Y hasta que no se librara de aquellos complejos, Molly no podría tener una relación seria y duradera con un hombre, aunque ella no se diera cuenta.
Cuando le hubo dicho lo que pensaba, Daniel puso en orden los papeles que tenía en la mano, pero se quedó inmóvil al darse cuenta de algo.
– O quizá soy yo el que no debería engañarme. Quizá estás tomando las decisiones que son más importantes para ti. Me ocultaste lo de Sonya y tu padre porque no soy el príncipe del que has hablado, el que tiene que rescatarte. Sólo soy un abogado que puede salvar a tu padre y a tu preciosa familia, pero que no es lo suficientemente bueno para ti.
– ¡No! -exclamó ella, y se puso en pie con brusquedad. Sin querer, tiró las cajas de cerillas al suelo. Sin hacerles caso, se acercó a él y le tomó la cara entre las manos-. Estás completamente equivocado -le dijo, y lo besó.
Y, demonios, fue un beso estupendo. Hunter sabía que no sólo estaba destinado a demostrarle que sí era lo suficientemente bueno para ella, sino también que lo quería y que lo necesitaba. Sin embargo, al mentirle había acabado con la posibilidad de convencerlo de nada.
Él se apartó las manos de Molly de la cara y terminó con el beso, haciendo caso omiso de su mirada dolida.
– Tenemos que trabajar -le dijo con la voz ronca.
– Siento haberte mentido.
Molly se alejó y se acercó de nuevo a las cajas de cerillas. Comenzó a recogerlas del suelo y las depositó en el cuenco.
– Conozco todos estos lugares -murmuró con frustración.
Él volvió al escritorio y miró los resguardos de los pagos con tarjeta más recientes.
– ¡Espera!
Aquella exclamación le llamó la atención y alzó la vista.
– ¿Has encontrado algo?
– Creo que sí. Todos estos sitios son locales. Son restaurantes y bares de por aquí, o al menos, de Connecticut. Pero mira, éste es de Nueva York y es un motel, no un restaurante -dijo Molly, y le lanzó una de las cajas de cerillas.
Él la atrapó en el aire y la observó.
– Pone «A.C.» Posiblemente quiere decir Atlantic City.
Molly asintió.
– Eso es lo que yo pienso. ¿Puede ser la pista que estamos buscando?
– Quizá, pero puede que no sea nada. Cuando Sonya llegue a casa, le preguntaremos si alguna vez ha estado allí, y si no ha estado, le pediré a Ty que investigue.
Se guardó la caja de cerillas y buscó un recibo de tarjeta de los últimos meses.
No había ninguno que indicara que Paul Markham había estado en Atlantic City ni en Nueva Jersey. Sin embargo, aquel hombre le había estado robando a su socio durante una buena temporada. Tenía que ser experto en ocultar su rastro, y quizá pagara todo en efectivo o usando un nombre falso.
Hunter captó la mirada de desaliento de Molly. Entendía que ella deseara con todas sus fuerzas encontrar alguna pista válida que pudiera ayudar a su padre.
– No he dicho que no sea nada. He dicho que tenemos que buscar más -dijo-. Volvamos a casa de tu padre y veamos qué podemos averiguar -sugirió.
– Buena idea.
Él la siguió hacia la salida, lamentando que Molly hubiera preferido mentirle sobre Sonya y su padre en vez de confiar en él. No sólo había hecho que acudiera sin preparación a una entrevista con una testigo, sino que había dado al traste con la frágil confianza que habían recuperado hasta el momento.
Realmente, era irónico. Y sería divertido si él no se sintiera tan decepcionado. Molly le había mentido por miedo a que Hunter no confiara más en su padre y dejara el caso.
Le había salido el tiro por la culata, porque quien había perdido la confianza de Hunter era ella.
Capítulo 11
Mientras Molly se vestía para ir a ver a Ty y a Lacey, pensaba en lo mucho que habían cambiado las cosas entre Hunter y ella durante los dos últimos días. Desde que él había descubierto que Molly le había mentido con respecto a su padre y Sonya, se había vuelto frío. Se comportaba como si no hubieran hecho el amor. Como si sus cuerpos no hubieran estado completamente unidos.
Haciendo caso omiso del dolor de cabeza, que iba en aumento, se puso sus botas de vaquero rojas para tener buena suerte. Esperaba que la visita de los amigos de Hunter le mejorara el humor. Ty y Lacey venían desde Albany para visitarlos y darles la información sobre el motel de Atlantic City. Hunter le había pedido a Ty que siguiera la pista después de que Sonya le dijera que nunca había oído hablar del lugar que se anunciaba en la caja de cerillas.
También le había sugerido que había un lugar donde Paul se alejaba cuando estaba fuera de la ciudad, no por negocios, sino con su amante. Molly se estremeció al recordar la objetividad con la que había hablado de aquel tema. Claramente, conocía las infidelidades de su marido y Molly se entristeció al pensar en vivir con alguien en quien no se podía confiar. Lo cual la llevaba de nuevo al error que había cometido con Hunter.
Él tenía razón en una cosa: todas las decisiones que ella tomaba estaban dictadas por el miedo a perder a su nueva familia. Sin embargo, Daniel se equivocaba al pensar que ella no confiaba en él, o que había elegido a su padre por encima de él. Las cosas no eran tan sencillas, pensó Molly con frustración. Estaba muy disgustada.
Lo único que podía hacer en aquel momento era seguir adelante y esperar que Hunter lo superara también. Se pasó los dedos por el pelo para atusárselo, se aplicó brillo labial de melocotón y decidió que estaba lista.
Tomó el bolso y bajó las escaleras.
– Siento haberte hecho esperar -le dijo a Hunter, que estaba paseándose por el vestíbulo.
– Ha hecho un agujero en la alfombra -dijo la comandante, que estaba sentada en una butaca, en la sala de estar, obviamente, haciéndole compañía-. Es cosa de hombres. Se arreglan demasiado rápidamente, y después tienen que esperar mientras una mujer se pone guapa. ¿No está preciosa, Hunter?
Molly se ruborizó. Tenía la sensación de que se había ruborizado para toda la vida durante los pocos días que Daniel llevaba allí.
– Vamos a una reunión de trabajo, comandante.
– Bueno, si yo pudiera meter las piernas en unos vaqueros tan ajustados y en unas botas como ésas, podría elegir a cualquier hombre a diez kilómetros a la redonda.
Hunter se volvió hacia Edna.
– Aún puede elegir a cualquier hombre, y que nadie le diga lo contrario -afirmó con una sonrisa.
En su mirada había auténtico afecto, y su tono tenía calidez.
Molly se arrepintió de lo que había ocurrido, y se prometió que recuperaría de algún modo su cariño.
– ¡Me voy rápidamente al centro de mayores a conseguir un novio! -dijo Edna con una carcajada, aunque no se levantó de su asiento.
– Sólo por el hecho de que un hombre guapo te haga un cumplido, no te enamores de la primera cara bonita -le dijo Molly a su abuela, y le dio un beso en la mejilla-. Tienes que encontrar a alguien activo. Jessie se está haciendo mayor y ya puedes viajar de nuevo, si quieres.
Edna arqueó una ceja.
– ¿Te estás ofreciendo voluntaria para cuidarla?
Molly sonrió.
– Pronto, pero todavía no. Tendremos que esperar a caerle un poco mejor.
– Pero habéis progresado, y eso es todo lo que yo pido -afirmó Edna. Después tomó su libro y se acomodó entre los cojines-. Bueno, que os divirtáis -les dijo, haciéndoles un gesto con la mano para que salieran de casa.
– Vamos a trabajar -le recordó Molly.
– Eso no significa que no puedas divertirte.
– Que pase buena noche, comandante -le dijo Hunter a modo de despedida.
Aún no se había dirigido directamente a Molly. No había respondido al cumplido de su abuela sobre lo guapa que estaba. Molly creía que él sólo se había dado cuenta de que llegaba tarde.
Lo cual no era cierto. Hunter se había adelantado por impaciencia.
Molly lo siguió hacia su moto, donde él desató los dos cascos y le entregó uno. Ella lo aceptó animosamente, intentando no dejar que su dolor de cabeza le amargara el paseo en moto.
– Gracias. ¿Puedes guardar esto en algún sitio? -le preguntó ella, y le mostró su bolso.
Él lo metió en el maletero que había tras el asiento sin decir nada. Molly tampoco habló. Se subió a la moto, tras él, poniéndole las manos bajo la chaqueta intencionadamente, de modo que las palmas de las manos quedaran planas contra su estómago.
Él se puso tenso, pero no dijo nada. Se limitó a arrancar la moto.
Molly se agarró con más fuerza. Era otro modo de romper su reserva sin palabras, y les quedaba un trayecto de diez minutos que ella podía aprovechar.
Hunter dejó la moto en el aparcamiento y apagó el motor. Quería matar a Molly. Durante todo el camino hacia el restaurante, ella había tenido las manos bajo su cazadora, sobre su pecho. Aunque se agarraba con fuerza por seguridad, tenía las manos muy traviesas. Primero movía una, y después la otra. Él tenía los antebrazos apretados contra los costados, pero las palmas de las manos de Molly y sus dedos tenían voluntad propia, y lo habían acariciado y frotado hasta que había conseguido excitarlo por completo.
De algún modo, Molly había adivinado cuál era su debilidad. Sus caricias, mezcladas con la vibración de la moto y la adrenalina de la velocidad, habían estimulado su deseo como ninguna otra cosa. Ni siquiera la ira que aún sentía importaba, porque ella estaba tras él, pegada a su cuerpo, con la mejilla apoyada en su espalda y jugueteando con su cuerpo sin piedad.
Molly fue la primera en bajar de la moto y él la siguió, tenso, excitado.
Ella se quitó el casco y se pasó las manos por el pelo. Tenía las mejillas rosadas del viento, y los ojos brillantes de picardía y diversión. Había disfrutado de la libertad del paseo en moto tanto como él. Qué endemoniada mujer…
Daniel tomó los cascos y los aseguró con un candado a la moto, ninguneándola durante el tiempo suficiente como para recuperar el control de su cuerpo. Más o menos. Tenía la sensación de que iba a permanecer duro como una piedra durante el resto de su vida.
– Ha sido muy estimulante -dijo Molly atusándose el pelo una última vez.
Parecía que acababa de estar disfrutando en la cama de un hombre, y aquellas botas rojas la hacían aún más atractiva. Él entrecerró los ojos y la miró con el ceño fruncido.
– Ahí está el coche de Ty. Será mejor que nos demos prisa.
– De acuerdo. Espero que tenga noticias que nos proporcionen una buena pista.
– Eso ha dicho. Vamos a entrar.
Él dio unos pasos hacia la entrada del local, caminando rígidamente, con la esperanza de que nadie se diera cuenta de que tenía una erección provocada por la bruja que caminaba a su lado.
– ¿Molly?
– ¿Mmm? -ella se puso a su lado. Los tacones de sus botas resonaban en el camino de entrada.
– Tu abuela tenía razón. Estás preciosa.
Pronunció aquellas palabras antes de poder contenerse, y después de decirlas se habría mordido la lengua.
– ¿Sí?
– Sí -dijo él con la voz ronca, infinitamente molesto consigo mismo. Se detuvo durante un segundo y la miró.
Ella tenía una sonrisa de satisfacción.
– Bueno, como le he dicho a mi abuela, tú eres un chico muy guapo, y también tienes muy buen aspecto esta noche.
Molly comenzó a colocarle el cuello de la cazadora de cuero negra, y en el proceso, le rozó la mejilla.
Aquel roce provocó una corriente eléctrica que llegó directamente a las entrañas. Por instinto, él le agarró la muñeca.
– Pero eso no cambia nada.
Ella ladeó la cara.
– ¿Hunter?
– ¿Sí?
– Cállate y disfruta de la cena con tus amigos, ¿de acuerdo? Tenemos mucho trabajo que hacer en este caso, y será más fácil si no nos agredimos. Además, me he disculpado más de una vez, así que déjalo ya.
Se encogió de hombros, lo rodeó y entró en el restaurante, dejándolo con la boca abierta y sin nada que decir.
Hunter sufría bajo el escrutinio de Ty. Su amigo se había inclinado hacia él y lo estaba observando con suma atención.
– Bueno, está claro que has vuelto a afeitarte, que parece que estás durmiendo bien y que has dejado de beber. Sin embargo, sigues siendo un tristón. Entonces, ¿qué ocurre? ¿La señorita Molly te lo está haciendo pasar mal? -le preguntó Ty con una sonrisita. Después se echó a reír.
Molly se había excusado para ir al servicio, y Lacey la había acompañado. Hunter y Ty se habían quedado a solas durante unos minutos, pero Hunter no quería hablar de su vida personal.
– Estoy bien.
– Y un cuerno -dijo Ty. Su amigo siempre había sabido cuándo mentía.
– Es el caso, que me está volviendo loco.
Ty le hizo un gesto al camarero para que les sirviera otra cerveza.
– Lo dudo. Tú nunca has tenido un caso con el que no pudieras. Yo creo que es por Molly. ¿Puedo darte un consejo?
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