– ¿Estás bien?

– Sí. -«Sí, ya.»

– Pues acaba la historia -le instó suavemente.

Hizo acopio de fuerzas desde lo más profundo de su ser. Ya no sentía nada por Jillian, de eso estaba convencido. El hecho de contar la historia no le suponía enfrentarse a emociones descarnadas ni al amor perdido. Pero sí debía asumir una pérdida. Una que nunca antes había reconocido plenamente. Porque la marcha de Jillian había representado el final de la vida que siempre había querido. La vida que había asumido que nunca tendría.

O que pensaba que había asumido hasta que conoció a Kendall. En cierto modo, aquella trotamundos había reavivado su deseo de formar una familia que creía haber superado. Lo irónico de la situación era que, aunque ella hubiera alimentado ese anhelo, no podía satisfacerlo.

Pero Rick no podía culpar a Kendall, porque había sido sincera con él desde el principio. Como había carecido de amor, cariño y estabilidad en la vida, pensaba que no era propio de ella echar raíces. Ni confiar en la palabra u obra de nadie. Sin embargo, sabía cómo ofrecer e inspirar esos sentimientos maravillosos en otras personas, en Hannah y en Rick, aunque le diera miedo estirar la mano y procurarse esas cosas para sí misma.

– ¿Rick? -pronunció su nombre con vacilación-. Si te cuesta hacer esto…

– No me cuesta. -No podía obligarla a quedarse, pero podía hablarle claramente y esperar que ella misma se convenciera. La honestidad que había mostrado con él exigía la misma sinceridad. Hizo acopio de valor para continuar-: Jillian le dijo al padre de la criatura que estaba embarazada pero él justo había acabado la carrera y no estaba preparado para comprometerse.

– Pues tenía que haberlo pensado dos veces antes de acostarse con ella -espetó Kendall indignada.

– No te digo que no. -Soltó una carcajada amarga-. Se encontraba en un estado demasiado avanzado para abortar y sus padres la echaron de casa. Fue una escena propia de un melodrama, no de la realidad. Al menos no de la realidad de Yorkshire Falls. Yo vivía en un pequeño apartamento alquilado cerca de la estación y Jillian se presentó allí. Vino a vivir conmigo y, a partir de entonces la cosa se enredó.

– Aja. Esa descripción es demasiado escueta. Demasiado en blanco y negro. -Kendall se apoyó en la barandilla y lo miró con escepticismo.

Lo observó como si no sólo supiera qué pensaba sino qué sentía. Jillian también lo había conocido, pero en un sentido más superficial. Sabía que la acogería y que nunca le fallaría. Pero no lo entendía ni se había molestado en averiguar qué pensaba. Antepuso sus necesidades a todo lo demás, actitud que se prolongó incluso después de que se casaran y de que superara el pánico a la incertidumbre.

Pero ahora tenía a Kendall delante, preguntándole sobre su pasado, sus sentimientos. Era obvio que le importaban los motivos de sus actos. Además de importarle su felicidad. Sabía por experiencia que esa cualidad escaseaba y por eso la valoraba todavía más. Nadie había conocido tan bien a Rick como él sentía que Kendall lo conocía.

– Lo que sentías por Jillian no fue sólo una cuestión de hormonas, ¿verdad? -preguntó Kendall.

Esa pregunta confirmó lo que estaba pensando. Lo conocía bien. ¿Tan bien como para saber lo que sentía por ella? Lo dudaba, aunque sólo fuera porque hasta el momento se lo había ocultado, incluso a él mismo.

Quería a Kendall. Y esas emociones estaban ahora a flor de piel si ella quería reconocerlas y aceptarlas. Quería que formara parte de su futuro porque la amaba. Aunque no tuviera ni puñetera idea de lo que iba a hacer al respecto.

Como policía que era, Rick no estaba acostumbrado a quedarse de brazos cruzados y, en cuanto advertía algo, actuaba. Se negaba a mirar atrás y no poder decir que lo había dado todo por la persona, cosa o situación que fuera. Estiró las piernas lo máximo que le permitió el reducido espacio y miró a Kendall.

Una brisa húmeda alborotó el pelo de ella, cuyos labios discretamente pintados dibujaban una mueca, esperando que él le diera una respuesta. Pero mientras Kendall aguardaba, tensa y rígida, a que le explicara lo que había sentido por su ex mujer, no se imaginaba que lo único que Rick era capaz de pensar era en lo que sentía por ella en esos momentos.

– ¿Por qué estás tan convencida de que lo que sentía por Jillian iba más allá del deseo de ayudar a una amiga?

Kendall se encogió de hombros, pero Rick advirtió que el gesto escondía algo más que un rechazo momentáneo.

– Eres todo un caballero, pero ni siquiera tú sacrificarías tu vida casándote con alguien a quien no amases. Los favores y la buena voluntad tienen un límite, incluso para Rick Chandler -dijo con ironía-. No me malinterpretes, pero para casarte con ella tenía que importarte mucho. -Respiró hondo-. Tenías que quererla.

Rick arqueó una ceja, sorprendido de que empleara esa palabra en aquella conversación tan delicada.

– Jillian era algo más que una amiga para mí -reconoció-. La atracción sexual siempre había existido. Mentiría si dijera que eso no hizo que casarme con ella fuera más fácil.

Kendall lo miró boquiabierta.

Le pareció que Kendall estaba conteniendo la respiración. Le acarició la suave mejilla con un dedo.

– Con la perspectiva que da el tiempo, puedo decir que lo que me gustaba era lo que Jillian suponía. La idea de la vida que podíamos tener juntos. La unión familiar perfecta. -Negó con la cabeza al recordar lo joven e ingenuo que había sido. Entonces se dio cuenta de lo complicada que habría sido su vida si el padre del bebé no hubiera entrado en razón-. Madre, padre, bebé. Joder, estuve a punto de comprar un perro para que representáramos la estampa perfecta.

Se volvió hacia Kendall y se puso de rodillas, elevándose por encima de ella lo suficiente para mirarla a la cara, para hacerse entender.

– Me importaba lo suficiente como para convencerme de casarme con ella, pero no la quería.

¿Eran imaginaciones suyas o ella acababa de exhalar un suspiro de alivio? Rick tenía ganas de sonreír, de besar aquellos labios que seguían esbozando una mueca, pero se contuvo porque sabía que tenía más cosas que decir.

– Esa vida que creía tan perfecta habría sido como llevar una soga al cuello, de la que nunca me habría librado.

Ella lo miró con expresión dulce.

– Tuvo suerte de tenerte. Pero tienes razón. Si dos personas se casan por los motivos equivocados acaban haciéndose desgraciadas la una a la otra. De todos modos, nunca se dio cuenta de la suerte que había tenido, ¿verdad?

– Pues la verdad es que sí. Las primeras Navidades me mandó una carta. Era una mezcla de disculpa y agradecimiento. Llevaba la vida que quería y era feliz. Eso es lo que siempre quise para ella.

– Pero ¿has soportado ese dolor todo este tiempo?

– He soportado la idea de haber perdido algo. Hasta ahora nunca me había dado cuenta de que Jillian no me quitó nada sino que me devolvió la oportunidad de vivir. -Era increíble lo que hablar le revelaba a un hombre. Hablar con la persona adecuada, corrigió.

Todas las barreras que había erigido se derrumbaron como si nunca hubieran existido. Era alguien con el agua al cuello, pero no tenía más remedio que asumir el riesgo.

– ¿O sea que ya no lamentas que se marchara? -preguntó Kendall.

Rick negó con la cabeza.

– Pues no. -En todo caso deseaba lo mejor para Jillian y, en su fuero interno, le agradecía que se hubiera marchado-. Si no se hubiera ido con el padre de su hijo, ¿qué demonios habría hecho cuando apareciste en el pueblo?

Kendall se rió pero el sonido que emitió no denotaba alegría.

– Me habrías echado una mirada por el pelo rosa y el traje de novia, me habrías dejado en casa de mi tía y habrías echado a correr.

– Y qué más. -Emitió un gemido.

– Bueno, no habrías tenido ninguna necesidad de fingir tener una amante, eso seguro. Y por tanto ninguna necesidad de mí.

Le cogió la cara entre las manos. ¿No sabía lo que sentía por ella? ¿No lo veía en sus ojos? ¿No oía las palabras aunque todavía no las hubiera pronunciado en voz alta?

Quizá fingía ignorancia. Él también la conocía bien. Sabía que si Kendall se enfrentaba al hecho de que la quería o de que ella sentía lo mismo por él, recaería en su comportamiento habitual y echaría a correr.

No pensaba permitir que eso ocurriera. Si es que estaba en sus manos evitarlo. Sopesó sus alternativas y se quedó sólo con una. Guardar silencio y seguir disfrutando de su compañía. Emplear un poco de psicología inversa y echarse atrás emocionalmente. Interpretar el papel del amante de verano de Kendall y dejar que fuera ella quien se diera cuenta de las cosas.

Rick acababa de enfrentarse a su pasado, Kendall se merecía el tiempo y la oportunidad de enfrentarse al suyo. Pero si él iba a por todas, se arriesgaba a perderla. Cielos, se arriesgaba a perderla de todos modos, pero con un poco de comedimiento y paciencia, por lo menos tenía alguna posibilidad. Su relación tenía alguna posibilidad.

No le cabía la menor duda de que la necesitaba. Siempre la necesitaría. Pero, por el momento, le haría creer que se trataba de una necesidad meramente sexual, al tiempo que haría todo lo posible por ofrecerle todo lo que le había faltado en la vida: la sensación de familia, seguridad, satisfacción y amor. Todo aquello que ella le daba a él de forma inconsciente.

De cuántas cosas tendría que acostumbrarse a prescindir de nuevo si fallaba y Kendall se iba y llevaba a su adorable hermana bocazas a Arizona y los dejaba a él y Yorkshire Falls atrás.

Capítulo 11

Kendall miró hacia el exterior, donde preparaban las mesas para la feria de venta callejera. Participaban todas las tiendas, vendedores y colegios. Pero si la cola que había en Norman's para conseguir un café no avanzaba, Kendall pensaba estrangular a la gente que tenía delante. Necesitaba cafeína.

– Gracias a Dios que ha salido el sol. ¿Te imaginas una venta en la calle bajo una lluvia torrencial? -Charlotte se estremeció-. Es el primer año que participo, pero me han dicho que el año pasado instalaron unos toldos muy resistentes y que el agua caía a chorros por los extremos… -Sacudió el brazo de Kendall-. No me estás escuchando, ¿verdad?

Kendall parpadeó y se concentró en la expresión preocupada de Charlotte.

– Lo siento. ¿Qué decías?

Charlotte se echó a reír.

– No pasa nada. Estás ensimismada.

Tras pasar la noche con Rick, Kendall estaba más que ensimismada y no se enteraba de nada. Lo que sentía por él iba en aumento. Descubrir su pasado cambiaba las cosas. Saber que había estado casado y que casi había sido padre le afectaba en lo más hondo. No quería pensar en él unido a otra mujer de ese modo. Y si algo así le importaba, Kendall se veía obligada a pensar en una nueva dirección que la asustaba.

– ¿Te he dado las gracias por llevarte a Hannah anoche? -preguntó a Charlotte, cambiando de tema. Quizá después de una buena dosis de cafeína estaría preparada para pensar en otra cosa.

– Sólo unas tres veces. Fue un auténtico placer.

– ¿Estamos hablando de la misma adolescente bocazas, metomentodo y acomplejada? -pregunto Kendall-. Y lo digo con todo el cariño del mundo del que es capaz una hermana -añadió con una sonrisa.

– De hecho estamos hablando de la chica educada, discreta y servicial que está ahí fuera. -Charlotte dio un golpecito en el marco de la ventana y señaló a Hannah, que ayudaba a Beth a doblar y exponer los artículos que estaban a la venta.

– Vaya, ¿qué alienígena habrá invadido su cuerpo? -Pero la daba igual siempre y cuando su hermana fuera feliz. Y a juzgar por la amplia sonrisa y el movimiento constante de su boca, Hannah estaba encantada de charlar con Beth y de ayudarla.

– Creo que el hecho de que yo no sea su tutora me permite ver otra faceta de ella. ¿Te acuerdas de cómo te comportabas con tus padres? -preguntó Charlotte antes de taparse inmediatamente la boca con la mano-. Oh, Dios mío, lo siento. Me había olvidado de que Roman me dijo que has vivido con parientes distintos toda tu vida. Vaya, qué metedura de pata.

Kendall hizo un gesto con la mano.

– No seas ridícula. Era un comentario de lo más natural y una suposición de lo más acertada sobre el motivo por el que Hannah me lo hace pasar mal. -Apoyo la mano en el brazo de Charlotte para reconfortarla-. Gracias por intentar ayudarme a analizar la situación. Toda ayuda es bien recibida.

Charlotte inclinó la cabeza.

– El placer es mío, entonces.

– Pero deberías saber que creo que contigo se porta bien porque eres la cuñada de Rick.

Charlotte abrió unos ojos como platos.

– ¿Hannah está colada por Rick?