– Oye, no le eches la culpa a mi hermana. -Hannah intervino antes de que Kendall tuviera tiempo de dar una respuesta neutral.
Kendall parpadeó sorprendida. Resultaba que Hannah la defendía. Ni siquiera la grosería de Hannah evitó la punzada de orgullo y cariño que sintió Kendall al oírla. Y aunque su hermana fuera una bocazas y fuera a recibir una buena reprimenda por mojar al director, Kendall no quería destruir un avance, por pequeño que fuera, en su floreciente relación regañándola delante de una maestra, y mucho menos de Lisa Burton.
– Hannah -empezó a decir Kendall con vacilación, pero su hermana la ignoró, seguía mirando a Lisa a través de unos ojos densamente maquillados pero un tanto emborronados después de pasar un largo día al sol.
– He oído que le decías al agente Rick que te encantaría hacerle cualquier favor que necesitara -le dijo Hannah a Lisa.
A Kendall no se le escapó el énfasis que Hannah ponía en la palabra «cualquier» o en las implicaciones que tenía. Y a juzgar por la expresión de Hannah, lo había dicho expresamente.
– Es de mala educación escuchar las conversaciones de los demás -declaró Lisa con aires de superioridad.
– Entonces, ¿por qué te he visto hacerlo todo el día? Allá donde iba Rick, tú detrás. Si hablaba con alguien, tú escuchabas. ¿Qué me dices de eso? -Hannah se cruzó de brazos esperando una respuesta.
Lisa se sonrojó.
– Es obvio que necesita la supervisión de un adulto -manifestó Lisa a pesar de lo abochornada que estaba.
Kendall no sabía quién era peor, si Lisa o Hannah, pero tenía que ponerle freno a aquello antes de que la situación degenerara. ¿Y Lisa se llamaba a sí misma maestra? Estaba dando un ejemplo patético.
– Bueno, como he dicho, gracias por traer a Hannah aquí. -Kendall dedicó una sonrisa forzada a Lisa antes de dirigirse a su hermana-: Hannah, Izzy nos ha reservado una mesa al fondo. Vamos.
Para sorpresa de Kendall, su hermana salió del reservado sin rechistar y se situó a su lado.
– Rick ya tiene novia -dijo entre dientes Hannah a Lisa antes de dirigirse rápidamente al fondo del local.
Kendall movió la cabeza. Al parecer más de una Sutton tenía debilidad por Rick Chandler.
– Esta niña es una maleducada -afirmó Lisa.
Kendall se encogió de hombros.
– Es posible pero también tiene razón. -Por maliciosa que pareciera, no podía evitar dejarle las cosas claras. Teniendo en cuenta que venía de una cita íntima con Rick, la actitud posesiva hacia él estaba en su punto álgido. Igual que su instinto protector, y después de lo que Charlotte le había contado sobre su pasado, Kendall estaba convencida de que lo último que Rick necesitaba era una mujer como Lisa.
– Las dos sois unas maleducadas y estoy segura de que los Chandler en seguida se darán cuenta. -Lisa cogió el bolso y se encaminó hacia la puerta.
– Gracias de nuevo por traer a mi hermana -gritó Kendall hacia Lisa, que estaba de espaldas. Sonrió y saludó a la clientela de Norman's.
Kendall se reunió con Hannah en una pequeña mesa del fondo, se sentó y colocó las manos sobre la misma. No sabía por dónde empezar.
– No saques ninguna conclusión del hecho de haberte defendido. Es que no me gusta que esa mujer persiga a Rick. -Como de costumbre, Hannah se le había adelantado.
Kendall decidió hacer caso omiso de la declaración de su hermana. Hannah la había defendido y Kendall pensaba sacarle partido.
– A mí tampoco me gusta, pero Rick ya es mayorcito y es experto en quitarse de encima a las mujeres. No nos necesita a ninguna de las dos para hacerlo. -Al ver una oportunidad para establecer un vínculo de unión con su hermana, Kendall se inclinó hacia adelante en el asiento-. Pero ha sido divertido poner a Lisa en su sitio, ¿verdad?
Hannah asintió con recelo y poco a poco fue esbozando una sonrisa.
– Necesita que cuidemos de él.
– Pero estoy segura de que agradecería que utilizaras… ¿cómo decirlo?… un método más… sutil.
– A lo mejor lo medito.
Kendall se figuró que ésa era la máxima concesión que iba a obtener de ella.
– ¿Dónde está Rick? -preguntó Hannah.
Era obvio que su hermana tenía debilidad por el mediano de los Chandler, lo cual a Kendall no le extrañaba lo más mínimo.
– Se está duchando, creo. Bajará en seguida. Hannah, lo del director…
– Te juro que fue un accidente. -Hannah levantó las manos para enfatizar su defensa-. Iba detrás de un chico que me había empapado la camiseta pero ha sido muy rápido y se ha agachado. Yo no tengo la culpa de que el doctor Nowicki sea tan bajito y le haya caído el agua encima.
A la edad de Hannah, parecía que nunca se tenía la culpa de nada.
– Vaya, ¡mira quién está aquí!
Kendall se volvió y vio a Raina y al médico del pueblo acercándose a su mesa, lo cual salvó a Hannah de un sermón tipo «ten más cuidado la próxima vez».
– Hola, Raina. Doctor Fallon.
– Eric -dijo él-. Aquí no son necesarias las formalidades.
Kendall sonrió.
– Eric, me gustaría presentaros a mi hermana Hannah -dijo Kendall rezando en silencio para que Hannah se comportara-. Hannah, te presento a la madre de Rick y al doctor Eric Fallon. -Añadió el parentesco con Rick para tener más posibilidades de ganarse la predisposición de su hermana.
– Encantada. -Hannah honró a la pareja con una genuina sonrisa.
Raina estrechó la mano de Hannah.
– Lo mismo digo. Eres una jovencita muy guapa.
Para sorpresa de Kendall, Hannah se sonrojó.
– Tengo que hablar contigo, Kendall, y como tu hermana está aquí, también ayudará. -Raina miró a Eric-. Sólo serán cinco minutos, ¿de acuerdo?
– Como quieras. Pero tienes que sentarte y descansar.
Raina le lanzó una mirada feroz, con los ojos entornados. Era obvio que no le gustaba que le dijeran lo que tenía que hacer.
– El corazón -le recordó Eric, dándose un golpecito en el pecho.
Raina se sonrojó y asintió, pero Kendall se fijó en Eric. ¿Eran imaginaciones suyas o había detectado un tono de ironía en su voz? Negó con la cabeza. Imposible.
– Raina, Eric, sentaos con nosotras. -Kendall señaló los asientos vacíos.
La pareja tomó asiento y Raina lanzó su petición en seguida.
– He organizado una fiesta sorpresa para el cumpleaños de Rick. O mejor dicho, he delegado la organización de una fiesta sorpresa, dado que mis actividades diarias están limitadas.
– ¿Es el cumpleaños de Rick? -preguntó Kendall-. ¿Cuándo? -Él no le había dicho nada. Y se preguntó por qué le ofendía que la hubiera mantenido ajena a algo tan básico.
– Pues… -intervino Hannah-. Mañana. Esa tal Lisa…
– La señorita Burton -la corrigió Kendall.
– La tal señorita Burton dijo que se le había ocurrido el regalo peeeerfecto. -Hannah se estremeció, completamente asqueada.
Kendall exhaló un suspiro. Algunas mujeres nunca se daban por vencidas.
– ¿Te imaginas lo que quiere hacerle? -preguntó Hannah, horrorizada-. Kendall, tienes que alejarla de Rick.
– Oh, cómo me gusta estar con gente joven. -Raina se echó a reír-. Hannah tiene razón. Tenemos que mantener a Lisa alejada. Soy consciente de que quizá la alentara… antes de que vinieras al pueblo, compréndelo -le dijo a Kendall-. Pero nunca imaginé que sería tan insistente. En mi época, cuando a una mujer le daban calabazas, tenía la delicadeza de no seguir insistiendo.
– Yo pensaba que antes eran los hombres quienes pedían a las mujeres salir con ellas -intervino Hannah.
– Oh, cielos, Hannah…
La carcajada de Eric interrumpió cualquier comentario que Kendall fuera a añadir.
– Tienes razón, jovencita. En los viejos tiempos, la mayoría de las mujeres eran más recatadas y pasivas y dejaban que los hombres tomaran la iniciativa. Pero entonces, igual que ahora, había mujeres más osadas que decidían por sí solas. -Fue desplegando una sonrisa mientras dirigía la mirada hacia Raina, cuyo cariño y afecto mutuos resultaban obvios.
Kendall notó una punzada en el pecho que no le resultaba familiar.
– ¿O sea que la señora Chandler decide por sí sola? -Hannah se apoyó el mentón en la mano y miró fijamente a Eric.
– Creo que deberíamos centrarnos en el cumpleaños de Rick antes de que aparezca -dijo Kendall. Antes de que Hannah se volviera totalmente irrespetuosa.
– Buena idea. Pero no te preocupes. -Raina se inclinó hacia Hannah-. Tú y yo podemos continuar la conversación otro día-. Le dio una palmadita a Hannah en la mano y Hannah no la retiró.
Kendall pensó si las sorpresas no iban a acabar nunca. La clave del corazón de su hermana parecía girar en torno a los Chandler.
– En todo caso, voy a decirle a Rick que os invite a cenar a las dos mañana por la noche. Izzy y Norman se encargarán de la comida y de la limpieza, así que asunto zanjado. Yo no tengo que mover ni un dedo. Vosotras dos traéis al invitado de honor y yo ya he hecho algunas llamadas, que es lo único que puedo hacer para organizar las distintas sorpresas para Rick.
– ¿Qué sorpresas? -preguntaron Kendall y Hannah al unísono.
– Quiero hacer una versión de Esta es su vida. Que Rick recupere los recuerdos de su infancia. -Dio una palmada-. Va a ser divertidísimo.
– ¿Qué va a ser divertidísimo? -Rick apareció y con la típica actitud de policía, no se perdió la conversación ni la oportunidad de interrogar.
– Pues tú cena de cumpleaños, por supuesto. -Raina ni se inmutó.
– Tu madre nos ha invitado a Kendall y a mí a cenar mañana. Qué guay, ¿no? -dijo Hannah a Rick.
A juzgar por el atisbo de fastidio y algo más en su mirada, Kendall tuvo la sensación de que Rick no consideraba que la celebración de su cumpleaños fuera a ser precisamente «guay». Y eso que el pobre pensaba que sólo estaría la familia. ¡Ay cuando viera lo que su madre le había preparado!
Rick recobró la compostura rápidamente y se acercó a la silla de Hannah.
– Será la bomba -dijo y le alborotó el pelo púrpura con la mano.
Kendall se preguntó qué tendría que hacer para conseguir que su hermana se quitara el tinte y llevara su color natural. Pero cuando Hannah se rió tontamente al oír a Rick usando la jerga juvenil, Kendall se dio cuenta de que había cosas más importantes en la vida que el aspecto de su hermana. Como por ejemplo cómo se sentía por dentro. Cuando estaba con Rick, Hannah reía con facilidad y despreocupación, como la niña feliz que debería ser. Kendall notó que el corazón se le henchía en el pecho.
– Estás hecho un Poindexter. -Hannah puso los ojos en blanco mientras se burlaba de Rick, y Kendall volvió a centrarse en la conversación.
Raina y Eric miraron a Rick expectantes, porque obviamente no entendían la referencia.
– Un ganso -explicó-. Trabajar con adolescentes ha ampliado mucho mi vocabulario. -Se rió.
Hannah volvió a reírse y Rick miró a Kendall por encima de la cabeza de su hermana. Intercambiaron una mirada cariñosa, junto con un recordatorio de la intimidad que habían compartido justo antes de que sonara el teléfono en su apartamento.
Ahora Rick tenía el pelo húmedo de la ducha y no se había afeitado. La barba incipiente que había notado ella contra su mejilla añadía un toque sensual a la reacción que le había producido su aspecto sexy y duro. «Más tarde.» Ésa era la idea que parecía transmitirle con sus ojos oscuros. Y cuánto anhelaba estar con él, pensó Kendall.
Pero teniendo en cuenta la fiesta de cumpleaños que le esperaba y que su hermana lo adoraba, Kendall se preguntaba cuándo tendrían la oportunidad de retomar lo que habían dejado a medias.
La mañana después de que Raina les informara de la fiesta sorpresa para Rick, Kendall recorría el desván donde trabajaba de un lado a otro mientras Hannah hacía globos con el chicle y rebatía todas las propuestas de regalo de cumpleaños que le sugería Kendall. Tenían que pensar en algo antes del atardecer, antes de recoger a Rick para lo que él pensaba que sería una cena familiar en casa de su madre.
A pesar del poco tiempo que llevaba en Yorkshire Falls, Kendall había llegado a conocer bien a Rick, sus expresiones y lo que le pasaba por la cabeza. Y aunque no sabía por qué, estaba convencida de que la fiesta de esa noche no iba a hacerle ninguna gracia. Se había planteado avisarle pero luego decidió que no tenía derecho a interponerse entre madre e hijo y traicionar la confianza y deseo de sorpresa de Raina.
Así pues, pensó que era mejor centrarse en el regalo. Ella y Hannah habían acordado hacerle uno conjunto, algo especial que a nadie más se le ocurriera. Llevaban desde la noche anterior barajando distintas opciones. Sin éxito.
– ¿Gemelos? -sugirió Kendall.
Hannah entornó los ojos.
– Sí, como si fuera a ponérselos con las camisetas que lleva.
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