– Hannah, por favor. -Kendall cerró los puños y trató de contener la cada vez mayor sensación de bochorno. A Kendall había llegado a importarle lo que pensara aquella buena gente-. ¿Te importaría bajar la voz?
– ¿Por qué? -preguntó Hannah prácticamente a voz en grito-. Ya te está mirando todo el mundo. Lo cual me recuerda que he oído a alguien en el baño diciendo algo sobre una foto tuya anoche. ¿Qué foto? -Apenas hizo una pausa para respirar-. ¿Qué me perdí? ¿Y hasta qué punto la has pifiado con Rick?
Kendall gimió y apoyó la cabeza en las manos para masajearse las sienes doloridas. Estaba mareada y había empezado a sentir náuseas.
– ¿Kendall? -llamó Hannah, bajando la voz esta vez.
– ¿Qué? -Apenas alzo la vista para responder. Le dolía la cabeza y estaba emocionalmente exhausta, pero Hannah no se daba por vencida.
– ¿Te he dicho que he atascado el retrete de Norman y que se está desbordando?
– Oh, Dios mío. -Eso hizo que a Kendall volviera a circularle la adrenalina. Se puso en pie de un salto y le hizo una seña a Izzy.
– Un momento -le dijo la mujer.
– Pero… -Kendall intentó alcanzarla pero Izzy desapareció en la cocina, para salir a continuación con una bandeja de comida y encaminarse en la dirección contraria.
– No ha sido culpa mía. Quiero decir que no lo he hecho a propósito, te lo juro -se apresuró a decir Hannah.
– ¿Que no lo has hecho a propósito? ¿Y eso lo dice la chica que obstruyó el retrete de la sala de profesores en Vermont Acres?
Su hermana tuvo el detalle de sonrojarse antes de soltar su explicación inconexa.
– La papelera estaba llena y las toallas de papel para secarse las manos no paraban de caer al suelo. -Gesticuló de forma desenfrenada-. Y normalmente me habría dado igual, ¿sabes? Pero como siempre me dices que sea educada y lo deje todo limpio, intenté echarlas al retrete y tirar de la cadena. ¿Lo ves? No lo he hecho a propósito. -Se encogió de hombros demasiado inocentemente según Kendall.
– ¡Isabelle! -gritó Norman desde la sala posterior-. El dichoso retrete se está desbordando. -El dueño del restaurante no parecía muy contento.
Kendall se hundió en la silla. Intentó en vano contener las lágrimas y, como no funcionó, ocultó la cabeza entre las manos para llorar y reír a la vez, como una histérica.
Su vida se había convertido en un desastre absoluto. Y, teniendo en cuenta el comportamiento de Hannah, sus preguntas inquisidoras y lo que la presionaba para que se reconciliara con Rick, la situación no tenía visos de mejorar en un futuro inmediato.
Capítulo 14
Kendall volvió como pudo a casa tras el incidente de Norman's. Había dejado que Hannah se fuera con Jeannie y sus padres mientras ella se quedaba hasta la llegada del fontanero y conseguía que, tras mucho insistir, le dejaran pagar la factura. Se detuvo al llegar al porche delantero, cuando el fácilmente reconocible aroma del chocolate la embargó y le dio la inyección de energía que tanto necesitaba.
Se arrodilló delante de la bandeja cubierta con papel de aluminio que había en el suelo y desplegó la nota de la parte superior para leerla en voz alta:
Querida Kendall:
El alimento que más reconforta en el momento en que más lo necesitas. Es lo mínimo que la familia puede hacer por ti. No hagas caso de las habladurías y pronto les aburrirá el tema.
Besos y abrazos.
Pearl y Eldin
«Es lo mínimo que la familia puede hacer por ti.» Familia.
Daba la impresión de que la palabra surgía una y otra vez, burlándose de ella. Hasta su llegada allí, Kendall se había considerado una persona más bien solitaria que con contactos, sobre todo contactos familiares. Los había mantenido a todos en la periferia de su mundo, incluso a Hannah. Y las dos habían pagado por ese error, pensó Kendall con tristeza.
No obstante, ahí estaban Pearl y Eldin, a quienes acababa de conocer, preocupados por sus sentimientos y acogiéndola en su vida porque la apreciaban. Igual que Raina Chandler, que Charlotte y Roman, que Beth… La lista de personas que le tenían afecto a Kendall parecía interminable. Y ¿acaso ella no los apreciaba también?
Se secó una lágrima que ni siquiera había advertido que le surcaba la mejilla. Y encima estaba el asunto de Pearl y Eldin, pensó mientras se comía un brownie. ¿Cómo iba a decirles que tenían que dejar la casa grande e irse a la pequeña para que ella pudiera vender la otra a sus espaldas?
Del mismo modo que le había dicho a su hermana que se la llevaba de Yorkshire Falls, así. E igual que había hecho caso omiso de la declaración de amor de Rick. «Te quiero», le había dicho. Y ella se había marchado de todas formas. Sintió un escalofrío a pesar del calor que hacía y se dio cuenta de que no se había movido del porche.
Exhaló un suspiro, recogió la bandeja de brownies y entró Feliz fue directamente a ella para recibirla en la puerta delantera. Meneó la cola, se le subió encima y estuvo a punto de hacer que se cayese la bandeja con las patas delanteras.
– Feliz, abajo.
Su tono serio funcionó. El perro se sentó junto a sus pies sin dejar de mover la cola con alegría.
– Por lo menos alguien se alegra hoy de verme.
Dejó sus cosas en la cocina, dedicó al perro las atenciones que deseaba y él le correspondió dándole lametones y frotándose contra ella con una efusividad difícil de controlar.
La quería incondicionalmente y lo único que pedía a cambio era que ella le quisiera a él. A pesar de que habían sido dos perfectos desconocidos hasta la noche anterior, Feliz confiaba en que Kendall le proporcionara el hogar y el amor que deseaba.
Y se lo daría. Así pues, ¿por qué ella no era capaz de tener esa misma confianza en otras personas? ¿Cuándo se había vuelto su vida tan complicada?, se preguntó Kendall. Se acercó a la ventana, seguida de Feliz, y contempló el jardín, la extensión de hierba verde y árboles que recordaba de su infancia. La imagen hizo que se remontara a las meriendas con tía Crystal, en las que los invitados eran los animales disecados. En esos momentos, Kendall se dio cuenta de que su tía utilizaba los animales como peso para evitar que el viento se llevara los paños de cocina. Pero no le importó. Los animales se tomaban el té y no contradecían ni interrumpían sus historias.
Tía Crystal tampoco. Una sonrisa asomó a sus labios ante ese maravilloso recuerdo. Un recuerdo que no le causaba dolor, sólo consuelo, y abrazó al perro. Gracias a esa evocación respondió a la cuestión que se había formulado con anterioridad. Kendall no podía tener la misma confianza ciega que Feliz porque era humana. Tenía recuerdos, buenos y malos, que conformaban la persona en quien se había convertido. Una persona vacía y desconfiada, pensó entristecida.
Incluso Rick, que había sufrido un duro golpe en la vida, le había abierto su corazón. Y ella había destruido todo amor y respeto que él pudiera tener.
«Eres incapaz de comprometerte, te niegas a enfrentarte a tus miedos -le había dicho-. Y me has decepcionado.»
Sus palabras habían sido como un puñetazo en el estómago, entonces y ahora. Habían tenido el mismo impacto emocional que las palabras de tía Crystal cuando le había dicho que ya no podía quedarse en Yorkshire Falls. El mismo impacto que la segunda marcha de sus padres, el día en que habían enviado a Hannah al internado y habían vuelto a irse con destino desconocido. Kendall se rodeó la cintura con los brazos para intentar superar el dolor de todo eso.
Rick tenía razón. Era incapaz de confiar porque no se había enfrentado a sus temores. No había superado su pasado, pero ahora quería hacerlo. Porque ya había perdido a Rick y estaba a punto de perder a Hannah y, se dio cuenta quizá demasiado tarde, ya no quería estar sola.
La ironía resultaba clara. Precisamente el tipo de vida del que siempre había huido era la vida que había anhelado en secreto. Esa idea tan asombrosa rebotaba en su cabeza. Inconscientemente, la niña a la que le encantaba organizar meriendas soñaba con tener familia propia. Parientes que la quisieran. Personas con las que poder contar en los buenos y en los malos momentos.
Sin embargo, como sus padres no habían sido esas personas en sus años de formación y tía Crystal no había podido serlo, Kendall se había blindado ante más dolor, decepciones o daño. El primer paso había sido convencerse de que, a los dieciocho años, cuando sus padres volvieron a marcharse, ya se sentía tan poco unida a ellos que le daba igual adonde fueran o qué hicieran. Pero ahora se dio cuenta de que se había mentido.
Perder a los padres, del modo que sea y a la edad que sea, resulta muy doloroso. Ella había perdido a los suyos en dos ocasiones, en ambos casos porque habían preferido viajar a estar con ella, lo cual había tenido consecuencias demoledoras. Se había distanciado tanto de sus emociones que era increíble que Rick hubiera sido capaz de llegarle al corazón.
Pero así era. Y ella también le quería. Tragó saliva y tuvo dificultades para soportar el dolor que sentía en el pecho y el nudo que se le había formado en la garganta. Le quería y aun así lo había apartado. Al retomar sus viejas costumbres y pautas, había herido a un hombre que había asumido el mayor riesgo posible entregándole su corazón a pesar del daño que le habían infligido en el pasado.
Era imposible que Rick llegara a perdonarla o que empezara a comprender cuál era el motivo de su necesidad de permanecer en una burbuja para protegerse. Por desgracia, ya no se sentía ni tan segura ni protegida como en otros tiempos. Por el contrario, se sentía eviscerada, expuesta, y eso le dolía. Pero el hecho de que le doliera significaba que sentía. Por primera vez.
Lo cual implicaba que quizá tuviera futuro.
Raina estaba sentada en el salón de casa de Eric mientras él estaba ocupado haciendo a saber qué. A ella no le importaba, en realidad gozaba de esos momentos de soledad en casa de él. Hacía demasiado tiempo que no disfrutaba de los sonidos de un hombre ocupado a su alrededor y saboreó la sensación. Pronto tendría incluso más familia alrededor, cuando llegaran las hijas de Eric y sus nietos.
Raina estaba deseosa de pasar tiempo con ellos y el corazón se le henchía de orgullo al sentirse incluida y aceptada. Eric había pensado pasar la tarde tranquilamente en casa y luego cenar en Norman's por deferencia a su farsa. No le parecía bien que ella fingiera estar mal del corazón, pero lo aceptaba con la única condición de que, si alguna vez los hijos de Raina le preguntaban directamente, no iba a mentir.
Motivo por el que ahora era su socia, la doctora Leslie Gaines, la médico que la llevaba. La vida profesional y la privada tenían que separarse, aunque a estas alturas ya no importaba demasiado. Roman lo sabía, Rick acababa de enterarse y sin duda se lo contarían a Chase.
– Siento haberte hecho esperar -dijo Eric cuando se sentó a su lado en el sofá blanco del salón.
Estaba guapo, con un polo y unos pantalones caqui. A Raina el corazón le daba un vuelco cada vez que lo veía aparecer, sensación a la que todavía no se había acostumbrado después de veinte años de viudedad, pero sensación que sin duda le agradaba. Las atenciones de Eric la hacían sentir más joven y cada día daba las gracias a Dios por esa segunda oportunidad de ser feliz; la misma felicidad que deseaba para sus tres hijos.
– Tenía que acabar de arreglar unos papeles. Pero ahora estoy a tu disposición el resto del día -dijo, sonriendo satisfecho.
– Qué bien.
– Entonces, ¿por qué pareces tan decaída? -La miró a la cara y le cogió la mano.
Raina movió la cabeza.
– Decaída, no. Sólo un poco preocupada por Rick y Kendall.
Eric exhaló un suspiro.
– Ya te entiendo. La foto que se proyectó el otro día fue totalmente improcedente. ¿Rick ha averiguado algo sobre quién intercaló esa imagen?
Por respeto a su hijo mediano y por lo dolido que estaba por sus actos, Raina había intentado por todos los medios no inmiscuirse más ni hacerle demasiadas preguntas. Pero la respuesta a esa pregunta sí la sabía.
– Tiene el presentimiento de que fue Lisa Burton pero no puede demostrar nada.
– ¿Lisa? -Eric abrió los ojos de par en par-. Menuda sorpresa. Supongo que lo hizo por celos, pero me cuesta creer que fuera capaz de llegar hasta el extremo de buscar información sobre el pasado de Kendall. Tuvo que investigar a fondo o de lo contrario ¿cómo habría encontrado algo con lo que poner en un aprieto a la pobre Kendall?
– Bueno, quizá no haya tenido que investigar tan a fondo. Según parece, Lisa tiene una faceta fetichista que no mucha gente conoce.
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