– Tu hermano ya vendrá -dijo Raina sin mirarle a los ojos.
Rick todavía no le había contado a Chase lo de la farsa de Raina. Asombroso, teniendo en cuenta que había reprendido a Roman por ocultarle la información, pero Chase estaba muy ocupado con los plazos de entrega y las reuniones, y Rick todavía no había encontrado la ocasión de darle la noticia. Ahora tenía que lidiar con su madre de nuevo, que volvía a dar muestras de estar haciendo de las suyas.
De repente le parecía que aquella cena era una especie de trampa.
– ¿Dónde está la familia de Eric? -preguntó Rick, temiéndose que ni siquiera estuvieran allí.
– Están en esa mesa redonda de ahí. -Señaló hacia un grupo numeroso situado en una esquina-. Pero creo que deberías saber que cuando Kendall ha entrado…
Rick soltó un gemido. Su madre acababa de confirmarle la corazonada que había tenido. Lo había embaucado para que fuera a Norman's. Oh, claro que quería que cenara con la familia de Eric, pero la idea probablemente no se le había ocurrido hasta que había entrado en el local y había visto a Kendall. En el fondo, su madre era una celestina extraordinaria.
Kendall. El alma se le había caído a los pies al oír su nombre, sensación que sabía que le duraría unas cuantas semanas. O por lo menos hasta que ella hiciera las maletas y se marchara del pueblo. Colocó con firmeza una mano en el hombro de su madre porque quería que lo dejara en paz. Había descartado la idea de reconciliarse con Kendall. Tenía que seguir adelante con su vida sin que su madre tratara de inmiscuirse.
Le apretó el hombro ligeramente para asegurarse de que le prestaba atención.
– Los sitios a los que Kendall va y lo que hace son asunto suyo. Hemos terminado, se marcha del pueblo y no quiere que me entrometa en su vida. Dejémoslo así.
Raina frunció el cejo.
– De acuerdo, pero si no quieres que el enfrentamiento entre Kendall y Lisa se convierta en una pelea a muerte en el salón trasero de Norman's, yo diría que mejor que te entrometas. -Dicho esto, se volvió y se encaminó a la mesa redonda donde estaba la familia de Eric.
Rick dejó escapar un gemido. ¿Alguna vez dejaría de caer en las trampas de su madre? Había picado el anzuelo y lo sabía. Pero tenía motivos. Si Kendall estaba en el salón posterior con Lisa, alguien tenía que arbitrar. Y mejor que ese alguien fuera él.
En cuanto dobló la esquina de la parte trasera, oyó claramente la voz de Kendall.
– Si vuelves a acosarme, te demandaré.
– ¿Alegando qué? -preguntó Lisa con tono aburrido.
– Oh, empezaré por algo sencillo, como provocar intencionadamente sufrimiento emocional, y luego pasaré a presentar acusaciones a la policía. Acoso sería un buen comienzo. Aunque no estoy segura de que haga mucha falta. Yorkshire Falls es un pueblo pequeño, y aquí la gente tiene una memoria de elefante.
Rick no quería arriesgarse a que lo vieran asomándose, pero notó la alegría con que Kendall le leía la cartilla a Lisa, que se limitó a exhalar un suspiro de sufridora.
– He vivido aquí más tiempo, tengo una reputación excelente y además tú no puedes demostrar que hiciera nada -replicó Lisa.
– ¿Estás segura? Resulta que tengo una amiga en la oficina de correos.
Rick entornó los ojos.
– Ya sabes que las editoriales de revistas ponen una etiqueta en la portada con el nombre y la dirección a que van dirigidas. Pues bien, a esta amiga no le importaría arrancar la portada del siguiente ejemplar mensual de Risque Business. Ya sabes, la portada que demuestra que estás suscrita a la revista para la que hice de modelo. -Resultaba claro que Kendall se estaba regodeando-. No soy abogada, pero eso debería bastar para demostrar que tuviste la oportunidad. Todo el pueblo sabe que Rick te gusta, así que no costaría nada encontrar el motivo. Créeme, Lisa, más te vale no meterte conmigo. Retírate -dijo para terminar, hablando con voz más grave.
Rick parpadeó asombrado. Nunca había oído a Kendall emplear un tono tan estricto, tan de intocable; ni siquiera con su hermana. El pecho se le hinchó de orgullo junto con el reconocimiento de que algo había cambiado en el interior de Kendall. Era obvio que se había enfrentado a algunos de los demonios que llevaba dentro desde la niñez, y que la experiencia la había fortalecido.
Deseó poder albergar esperanzas ante la idea, pero Kendall llevaba la pasión de viajar en las venas. Aunque el temor fuera lo que motivaba sus huidas y parte de ese temor pareciera haber desaparecido, Rick se había llevado demasiados palos en la vida como para creer que Kendall cambiaría de opinión y se quedaría. Con él.
Pero le agradaba saber que, por lo menos, se marcharía del pueblo con la cabeza bien alta.
– Así me gusta -dijo entre dientes, aunque acto seguido se dio cuenta de que ella nunca lo sabría.
– En cuanto te marches, Rick se olvidará de ti por completo -apostilló Lisa para acabar.
Rick dio un paso adelante, movido por el instinto de corregir a Lisa y proteger a Kendall, pero ésta respondió antes, demostrándole que no necesitaba que se preocupara de ella. Siempre había sabido apañárselas sola.
– Dejemos claras unas cuantas cosas -le dijo Kendall-. Una: soy inolvidable; dos: no me voy a ningún sitio, y tres: aléjate de Rick. Es mío.
Rick se rió al oír las palabras de Kendall y finalmente un tenue rayo de esperanza se abrió camino en su interior. El hecho de que Kendall dijera «no me voy a ningún sitio» y «es mío» le provocaron una subida de adrenalina a la vez que lo asaltaron las dudas. No debía tomarse esas palabras al pie de la letra.
Dobló la esquina y entró en el salón para hablar cara a cara con Kendall. Lisa pasó por su lado a toda prisa y Rick no le dijo nada. Kendall ya había dicho todo lo que había que decir, y más. Pero la duda era si volvería a decirlo, esta vez a él directamente o si se marcharía corriendo.
Echó un vistazo. Kendall se había apoyado en la pared del fondo y había cerrado los ojos. Rick sabía que las confrontaciones no eran propias de su carácter, pero lo había hecho bien. Estaba orgulloso de ella. No sabía si Lisa tenía más ases en la manga, pero por lo menos Kendall la había puesto en evidencia. La próxima vez tendría que asumir las consecuencias de sus actos.
Kendall inspiró hondo y luego exhaló. El pecho le subía y bajaba debajo de la camiseta sin mangas color limón que llevaba. Uno de los tirantes se le deslizó por el hombro y dejó al descubierto su suave piel, lo cual hizo que Rick sintiera el deseo acuciante de besar cada milímetro de su ser.
– Tranquilo -dijo Rick entre dientes. Tenían mucho por solucionar antes de besar a la mujer que tenía la llave de su corazón. Era mejor que empezara por lo más simple-. Felicidades.
Kendall abrió los ojos de repente.
– Rick. -Parpadeó, claramente sorprendida pero no descontenta de verle, si es que la sonrisa vacilante de su rostro podía tomarse como indicación-. ¿Felicidades por qué?
– Has amansado a la fiera -respondió, refiriéndose a Lisa. Esbozó una sonrisa-. Eso merece una ronda de aplausos. -Aplaudió para reafirmar sus palabras así como para romper el hielo entre ellos.
– No sé si la he amansado. -Kendall se echó a reír. Le brillaban los ojos. Sólo habían sido unos pocos días, pero cuánto había añorado su mirada luminosa y su risa fácil-. Pero sí le he dejado las cosas claras.
Rick asintió.
– Eso he oído.
– ¿Estabas escuchando a escondidas? -preguntó, claramente sorprendida.
– Escuchando en un lugar público.
Kendall puso los ojos en blanco.
– Lo mismo da. Entonces… ¿qué has oído? -preguntó mordiéndose el labio inferior.
Rick también tenía ganas de mordisquearse.
– ¿Cuánto quieres que sepa? -preguntó él a su vez.
Kendall suspiró, cambiando el peso de un pie a otro, incómoda.
– Rick, no quiero entrar en un juego de veinte preguntas.
– Yo tampoco. -Tampoco quería poner sus esperanzas en una mujer que podía volver a rechazarlo-. ¿Qué te parece si contestas a mi pregunta y me dices qué quieres que sepa? -Se acercó a ella, asumiendo el mayor riesgo de su vida. Pero si había oído bien, ella por fin también había asumido un riesgo. Si no, en todo caso, era la última oportunidad de Rick Chandler-. Dímelo.
Kendall lo miró de hito en hito, captando su querido rostro, su expresión seria y su preciosa boca. Ahora que lo tenía delante, no sabía qué decir y optó por la verdad.
– Tengo miedo -reconoció.
Rick extendió la mano y le acarició la mejilla. Su piel endurecida la hizo estremecer y le recordó no sólo su conexión física sino también la emocional. Era obvio que su unión perduraba a pesar de sus intentos por distanciarlo de ella, y el alivio que la embargó le proporcionó una mayor tranquilidad de espíritu. Era Rick y podía decirle todo lo que quisiera.
Mientras lo miraba a los ojos, se dio cuenta de lo mucho que se jugaba con su respuesta. Aunque temía que él la rechazara, una parte de ella también tenía miedo de que la aceptara. La vida que siempre había querido y temido al mismo tiempo estaba a su alcance y no sería humana si no reconocía que estaba aterrorizada.
Respiró hondo y se lanzó al vacío esperando que Rick estuviera dispuesto a sujetarla en su caída.
– No me voy a marchar de Yorkshire Falls.
– ¿Ah, no? -Arqueó una ceja-. Cuéntame.
Una sonrisa adorable asomó a sus labios y Kendall se dio cuenta de que había oído toda la conversación con Lisa. De todos modos, se merecía que se lo dijera a la cara y con un tono y actitud muy distintos a los que había empleado con la fiera, como Rick había tenido el acierto de llamarla.
– Yo… -Kendall hizo una pausa para aclararse la garganta, a punto de quedarse paralizada por los nervios. ¿Y si él le daba la espalda? ¿Y si no se la daba?
Como si notara su angustia, Rick la cogió de la mano y se la apretó con fuerza. Para infundirle valor. Y consuelo.
– Continúa.
Kendall esbozó una sonrisa forzada que se volvió más fácil y real mientras hablaba.
– He decidido dejar de huir.
– ¿Por qué?
Le apretó la mano un poco más y ella agradeció esa muestra de apoyo, que le hizo ganar esperanza.
– No sé por qué. De repente vi esa foto y me convencí de que había llegado el momento de marcharme. Pensé que tú y tu familia os merecíais algo mejor.
– ¿Alguno de nosotros te dijo que queríamos algo mejor? -masculló. Dejó de sonreír y frunció el cejo. Resultaba claro que no estaba contento.
– Pues no. -Nadie le había dicho nunca algo así.
– Sin embargo, tú, de todos modos, pensaste tomar esa decisión por nosotros. Muchas gracias. -Negó con la cabeza.
– Era una excusa para huir.
– Era una excusa para huir -dijo él casi simultáneamente.
Kendall se rió y notó que el nudo que tenía en la garganta le desaparecía.
– Qué bien me conoces.
– Eso es lo que hace tiempo que intento decirte. -Adoptó un tono de voz sombrío, serio e incluso más sexy si es que tal cosa era posible.
– Ojalá pudiera prometerte que esto será fácil. -Kendall hizo un gesto que los abarcaba a los dos-. Que no tendré problemas para adaptarme.
– Si me gustaran las relaciones fáciles estaría con Lisa. -Rick sonrió ampliamente, se dio una palmada en el muslo y soltó una carcajada ante su propia broma.
– Muy gracioso -comentó ella.
– Eso me ha parecido -reconoció él antes de encogerse de hombros-. En serio, cariño, sólo te quiero a ti y en un sitio. Conmigo. Lo demás ya vendrá de forma natural, te lo prometo. Quizá encontremos unos cuantos baches en el camino, pero todos los matrimonios se enfrentan a ellos tarde o temprano.
– ¿Matrimonios? -Retrocedió sorprendida y se dio contra la pared que tenía detrás.
Él la siguió sin dejarle espacio para la retirada.
– Tenemos dos maneras de hacer esto. Lento y fácil o rápido y difícil. -Apoyó una mano en la pared por encima del hombro de ella-. No quiero obligarte a nada para lo que no estés preparada, pero tengo que dejar claras mis intenciones para evitar malentendidos.
Kendall asintió. Era lo que ella quería. Sinceridad, las cosas claras, sin errores ni sorpresas. Sin marcha atrás.
– Quiero casarme contigo. -Le acarició la mejilla con la otra mano-. Quiero pasar el resto de mi vida contigo. Quiero ayudarte a cuidar de tu hermana rebelde junto con un par de hijos que tengamos. Y quiero hacerlo aquí, en Yorkshire Falls. -Inclinó la cabeza hacia ella, hasta que la tocó con la frente y Kendall notó la calidez de su aliento en su mejilla.
Respiró hondo y se sintió como si hubiera encontrado su hogar.
– Yo también quiero lo mismo. -Se le quebró la voz y una lágrima se le deslizó por la mejilla-. Pero ¿y si me entra el pánico? Nunca he vivido demasiado tiempo en el mismo sitio, nunca he pensado en el futuro. Ante el menor atisbo de problema, mi reacción es huir, rechazar a una persona o un lugar antes de que me rechacen a mí. Me he dado cuenta de que eso es lo que hago. Y si…
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