Se estremeció y salió del servicio para reunirse con Hunter.Ya lo había tenido esperando suficiente tiempo.

Veinte minutos después, llegaron por fin a casa, después de un día muy largo. Ella no le había contado lo que había visto desde la ventana del baño. Aunque se sentía muy culpable por no darle aquella información, no era capaz de revelar sus sospechas. La unidad de su familia dependía de la defensa legal de Hunter y de su fe en el general.

Ella quería que Daniel creyera que su padre no habría matado a su socio por un desfalco, y aquella noche Daniel había admitido que Frank podía ser inocente. Molly sabía que su padre no asesinaría por dinero, pero…

No podía evitar hacerse la pregunta de si habría matado por amor.


Hunter se dirigió directamente al despacho que le servía de habitación para abrir su maletín mientras Molly escuchaba los mensajes del contestador automático. Había dos.

El primero era de Lucinda, que todavía estaba un poco achispada, pero feliz, y que le daba las gracias a Molly y a su querido amigo Hunter, y también a Edna, que había ido a la fiesta un poco más tarde, por haberla ayudado a hacer de su cumpleaños algo especial.

Molly tenía la sensación de que la fiesta había transcurrido un año antes, y no aquella misma mañana. Le dejó una nota a la comandante para que llamara a su amiga al día siguiente.

El segundo mensaje era de Jessie para su padre.

– Hola, papá, soy yo. Sé que no se te va a olvidar, pero, por si acaso, te recuerdo que tienes que recogernos a Seth y a mí a las once, en casa de Sarah. Y si quieres venir un poco antes, mejor. Seth no está de muy buen ánimo, y a mí tampoco me importa irme temprano.

Molly sacudió la cabeza. Oh, no. No. Verdaderamente, no quería más pruebas de que su padre y Sonya le hubieran mentido con deliberación.

– Creía que Seth estaba en casa esperando la cena -dijo en voz alta. Era la explicación que le había dado Sonya.

Molly se pasó la mano por el pelo y exhaló un largo suspiro. ¿Estaban enamorados su padre y Sonya? Y si aquello era cierto, ¿durante cuánto tiempo podía ocultárselo Molly a Hunter?

En pocos minutos, la comandante llegó a casa con Jessie. Finalmente, no era Frank quien había ido a recoger a los niños a la fiesta, sino Edna. Aquello era una confirmación más del presentimiento de Molly: que había algo entre Sonya y su padre.

Sin embargo, no quería pensarlo en aquel momento. Al día siguiente escucharía atentamente las respuestas de Sonya cuando Hunter la entrevistara, y decidiría la importancia de aquella noticia y si podía mantener el secreto un poco más. Hunter estaba haciendo progresos en el caso, y ella no quería darle motivos para que desconfiara de la integridad de su padre.

Había planeado que aquella noche iba a terminar lo que Hunter había comenzado por la mañana.

Después de que todo el mundo se hubiera acostado, Molly tomó una ducha caliente. Se estaba preparando para la seducción. Ciertamente, no creía que tuviera que seducir mucho a Daniel para que sucumbiera, pero quería estar muy guapa cuando entrara en el despacho.

No tenía ropa interior sexy, pero tenía un camisón muy bonito que le había regalado Liza por Navidad para animarla a que terminara con su patética falta de vida amorosa. Molly no había tenido necesidad de ponérselo hasta aquel momento.

En cuanto a la familia, la comandante dormía como un tronco toda la noche, Jessie nunca salía de su cuarto y su padre… Molly no sabía si estaba dormido o no, pero sabía que estaba en su dormitorio, y dudaba que bajara a molestar a Hunter en mitad de la noche.

Molly contaba con ello.

Capítulo 9

Hunter se puso las manos tras la cabeza y se apoyó contra las almohadas mientras miraba al pájaro, que estaba silencioso en su jaula. Edna le había dicho que debía cubrirlo todas las noches, y ya casi era hora de acostar al animal. Daniel, incapaz de dormir ni de trabajar, supuso que la compañía del ave era mejor que no tener compañía. Albergaba la esperanza de que el pájaro lo distrajera, pero hasta el momento Ollie había permanecido extrañamente callado. Y Hunter no podía dejar de pensar en Molly. Su cuerpo se tensaba con sólo recordar lo que había ocurrido aquella mañana.

Alguien llamó a la puerta suavemente, y Hunter se sobresaltó. No llevaba nada puesto salvo los calzoncillos, y no tuvo tiempo de meterse bajo las sábanas antes de que el objeto de sus fantasías entrara en la habitación. Ella cerró la puerta con llave.

– Hola -dijo Molly.

– Hola -dijo el pájaro.

Daniel alzó los ojos al cielo con resignación.

– Ahora habla.

Molly sonrió.

Con los ojos brillantes, se acercó a la jaula y la cubrió con el paño blanco.

– Buenas noches, Ollie.

Entonces, se aproximó a la cama de Daniel. Llevaba una larga bata de seda que le tapaba demasiado el cuerpo.

– ¿Qué haces aquí? -le preguntó él en broma-. ¿Te has perdido de camino a la cocina?

Molly apretó los labios y sacudió la cabeza.

– Tengo hambre, pero no de comida.

Sus intenciones no podían ser más claras, y a Daniel se le aceleró el corazón.

– A mí me apetece algo dulce -dijo con la voz ronca.

En aquel momento, él no podía ocultar su erección, y no quería hacerlo. Paso a paso, se dijo. Ya sabía que Molly podía arrancarle el corazón, y entendía la importancia de proteger sus emociones, pero en aquel momento no había nada que tuviera importancia salvo hundirse en su cuerpo y saciar la necesidad palpitante que sentía.

Apoyó la mano en el colchón y se echó a un lado para que ella pudiera sentarse junto a él. El sofá cama se hundió ligeramente bajo su peso. Sin embargo, Daniel notó que los muelles no chirriaban, y eso le dio esperanzas de que nadie de la familia los iba a sorprender.

Ella flexionó una rodilla y la bata se le abrió. Daniel alcanzó a verle la piel desnuda. Nunca le había parecido tan sexy la rodilla de una mujer, y posó la palma de la mano allí.

– Esta bata es demasiado larga y te cubre mucho -le dijo.

– Y si alguien me veía bajando por las escaleras, pensarían que iba a hacerme una taza de té.

Molly inclinó la cabeza. Las puntas de su cabello rubio le rozaron los hombros. Estaba sexy y despeinada, y él quería tenerla desnuda a su lado.

Ella se desató el nudo de la bata y dejó al descubierto el camisón más sexy que él hubiera visto en su vida. Era de encaje amarillo, y complementaba a la perfección con su piel pálida. La tela le cubría los pechos y se los elevaba de una manera seductora, dejando al descubierto una deliciosa cantidad de escote. Él no podía apartar la vista salvo para observar el borde del corto camisón. Su imaginación se avivó con imágenes de lo que había bajo el encaje.

Y, a medida que sus ojos descendían, se quedó asombrado al ver unas sandalias de tacón de aguja en los pies de Molly.

Ante aquella visión, el cuerpo se le endureció.

– ¿Y cómo habrías explicado eso a los miembros de tu familia?

– Esperaba que la bata las escondiera -respondió ella con una sonrisa de picardía. Estiró las piernas deliberadamente para mostrarle las uñas de los pies, pintadas de rosa.

Hunter le pasó la mano por la pierna desnuda, desde la tira de cuero que se le ceñía alrededor del tobillo hasta la parte superior del muslo. Tenía la piel de seda. Irradiaba una fragancia ligera y provocativa, que él no podía nombrar, pero que en adelante siempre asociaría con Molly y con aquel momento.

– No tenia idea de que fueras tan atrevida.

Ella arqueó una ceja.

– Hay muchas cosas que no sabes de mí.

Aquello era un rotundo «Te desafío a que las averigües». Daniel le pasó una pierna por encima de las suyas con intención de colocarse sobre ella, pero Molly lo detuvo sujetándole los hombros contra el colchón.

– Te debo una de esta mañana -le dijo mientras se quitaba la bata, regalándole una vista completa de su cuerpo sexy envuelto en encaje.

Él se echó a temblar y su mano se le puso rígida sobre la pierna de Molly. No quería mirarse la erección, sabiendo que estaba preparado para cualquier cosa que ella quisiera darle.

– Sólo un idiota diría que no -susurró, sin reconocer apenas su propia voz.

Antes de que pudiera parpadear o prepararse, Molly enganchó los dedos en la cintura de sus calzoncillos y se los quitó. Después rodeó su cuerpo con la mano y él emitió un gruñido gutural. Daniel dejó de intentar mirar, cedió el control y dejó caer la cabeza sobre la almohada para poder disfrutar.

Con los ojos cerrados, sintió cómo ella enroscaba los dedos a su alrededor, jugueteando con los movimientos justos para que él creciera y se hinchara en su palma. Sin previo aviso, la boca húmeda sustituyó a la mano. El cuerpo de Daniel dio una sacudida y sus caderas casi se levantaron del colchón.

Ella lo tomó profundamente en la boca, mientras deslizaba la mano por la base de su erección. El movimiento doble de su lengua y su boca succionándolo y el deslizamiento de su mano por el miembro tenso sobrecargaron su cuerpo. Daniel se agarró a las sábanas y gimió, sintiendo una oleada de placer que lo llevaba más y más alto.

Sabía que no podría soportarlo mucho más, pero, de repente, se vio privado de aquel calor húmedo y abrió los ojos. Molly tenía un paquetito de papel de aluminio en la mano.

– Me encantaría continuar lo que estaba haciendo, o si no, podemos terminarlo de esta otra manera -le dijo, mostrándole el paquetito-. Tú eliges.

Qué mujer, pensó él, pero no dijo las palabras en alto.

– Preservativo, claramente -respondió él, sabiendo que no iba a lamentar la elección.

A ella se le iluminaron los ojos de calor ante su respuesta, y entre los dos se ocuparon de la protección. Después, Molly se colocó a horcajadas sobre él.

– ¿Te había dicho que no llevo nada debajo? -le preguntó en tono burlón.

– No lo dirás en serio -preguntó él, y quiso agarrarle el borde del camisón. Ella le apartó la mano juguetonamente.

– No, no llevo nada -le confirmó.

Y pensar que si hubiera movido la mano un centímetro más arriba lo hubiera comprobado por sí mismo… Daniel reprimió un gruñido.

Entonces, mientras él miraba, ella se levantó el camisón y se lo sacó por la cabeza hasta que quedó desnuda, salvo por las sandalias de tacón que permanecían en sus pies.

Hunter abrió unos ojos como platos, y Molly disfrutó de su reacción. No sabía de dónde estaba sacando el valor, pero parecía que él lo pasaba bien y eso la hacía más atrevida.

Desde el momento en que había tomado a Hunter en su boca, su propio deseo se había multiplicado y en aquel momento su cuerpo deseaba el de él de una manera primitiva, íntima. Avanzó lentamente hacia Daniel hasta que estuvo justo bajo ella, donde Molly más lo necesitaba.

Estaba excitada, húmeda y lista, pero de todos modos Hunter la tomó por sorpresa cuando alargó la mano y deslizó un dedo al interior de su calor resbaladizo. Ella se estremeció al sentir aquella caricia, porque ambos llevaban mucho tiempo esperando aquel momento. No días, sino meses, pensó Molly. Años.

Lo miró a los ojos mientras él embestía hacia arriba al mismo tiempo que ella albergaba su erección profundamente en su cuerpo. Molly no era virgen, pero sí era quisquillosa, y hacía mucho tiempo que no estaba con un hombre; aunque no tanto como para olvidar cómo se sentía una persona. Y nunca se había sentido así. Hunter y ella, conectados completamente, el cuerpo de él creciendo más y más en el suyo.

Cerró los ojos para romper la conexión emocional, que la estaba abrumando por completo. Sus emociones eran lo que podía causarle problemas con aquel hombre. En vez de eso, se limitó a sentirlo más y más.

Por fortuna, él comenzó a moverse, y ella adoptó su ritmo, apartándose de la mente cosas que no podía controlar y concentrándose en lo que sí podía dominar. Las sensaciones que se adueñaban de su cuerpo se hicieron más intensas a cada empujón rápido de las caderas de Daniel, y Molly encontró la cadencia que más le satisfacía.

Apretó los músculos internos alrededor de él y deslizó el cuerpo hacia arriba, sintiendo su dureza y los pliegues de su miembro, y después lo liberó mientras descendía. Cada vez que se relajaba, le parecía que lo tomaba con más fuerza y más profundidad en su interior, y las embestidas que los unían la lanzaban más y más cerca del clímax.

De repente, Daniel le posó las manos calientes sobre los pechos y ella abrió los ojos justo cuando él los detenía a ambos, ralentizando sus movimientos frenéticos. Él le dibujó círculos alrededor de los pezones con los pulgares, y después le acarició los picos erectos con dos dedos, consiguiendo que ella apretara con fuerza las piernas y gimiera.