, ¿de acuerdo?
Ella asintió.
– Si estás seguro.
La vacilación de su voz le indicó que ella no lo estaba. Que por muchas veces que le dijera que no pensaba marcharse a ningún sitio, ella esperaba que hiciera precisamente eso. Rick captaba la ironía de la situación. No era él quien iba a marcharse.
– Léeme los labios. -Le cogió la cara con la mano-. Estoy seguro. -Le dio un beso fugaz en los labios-. Ahora vete.
Kendall le dedicó una sonrisa y salió corriendo por la puerta. Rick oyó cómo iba atenuándose el sonido de sus pasos, cada vez más lejos. Igual que Kendall.
Como Jillian antes que ella.
Rick recorrió el apartamento situado en el pueblo en el que siempre había vivido. Intentó diferenciar la situación de Kendall de la de Jillian, ponerse en el lugar de Kendall. No haber tenido nunca un padre y una madre en los que confiar. Cambiaba de casa constantemente, de familia en familia, sin poder contar nunca con gente a la que considerara suya, incluidos amigos íntimos. Y luego llegar a un pueblo en el que la mayoría de la gente era lo que parecía. En el que la amistad se ofrecía sin compromiso y todos los atributos de la estabilidad colgaban ante sus ojos. Aparentemente fuera de su alcance, aunque sólo fuera porque ella temía coger lo que nunca había tenido.
Cielos, él lo había tenido todo, se había criado en el seno de una familia cariñosa, se había casado, luego divorciado y en cambio tenía miedo de entregarse por completo y volver a sufrir. ¿Cómo era posible que culpara a Kendall de su incapacidad para hacer lo mismo?
Kendall entró en Norman's e inmediatamente vio a Hannah sentada en un reservado, con Lisa Burton. Al acercarse a ellas, Kendall se encontró con la mirada desafiante de su hermana, pero en vez de enzarzarse en una discusión delante de la otra mujer, Kendall decidió optar por la discreción y la diplomacia.
Miró primero a Lisa.
– Muchísimas gracias por traer a Hannah aquí.
– No es que tuviera muchas alternativas, señorita Sutton. Nadie la vigilaba y ya le había tirado un cubo de agua al director.
Kendall enrojeció de vergüenza.
– No podía dejarla sola y que causara más problemas y a usted no la he visto por ninguna parte…
Kendall entornó los ojos. Sólo había oído la parte de Rick de la conversación telefónica, no la de Lisa, y no tenía ni idea de por qué su amigo Jonesy se había marchado. Pero Kendall supuso que habría tenido un buen motivo, y que habría dejado a Hannah en buenas manos. Al recordar las palabras de Rick del otro día, supuso que Lisa se comportaba de ese modo por celos y Kendall se negó a darle el gusto de mostrar sus emociones.
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